"Tímidos Rayos de sol"

Ella se le quedó mirando, sin saber por qué y sin darse cuenta que lo hacía; tal vez era por el cansancio, por lo aburrida que estaba la clase, o porque se le cerraban los ojos de sueño, pero no podía dejar de mirarlo. Trataba de concentrarse en la explicación de la profesora Mcgonagall, pero sin pensarlo se le desviaba la vista hacia él.

Claro que, de todas formas, era imposible no verlo, ya que estaba sentado delante de ella.

Él había llegado tarde y ella se burló de eso, como era típico entre Slytherins y Gryffindors. Ambas casa se odiaban a muerte desde tiempos inmemoriales. Ella muchas veces deseaba que fuera así, que pudiera estar con él sin los estúpidos prejuicios existentes. Pero en cuanto llegaba a pensar en tan absurda idea, se reía con malicia de si misma y de sus tontas ocurrencias.

Él estaba transpirando, se revolvía el cabello medio mojado de vez en cuando. Su túnica estaba tan pegada a su cuerpo debido a la lluvia que se marcaban sus perfectos pectorales, los cuales deseaba acariciar con ansias, pero ya se había resignado a que jamás podría hacerlo.

Suspiró y desvió la mirada hacia la ventana más cercana; afuera estaba aún lloviendo. El día había amanecido gris, cubierto por completo de nubes. Tal y como le gustaba a ella. Daba la impresión de tristeza y terror que tanto anhelaba que sus enemigos sintieran. Le gustaba, le excitaba, encendía todos sus más oscuros secretos y deseos el percibir la sensación de temor en los demás. Ella era Slytherin de corazón y alma. Le gustaba serlo. Y no entendía como alguien podía ser tan distinto. Tal vez eso le atraía de él, lo misterioso, lo desconocido, puede que hasta esa eterna calma y paciencia que él entregaba, sin nunca desear mal a nadie. Eso era algo que le enfermaba, pero que a la vez… la apasionaba.

El término de la clase la sacó de sus pensamientos bruscamente, él se paró como de costumbre para juntarse con sus 3 patéticos amigos y salieron riendo de quizás qué estupidez. Ella lo siguió con la mirada en todo momento y le vio irse pensando en que no había reparado en su presencia. Suspiró resignada y se volvió, formó una mueca al ver que Lestrange y Malfoy comenzaban a discutir otra vez como idiotas. Harta de todo esto se paró, tomó sus cosas y se dispuso a salir, pero entonces se quedó helada sin saber como reaccionar.

Él estaba ahí, parado en la puerta, mirándola directamente a ella y sin que nadie más reparara en dicha acción.

Su primera reacción fue ponerse a la defensiva, pero luego notó que su mirada no era de rencor, sino que era de ternura, pasiva, de complicidad y hasta… tal vez… de ¿Amor?

Sintió como si le cayera un balde de agua fría, era como si él le dijera "Te he pillado", pero al mismo tiempo se debatiera en qué era lo que sentía por ella… ¿Sería posible?

Ella desvió la mirada avergonzada y con sus pálidas mejillas levemente sonrojadas, no era capaz de soportar el que la siguiera mirando, no podía seguir viendo esos ojos dorados en lo que podía perderse por horas, no podía soportar las mariposas en el estómago ni ese torbellino de sentimientos tan nuevos para ella.

Un momento… ¿Avergonzada? ¡Una slytherin jamás se avergüenza! ¿Jamás debe pasarle eso! ¿Por qué se sentía así entonces?

No supo cuento tiempo pasó, pero cuando volvió en sí otra vez ya no quedaba nadie en el aula, a excepción claro de Mcgonagall que la miraba con cara de ¿Y a esta loca que le pasa? Le sonrió forzadamente y salió rápido de allí.

Cuando ya había avanzado un buen trecho se dió cuenta de que tenía un pequeño papel en las manos. En el interior sólo tenía dibujado un pequeño corazón. Sonrió para sus adentros y miró por las ventanas de su izquierda que ofrecían una majestuosa vista al lago y los terrenos. Las nubes ya se estaban retirando y daban paso a unos tímidos rayos de sol de mañana. El día estaría increíble.