Vale, ha pasado mucho tiempo desde que subía nuevos fanfics o actualizaba, porque si, ya tengo tres actualizaciones casi listas, sólo faltan dettales y un par de palabras más ewe. Vale, ahora les vengo con un MidoTaka que no será one-shot ;-; será de un par de capítulos, aunque no puedo asegurarles si será algo largo o corto, but ya veremos~ Para este fanfic, Takao no será del que todos nos hemos enamorado, no será ese risueño que corre de aquí a allá, es un chico problemático que no tiene amigos (?). Y Midorima, él será un chico algo tsundere, pero no mucho así como en la serie c:


—Takao.

Ropa oscura y de cuero, cabello oscuro y corto, ojos oscuros de igual manera, pequeña estatura comparado a otros chicos de su clase, piel pálida, manos suaves y fuertes, rápido y ágil, delgado, camisetas oscuras con palabras obscenas en algún otro idioma, o dibujos "satánicos", imágenes de bandas de rock, etcétera, también vale destacar que se delineaba el párpado inferior de negro, así los ojos se le veían mucho más fríos de lo que ya eran, daba aquella mirada llena de terror que quería poseer cada vez que alguien se atrevía a mirarle a los ojos, usaba muñequeras oscuras y sus zapatillas también lo eran, sus pantalones eran normalmente negros con una cadena al lado derecho o azules oscuros llenos de cierres falsos, sólo para verse más malo o cool.

—Takao.

Se escabulle por entre lugares pequeños al que sólo un niño de primaria podría entrar, se salta las clases que le aburren, se le ha visto fumando entre recreos o después de clases, chico problemático, rebelde por decirlo de alguna forma, malas calificaciones, poco romántico, poco interesado en las mujeres, poco interesado en su futuro, se rumoreaba también que ya su virginidad estaba perdida hace mucho tiempo, a pesar de su desinterés en mantener una relación con alguien; rayaba las mesas, las paredes, se burlaba de los idiotas fuera y dentro del colegio, lo único que quería era escapar de ese lugar, pero ya.

—Takao.

Chico insoportable que siempre llevaba un par de auriculares en sus oidos cuando estaba en clases, música al máximo de volumen, cuando la clase callaba se podía escuchar un ligero murmurllo escapar de sus oídos; era rock pesado; tan pequeño y tal música que escuchaba, y tales cosas que hacía.

—¡Kazunari! —la voz del profesor se alzó entre los murmullos de la clase. Los ojos de tal azabache se abrieron con lentitud y su diestra se encargó de quitarse el auricular del mismo lado. Entonces todos callaron, la bestia había salido a la luz. Le dio pausa a la música de su celular, se quitó el auricular del lado izquierdo para luego levantarse de su silla (se sentaba solo al final de la sala) y mirar con frialdad al nuevo profesor, muchos renunciaban por este azabache problemático.

—¿Quién eres? —dio un paso adelante, y fue en ese entonces como si toda el alumnado presente hubiese dado un respingo queriendo decir "cuidado"—. ¿Quién te crees para llamarme por mi nombre? —se escuchó la voz de una chica advirtiéndole al profesor las palabras "salga de aquí"; él se mantuvo firme, muriendo internamente del miedo que le daba ese enano de segundo año.

—Soy tu prof...

—¡No me mires a los ojos! —advirtió mientras que del bolsillo de su pantalón ahora negro sacaba una cajetilla de cigarrillos y ahora avanzaba un paso más hacia el maestro que comenzaba a demostrar miedo, podía olerlo, era casi como un perro que notaba cómo te sentías tan sólo con el olfato, ya le tenía miedo.

El maestro bajó la mirada.

—Así me gustas —uno de los cigarrillos fue a parar a sus labios mientras que su zurda iba a otro bolsillo y sacaba un encendedor, prendiendo el cigarrillo, dando un aspecto realmente espeluznante para quien le mirara sin conocerle.

—No se fuma dentro de los salones de clases —esto era un avance, al menos el hombre ahora pudo terminar lo que quería decir, aquello sólo enfureció al chico de vestimentas oscuras.

Una navaja voló entonces, clavándose a un lado de la cabeza del mayor del lugar, al pasar ésta por el lado éste hombre sudó frío e incluso llegó a perder un mechón de cabello por el roce del filo del metal. Miró la mesa; estaba llena de cortes con navajas. Miró las otras mesas; el estado era igual. Miró a sus alumnos; todos tenían miedo y estaban cabizbajos, excepto el chico que gustoso se fumaba un cigarrillo.

—Da igual lo que haga y dónde lo haga mientras cumpla viniendo de todas formas a este basural y teniendo altas calificaciones.

—Pero tienes malas calificaciones —musitó un chico en respuesta, queriendo de alguna forma ayudar al nuevo profesor que de seguro se orinaría del miedo que le causaba ese único alumno de la clase.

Eso fue suficiente para el azabache, dejó salir una bocada de humo por entre sus labios para luego dejar caer el cigarrillo de los mismos, aplastando éste con el pie y relajando sus párpados durante un rato, tomando aire de manera relajada, suspirando para luego volver a abrir los mismos párpados y dirigir una mirada de completa frialdad a quien había alzado la voz. Se dirigió a aquella misma persona con el entrecejo fruncido y en silencio, todos aquellos alumnos que se sentaban cerca corrieron sus mesas y sus sillas asustados, le temían a alguien de un metro y setenta y seis centímetros.

—¿Y qué te importan a ti mis calificaciones?

Hubo silencio por completo, en esa instancia en que dejaron de reventar las pelotas del profesor, éste se apresuró en salir corriendo de ese salón de clases del demonio; cuando el profesor se iba el salón entero se revolucionaba, no había maestro que pudiese contra la bestia Kazunari; pobre de ti si lo llamas así, que es capaz de plantarte el puño en la cara; más de uno ya había terminado en el hospital por molestarle, y luego la demanda, ah, si, era algo que ya conocía de cerca.

Y una vez más, la historia se dio, el azabache caminó hacia el chico que recientemente le había hecho tal comentario, para mirarle y luego sólo plantarle la mano vuelta un puño en la mejilla derecha. Un "Ooh" pudo escucharse de parte de todo el resto del curso, aquellos mismos alumnos se levantaron de sus mesas y tiraron las mismas alrededor del salón de clases. Todos formaron un círculo alrededor del par de chicos y comenzaron a gritarle al chico recientemente golpeado que contraatacara, que se defendiera, otros le gritaban al azabache de que continuara con los golpes y le callara ese sucio hocico a golpes.

Los golpes iban, pero éstos mismos no eran devueltos al azabache; el chico contrario tenía un estado terrible, sangre proveniente de sus labios, de su nariz, por suerte todavía el pálido de ojos detallados aún no recurría a usar la cadena colgante de su pantalón.

El más listo de la clase era sin lugar a dudas Midorima Shintarou, fue este mismo chico el que pudo detener a la bestia Kazunari; pasó los brazos del mismo tras su espalda mientras que le mantenía, el azabache estaba furioso por lo únicamente dicho por su compañero.

—¡Eres un bastardo! ¡Un verdadero hijo de puta! Y tú —giró su rostro hacia el peli-verde diecinueve centímetros más alto, habían chicos realmente fuertes y altos en la escuela, mas el único que podía detenerle por alguna manera, era él—. ¡Suéltame y déjame matarlo!

Todas las miradas se posaron en el azabache que ya no se sabía si gruñía, discutía o chillaba como un gato al que le acabas de pisar la cola; lo único que notaron, fue la mano que se plantó en la comisura de sus labios, dejando sangrar esta misma desde adentro. El azabache escupió, un diente menos, lleno de sangre. Su mirada se posó en el chico que tenía en frente, seguía sangrando, pero ahora estaba de pie y amenazaba con defenderse. Ahora si que el azabache gruñó y los gritos de los alumnos se elevaron hasta salir los mismos de la sala. Kazunari ya estaba listo, iba a matarlo, se limpió la comisura de sus labios con el pulgar diestro y mirar al contrario desafiante, alzaba entonces la cadena que colgaba de su pantalón, sacando ésta entonces y amenazando con matar al contrario con ella. La puerta se abrió, inspectores del colegio entraron y entre todos sujetaron a los dos chicos sangrantes por separado, nunca había osado el azabache a llegar a quitarse la cadena, sólo a quienes le devolvieran a lo menos un golpe.

—Aún no comprendo cómo es que sólo tú terminas deteniéndole —las horas habían pasado y ambos busca-pleitos se encontraban en inspectoría general, sus padres también estaban ya con ellos, tratando de resolver el asunto ocurrido hace unas horas.

—Sólo soy más fuerte que él.

—Pero él una vez te propinó un gran golpe, no pudiste seguir con el baloncesto por aquella razón dutante casi dos meses, y durante esos dos meses casi nos quedamos fuera del campeonato de verano.

—Pero quedaron, aún si yo no estuve para ayudarles nanodayo.

Entonces, hubo silencio.

—¿Por qué apoyas a Kazu ... Takao? —la pregunta hecha por el rubio dejó en el peli-verde una ceja alzada y una profunda curiosidad, es cierto ¿cómo ha acabado deteniendo al diecinueve centímetros menor?—. Literalmente, casi te arranca un ojo.

—Supongo que es ...

—¿Lástima?

—No, es que más bien ... Sé que él no se la está pasando bien.

—¿Sabes algo de él, acaso?

No, no eran amigos, no eran buenos conocidos, se odiaban de alguna forma, pero eran cercanos, ¿cómo fue que aquello pudo suceder? Era sin lugar a dudas una historia larga y enredada, confusa, triste incluso.


Todo había comenzado hace dos años, cuando Kazunari había acabado de cumplir los catorce años de edad, los problemas familiares comenzaban a asomarse hacia la luz, dejándose ver claramente, aunque el azabache fingía que nada de eso ocurría, ya tenía sus propios problemas en el colegio, calificaciones, no tenía amigos, y además un grupo de brutos se burlaban de él, el maltrato llegó varias veces incluso a lo físico.

¿Que irónico, no? Ahora él era uno de esos brutos.

Infidelidades, golpes, discusiones, alcohol, drogas, más discusiones, problemas económicos, más golpes, romper cosas, gritarse. El único escape que tenía el azabache de todo lo que pasaba en casa, era escapar, huir, las heridas, los llantos silenciosos. Conoció los cigarrillos, las drogas, el alcohol, a los tan sólo catorce años. Conoció el significado de la palabra "escapar".

Casi cada noche, el azabache discretamente escapaba de casa por su ventana, con ropa completamente negra, ocultando las heridas, los llantos y los gritos silenciosos bajo un par de muñequeras. Escapar le daba nuevos conocimientos, supo qué eran las peleas callejeras. Él era débil y siempre perdía en aquellas, mas con el paso del tiempo pudo volverse fuerte, la gente comenzaba a apostar por él y él mismo iba ganando montoneras de dinero por ganar una, dos, tres, cuatro o millones de peleas. Fue por ese tiempo que su ropa se volvió completamente obscura y se delineaba el párpado inferior para dar aquella mirada de "miedo". Mas lo interior y familiar no cambiaba, no iba a cambiar, necesitaba ayuda profesional, comenzaba a ser violento en la escuela, sus heridas aumentaban, solían llamar a sus padres desde la escuela por lo hecho por su hijo, y luego, el divorcio.

Entonces conoció a Shintarou, chico de la misma edad, alto, practicaba baloncesto, físicamente fuerte, alguien de apariencia ''oscura'' nunca debía de juntarse con alguien que viste con el uniforme correcto de su colegio, se conocieron por error, tal vez lo mejor fue el haberlo conocido, o ahora el azabache sería un charco de sangre peor del que ya era.

—¿Qué es esto nanodayo?

—Escribes un secreto tuyo en este papel, o algo que quieras confesar, lo dejas en la caja y algún extraño lo leerá, será como quitarte un peso de encima —respondió con fluidez y calma la peli-rosa mientras que le extendía un papel al posiblemente mejor tirador de su escuela.

—Que estupidez —fue la respuesta del azabache mientras que le quitaba a la chica ese papel de las manos, en esos instantes el azabache ya estaba siendo conocido por sus problemas.

—Entonces no lo hagas simplemente —respondió el chico mientras que se acomodaba las gafas y de manera respetuosa tomaba otro papel que tenía la chica en su mano.

Ambos chicos escribieron en sus papeles para luego dejar éstos mismos en la caja que ya tenía bastantes secretos ahí guardados. Satsuki agitó la caja para luego extender ésta misma al par de chicos, primero tomó uno el azabache y luego lo tomó el peli-verde, ambos abrieron los papeles.

—¿Los leerán en voz alta?

''Prefiero hombres que mujeres'' —leyó el azabache para luego soltar una risa seca y dejar caer el papel, al piso, pisoteándolo y luego sólo irse de aquel lugar.

Shintarou leyó únicamente con la vista el papel que tenía en su mano ''Necesito ayuda xxx xxx xx'', aquellas ''x'' formaban un número de teléfono, ¿Quién en su Santo juicio escribe su número de teléfono? Así te reconocer automáticamente, y si pones ''necesito ayuda'' sólo será un maltrato intenso por parte de quien haya recibido el papel, para la suerte de quien sea, el peli-verde nunca haría algo como eso, e intentaría ayudar.


—¿Hola ...?

—¿Midorima ...? ¿Cómo diablos tienes mi número?

—Querías ayuda, ¿no?

—Tú ... ¿tienes el papel?

—Lo tengo nanodayo.

—No se lo cuentes a nadie, por favor.

—Confía en mi nanodayo.


El peli-verde suspiró mientras que alzaba su mirada al cielo azul sin nubes que se asomaba ese día, recordando un par de varias cosas.

—No nanodayo, no lo conozco.


Fin uvu (?) más les vale que les haya gustado porque gasté mi día y mi inspiración en esto (?)

Esto está lleno de mi sangre, sudor y lágrimas D: (?)

Los leemos, bye~