Disclaimer: La historia original, Little Black Book, pertenece a Tabatha Vargo y a Melissa Andrea.

Los personajes son de JK Rowling.

Nada de esta historia es mío.

Rated: M


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Wilma y Betty follaban como estrellas del porno. Lo sabía, por experiencia, porque las había estado follando durante los últimos cuatro meses.

Hundí los dedos en el cabello color chocolate y empujé hacia abajo, hasta que el fondo de su garganta masajeó mi punta resbaladiza. Una lengua adicional añadió placer bajo mi miembro al tiempo que una delicada mano masajeaba mi saco.

Hundí los dedos en el cabello color chocolate y empujé hacia abajo, hasta que el fondo de su garganta masajeó mi punta resbaladiza. Una lengua adicional añadió placer bajo mi miembro al tiempo que una delicada mano masajeaba mi saco. Un gemido empujó contra la parte posterior de mis dientes y Betty se rio en la cabeza de mi pene. El sorbido ruidoso llenó la habitación del hotel, mientras me chupaba como si el que me viniera fuera la respuesta para la paz mundial.

Cabello rubio se movía arriba y abajo entre las piernas de Betty. Ella gimió una y otra vez, mientras Wilma lamía y chupaba sus dulces, pliegues de color rosa. Los ruidos de chasquidos húmedos eran un afrodisíaco, llevándome más rápido hacia la liberación. Era una cosa hermosa para escuchar y mirar, caramelo de valor para los cinco sentidos.

No podía aguantar más, en especial no con dos mujeres atractivas follando y chupando todo en la habitación. Me dejé ir, viniéndome duro y rápido con una cadena de palabras vulgares. Ambas damas capturaron mi chorro, untándolo hacia arriba como un buen vino, lamiendo sus labios mientras mi sabor personal recubría sus lenguas. Sin duda una visión bella.

Más tarde, con las dos mujeres durmiendo a mi lado, aparté la sábana y me arrastré de la cama. Wilma murmuró algo en su sueño cuando me puse los pantalones y me abroché la camisa. Mi chaqueta costosa cubría mis brazos y la corbata alrededor de mi cuello estaba atada a la perfección. Cuando salí de la habitación del hotel, me sentía saciado a fondo y listo para asumir el caos de la ciudad de Nueva York en la noche.

Para el momento que regresé al club, Pansy me esperaba en mi oficina.

—Parece que has sido bien follado y chupado hasta la inconsciencia

—dijo, vertiéndome un vaso de mi whisky favorito.

—Wilma y Betty... —murmuré. Mis dedos se envolvieron alrededor del vaso de Johnnie Walker, mientras me derretía en el cuero de mi silla favorita.

Había pasado muchas noches con la rubia y la morena. Eran mi trío preferido de chicas. Wioma comía coño como una mujer hambrienta, y Betty chupaba polla como si fuera a ganar una medalla de oro en mamadas.

—Sin embargo, me sorprende que no te aburras con ellas —resopló Pansy.

Se quitó la chaqueta y la arrojó sobre el respaldo del sofá de cuero

negro en mi oficina.

—Todavía no. —Una sonrisa se extendió por mi cara y agité mi whisky alrededor, haciendo al hielo tintinear contra las paredes de la copa.

Pansy era mi asistente, y lo había sido durante los últimos seis años. Crecimos en hogares adoptivos juntos, y era mi mano derecha. Cubrimos el trasero del otro cuando la mierda se salió de control, que tendía a pasar cuando éramos más jóvenes. Era la única persona en el mundo que conocía todos los detalles de mi vida, la más valiente que conocía, y la única mujer a la que no había follado.

No es que Pansy no fuera atractiva, era atractiva al estilo Laura Croft: Tomb Raider; es solo que era más como una hermana para mí. No tenía hermanos. Caray, no tenía familia, por lo que nuestra relación era especial, incluso si nunca se lo decía.

Los hombres la encontraban atractiva. Su largo cabello oscuro siempre se hallaba recogido en una cola de caballo y su guardarropa consistía en negro. Tenía labios carnosos que se formaban en una mueca permanente, y grandes ojos azul zafiro. Pansy hacía su rostro de perra lucir sexy, como si estuviera a minutos de sacar un látigo y follarte sin sentido.

Pateé un montón su trasero cuando crecimos. Entonces, me escapé del sistema, dejándola para valerse por sí misma. Me mató cuando descubrí que había ganado dinero vendiendo su trasero durante los años que mantuvimos separados. Innecesario decir que, cuando me volví el rico jodido que soy hoy, la traje conmigo. Me aseguré de que nunca tuviera que tenderse de espaldas por dinero otra vez.

—¿Ha habido suerte para encontrar tu Jessica Rabbit? —preguntó, agarrando el papeleo de la noche, organizándolo.

Inclinando el vaso a mis labios, el líquido suave se deslizó por mi garganta, encendiendo una quemadura en mi pecho. Coloqué el vaso sobre la mesa y me levanté. —Jessica Rabbit es un mito. No hay Jessica en el mundo, pero si encuentro una, serás la primera en saberlo —Hice un guiño—. ¿Cómo luce todo?

Levantó un papel con una sonrisa. —Esta noche fue buena. Diez mil más que anoche. Parece que el artículo en el New York Times dio sus frutos. Por supuesto, el hecho de que ellos lo nombraron "Snake el nuevo club nocturno más popular en Nueva York", no lastimó.

Tomé el papel de las manos y observé los porcentajes. Tenía razón. Snake había hecho casi el doble de los ingresos de la noche anterior. El hecho de que acumulaba tanto en una noche significaba que yo solo había vuelto a Snake en un éxito.

Había recorrido un largo camino desde el vándalo de diecisiete años de edad, que solía ser. Se lo debía todo a Snake... la discoteca, y al hombre mismo.

Cuando tenía diecinueve años, me encontré cara a cara con el final de la escopeta de Snake. ¿Qué podía decir? Estaba en alguna mierda loca. Podía haberme entregado. Demonios, podría haberme matado, pero en lugar de eso me dio un trabajo en su bar, el hueco que era, y me enseñó todo lo que sabía sobre el negocio. Se volvió como un padre para mí. El único padre que conocía, ya que el mío me dejó en unos escalones de iglesia con un pañal de mierda envuelto alrededor de mi culo.

Lamentablemente, Snake murió cuando yo tenía veintidós años, dejándome el bar y algunos antiguos certificados de acciones y bonos. Dejé a un lado dichos certificados a medida que trabajaba en el bar y vivía en el pequeño apartamento encima de él. No fue hasta años más tarde, que me enteré que estos certificados valían millones.

Tomé ese dinero, abrí mi propio lugar, dándole el nombre del hombre que me dio todo, y me volví en el exitoso de veintinueve años de edad, que era en la actualidad. Me codeaba con celebridades, y algunos de los hombres más ricos que sabía que se hicieron ricos gracias a mi consejo.

Las mujeres se arrojaban a mi pene, como si estuviera hecho de oro puro. No rechazaba a nadie. Hasta que finalmente, me aburrí con las mismas mujeres tediosas y sus posiciones aburridas. Tomando el asunto en mis propias manos, empecé un pequeño libro negro.

Dentro de mi libro había un buffet de las mujeres que estaban dispuestas y listas para mi llamada. Cada uno especializada en algo diferente, y cada una era nombrada tras un personaje de dibujos animados de mi elección.

—Bueno. Buen trabajo, Pansy. Ve a casa y duerme un poco. Son casi las tres de la mañana. Si lo hacemos así de bien el jueves, necesitarás un montón de descanso para el fin de semana. —Puse los papeles en mi escritorio y me volví hacia la puerta—. Además, contrata a una nueva camarera. Cuando entré hace un rato, vi unas cuantas mesas esperando por el servicio.

—Estoy en eso —dijo, apagando la lámpara del escritorio y dirigiéndose hacia mí.

Bloqueando la puerta de la oficina detrás de nosotros, la acompañé al Chevy Camaro negro que le compré para su cumpleaños hacía dos años atrás. No era el coche más caro, pero era lo que ella eligió.

—Hasta mañana —dije, cerrando la puerta de su coche.

Volviendo al club, dos camareros se encontraban todavía en el interior cerrando. La exuberante decoración carmesí y negro hacían lucir al lugar oscuro y atractivo. Una vez que las luces se apagaban, apenas podías ver tu mano delante de tu cara. Las paredes se hallaban envueltas en guirnaldas de color rojo sangre y arañas negras colgaban del techo como diamantes siniestros de luz. Las piezas de estilo de años veinte colocados por toda la habitación, lo remataban. Fue diseñado exactamente como solicité.

—Buenas noches, señor Malfoy —dijo la camarera rubia pequeña cuando entré en el bar.

—Cierra bien —instruí.

Tomando dos escalones a la vez, me moví hacia mi apartamento encima del club. No mucha gente sabía que vivía y trabajaba en el mismo edificio, pero la paranoia que venía con adolescencia llena de drogas, me impedía dejar el club sin vigilancia.

Una vez dentro, me desnudé y fui por una ducha de agua caliente. Ocho cabezas de ducha, colocadas estratégicamente, golpeaban mi cuerpo con agua hirviendo. Se sentía bien lavar mi encuentro de más temprano con Wilma y Betty. Suspirando en voz alta, sabía que esta sería la parte más relajante de mi noche, ya que la capacidad de tener una buena noche de sueño me había eludido durante años. Mi historia se llevó todos los momentos de paz en mi vida. Dormir toda la noche como una persona normal no sucedería a corto plazo. Un par de horas aquí y allá era todo lo que necesitaba.

Antes de ir a la cama, volteé las páginas de mi libro y examiné los nombres, que iban desde Disney y Looney Tunes, hasta Hanna—Barbera. Mis ojos se posaron en las B y luego rebotaron hasta que el nombre de Bambi me llamó la atención. Perderme en una mujer mojada y lista siempre evitaba que el pasado se precipitara sobre mí... y habían pasado semanas desde que me perdí entre los muslos de Bambi. Tal vez un cambio de ritmo era lo que necesitaba. Era el momento de darle una llamada mañana.


Y aquí está el primer capítulo de esta maravillosa historia que espero que os guste.

Esta es la primera vez que publico en Fanfiction así que estoy nerviosa y no se ni como hice para publicar esto...ni si lo hice bien...así que apreciaría vuestros comentarios de si lo hice bien o no.

Para los que han leído la historia original espero que os haya gustado la elección de los personajes y si tenéis alguna sugerencia para personajes estaré encantada de escucharla.

Aún no tengo decidido la regularidad de publicación pero supongo que dependerá de la aceptación de la historia.

Sin más que decir... ¡Hasta la próxima!