Cuatro fuegos
Sabía perfectamente que lo que estaba cometiendo en el momento era una reverenda tontería, pero no que me quedaba de otra. Mira nada más, dejarle el abrigo a Bella en un árbol y huir como si nada hacia la casa.
Pero también me interesaba bastante lo que estaba pasando en la casa, con mi padre. Y no es como que el asqueroso chupasangre se despegara de ella ni un solo segundo; se comportaba como una sanguijuela en casi todo el sentido estricto de la palabra. Me preguntaba cuándo empezaría a chuparle la sangre, una excusa perfecta para destruirlo con mis fauces.
Sabía que mi viejo estaba en una posición severamente aburrida. Hacer de la niñera de Charlie no le complacía mucho. Podía recordar cómo detecté esa ansia de sangre en sus ojos, cuando me despedí de él. No quería volver a pasar por eso una vez más, de manera que seguí trotando por el bosque, sin rumbo fijo.
Alguien está nervioso, me dijo Paul.
No tanto como lo estarás tú en el campo de batalla el día de mañana, me burlé de él. El sabor de la victoria por haberle devuelto las palabras con mayor peso me caía bastante bien.
Oh, vamos, se entrometió Leah, ambos saben que no serán absolutamente nada en comparación conmigo cuando nos enfrentemos a esos vampiros invasores. Destruiré más que ustedes dos, juntos.
Te reto a que lo cumplas, chica, me mofé.
Búrlate todo lo que quieras, pero tengo mi plan. Ese Cullen nos ha mostrado todo lo que yo necesitaba saber, y seré la gran heroína del cuento.
Basta, chicos, nos ordenó Sam con su voz imponente.
Seguí trotando, ésta vez en dirección a la profundidad del bosque. El viento estaba bastante agitado, aún incluso en estas zonas tan recónditas y ligeramente desiertas. Aquí no venían nada más que especies pequeñas, excursionistas perdidos…
Y yo, intentando escapar del martirio de tener que soportar al asqueroso chupasangre en compañía de la chica a la que tanto amaba.
Me estaba convirtiendo en un estúpido al hacerme ilusiones con respecto a su hipotético enamoramiento por mí. Yo sabía que ella sentía algo por mí, estaba casi seguro de que había una chispa, pero Bella era tan orgullosa y necia que no lo aceptaría jamás, dejándome en la peor situación de dolor…
¡Oh, vamos, Jacob! ¿Tenemos que pasar por todas tus depresivas sesiones cada vez que vuelves de verla?
Cierra el pico, Leah.
Mi hermana intenta verlo desde una posición global, me explicó Seth. No lo hace con intenciones de burlarse de ti. ¿Verdad que no, hermana?
Me reservo mis comentarios al respecto.
El chico soltó un ligero gruñido a modo de respuesta.
Caray, Leah, no pensé que fueras a ser así. Tenemos que unirnos todos y trabajar bien para poder salir exitosos mañana.
Hermano, tú ni siquiera combatirás.
El chico lanzó un leve lloriqueo, luego lo vi cambiar de dirección.
No debiste ser tan mala con tu hermano, le reproché. Él sólo quería animar las cosas un poco para aliviar la tensión.
Jake, ¿puedo ir contigo? No tengo ganas de llegar a casa, no todavía.
Si lo dices por mí…, empezó Leah, pero no tuvo que terminar la frase gracias a la intervención de Sam.
Déjalo, Leah. Jacob lo escoltará de vuelta a tu casa cuando lo requiera. Tú sí vete a reponer fuerzas. Como Seth no tendrá una participación mayor y activa en el combate, no necesitará de ello. En cambio tú, Jacob, regresarás en cuanto te sientas cansado, ¿enterado?
Claro, respondí, sólo necesito un tiempo para meditar. Bueno, necesitamos, ya que Seth me acompañará.
Oh, ¿de verdad me dejarás? ¡Gracias, Jake! ¡Te la debo enormemente!
Como digas, chico. Cambiaré de fase ahora, Sam, le avisé.
Claro. No demoren mucho en su tiempo.
No lo querría hacer. Necesito volver en la noche para cuidar a Bella y a… Edward, aunque bien podría dormir allá.
Debía admitir que tenía un problema con la pronunciación de sus nombres, sobre todo el de ese idiota que se quedaría con el premio mayor.
Al momento de sentir un reproche por parte de la loba, decidí que era el momento para cambiar de fase. Me convertí en humano cuando giré hacia la derecha y me detuve el tiempo suficiente para desatar el short de la cinta de cuero y ponérmelo. Haría un frío infernal, pero a mí no me afectaría gracias a mi particularidad de la elevada temperatura corporal. Fácil podría estar cerca de los cincuenta grados Celsius, ¿y me mataría ello? En absoluto.
Troté la corta distancia que me separaba del pequeño lugar recóndito al que me quería dirigir. No era ni muy lejos ni muy imposible gracias a mis zancadas anormales, una grandiosa ventaja. Llegué en cuestión de minutos y busqué el árbol más frondoso sobre el cual poder recargarme a meditar las cosas. Podría disponer de unos cuantos minutos de paz en lo que Seth llegaba y se acomodaba para sacarme la plática más deprimente de todas: sentimientos.
Sabía a ciencia cierta cuáles serían las molestias para el chico. El hecho de que se le deje fuera de la lucha lo ponía muy mal, pero de no ser por la orden autoritaria del alfa, más el hecho de que le prometí toda una bandeja de hamburguesas para él solo, él no hubiera empleado su mañana en dicho claro. Tendría que recordarme el agradecerle enormemente por el sacrificio que estaba aventándose.
Encontré el árbol que quería, así que me dirigí hacia él y me senté de manera que mi espalda se recargara en él, con dos simples movimientos. Me coloqué ambas manos detrás de la nuca y dejé que mis pensamientos se manejaran por sí solos, empezando por el hecho de que Bella había reaccionado de manera bastante exagerada para mi gusto cuando le conté sobre mi verdadera posición en la manda por simple derecho de nacimiento. Un derecho que nunca iba a reclamar. ¿Para qué lo quería yo cuando a Sam le quedaba mucho mejor?
Un pequeño sonido de estremecimiento sonó por allá en los árboles. No costaba adivinar que el chico ya había llegado y se había cambiado de fase.
Y así era. El chico venía un tanto desgarbado y desanimado. Tenía la mirada distraída mientras se terminaba de abrochar su short. Entonces cruzó la mirada conmigo y sonrió con tristeza.
— Anímate. —le dije en un patético intento de iniciar un ambiente cálido, pero él se limitó a caminar hacia mí y acomodarse a mi derecha, recargándose en el mismo árbol. Lo miré en todo momento. No subía la mirada para nada.
— Jake —empezó él, con un tono de voz demasiado lastimado. Oh, oh—, ¿por qué no me consideran como un combatiente lo bastante hábil como para poder estar frente al flanco de batalla?
Oh. Oh, oh.
No sabía qué decirle.
El chico y yo nos estuvimos viendo a los ojos por varios minutos silenciosos. Después vi cómo sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas.
— No es justo que Leah me trate así, como le pequeño. Sé que soy el menor, pero creí que, entrando a la manada, las cosas podrían mejorar, ¿sabes? Y todos me tratan como el chico, el chico. Que tenga quince años no les da ningún derecho a menospreciarme… soy tan hábil como ustedes.
— Seth… —empecé. ¿Ahora cómo seguía? Yo no servía para estas cosas de comunicados paternales. Pero tenía que hacerlo, ya que el chico confiaba demasiado en mí—. No es que menospreciemos tu trabajo, es que... Vaya, sí. Es porque estás chicho todavía. No podemos sentirnos cómodos con la idea de exponerte a un peligro mortal. Los otros no lo reconocerán, pero tenemos esa necesidad de comportarnos protectores contigo.
— ¿Y eso como para qué? Si estoy dentro de la jauría es porque ya puedo protegerme por mí mismo, ¿no te parece, Jake?
Nuestros ojos volvieron a encontrarse. El chico sí que hacia un esfuerzo enorme para que esas gruesas lágrimas no se derramaran de sus ojos. Mierda. Esta situación se estaba poniendo más incómoda de lo necesario. No era común hablar de estos sentimientos, al menos, no con alguien que no fuera Bella. Pero tampoco ha sido muy expresiva en cuanto a lo que siente por mí, que yo sabía que existía algo…
Seth no pudo más con la carga. La primera lágrima se deslizó silenciosa por su mejilla izquierda. Inmediatamente sintió lo que había hecho y escondió su rostro en sus brazos, ya cruzados y apoyados en las rodillas, que estaban pegadas al pecho. Estaba hecho un ovillo.
Hasta ahora, no había tenido conocimiento de que uno de nosotros se sintiera tan mal por haber formado parte de la manada. Pero el chico estaba mal. Se sentía mal por la forma en que nos dirigíamos hacia él, como si fuera un bebé o algo por el estilo.
De pronto sentí la necesidad de abrazar al chico, pero eso no podría bastarle. Él quería participar en la batalla. Además, aceptémoslo, un chico de dieciséis años abrazando a uno de catorce, casi quince, en la profundidad del bosque, usando sólo shorts… no, la perspectiva no es muy agradable.
Pero es que él estaba destrozado, y era como un hermanito para mí.
Maldición. Ahí va de nuevo la necesidad paternal hacia éste chico.
O quizá no tenía que ser así. Hay amigos tan unidos que se consuelan de esta forma, sin perder nada de su orgullo masculino. Es decir que el vínculo es tan fuerte que no les molesta hablar de las cosas que les molestan. Lo he visto en la televisión, y lo he visto a través del apoyo que me hicieron cuando intentaba superara Bella en estas últimas semanas. Han visto mi dolor, y muchos me han querido animar, pero no lo han conseguido del todo.
Tal vez era hora de devolver el favor, ahora con el más chico de la manada.
Lentamente, le pasé mi brazo derecho por encima de sus hombros, mostrando mi solidaridad con él. Luego, él sintió el movimiento, de manera que se acurrucó lentamente en dirección hacia mí, y finalmente nuestras pieles se tocaron, fuego contra fuego. Pero eran fuegos diferentes. Aún por nuestras características lobunas, aún por nuestro coraje y aún por nuestra impotencia, nuestros fuegos eran distintos.
No obstante, se sintió especialmente cálido cuando su piel tocó la mía. Sí que había un buen afecto entre el chico y yo. Seguramente Sue me dejaría adoptarlo como mi hermano menor durante los fines de semana.
— Esto no debería estar pasando —me dijo Seth, con la voz todavía bloqueada. ¿Acaso no pensaba darme la cara nunca?—. Estas cosas no deben permitirse.
— Estamos vivos, Seth —le dije, acariciando su hombro en otro patético intento de relajarlo—, y por ende, todas las emociones van incluidas en el paquete.
— Edward también siente algo, por Bella, a pesar de estar muerto.
Oh, ese. Hubiera preferido que el chico no lo hubiera mencionado para nada.
— Mira, ahora concentrémonos en ti, ¿de acuerdo? No metamos a los chupasangre en esto.
— ¿Crees que moriremos mañana? —me preguntó directamente, nuevamente, clavando sus ojos en mí, ahora sus ojos estaba llorosos, y las lágrimas corrían por su rostro con absoluta libertad. Él ni se molestó en quitárselas.
Vaya dilema. No podía contestarle esa pregunta, pero sinceramente no estaba seguro del resultado. Confiaba en la manda, y quería creer que o habría pérdidas, pero, analizándolo desde el punto de vista del chico, sí llega a preocupar que enfrentarse a la posibilidad de que nos tengamos que despedir de un hermano nuestro. O hermana.
El chico no me quitaba la mirada de encima, mostrando esos ojos llorosos que no paraban de lagrimear. Desesperado por la visión que tenía, llevé mi mano libre a su rostro y empecé a limpiarle las lágrimas, pero él me tomó esa mano y me la detuvo. Al principio no entendí ni jota de lo que estaba pasando, pero el chico manipuló mi mano hasta que quedó a la altura de sus labios…
Y me la besó.
Si no hubiera estado tan ofuscado por su repentino agarre, quizá hubiera prevenido ese movimiento. Ahora, mientras sus cálidos labios rozaban las yemas de mis dedos, no podía ni siquiera reaccionar. El contacto era muy suave para tratarse de un chico, aún incluso de Seth.
— ¿Qué haces? —le pregunté, pero él no dejaba de pesarme la mano. Me miraba con esos ojos tan penetrantes, pero ahora ya no parecían llorosos, sino determinados.
Finalmente separó sus labios de mi mano con cierta dulzura.
— Jake… estoy consciente del peligro que podríamos correr mañana, en especial ustedes, de manera que quiero hacer bien las cosas. No sabía cómo proceder, pero he encontrado la manera justo antes.
— ¿En el momento en el que viste que yo vendría para acá?
— Correcto.
— ¿Y cómo no nos dimos cuenta de lo que sientes ahora?
— Sé ocultar bien mis cosas, no como otros.
— Seth… esto no está bien. Yo… y amo a Bella.
— Y yo te quiero a ti, Jake. Te quiero desde hace tiempo —me confesó, apretando mi mano, no contra sus labios de nuevo, sino esta vez contra su pecho cálido—. Te he querido desde hace tiempo, antes de que todo este embrollo pasara.
— ¿A qué te refieres?
— A antes de la manada, cuando tenías el cabello largo y reparabas automóviles por diversión, y empeñabas mucho tiempo ahí.
— Seth, no… esto no va. No está bien.
— Lo está, Jake, pero no te atreves a experimentar algo así.
— Es que no lo imagino.
— Es lo mismo que Bella siente. No se imagina contigo —ouch. Directo en el clavo—. Y obviamente eso te duele. Pues, eso me pasa. Me pasa cuando te oigo pensar en Bella, cuando panificas por Bella, cuando haces todo por Bella. Y eso ya es complicar más las cosas. Nunca podría competir contra Bella, creo que ni siquiera siendo mujer.
Estaba a punto de decirle "no, ni siquiera entonces", pero temí lastimar de nuevo al pobre chico. No se lo podía hacer, no cuando me acababa de abrir su corazón. Entonces, ¿qué hacer al respecto? ¿Tranquilizarlo? ¿Largarme? ¿Correrlo? ¿Dejarlo que siga llorando?
Bajé la mirada hasta encontrar mi mano, que seguía sobre el pecho de Seth, donde él la sostenía. Su corazón latía con más violencia, reacción ante mis movimientos. Lentamente, él empezó a levantar la mano libre que tenía, en dirección hacia mi rostro. Mis instintos me indicaban que me hiciera para tras, pero había una pequeña parte que no quería que lo hiciera. Que me quedara quieto y que él me tocara.
Y así pasó. Su mano finalmente dio con mi mejilla derecha, donde volví a sentir más calor. Era un tercer calor, ajeno al de él y al mío. Un fogonazo, una chispa, un desello. Algo intrínsecamente emocional y físico con él. Y es que era porque me caía bien. ¿O de plano era porque yo finalmente estaba experimentando algo nuevo?
Como respuesta a mi planteamiento, la mano que tenía en su hombro empezó a recorrerlo con cierto tacto taciturno. Me gustó sentir las curvaturas de su hombro, de su nuca, de su antebrazo musculoso. Pasé mi mano por encima del tatuaje Quileute una y otra vez, como reconociendo la validez de mis acciones. El soltó mi otra mano, que cambié rápidamente hacia su espalda, acercando al chico un poco más hacia mí. Me giré un poco, y él también lo hizo, para que pudiéramos estar frente a frente. Su mano, que antes aprisionaba la mía contra su pecho, ahora también estaba en mi cara, sujetando la mejilla libre. Ahora mi cabeza estaba bien sujeta por él.
— No tengas miedo. —me dijo él, y cambió sus manos hacia mi nuca, en donde se enroscó con los brazos. Esto no podía estar sucediendo, no podía estar enrolándome con Seth, mi amigo, pero así eran las cosas, y no encontraba la fuerza de voluntad para detener esta cosa.
Bueno. Tampoco era como que quería parar esto.
Sabía lo que se avecinaba y no me resistí a ello. Con mi mano en su espalda, no hice nada más que acercarlo un poco a mí cerrar los ojos conforme lo hacía…
… y sus cálidos labios se encontraron con los míos en una manera tan espectacular. Eran como suaves caramelos. No, los caramelos son duros. Más bien, sus labios eran como una especie de espuma y bombón achocolatado, revuelto al mismo tiempo. Sentí cómo nuestros corazones se agitaban al unísono, y no me hubiera sorprendido que se hubieran puesto a despegar cuales helicópteros…
Seth se aferraba a mi cabello con pasión mientras nuestro beso subía de categoría. Ahora nuestros labios pasaban a segundo término, en especial por haber involucrado nuestras lenguas, pero de manera discreta y decente, no pasando a cosas sucias. El contacto entre nuestros órganos bucales hizo aun más auténtico el momento, y comprendí que había fuego en todas partes.
Cuatro fuegos. El suyo, el mío, el cálido y uno más. El que lo consumía todo. Para acentuar la existencia del cuarto fuego, acerqué más al chico a mí, hasta que nuestros tórax quedaron tan pegados que podrían fusionarse de un momento a otro, considerando los cuatro fuegos.
Por un momento llegué a olvidarme de Bella.
Bueno, ya no tendría que molestarme por ella nunca más. El chupasangre la convertiría, y estaría jodidamente muerta para mí. Podría quedarme aquí, con Seth, y vivir felices.
Pero el problema era la manada, y nuestros respectivos padres.
No quería finalizar el beso, pero tuve que hacerlo en el momento en el que me cruzaron esas ideas por la cabeza. No obstante, cuando Seth intentó separarse de mí, no se lo permití. Estaba muy cómodo con él junto a mí.
— ¿Por qué te detuviste? —me preguntó, recuperando el aliento. Descubrí que yo también intentaba recuperarlo.
— Tengo miedo… del futuro.
— ¿Cuál futuro?
— Mira, esto ha sido algo muy interesante y todo eso, pero seguro que no creerás que podemos hacer esto de manera más formal, consistente y pública, ¿verdad?
— ¿Por qué?
— Sue no lo aprobaría. Mi padre tampoco.
— Estoy seguro de que ellos querrían nuestra felicidad, no importa que la tuviéramos que crear juntos.
— Seth, no.
Entonces sí que deshice nuestra proximidad física. Él me miró con perplejidad.
— No te ha gustado.
— Claro que me ha gustado, Seth, pero no podemos hacer esto a la vista de todos. Es extraño. ¿Imaginas lo incómodos que se sentirán los demás cuando tengamos que entrar o salir de fase enfrente de ellos?
— Que ellos piensen lo que quieran. Yo sólo tengo ojos para ti, Jake.
— Pero sabes que yo no sólo tengo ojos para ti, Seth.
— Ya. Tu más fuerte amor es Bella. Como el de ella es Edward. La diferencia es que tú sí pareces reconocer que estás interesado en una segunda persona.
— Gracias. Le sonreí, y él me devolvió la sonrisa. Por un momento me agarro el impulso de besarlo de nuevo. Y él lo reconoció, porque extendió los brazos a sus costados y sacó un poco el pecho hacia enfrente.
— Adelante, Jake. Soy tuyo. —me dijo sonriente. Le devolví la sonrisa antes de echarme para enfrente y plasmar mis labios una vez más en los suyos.
Nuevamente, cuatro calores coexistieron en armonía. No quería romper este momento agradable, pero sabía que tarde o temprano debía acabarse.
Pero ahora fue Seth el que deshizo el beso.
— Sé lo mucho que te duele que ella no te corresponda, Jacob, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti. Como amigo, como hermano, como amante si quieres. Cuentas conmigo para lo que necesites.
— Gracias, Seth. Eres muy amable conmigo.
— No tienes nada que agradecerme, Jake. —me sonrió y me guiñó el ojo.
Al instante en el que me hizo ese guiño me sentí como si lo que hubiéramos hecho sólo había sido una mala jugada. Era como si yo lo hubiera usado a él como un escape a mi frustración amorosa con Bella. Pero él… sus sentimientos eran muy reales, y era algo que yo no podía concebir en su totalidad. Me gustaba Seth, sí. Lo quería mucho, también. ¿Lo amaba? No estaba seguro de esa parte.
— Te quiero mucho, Jake —me dijo, abalanzándose hacia mí y abrazándome por la cintura. Nuevamente hubo tres fuegos—. Nunca lo olvides, amigo mío.
— Nunca lo voy a olvidar, Seth. Mi niño. —le dije, devolviéndole el abrazo. Le acaricié la cabeza, y por ende, el cabello. Era hermoso al tacto. Me incliné para besarle su hermosa cabellera, que incuso olía bien.
— Buena suerte mañana, amor mío. —me susurró.
— Buena suerte, querido… amigo. —ésta última palabra no estaba pensada, pero por algo la añadí al último momento. No quería que el chico se hiciera ilusiones a la larga al pensar que podía existir un futuro entre él y yo. Había tantas cosas que lo imposibilitaban, y la más primordial de ella era que mi primer amor era Bella. Eso era algo que todos sabían, pero sólo Seth había dado en el clavo. Una persona sí que podía estar enamorada de dos personas a la vez. Yo lo sabía, era la prueba de ello. Bella estaba en la misma situación que yo, pero no lo quería reconocer por temor a herir a su vampirito.
Tenía que demostrarle.
Pero antes…
— Eh, ¿Seth?
— ¿Sí, mi Jake?
— ¿Te molestaría si no habláramos de esto con nadie?
— Claro que no. Lo que tú quieras. Seré una tumba con el tema.
— También yo.
— Sí. Ven, vámonos a cambiar de fase. Nos han de estar esperando.
— Ah, es cierto.
Nos separamos al instante y nos pusimos de pie, apoyándolos en el otro. No tenía ni idea de cuántos minutos habían pasado, pero el sol ya no dejaba pasar tanta luz a esta zona del bosque.
Nos liberamos de nuestra ropa y la atamos al cordón de cuero que llevábamos en el tobillo izquierdo. Entonces, sin querer, me giré para ver a Seth una vez más en su forma humana. Era hermoso. Me devolvió la mirada por un segundo, me dedicó una sonrisa y luego entró en fase. Me seguía viendo. Le sonreí mientras yo también entraba en fase. Al hacerlo, notamos ciertas mentes curiosas.
¿Cuál es el chiste tan gracioso para que ustedes dos estén tan risueños?, preguntó Leah.
Ay, hermana, tendrías que ser hombre para entenderlo. Contestó descaradamente el chico, y se echó a correr, conmigo siguiéndole los talones.
