Todos se hallaban dispuestos alrededor de la gran fogata central. La noche era serena y las estrellas y la luna brillaban en el cielo nocturno bañando con su luz a los intrépidos marinos que se habían aventurado a llegar a las costas de esa isla lejana y deshabitada. Los restos de la comida se amontonaban a los costados: algunos crustáceos, espinas y cabezas de pescados y las botellas de ron que ya habían corrido con la suerte de ser ultimadas. Sin embargo, como buen previsor, el cocinero de la tripulación no había escatimado a la hora de las provisiones y la bebida continuaba siendo abundante.

Dándole un último trago a la botella que segundos antes había llegado a sus manos, un hombre se levantó de la ronda: la luz de las llamas dejaban ver parte de su cabeza rasurada y una cresta de cabello blanco que descendía por su espalda hasta llegarle a la cintura. Era un hombre profundamente religioso, venido desde los confines del Océano Índico, de la isla de Ceilán, particularmente aficionado al té cuando el ron no estaba cerca.
Aclaró su garganta y con voz profunda empezó a relatar:

Capitán, marinos, tripulantes… amigos…

Decía mirando a la cara a todos sus compañeros mientras se movía por fuera de la ronda, hablando pausado, fuerte y claro, de modo tal que sus palabras calaran en los presentes.

Una noticia he de darles, algo que conmovió mi corazón y mi espíritu y llenó de desasosiego mi alma…

Un murmullo se levantó de entre el resto de los marinos. Krishna, que así se llamaba el hombre que hablaba, era conocido entre todos por ser marino de pocas palabras y no tenerle miedo a la muerte, así que algo que hubiera sacudido los cimientos de su fe, debía ser extremadamente importante y no había que tomarlo a la ligera.

La pasada noche, mientras me encontraba meditando, una voz vino a mi… una voz seductora, como de mujer, que se enredaba en mi cerebro como una serpiente y lanzaba su veneno en mi mente… Me tuvo preso de su embrujo, sin dejarme siquiera abrir los ojos y mi cuerpo parecía encontrarse atado con las ligaduras firmes de su voz de hierro…

Un escalofrío recorrió el cuerpo del hombre santo al recordar los sucesos de esa noche. Sin embargo, haciendo gala de todo su valor, retomó la narración.

Me habló de cosas terribles, del horror más allá de lo insospechado, del terror de todos los marinos… Me habló… ¡de La Profecía!

Y elevó sus brazos al cielo nocturno en un gesto de lo más teatral que pretendía hacerles entender a sus compañeros la magnitud de la revelación que había tenido.

A diferencia de cuando empezó a hablar, un silencio sepulcral se extendió entre los reunidos alrededor de la fogata: La Profecía era conocida por todos los hombres de mar. Se decía que marcaría el fin del mundo como lo conocían y que traería con ella angustia y dolor.
Los rostros en la ronda se ensombrecieron, hasta el fuego pareció dejar de crepitar ante tales palabras y el mar se agitó meciendo fuertemente el barco que habían dejado anclado a cierta distancia de la costa.

Cuéntanos de La Profecía, Krishna… Hoy es buena noche para refrescarnos la memoria…

La voz del Capitán quebró el silencio de la noche. Alzó la mano que sostenía la botella de ron y todos los presentes corearon su decisión. El hombre santo inclinó levemente la cabeza en señal de acatamiento, desplegó sus brazos hacia los costados de su cuerpo y cerrando los ojos, recitó…

Cuenta la leyenda, que un día, cuando la luna cubra la esfera ardiente del sol con su sombra, cuando miles de estrellas surquen el cielo y el mar comience a adentrarse tierra adentro, cubriendo con su blanca espuma las doradas arenas…

Hizo grandes aspavientos señalando la bóveda celeste, moviendo los brazos de un lado hacia otro como si fueran las estrellas de las que hablaba, tomando un poco de arena entre sus manos y dejándola escurrir entre sus dedos…

inundando con sus aguas ciudades enteras, sembrando el caos y la desesperación entre las personas y los animales… dejándonos sin provisiones de ron ni de putas…

Llevó ambas manos a la altura de su corazón y realizó una mueca compungida solo para darle un tomo de comedia a un asunto que, realmente, de divertido no tenía nada, y todos abuchearon y levantaron sus puños en gesto de desacuerdo por el ron y las putas, menos la muchacha que tenía su cabeza de larga melena dorada apoyada en las rodillas del Capitán que, juguetona, lo tomó discretamente por las pelotas.

cuando todo eso pase, cuando los pecados de este mundo sean demasiado pesados para que pueda seguir soportándolos…

Hizo un silencio dramático…

desde el abismo más insondable de las profundidades marinas, allí donde los barcos naufragados son tragados por las fauces hambrientas del Océano, donde se esconden los tesoros más fantásticos que nos podamos imaginar, por los que cualquier pirata que se precie de serlo daría su pata de palo o su ojo de vidrio…

Las risas se alzaron de entre los reunidos en la ronda.

desde ese lugar, parida por las entrañas de la Tierra fecundada por la semilla misma de los Dioses de los mares, entre espuma y sangre de inocentes, surgirá La Bestia… surgirá… ¡El Kraken!

Todos contuvieron el aliento.

Sus miles de tentáculos embravecerán las aguas, provocando grandes olas que harán temblar la tierra, su lamento será peor que el canto de las Sirenas y conducirá a las gentes a la locura y la perdición, desmembrará los cuerpos y hará un festín con su carne y sus huesos, destruirá todo a su paso, reducirá el mundo conocido a la nada misma, nos arrastrará, a nosotros marinos, en su camino de vuelta al Abismo cuando haya terminado con su despliegue de miseria y sufrimiento, nos llevará a las profundidades marinas para seguir festejando en nuestros cuerpos y devorando nuestras almas hasta el final de los días…

Krishna caminó alrededor de la ronda, las manos detrás de la espalda, mirando a cada uno de sus compañeros con la mirada sombría de quien acaba de vaticinar el fin del mundo.
Se paró en seco al otro lado de la fogata, mirando de frente al Capitán.

Pero… Pero, mis queridos compañeros de alta mar… La voz que vino la noche de ayer a mí y me habló en sueños, me reveló la forma de aplacar al Kraken y evitar su furia…

Elevó el dedo índice de la mano derecha a la altura de su boca, y los instó a guardar el secreto: lo que estaba a punto de contar no debía salir del selecto grupo de personas que se encontraba reunida en esa playa desierta, so pena de que la furia del Kraken cayera sobre ellos.

Debemos realizar un sacrificio… La Bestia gusta y goza de los sacrificios… ¡Pero no puede ser cualquiera! ¡NO! El hijo predilecto del Océano no se contenta con simples humanos… Todos los que devora con sus famélicas fauces deben ser especiales, deben ser tocados por los Dioses en su gracia y divinidad…

Los marinos se miraron los unos a los otros: a pesar de haber sido los elegidos para llevar a cabo la tarea que salvaría todo el mundo conocido, lo que estaba contando Krishna parecía exceder ampliamente las facultades de todos ellos y hacerla parecer una empresa titánica.

No me miréis así, compañeros y amigos. La tarea os puede parecer difícil, pero nada más lejos de la realidad. El Kraken tiene gustos refinados, sí, pero no dejan de ser de este mundo…

Las miradas que cruzaron ahora los reunidos reflejaron el alivio que sentían por el peso que se había levantado de sus hombros al oír el optimismo en la voz de Krishna.
Caminó hasta acercarse nuevamente al Capitán, se inclinó a su lado y tocó la punta de la nariz de la muchacha que descansaba sobre las rodillas de su superior.

El Kraken, como todo macho, disfruta de las muchachas, de la carne fresca… Oh, no te preocupes Tethys, las prefiere doncellas…

La tripulación rió ante su broma y la chica recibió una nalgada de parte del Capitán que sonrió de oreja a oreja.

Las prefiere doncellas y…

¡Tetas, tetas, tetas, tetas!

La tripulación empezó a corear cuando Krishna realizó el gesto de un par de grandes tetas sobre su pecho.
El ron volvió a correr en abundancia y todos festejaron haber sido la tripulación elegida para salvar al mundo de La Bestia.
Después de todo… ¿qué tan difícil podía ser encontrar a una doncella tetona?