"Esta es la primera historia que escribo sobre esta pareja y espero que os guste. He aquí el primer capítulo, me ha quedado un poco largo pero espero que os guste igualmente. Gracias por leerlo"
"Harry Potter así como sus personajes pertenecen única y exclusivamente a J.K Rowling. Lo que escribo lo hago por entretenimiento y sin ánimo de lucro."
Cap.1 "La familia… se elige?"
Una vez más el desagradable sonido del despertador consiguió que la chica abriera los ojos y observara a su alrededor con una ligera confusión. A primera vista lo que vio fue un montón de papeles algo desordenados junto a los cuales se hallaba una taza vacía la cual parecía tener rastros de café ya que su olor seguía inundando los sentidos de la aún medio dormida chica. Lo siguiente que pudo ver fue como un pequeño y juguetón rayo de luz se abría paso hasta sus ojos consiguiendo que sacudiera la cabeza tratando de apartar la repentina claridad que hacía que sus ojos dolieran. El súbito gesto de su cabeza hizo que sintiera un agudo dolor en el cuello que se extendió por todo su cuerpo logrando que un quejido acudiera a sus labios que ahora se daba cuenta estaban bastante secos. Tras masajearse ligeramente el cuello esperando a que el dolor se atenuase siguió observando a su alrededor mientras su cerebro se despertaba lenta pero inexorablemente, dejándola analizar todo lo que sus ojos veían. Estaba sentada sobre una silla de madera frente a una mesa ya vieja del mismo material y sobre la cual se había quedado dormida y en una mala posición, si el dolor que sentía en el cuello era algo de lo que fiarse.
Con todas las evidencias que poseía, la chica pudo llegar a una conclusión que logró ponerla de pie y hacerla apresurarse. Se había quedado dormida en el trabajo (otra vez) y si no se daba prisa iba a llegar tarde al instituto y aquello podía acabar en desastre. El instituto al que acudía estaba a más de diez minutos de la librería donde trabajaba por las noches ayudando con el inventario pero eso no significaba que no debiera cambiarse si quería llegar de una manera medianamente pasable. Dado que no era la primera vez que se quedaba dormida tras acabar muy tarde de trabajar, la chica siempre tenía ropa de repuesto en la mochila que llevaba y a pesar de que estaría algo arrugada, siempre era mejor que ir con lo que se había quedado dormida ya que su actual vestimenta constituía en una vieja camiseta llena de pequeños agujeros y que le seguía quedando enorme y unos pantalones rotos que habían visto mejores tiempos, pero después de todo la chica se había vestido para trabajar en la vieja y polvorienta librería con la comodidad en mente y no con la idea de tener público.
De modo que tras correr hacia el pequeño baño que había para los empleados la chica se aseó como pudo en el pequeño lavabo y tras cepillarse los dientes con el cepillo que siempre llevaba en la mochila con esta clase de emergencias en mente, se cambió rápidamente de ropa. No es que lo que se acabara de poner fuera moderno o nuevo, pero al menos no tenía tantos agujeros como su anterior atuendo y eso de momento tendría que bastar. Unos vaqueros ya gastados y una camiseta que aún le quedaba grande seguida de una chaqueta que había visto mejores tiempos y unos zapatos que tarde o temprano tendría que reemplazar debido a las grietas que estaban comenzando a surcar su suela y que indicaban que en el momento más inesperado se iban a abrir dejándola descalza, fueron el atuendo elegido para ponerse ese día. Una vez satisfecha con la nueva ropa que se había colocado y tras asegurarse de tener los cordones atados y todo en su lugar, tomó la ropa que se acababa de quitar y con un brusco movimiento la metió en su mochila y cerró la cremallera. Por suerte su mochila poseía varios bolsillos lo que le permitía transportar tanto ropa como libros y papeles sin que uno molestara al otro, a fin de cuentas tener sus deberes arrugados como un acordeón era tan apetecible como tener la ropa manchada de tinta.
Tras revisar sus cosas una vez más y asegurarse de que tenía todo lo que necesitaba se pasó un cepillo por el pelo sin perder mucho tiempo ya que sabía que seguiría igual de enmarañado y revuelto que si se pasara horas con el cepillo y las planchas (aunque este último objeto no estuviera en su poder) y tras una última mirada de odio hacia el reloj que indicaba que apenas le quedaban ocho minutos para tratar de llegar a clase salió tan rápido como pudo del pequeño despacho en el que había pasado la noche hacia la calle. Mientras bajaba los viejos escalones de madera de la escalera de caracol que llevaba al piso de abajo donde se hallaba la puerta de salida a la calle le pareció oír a la mujer tras el mostrador de la vieja librería quejarse del hecho de que se hubiera vuelto a quedar dormida en el pequeño despacho y algo sobre comprobar los libros para asegurarse de que hubiera hecho el trabajo para el que la pagaban. La chica no tenía ningún problema al respecto porque sabía que había terminado su trabajo de una manera tan impecable como siempre y porque sabía que por mucho que a la dependienta le gustara parecer importante, la dueña de la librería en la que trabajaban era una buena señora que parecía apreciarla y que no la despediría por algo tan nimio como quedarse dormida una vez más en el pequeño cuartucho donde trabajaba por las noches.
Ahora lo único que hacía falta era conseguir llegar a tiempo a su primera clase del día, porque de lo contrario el malhumorado y sádico profesor de química iba a castigarla después de clase y eso le impediría llegar a la hora a su segundo trabajo y aquello sí que podía molestar al dueño de la pizzería donde trabajaba por las tardes. Con ese pensamiento en mente la chica apretó el paso y decidió desviarse por el atajo a pesar de que ese camino no le hacía la menor gracia. Ese camino, si es que se le podía llamar así, pasaba por delante de unas casas viejas y con perros guardianes que se volvían locos cada vez que alguien pasaba corriendo, como era el caso de la chica cada vez que tomaba esa desviación. Normalmente esos perros se conformaban con ladrar o aullar a su paso, pero otros pocos no tan simpáticos se lanzaban contra las vallas metálicas y uno de los mayores miedos que tenía la chica al pasar por ahí era que un día alguno de esos enormes perros guardianes lograra romper la alambrada que lo contenía.
Tal y como lo esperaba los perros comenzaron a volverse locos al oír el ruido que provocaban sus zapatos al golpear con fuerza las piedras del camino. Últimamente había llovido mucho y eso hacía que el normalmente inestable camino de gravilla se hubiera convertido en un barrizal que hacía sus pies se hundieran en la sustancia que salpicaba a todas partes y que manchaba su ropa. Lejos de preocuparse por eso, la chica continuó corriendo tratando de mantener el poco oxígeno que conseguía aspirar antes de tener que soltarlo por la boca al jadear por el cansancio. Nunca se había considerado una persona atlética, a fin de cuentas, cada vez que participaba en cualquier tipo de deporte en el que fuera necesario tener algo de coordinación acababa en desastre. Sin embargo el correr era algo en lo que había mejorado últimamente debido a todas las carreras que se daba para llegar a tiempo a todas partes. Con un esfuerzo que le pareció sobrehumano y del que tanto sus pulmones como su corazón se quejaron aumento el ritmo una vez más para conseguir el impulso necesario para saltar la valla. Y eso era precisamente lo que más odiaba respecto al atajo en el que se encontraba, ya que a pesar de que los perros fueran aterradores en ocasiones y a pesar de que el barro iba a tardar en desprenderse de sus vaqueros, aquello no era nada comparando con la hazaña de tener que saltar la maldita valla que algún ingenioso arquitecto había decidido construir al término del camino en el que se hallaba. Por suerte a alguien se le había ocurrido apilar algunas viejas cajas a modo de escalera improvisada y que ayudaban a saltar el dichoso obstáculo. Sin embargo las cajas no llegaban hasta arriba por lo que era mejor tomar algo de carrerilla para que el último salto fuera más simple a la hora de saltar la estructura de madera. De modo que la chica respiró hondo y comenzó a subir por las vacías cajas de fruta que le ayudaban a saltar la estructura de madera cuando se dio cuenta que: la madera mojada + unos zapatos ya desgastados + una chica algo torpe + una alta valla de madera = mal asunto.
Con un pequeño grito de terror, la chica notó como su pie derecho se resbalaba hacía la derecha mientras que la montaña de cajas de madera se deslizaban hacia la izquierda, de modo que con un último intento por salvarse de caerse o estamparse contra la contundente superficie, usó la mano derecha para impulsarse y saltar la valla. La suerte pareció sonreírle por primera vez desde que había abierto los ojos ya que su cuerpo siguió la orden de su aterrado cerebro y saltó la valla. El problema era que dado que había saltado desequilibrada, su caída iba a ser igual de desequilibrada lo que significaba que iba a llevarse un golpe de los que hacen historia. De modo que cuando la chica comprobó que efectivamente, su rápido cerebro había acertado plenamente con el pronóstico tras ver la rapidez con la que el suelo se acercaba, solo soltó un gruñido de dolor al notar como su cuerpo impactaba contra el duro asfalto y hacía que su brazo izquierdo vibrara con una oleada de dolor. Lo siguiente que notó era que debía de haber aterrizado sobre un charco porque sentía como su ropa se empapaba y se volvía más pesada. Con otro gruñido de dolor, la chica se levantó y tras agarrarse el brazo sobre el que había caído volvió a correr hacia el enorme edificio que se encontraba al otro lado de la carretera esperando llegar a tiempo.
Con un último esfuerzo entró por las puertas de la entrada y continuó corriendo por el pasillo donde no había muchos estudiantes lo cual solo consiguió que siguiera apretara el paso aún más para tratar de alcanzar la clase 105 donde se impartía su clase de química. Finalmente vio la puerta que estaba buscando y que seguía abierta dándole un resquicio de esperanza, y solo pudo sonreír al atravesar la puerta justo un instante antes de que sonara la campana que indicaba el principio de la clase. A cambio recibió una mirada de odio intenso por parte del profesor que pronto se recuperó y tras sentarse en su mesa dirigió su mirada hacia ella para decir en uno de sus tonos más desagradables.
"No sé qué es lo que considera digno de sonreír Granger, dios sabe que yo no lo haría si tuviera que llevar esa ropa" comenzó el profesor con una mueca despectiva que hizo que el resto de los estudiantes se echaran a reír maliciosamente. "Y haga el favor de ir al cuarto de bedeles a por una fregona, ya que no parece ser capaz de entrar a mi clase como es debido sin poner el suelo perdido."
"Si profesor Snape" murmuró la chica que ya había borrado la sonrisa de su cara y se preparaba para salir de la clase cuando la voz de Severus Snape volvió a escucharse con el mismo tono desagradable.
"Ahora no Granger, siéntese, no voy a permitir que me interrumpa la clase para ver como friega el suelo, ya podrá dejar todo el laboratorio como los chorros del oro después de clase."
"Pero…" Hermione decidió callarse al ver como la mueca de desprecio de Snape se convertía en una de enfado. De modo que bajó la cabeza y asintió sin protestar mientras se volvía a sentar en su sitio.
"Bueno, dado que Granger ha dejado de molestar, comencemos con las ecuaciones exógenas que os mandé el viernes. Longbottom, a la pizarra, veamos que nuevas burradas has conseguido crear."
El resto de la clase pasó de manera lenta y pesada para todos los ocupantes de la misma excepto para el pobre Neville Longbottom el cual sintió como si mil soles y mil lunas hubieran iluminado el firmamento antes de que la campana sonara indicando que una vez más había conseguido sobrevivir a la clase de Snape. Hermione por su parte se levantó al terminar la clase y se dirigió rápidamente hacia el baño, porque a mitad de la clase se había dado cuenta de que a pesar de que una gran parte del líquido que empapaba su ropa era agua y barro, la otra parte era más pegajosa y de color rojizo que estaba tiñendo su chaqueta del mismo color. Una vez en el baño y tras asegurarse de que no hubiera nadie, Hermione se quitó la chaqueta con mucho cuidado para encontrarse con un rasponazo que ocupaba la mayor parte del brazo del cual había manado toda la sangre. Al quitarse la chaqueta, la débil costra que se había formado y que se había adherido a la tela de la prenda se desprendió con ella logrando que la chica soltara un gemido mientras apretaba los dientes con fuerza mientras terminaba de quitarse la ropa. Una vez más la herida comenzó a sangrar, y para evitar que el resto de la ropa también se ensuciara, utilizó todo el papel que había para secarse las manos y lo aplicó a la larga herida mientras apartaba el brazo hacia el lavabo, de donde sería más fácil limpiar la sangre que se escurría.
"Mione? estás ahí" se oyó un grito que venía de la otra parte de la puerta del baño y Hermione no pudo evitar la sonrisa al oír el grito.
"Sí Harry, pero estoy un poco… indispuesta" le devolvió el grito mientras trataba de limpiar la herida bajo el grifo. Con un pequeño bufido que le recordaba a los gatos, Hermione dejó que el agua limpiara la herida a pesar del dolor que le producía.
"Indispuesta? Tiene eso algo que ver con que hallas dejado un rastro de sangre hasta el baño?" volvió a preguntar el chico y esta vez Hermione solo pudo poner los ojos en blanco ante las dotes observadoras de su mejor amigo. "es el brazo? Parecía que te dolía en química"
Esta vez la reacción fue un suspiro de derrota por parte de la chica. Por supuesto que Harry se había dado cuenta de que el brazo la estaba matando durante la clase. Se sentaban juntos y durante toda la clase había tratado de mover el brazo lo menor posible y Harry lo había notado. La única razón por la que el chico había esperado a preguntar era porque si había alguien a quien el profesor Snape odiara más que a ella era a Harry. Y dado que ninguno quería quedarse castigado en las garras de esa hiena, se mantenían lo más quietos y silencioso durante la misma aunque el profesor nunca fallaba en darles algo más de trabajo que al resto por el motivo que fuera.
"No es nada Harry, solo es una caída tonta." Respondió Hermione aunque sabía que eso no iba a detener a Harry de preocuparse.
"No parece una caída tonta" respondió Harry seriamente mientras miraba el brazo que seguía tiñendo el agua de rojo.
"Harry! Es el baño de chicas, que crees que haces?" preguntó Hermione mientras trataba de apartar el brazo herido de la penetrante mirada de Harry.
"Cuidarte" respondió Harry a la vez que tomaba el brazo de la chica y lo examinaba de cerca. Ahora que la mayor parte de la sangre se había limpiado, podía apreciarse como la herida estaba rodeada por piel hinchada y de color verdoso que pronto se convertiría en morado. En otras palabras, el brazo parecía dos veces su tamaño, pronto se iba a volver morado y además había comenzado a sangrar levemente. "No tiene buena pinta mione, vamos, te acompaño a ver a Pomfrey."
"No necesito ver a la enfermera" comenzó a quejarse Hermione mientras Harry la arrastraba del brazo bueno fuera del baño y en dirección a la enfermería sin prestar atención al resto de los alumnos que cuchicheaban al verlos salir del baño de las chicas juntos. "Además, si faltamos a clase nos van a castigar."
"Tonterías. Ir a la enfermería no es saltarse una clase. Además, ahora tenemos periodo libre de estudio y la enfermera nos puede hacer un pase de pasillo, si crees que tendremos problemas con el profesor de guardia. Creo que hoy le toca a Bins.
"El de historia? Ni se dará cuenta de que no estamos, se pasa la vida durmiendo." Respondió Hermione mientras se daba por vencida y permitía a Harry arrastrarla hacia la enfermería.
"Exacto, así que deja de preocuparte por cosas sin importancia. Y ahora dime como te has hecho esa herida tan tonta" respondió el chico mientras en su tono de voz se adivinaba que no pensaba que fuera una herida sin importancia. "ha sido otra vez Hank?"
"No." Respondió rápidamente la chica y al ver la cara de duda del chico se explicó mejor. "En serio Harry, esta vez me he caído. Me he vuelto a dormirme en la librería y al venir hacia acá he tenido que tomar el atajo. Las cajas estaban mojadas y al saltar la valla me he resbalado y aterrizado sin mucha gracia. Por eso he llegado chorreando a clase."
"Deberías tener más cuidado" respondió el chico mientras decidía ignorar la rabia que le había entrado al recordar que a pesar de que esta vez no hubiera sido Hank, muchas otras veces sí que lo había sido.
"Lo tendré, no te preocupes."
"Sabes que siempre me preocupo." Fue la respuesta del chico, y ninguno añadió más porque ambos sabían que era cierto.
Para Harry Hermione era mucho más que una amiga, Hermione era familia, era su hermana aunque no de sangre. Hacía siete años que se habían conocido, ambos habían empezado el curso siendo ridiculizados e insultados. Los padres de Harry habían muerto en un accidente de coche poco después de nacer él. Los tres estaban volviendo de una fiesta de navidad con unos amigos cuando un conductor borracho los había arrollado y empujado hacia un camión que pasaba en dirección contraria. El coche quedó siniestrado, apenas si era posible reconocer el estado previo del coche, ya que el resultado final había sido un enorme amasijo de hierros partidos y doblados. Harry había estado dentro del coche en el momento del accidente y había sobrevivido milagrosamente, o al menos ese era el pronóstico de los médicos que le atendieron tras el choque. El pequeño Harry había sido sacado del coche ensangrentado y con una fea brecha en la cabeza de la que no había parado de manar sangre. Los médicos habían tardado mucho en conseguir sacarlo dado que no esperaban que hubiera supervivientes. El golpe que el pequeño Harry había sufrido le había dejado una gran parte del cerebro inflamada y tras las numerosas operaciones los médicos habían llegado a suponer que el pequeño acabaría con graves lesiones permanentes como la ceguera o la incapacidad para hablar correctamente. Sin embargo, tal y como había acabado la cosa, el pequeño Harry demostró lo fuerte que era según crecía eh iba demostrando sus habilidades al mundo. Su vista no era del todo perfecta, pero todo el mundo acababa llevando gafas en algún momento, la miopía es algo bastante común. Tras su primera palabra que resultó ser "perro", Harry solo comenzó a mejorar y eso les dio a los médicos sobrados motivos para pensar que la operación había sido todo un éxito. Lo único que Harry heredó de la peor noche de su vida fue una cicatriz que le atravesaba la frente y que llegaba hasta parte del ojo derecho, y una predisposición a los dolores de cabeza aunque por suerte los analgésicos se encargaban de minimizar ese problema. Además de esa dolencia, Harry también heredó una nueva familia, ya que fue entregado a las capaces (o incapaces, según se viera) manos de sus tíos, los Dursley.
En realidad durante una de esas revisiones a las que tuvo que acudir hasta los once, fue donde conoció a Hermione. Ella no había tenido mucha más suerte que él en la vida, ya que sus padres encontraron el mismo destino que los de Harry cuando su hija apenas había cumplido los nueve años. En su caso no fue un conductor borracho, sino una tormenta eléctrica que sorprendió el avión en el que viajaban rumbo a Nueva York para una conferencia de dentistas muy importante. Junto a los Granger sucumbieron otros trescientos pasajeros y la noticia de la tragedia fue televisada en todos los canales durante al menos una semana sin pausa. Fue precisamente mediante la emisión de uno de esos informativos que la pequeña Hermione comprendió que sus padres no iban a volver a recogerla. Durante varias semanas, la familia Granger discutió quien podría quedarse con la custodia de la pobre niña, pero nadie parecía querer hacerlo. Su pariente más cercano era su abuela Marion la cual estaba internada en un asilo por problemas mentales, razón por la cual fue inmediatamente descartada. Sus padrinos también resultaron inútiles, su abuela Georgette hacía tres inviernos que había fallecido y en cuanto a su padrino… nadie había sido capaz de localizarlo. El rumor era que se trataba de lo más parecido a un arqueólogo y que nadie había sido capaz de ponerse en contacto con el ya que su última dirección conocida le situaba en algún lugar cercano al Himalaya, donde la cobertura y el correo no eran ni abundantes ni fiables. Por lo tanto, su custodia fue debatida entre el resto de familiares que eran más bien escasos. Finalmente, el juez de menores había otorgado la custodia de la joven Hermione a Hank Libboy, el hermanastro de su difunto padre.
Hank no era mala persona, al menos no lo era cuando estaba sobrio. El problema era que Hank rara vez lo estaba y esa fue una de las primeras cosas que aprendió la joven muchacha. Al principio su relación había sido como lo habría sido cualquiera en esa situación… rara y tensa. Ninguno de los dos estaba muy seguro de cómo habían acabado teniendo que compartir al menos una parte de su vida con la otra persona, pero ambos llegaron a la conclusión de que la mejor idea era tratar de interferir lo menos posible en la vida del otro. Junto con esa norma no escrita, vinieron un par de normas más cuyo objetivo era hacer posible la convivencia. Hank traía el dinero a casa y cocinaba mientras que Hermione se encargaba de todo lo demás ya fuera lavar la ropa o limpiar la casa. Durante el primer año, esas normas no escritas habían funcionado a las mil maravillas y a pesar de que la pequeña no había tenido apoyo ni cariño para superar lo de sus padres, pronto había aprendido que tener un plato de comida sobre la mesa y un techo donde dormir era algo por lo que estar agradecida. Su tío Hank, o Hank a secas, trabajaba como transportista en uno de los muelles, lo que significaba que trabajaba casi siempre de noche y dormía durante el día. También fumaba como un carretero, juraba como un marino y bebía como un cosaco. Esa fue al menos la descripción que le dio la portera de su edificio a una de las nuevas vecinas cuando creía que no la podía oír. Pero Hermione no solo tenía un oído muy fino (consecuencia seguramente de su predilección por los sitios silenciosos como la biblioteca),si no que era muy lista. Siempre había oído a sus profesores decir que era muy inteligente, y sus padres siempre habían estado orgullosos de su inteligencia. Pero no fue hasta que se encontró sola en el mundo que Hermione desarrolló su inteligencia hasta el máximo de su capacidad.
Durante los fines de semana, los cuales eran el periodo en el cual Hank bebía sin ninguna clase de control, Hermione aprendía más y más sobre la vida. Hank solía tener a sus amigos del puerto durante los viernes por la noche para jugar y beber y hacer muchas cosas más con las mujeres que traían. Y era precisamente oyéndoles hablar o jurar donde la pequeña comenzó a comprender como era la vida. Nadie de su familia había querido o podido quedarse con ella, lo que significaba que legalmente ese iba a ser su nuevo hogar hasta que cumpliera la mayoría de edad. Y ese pequeño dato era precisamente el que más preocupaba a la pequeña, ya que no sabía a dónde iría cuando llegase el momento. Nadie pensaba con tanta antelación, y menos una niña pequeña, pero en el caso de Hermione, la posibilidad de llegar a tener algún día su propio hogar fue un deseo que despertó en su interior poco antes de cumplir los once años, una semana después de que su tía Linda abandonara a su tío Hank para ser más exactos.
Hank Libboy nunca había llegado a casarse, de modo que la tía Linda era en realidad algo parecido a la novia del tío Hank. Linda Frenk, era una camarera/aspirante a actriz, que solía pasarse por el apartamento de su tío Hank varias horas al día. Hermione no solía hablar mucho con ella, dado que nada más llegar, se metía con el tío Hank en su habitación y no salían hasta varias horas más tarde,(durante las cuales muchos gritos, risas y otros ruidos raros emergían del susodicho cuarto) momento en el cual Linda se marchaba para no volver hasta el día siguiente.
Pero un día cuando Hermione volvía del colegio, escuchó unos ruidos muy distintos provenientes del cuarto, ya que esta vez los gritos parecían más agudos y enfadados y solo sirvieron para que Hermione sintiera un mal presentimiento al escucharlo. A pesar de lo que su instinto le decía (que implicaba una maleta y un billete de tren a cualquier parte), Hermione dejó sus cosas en el pequeño cuarto que era su habitación y se dispuso a hacer sus tareas del hogar. Nada más comenzar a fregar el suelo de la cocina, la puerta del cuarto de su tío se abrió con fuerza para dar paso a una enfadada Linda y a un aún más enfadado Hank. Tras un par de gritos más que incluían palabras como "furcia" y "mamón" y algo parecido a "impotente de mierda", Linda abandonó la casa de un portazo dejando a un furibundo Hank en el domicilio con una confusa Hermione. En aquel entonces, la chica no tenía ni reflejos ni conocimiento de la situación para prever lo que iba a suceder cuando un enojado Hank fijó la mirada sobre ella mientras gritaba que todas las mujeres eran unas putas. De modo que la joven chica ni vio venir el golpe que la tiró al suelo ni las patadas contra su cuerpo que siguieron al primer golpe.
Cuando la ira finalmente abandonó a Hank, este se percató de que la pequeña estaba sangrando mucho y que apenas estaba consciente mientras se agarraba el brazo y gemía por lo bajo. Presa del pánico había llamado a urgencias para decir que había encontrado a su sobrina herida cerca de su portal y que necesitaba una ambulancia. Durante los quince minutos que tardaron en llegar, el hombre se aseguró de que su sobrina comprendiera exactamente lo que debía decir cuando llegaran los de urgencias y de que la niña comprendiera de que si se lo contaba a alguien, ella iba a acabar en un orfanato sin esperanza de que la adoptaran y teniendo que luchar por conseguir algo de comida. Y aunque en aquel entonces Hermione no tenía más de diez años, comprendió exactamente la posición en la que el juez la había puesto. Sabía perfectamente lo que eran los orfanatos y que tampoco iba a tenerlo fácil en uno de ellos, a fin de cuentas, siempre había sido pequeña en comparación con los niños y niñas de su edad y nunca había ganado una pelea en la que la hubieran involucrado. De modo que cuando los del hospital le preguntaron lo sucedido, había respondido como su tío le había indicado y aseguró no haber reconocido a los que la habían golpeado tan cerca de su casa. Y fue precisamente ese día, mientras esperaba que le escayolaran el brazo roto cuando conoció a un chico un poco más alto que ella y con una larga cicatriz en la cabeza y de sonrisa dulce.
Flashback
Seis años atrás:
Hermione observó a ese chico que parecía encontrarse cómodo en una de las incómodas sillas de espera de urgencias mientras saludaba con la cabeza a varios médicos y enfermeras que devolvían sus saludos con sonrisas Intrigada por el comportamiento del resto de los trabajadores del hospital, se quedó mirando ensimismada tratando de resolver el pequeño puzle que la ayudaba a olvidarse del dolor de su brazo. No debía ser muy discreta ya que en una de estas el chico se giró y la miró directamente a los ojos con la misma curiosidad que ella.
"Que pasa?" preguntó Hermione algo molesta por haber sido descubierta mirando y por recibir el mismo tratamiento.
"No es agradable que te miren como a los animales del zoo." respondió el chico con una sonrisa simpática que se ensanchó al ver como esa niña se sonrojaba. Ya estaba acostumbrado a que todos le miraran raro por la cicatriz tan visible que tenía en la cara. "Me la hice hace mucho tiempo."
"Hmm?" preguntó esta vez confundida Hermione sin saber de lo que hablaba. "que te hiciste qué hace mucho tiempo?"
"La cicatriz" respondió el chico sorprendido al ver que la chica realmente no sabía de lo que hablaba. Todo el mundo que conocía se quedaba mirando la marca de su cara de manera poco disimulada y a veces incluso hacían comentarios poco discretos y llenos de lastima. Y si había algo que Harry odiara por encima de todo era que le tuvieran lastima. "Es lo que estabas mirando, no?"
"No." respondió honestamente Hermione la cual no le había dado ni una segunda mirada a la cicatriz del chico aparte de pensar que tenía que haberle dolido cuando se la hizo. "Te miraba porque parece que todos te conocen y te sonríen. Incluso la enfermera seria a la que no le gustamos los niños."
"Por qué crees que no le gustan los niños?" preguntó divertido Harry sabiendo de sobra a quién se estaba refiriendo esa niña. Elizabeth era una enfermera que hacía tiempo que había sobrepasado los cincuenta y que era cascarrabias como poco. Efectivamente despreciaba a los niños, los consideraba quejicas y demasiado delicados, y Harry lo sabía porque había estado suficiente tiempo en ese hospital como para escuchar todos los comentarios que tanto las enfermeras como los internos se deleitaban en compartir. Aún así le sorprendió que la otra niña pensara que solo era así con los niños y no con los adultos, aunque con los mayores tampoco es que fuera muy simpática. "A lo mejor no le gusta nadie".
"Nop." respondió la chica convencida mientras volvía a mirar furtivamente a la enfermera en cuestión. "Solo mira mal a los niños, a los adultos los mira como… como… como si fueran comida y ella estuviera hambrienta. Es algo muy raro."
"Eso es porque está buscando marido" respondió en modo conspirador Harry tras bajar la voz para que no le oyera la enfermera. "Y creo que quiere que sea cocinero porque siempre que lo dicen, añaden que se le está pasando el arroz. Así que supongo que no sabrá cocinar."
Tras escuchar esto, la chica comenzó a reírse tan fuerte que tuvo que agarrarse la tripa como pudo para tratar de no caerse de la silla mientras notaba como las lágrimas comenzaban a deslizarle por las mejillas. Alguna vez había oído a su madre esa expresión y sabía que se refería a que cada vez le sería más difícil encontrar a un hombre para casarse, pero tras ver como el otro chico parecía tan confuso y orgulloso de sí mismo por haber descifrado la frase, no pudo evitarlo, y cada vez que lo recordaba, volvía a sentir como la risa brotaba de su garganta. Hacía mucho que no se reía así y le gustaba la sensación.
"Por qué te ríes?" preguntó Harry algo confundido pero sin asomo de enfado. Estaba acostumbrado a aburrirse como una ostra mientras esperaba su turno y el poder hablar con esa chica que parecía tan simpática compensaba con creces unas cuantas risas sin malicia.
"Por qué lo has entendido mal. Lo que quieren decir es que ya es muy mayor y que puede que ya no encuentre a nadie con quien casarse." Respondió Hermione que seguía riéndose aunque de manera más calmada porque las costillas a pesar de no estar rotas estaban amoratadas y le dolían.
"Vaya, eso tiene más sentido." Admitió Harry mientras se reía junto a la chica. Una vez que la risa se les pasó decidió tratar de conocer un poco mejor a la chica. "Tú por qué estás aquí?"
"Me han pegado unos desconocidos." Respondió inmediatamente la chica mientras la sonrisa se borraba de su rostro con la rapidez del rayo.
"Comprendo." Y Harry lo comprendía muy bien. El también había tenido que hacer algunos viajes al médico a consecuencia de su `torpeza´. En lo que llevaba de año había perdido la cuenta de las veces que `se había caído por las escaleras´ o que `se había dado con una puerta´. "Yo soy un poco torpe, siempre consigo darme con los muebles de casa. Ese es mi tío, vivo con ellos."
"Te entiendo." murmuró Hermione tras ver con sus propios ojos al tío de ese chico que parecía una morsa con aquel enorme bigote y la expresión de enfado. Entendía perfectamente los pequeños accidentes de ese chico. "Yo soy Hermione. Hermione Granger.
"Harry Potter, encantado de conocerte."
Fin del flashback
Y con un apretón de manos y una sonrisa una nueva amistad floreció en la sala de urgencias del hospital la cual se afianzó con los años. Ahora, más de cinco años después eran inseparables y lo más parecido a la familia que ambos habían conocido. Harry no había tardado mucho en otorgarse el título de hermano protector aunque el no poder protegerla siempre era un peso que no podía evitar sentir sobre los hombros. Hermione había tardado algún tiempo en confesarle lo que le había pasado a sus padres así como el alcance exacto de la ira de Hank. A cambio Harry había compartido sus experiencias en casa de los Dursleys. Hermione siempre había sido observadora, era más sencillo mantenerse al margen y no involucrarse, sobre todo después de los recientes acontecimientos que habían invadido su vida. De modo que no fue una gran sorpresa cuando Harry le confesó exactamente como era su vida en aquella casa.
Sus tíos a pesar de que no solían ponerle la mano encima (seguramente debido a la cantidad de veces que el chico debía presentarse en el hospital para hacerse chequeos) su relación con Harry distaba mucho de ser la de una gran familia feliz. El chico era poco más que un sirviente en la amplia casa de los Dursleys en la que se encargaba desde la cocina a la limpieza de las habitaciones. Por si fuera poco, sus tíos habían tratado de proclamarle mentalmente incapacitado para poder acceder al fondo de ahorro que el chico habría de heredar al cumplir la mayoría de edad, y al no conseguirlo habían decidió disfrutar de la comodidad de tener a un criado gratuito. Todos los días Harry era menospreciado eh infravalorado, teniendo que soportar con hambre y algunas veces frío como su primo era adorado y mimado hasta el último capricho.
Una sola cosa buena había salido de esa odiosa relación que poseían entre ellos y era que mientras los Dursley habían decidió mandar a su adorado Dudley a un elitista colegio privado de Irlanda, Harry había logrado entrar en un instituto en la misma ciudad, el cual había resultado ser el mismo que el de Hermione. Gracias a esa feliz casualidad, ambos habían encontrado alguien en quien confiar y que les diera el apoyo y el cariño que sus respectivas familias no les daban. Además habían encontrado algo más en común que compartir y eso resultó ser la capacidad innata de atraer la indeseada atención de todos los abusones. Al no haber sido muy nutridos y al haber tenido que hacer tareas pesadas desde muy jóvenes, tanto Hermione como Harry habían acabado siendo más pequeños que el resto de sus compañeros y eso unido a su carácter reservado habían logrado pintarles una diana en el centro de la espalda.
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"Vaya, vaya pero que tenemos aquí? Si es la pequeña pobretona sabelotodo." El coro de risas malvadas que acompañó a la frase despectiva dieron idea a Hermione de que una vez más su mala suerte había hecho su aparición. A pesar de que la mayoría del alumnado prefería ignorarla y pretender que no existía, había alguien que tomaba autentica satisfacción en torturarla y maltratarla. Y esa persona era precisamente la que tenía delante en ese mismo instante. "He pensado que dado que parece que te gusta empollar, te voy a hacer un regalo maravilloso. Voy a darte el privilegio de que me hagas el trabajo de historia, y el de Biología. Qué te parece? Es todo un honor poder tocar mis cosas para alguien tan nauseabundo como tú, no crees? RESPONDE MALDITA DENTONA."
"DÉJALA EN PAZ!." Fue la acalorada respuesta de Harry mientras se ponía delante de la castaña con ademan protector.
"Vaya, vaya que sorpresa, cara cortada una vez más defendiendo a su amada empollona." Fue la burlona respuesta que recibió por parte de la chica. Con un pequeño gesto, señaló a dos de los chicos que iban con ella y un segundo después Harry se halló empotrado contra las taquillas y golpeado varias veces. Ante el dolor el chico no pudo evitar doblarse hacia delante, momento en el que el otro chico aprovechó para golpear su rostro haciendo que las ya maltrechas gafas salieran volando.
"Ya basta, dejadle en paz." Gritó Hermione mientras trataba de llegar hasta Harry. Pero la chica que tenía delante aprovechó para agarrarla del pelo y tirar de él haciendo que un gemido lastimero brotara de los labios de la castaña. En cuanto la chica estuvo segura de que la tenía bien sujeta balanceó el brazo hacia atrás y con todas sus fuerzas estampó el puño contra su cara. Hermione ya tenía mucha práctica en lo que se refiere a encajar golpes así que ni se inmutó cuando sintió el sabor metálico de la sangre en la boca al abrírsele el labio a consecuencia del impacto. Lo que sí que hizo fue tomar toda la cantidad de sangre y saliva que pudo para después escupírsela a la cara a su agresora.
"Eso ha sido un GRAVE ERROR!" rugió la chica mientras volvía a balancear el brazo hacia atrás con la intención de partirle la cara a esa mosquita muerta. Pero antes de que su puño pudiera volver a hacer contacto con el rostro que quería por segunda vez, una mano la sujetó con firmeza.
"Si yo fuera tu me marcharía ahora que puedes Parkinson, creía que había quedado claro después de nuestra última charla." Una voz con aún mayor desprecio y arrogancia sonó a las espaldas de los participantes de la conversación.
"No entiendo por qué les defiendes Draco." se quejó Pansy Parkinson en esa desagradable voz chillona que conseguía poner los pelos de punta a cualquiera que la escuchara. Al ver como el chico no cedía ante sus palabras decidió soltar a la chica que cayó al suelo del que prefirió no levantarse "No eres como ellos, y si dejaras de defenderlos podrías volver al sitio que te pertenece, conmigo."
"Esa es una razón añadida para mantenerme aquí." Bufó Draco con una musca de asco mientras apartaba el brazo con el que la tenía agarrada. "No hagas que te lo repita, déjalos en paz."
"Tarde o temprano aprenderás tu sitio Draco." Aseguró la chica esta vez entrecerrando los ojos y con una repelente sonrisa de suficiencia en el rostro.
"Y dónde se supone qué es?" quiso saber Draco.
"Junto a mí." Susurró la chica mientras acercaba su rostro al del otro chico.
"Por encima de mi cadáver." Fue la contundente respuesta de Draco al sentir el aliento de la chica sobre sus labios, mientras se apartaba con cara de asco. "Y ahora retírate, no quiero seguir en tu presencia."
"Algún día no muy lejano te vas a arrepentir Draco, de eso puedes estar seguro." Prometió la chica mientras se daba la vuelta con mirada encendida y marchaba hacia su mesa.
"Hola Draco." Saludó Hermione en cuanto la chica había desaparecido.
"Hola Mione, cómo estás?" preguntó con voz más tierna el chico mientras le tendía una mano para ayudarla a levantarse.
"Ahora mucho mejor, gracias."
"Deberías tener más cuidado, Parkinson no es una persona a la que haya que tomar a la ligera. Me temo que realmente la has sacado de quicio al escupirle en la cara. Ten mucho cuidado porque tratará de vengarse." fue la preocupada respuesta de Draco. Lo que todos iban a dejar sin decir era que lo más probable era que la chica acabaría vengándose ya que ninguno de los dos chicos podía estar a su lado las veinticuatro horas del día.
Si Harry se había otorgado el puesto de hermano protector, Draco se lo había ganado a pulso. Donde Hermione había recibido abusos físicos, los de Draco habían resultado psicológicos. Su padre, un eminente Lord con una carrera política ascendente, había dedicado toda la vida del chico en asegurarse de que entendiera que su existencia a parte de no ser deseada resultaba una desgracia. Durante años había tenido que soportar a su padre quejándose por no ser lo suficientemente listo o lo suficientemente atlético. Y ese precisamente había sido el catalizador que les había permitido encontrarse.
Flashback
Cinco años atrás:
"Draco!" el rugido de su padre le hizo comprender que una vez más algo había hecho mal.
"Si señor?" trató de que la voz no le temblara pero al ver como la mirada de Lucius solo se hacía más gélida comprendió que no lo había logrado.
"Ha llamado tu profesor de boxeo para felicitarte por el segundo puesto en el torneo del colegio." dijo con voz burlona el hombre.
"Padre yo…"
"UN SEGUNDO PUESTO!" gritó enfadado el hombre mientras echaba la mano hacia atrás en un claro gesto de ir a golpearle. En el último momento aparto el brazo no obstante. "estoy muy decepcionado, Draco, tanto que no mereces ni que malgaste mis energías contigo. Eres la vergüenza de esta familia. Creía que tenía un hijo, pero me parece que solo es un disfraz para la niñita que has resultado ser."
"Lo siento padre." murmuró el chico humillado y aún con la cabeza baja. "La próxima vez lo haré mejor."
"Eso lo dudo mucho." fue la cruel respuesta del padre mientras que después de volver a mirarlo con cara de absoluto desprecio abandonaba la habitación.
Draco simplemente se quedó callado y con la cabeza agachada mientras su padre abandonaba la habitación. Una vez más había decepcionado a su padre, no era lo suficientemente fuerte, ni ágil ni inteligente para su gusto. Nunca podría ser un hombre a los ojos de su padre a no ser que hiciera algo digno de su respeto. Con la mente nublada por la vergüenza y el rostro surcado por un par de rebeldes lágrimas que habían insistido en deslizarse por sus mejillas, Draco solo pensó que habría alguna manea de demostrarle a su padre que realmente podía ser un hombre o al menos que podría sentirse orgulloso de tenerlo como hijo. Sin saber qué hacer, simplemente salió de casa corriendo y queriendo alejarse de la mirada de decepción de su padre que parecía haberse grabado a fuego en su mente.
Cuando finalmente volvió a percatarse de sus alrededores, se dio cuenta de que se hallaba en el puerto y sin estar muy seguro de cómo había llegado hasta allí. No muy seguro de que hacer a continuación, simplemente se puso a observar a su alrededor para tratar de encontrar la manera de volver a casa. No hizo falta más de un par de miradas a su alrededor para fijarse en un chico algo mayor que él estaba apoyado contra una pared del puerto con un cigarro en la boca y observándolo con una mueca burlona. Tenía el pelo oscuro y un montón de pecas en su rostro, una cicatriz en el pómulo derecho y varios desgarrones en su ropa también oscura. Ante la actitud de ese desconocido y recordando las palabras de su padre Draco decidió enfrentársele.
"Y tú que miras?" preguntó insultado Draco con una mirada feroz.
"A un niño de mamá que se cree que andar por el puerto es gratis." Fue la respuesta del chico mientras se le acercaba con una sonrisa aún mayor. "Sabes, este es mi territorio así que todos los bebés como tu deben pagarme para poder pasar."
"Me estás llamando bebé?" quiso asegurarse Draco mientras veía como el chico llegaba a su altura.
"Así es niñato. Así que págame veinte libras o prepárate para algo muy malo." fue la respuesta de aquel chico. Al abrir la boca tan cerca de él, pudo ver sus dientes amarillos y como su aliento apestaba a cerveza rancia y a cigarrillos baratos. "Así que, qué me dices niño de mama? O me das el dinero o… bueno, lo descubrirás muy pronto."
"No voy a darte nada." fue la rotunda respuesta de Draco mientras disimuladamente balanceaba el peso de sus pies preparado para entrar en combate.
"Muy bien."
Apenas terminó la frase cuando su puño ya volaba directamente hacia la nariz de Draco dispuesto a crear el mayor daño posible. Por suerte, tres años de boxeo le dieron los reflejos y el conocimiento necesarios para apartarse a tiempo de la trayectoria de aquel puño que de haber impactado habría conseguido romperle la nariz. Envalentonado por aquellos y furioso por las palabras de esa chico que tanto le habían recordado a las de su padre, Draco decidió descargar todas sus frustraciones con ese chico. De modo que aprovechando que el chico había quedado desequilibrado tras fallar el primer golpe, contraatacó con un "upercut" que llegó incluso a levantarlo del suelo.
"Maldito niño, esta me la pagas." Gruñó el chico al levantarse del suelo mientras se tocaba la mandíbula que sin duda se hincharía y adquiriría un color morado en poco tiempo.
"Aquí te espero." La arrogancia de Draco al dirigirse al otro chico fue precisamente el motivo de su perdición.
No dispuesto a dejarse vencer por un niño bien, el chico se levantó y nada más estar cerca, se lanzó de cabeza derribando a un sorprendido y algo inocente Draco que aún creía que las normas del ring se aplicaban en la calle. Una vez derribado el otro chico no tardó en comenzar a golpear a Draco en todas partes haciendo que la sangre brotara tanto de sus labios como de su nariz. Finalmente Draco pareció poder contraatacar y de un violento empujón con los pies se lo sacó de encima y consiguió ponerse en pie. Podía notar toda la cara adolorida y el metálico sabor de la sangre en la boca, fiable indicador de que ese chico le había roto el labio. Con un rugido enfurecido Draco se lanzó hacia delante dispuesto a golpear al otro una vez más cuando sintió que le golpeaban en la cabeza por detrás. Con un grito ahogado se fue al suelo desde el cual pudo observar como el otro chico sonreía de oreja a oreja.
"Habéis tardado tanto en llegar que eh tenido que entretenerme."
"Y quien es el mocoso, jefe?" la pregunta fue acompañada por una dolorosa parada en las costillas que hizo que Draco se girara incluso sin quererlo. Al quedar tumbado de lado, pudo observar a los que le habían atacado por la espalda que resultaron ser cuatro. El que acababa de golpearlo era un chico muy gordo y con aspecto de ballena oceánica que tendría cerca de trece años. Los otros tres serían de su misma edad, también vestidos con ropa raída y sonrisas tan crueles y despiadadas como las del chico con el que se había enfrentado.
"Ya te dije que este era mi territorio mocoso." se regodeó el chico tras agacharse hasta alcanzar la altura del caído Draco para acto seguido levantarse y golpearlo en la cara con el pie. "Tendrías que haber pagado, niñato. Ahora me llevaré todo lo que tengas, empezando por ese precioso reloj que tienes. Pero antes, creo que los chicos y yo deberíamos asegurarnos de que nunca vuelvas a desobedecer a tus mayores. Que opináis chicos? Algo que recuerde toda su vida?"
"Una gran idea. Creo que deberíamos hacer algo con esa carita tan guapa que tiene." fue la animada respuesta de uno de los chicos mientras sacaba la navaja del pantalón. Con un sonoro `click´ la hoja de acero brilló bajo la luz de las farolas que se habían encendido para iluminar con su escasa luz la oscuridad de la noche que ya había hecho su aparición.
Los demás solo se rieron mientras levantaban del suelo al apenas consciente Draco del suelo y lo apoyaban contra la pared. Así pudo comprobar cómo el chico de la navaja se acercaba para apoyar la afilada hoja contra su rostro con una seguridad y una soltura que hablaban por si solas. Al sentir como el frío acero acariciaba su piel cada vez con más fuerza, a Draco se le abrieran los ojos iluminados por un brillo de miedo y desesperación que solo hizo que el resto se riera con más fuerza.
"Zackary Francous , que estás haciendo?" se oyó un grito proveniente del principio del callejón que detuvo a los chicos en seco.
"No te metas en esto Granger, este niño bonito se lo merece todo." Fue la seca respuesta del líder de aquella banda que poseía un brillo de fastidio en los ojos. "Ahora lárgate antes de que decidamos hacerte una a juego a ti también."
"Ambos sabemos que eso no sucederá así que déjate de amenazas vacías." La oscura figura del principio del callejón se estaba acercando aunque Draco aún no era capaz de ver de quien se trataba. Aunque por la voz habría jurado que se trataba de una chica. "Tienes idea de quién es el niño bonito al que quieres hacerle una cara nueva?"
"Un niño rico que se cree mejor que los demás." Respondió Zackary exasperado y deseoso de volver al asunto que tenían entre manos. Aún así se contuvo porque a pesar de que Granger no era más que una niña, por todos era sabido que de tonta no tenía un pelo y el solo hecho de que se hubiera atrevido a interrumpirle le daban la idea de que algo realmente importante sucedía. "Que tiene de especial?"
"Por qué no le miras bien?" preguntó burlona Hermione la cual solo con un par de pasos más se puso a su altura. No se había equivocado, el chico que tenían sujeto contra la pared y al que parecía que deseaban remodelar el rostro no era otro que Draco Malfoy, el hijo de Lucius Malfoy, Lord de la cámara real de su majestad y actual encargado de las reformas laborales del puerto.
"Que le pasa?" confuso Zackary continuó observando el rostro del niño de mamá con el que se había peleado. Era de estatura más bien baja aunque eso seguramente se debía a que aún rondaría los once años, de ropas lujosas como las de todos los niños bien que se paseaban por la calle con sonrisa arrogante y pensando que eran mejores que el. Tenía el rostro ensangrentado a consecuencia de la pelea que acaban de tener, y pelo algo largo de un color rubio tan claro que casi parecía blanco, el cual le recordaba mucho a… "Joder! Es un Malfoy?"
"Bingo." la sonrisa de Hermione se hizo aún más ancha con un toque de maldad que el resto no pudieron advertir. "Piensas seguir con lo que hacías y desfigurar la cara del hijo de Lord Malfoy? Cuanto crees que tardaríais tus amiguitos y tú en acabar muertos en las calles de este mismo puerto? Creía que eras más inteligente, Zackary."
"Mierda! No sabía quién era." gruñó de mala manera el chico y muy preocupado. Si el chico abría la boca no tardarían en darles caza todos los polis de la ciudad y no era ningún secreto que más de uno estaba al servicio de los Malfoy y que no tendrían ningún problema en hacerlos desaparecer. Y si era él el que le hacía desaparecer, Malfoy haría desaparecer el puerto y media ciudad en busca de su precioso retoño. Hiciera lo que hiciera estaba perdido. "Joder!
"Yo no lo habría expresado mejor." Hermione realmente estaba disfrutando con la situación en la que Zackary se había metido.
A pesar de no llevar más de cuatro años viviendo con su tío Hank, ya había aprendido todo lo que debía sobre la vida en los puertos y gracias a su inteligencia se había mantenido al margen de los problemas hasta que alguien metía la pata como Zackary acababa de hacer. Gracias a su capacidad para resolver ciertos problemas había llegado a tener a la mayor parte de los trabajadores del muelle debiéndole pequeños favores que aunque no hacían su vida un camino de rosas, le otorgaban cierta libertad y seguridad en el puerto.
"Tienes alguna idea de cómo salir de esta o solo estás disfrutando del espectáculo?" preguntó a la desesperada el chico. Sabía por los rumores que la pequeña enana que tenía delante había logrado que la policía retirara los cargos en una pelea en la que su tío había derribado a un policía y eso en sus libros la convertían en alguien con recursos.
"Que me das a cambio de librarte de esto?" preguntó Hermione cuyos ojos se habían entrecerrado ligeramente mientras su tono más comercial salía a relucir.
"Que quieres?"
"Me deberás un favor de los grandes." respondió rápidamente Hermione. "Cualquier cosa que te pida, en cualquier momento y sin hacer preguntas."
"Cualquier cosa?" preguntó receloso el chico. A pesar de que esa niña no le llegaba ni a la cintura sentía que en ese momento estaba negociando con el mismo diablo.
"No te preocupes, no te pediré nada que no esté en tu mano, de eso puedes estar seguro, no soy idiota." fue la ácida respuesta de la chica.
"Muy bien, líbrame de esto y te deberé un favor de los grandes." Accedió el chico deseoso de librarse de todo ese asunto. El resto de su banda habían soltado al chico tras enterarse de que se trataba de un Malfoy y ahora estaban esperando nerviosos a que su líder les sacara del lío como siempre hacía. "Que tengo que hacer?"
"Solo vete. Yo me encargo de todo." al ver la mirada decidida de la niña y no queriendo seguir allí más tiempo del necesario Zackary asintió y con un gesto los cinco se alejaron del callejón. "Sigues vivo?"
"Si" gruñó Draco aún incapaz de levantarse del suelo. Como demonios había hecho esa niña que rondaría su edad para manejar a esos chicos? "Así que sabes quién es mi padre. Que piensas hacer para que no le cuente lo que ha pasado aquí esta noche?"
"Absolutamente nada." respondió Hermione mientras ayudaba a Draco a ponerse en pie. Tras lograrlo comenzó a caminar hacia el hospital más cercano que aún estaba a casi un kilometro.
"Nada? Vas a traicionar a ese tío?" preguntó Draco un poco sorprendido ante la respuesta de la niña. Estaba acostumbrado a que todos se traicionaran, a fin de cuentas había pasado toda la vida junto a su padre, pero creía que la niña que le estaba ayudando fuera un poco más lista. En cuanto supieran lo que había pasado la iban a dar una buena paliza, de eso no tenía la menor duda.
"Claro que no. Tener a Zackary debiéndome un buen favor me ayudará a que el resto me deje en paz. No quiero acabar en un callejón peor de lo que tu habrías acabado." El tono de voz de la chica se asemejaba al que solía usar con los niños pequeños.
"Entonces?"
"Entonces qué? Qué cómo voy a hacer para que no se lo digas?"
"Si."
"No creo que le vayas a decir nada. Conozco a la gente como tu padre. Por fuera todo apariencias pero en cuanto cierran la puerta de casa se convierten en seres despreciables." Respondió Hermione recordando las veces que había visto a los tíos de Harry que se comportaban de esa misma manera. "Además, siendo de familia antigua me juego lo que sea a que esperan mucho de ti. Dudo mucho que quieras decirle que te has metido en el puerto y que te has peleado con unos golfos y que encima te han ganado."
"Como?" preguntó alucinado Draco al oír lo bien que conocía su situación aquella niña que poseía más agujeros en los pantalones que los chicos que le habían atacado. Su vocabulario era más rico que el de la mayoría de los niños de su edad con los que solía hablar, pero su atuendo unido al aspecto desnutrido de la chica le hicieron pensar que el dinero no abundaba en su hogar. Y que aún así una rata callejera como su padre los llamaba hubiera sido capaz de comprender su vida tan rápidamente era algo realmente sorprendente.
"Se me da muy bien observar a la gente" fue la única respuesta que Hermione dio al sorprendido chico. Al ver a lo lejos las brillantes luces que indicaban el hospital decidió acelerar la conversación. "Aún así se que los ricos sois muy vengativos en lo que al honor se refiere así que tengo un trato para ti. Si no dices nada al respecto, ni buscas venganza en contra de esos idiotas, yo hago que tu padre esté orgulloso de ti. Qué me dices?"
"Eso es imposible." Murmuró Draco deprimido una vez más al recordar la conversación que había tenido con su padre al salir de casa.
"Bueno, lo probamos a mi manera y si no funciona, puedes mandar a la poli contra ellos e incluso contra mí. Qué te parece?" preguntó Hermione mientras se detenía un poco antes de doblar la última esquina
"Por qué no?" se dijo en voz alta Draco. "Trato hecho."
"Perfecto. Ahora solo mantente de pie y pon cara de malo. Espera cinco minutos y luego sígueme, vale?" sonrió Hermione mientras lo soltaba. Al ver como realmente se mantenía de pie por sí solo, dobló la última esquina ella sola y se puso a dar gritos como si la estuvieran matando mientras corría hacia la policía que sabía que siempre aparcaba cerca del hospital. "Socorro! Ayuda! Ese chico está loco!"
"Calma calma pequeña, que ha pasado?" preguntó el policía saliendo rápidamente al encuentro de la aterrorizada niña.
"Hay un, un chico" comenzó a gimotear Hermione mientras hacía que unas lágrimas asomaran a sus ojos. No era tan difícil como la gente creía. "les ha pegado. Ellos solo estaban ahí quietos y él se les vino encima y les pegó y les pegó hasta que hubo mucha sangre."
"De que estás hablando? Donde" preguntó esta vez nervioso al oír que había sangre. "Más despacio pequeña."
"Estábamos en el puerto hablando, y luego apareció ese chico. Y los otros se burlaron de él porque tenía ropa muy cara y el chico se enfadó y se pegaron y le pedí que parara pero él no me hizo caso y siguió golpeándolos y ahora me sigue." Soltó de prisa Hermione mientras sus lágrimas falsas se convertían en auténticos ríos. "Tienen que ayudarme. ES ESE DE AHÍ!" chilló mientras señalaba a Draco quien siguiendo las instrucciones había comenzado a seguir por donde Hermione había desaparecido.
"ALTO EN NOMBRE DE LA LEY" gritó el policía sin darse cuenta de que le estaba dando el alta a un mocoso de apenas diez años.
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Y así era como Draco había sido detenido y después ingresado en el hospital debido a las heridas que poseía. Al descubrir su identidad, el hospital se había comunicado con su casa y ambos padres de Draco se presentaron en el hospital para enterarse de que su hijo había sido acusado de agresión y violencia contra al menos cinco chicos algo mayores que él. Gracias a las conexiones del padre de Draco la noticia no alcanzó los medios y dado que Hermione había logrado escaquearse entre la multitud antes de que la interrogaran, la denuncia tampoco se sostuvo y los cargos fueron retirados. Lucius se había convencido que la denunciante se había escaqueado tras enterarse del apellido del chico y estuvo contento a sabiendas que no tendría que hacer nada para asegurarse de que la misteriosa niña no denunciara. Por su parte y ante las autoridades que le habían interrogado acerca de la actitud de su hijo Lucius había parecido un padre rígido y severo que castigaría a su hijo de manera ejemplar al llegar a casa. No obstante tras irse todos y al estar un par de minutos a solas con su hijo esta conversación había dado lugar:
"Draco. Se puede saber que te habían hecho esos chicos para golpearlos?" preguntó con voz regia Lucius una vez que la puerta se había cerrado dejándolos a solas.
"Se burlaron de mi ropa y me llamaron niño mimado." Fue la respuesta de Draco que decidió ajustarse a la versión que Hermione había facilitado a la policía.
"Y ya está. Unos chicos mayores que tú te insultan y tu les das una paliza?" preguntó esta vez con mayor enfado mientras se acercaba aún más a la cama de su hijo con la intención de parecer amenazante. Ante el simple asentimiento de su hijo, permitió que una pequeña sonrisa asomara en su rostro. "Puede que aún no esté todo perdido contigo hijo. Parece que por fin has comprendido lo que es ser un Malfoy."
Fin del flashback
Aquellas palabras de su padre en aquel hospital habían sido lo más parecido a un cumplido que Draco había recibido en sus once años de vida y dispuesto a agradecérselo a esa niña, la había buscado sin suerte durante el resto del año hasta que por casualidad habían coincidido en el instituto al cual Hermione acudía gracias a una beca que había ganado en su antigua escuela. Al comprobar que la chica no se podía defender en el instituto de la misma manera que le había defendido en los muelles, Draco había decidido pagar a la chica con la misma moneda de manera que se convirtió en su segundo protector. Con el tiempo los tres habían llegado a conocerse muy bien y Draco había sido aceptado en su reducida familia la cual se encargaba de proteger y animar a todos los miembros de la misma en todo lo que quisieran hacer.
Draco y Hermione habían animado a Harry cuando este había expresado su deseo de unirse al equipo de natación, Harry y Hermione habían animado a Draco a olvidarse de tratar de ser quien su padre quería y convertirse en quien él realmente quería ser. Asimismo los dos chicos había apoyado a la castaña cuando esta había confesado una noche hacía más de un año entre tartamudeos y nerviosismo su preferencia por el género femenino. Los tres formaban una familia unida que no estaban dispuestos a cambiar por nada, y por ese motivo mataba a los chicos no poder proteger a Hermione de lo que sabían que le iba a venir encima en cuanto Parkinson la pillara a solas.
"Vamos chicos, levantad esos ánimos, sé cuidarme sola." les recordó Hermione al ver como las caras largas de los chicos persistían.
Al ver que ni así parecían animarse se dio por vencida y se dirigió hacia la cola de la cafetería a coger la comida convencida de que los chicos se encargarían de coger una mesa. Mientras apilaba la comida en su bandeja iba haciendo cálculos mentales del coste de la misma para no pasarse. A pesar de que poseía dos empleos, gran parte de ese dinero estaba destinado hacia el piso que pensaba alquilar junto a Harry en cuanto tuvieran la edad suficiente para independizarse. Draco por desgracia no podría unirse ya que su posición como Malfoy le colocaba en una situación un poco más delicada aunque visto como se llevaban últimamente padre eh hijo no era una posibilidad a descartar.
"Bueno Harry como van los entrenamientos?" preguntó Hermione una vez hubo pagado la comida y después de sentarse. Sin mediar palabra entregó uno de los emparedados que había comprado a Harry mientras ella se comía el otro. Cada día uno de los dos compraba el almuerzo y lo compartía con el otro, de esa manera les salía más barato. A pesar de que Harry no andaba tan justo con el dinero como ella gracias al fondo monetario que debía heredar al cumplir la mayoría de edad, ninguno de los dos quería arriesgarse y habían comenzado a ahorrar para ese maravilloso piso con el que llevaban soñando casi toda la vida.
"Bien. El entrenador parece convencido de que estoy mejorando así que es posible que este año entre en el equipo como titular." respondió el chico con una sonrisa mientras mordía su sándwich con alegría. "Además…"
"Además…?" continuó Hermione al ver como el chico se había quedado callado. "Harry?"
"Ni lo intentes. Ahora mismo está muy lejos de aquí." Se burló Draco tras comprobar a donde se dirigía la mirada del otro chico.
"De que estás hablando?" preguntó curiosa Hermione mientras ella también se giraba para observar lo que los dos chicos miraban. "Oh"
"Si bueno, di mejor `Cho´" bromeó Draco. La intensa mirada de Harry estaba posada con precisión de laser en la mesa de las animadoras, en Cho Chang para ser más exactos. "Crees que algún día se atreverá a hablar con ella?"
"No es tan sencillo." Le defendió Hermione mientras escaneaba la mesa de las animadoras buscando incansable a una persona en particular.
"Para que me molestaré, si tú eres casi peor que él." Se quejó Draco. Al ver que Hermione no respondía sabía que había hallado a la persona que estaba buscando. "Tierra llamando a enamorados. Cambio. Aquí tierra. Holaaaa!"
Tal y como Draco se imaginaba ninguno de los dos respondió a sus llamados porque estaban demasiado ocupados mirando (babeando) a sus respectivas animadoras. Mientras que la mirada de Harry se hallaba inmersa en una chica asiática muy guapa de ojos oscuros y sonrisa de anuncio, Hermione no podía apartar la mirada de su diosa rubia de ojos azules. Fleur Delacour había llegado al instituto dos años atrás y su suave acento francés unido a sus ojos azules, pelo rubio y piernas kilométricas le habían otorgado inmediatamente uno de los puestos más altos en la escala popular. Y desde que Hermione la había visto no había sido capaz de quitársela de la cabeza. Le habría gustado decir que eran buenas amigas o incluso que se solían saludar por los pasillos, pero a pesar de que esa última era la situación en la que Harry se hallaba con Cho Chang, Fleur Delacour no sabía ni que Hermione existiera. Pero eso no impedía a la castaña buscarla con la mirada cada vez que pudiera a la hora de comer.
"En serio Mione, entiendo que Harry se quede embobado como un cachorrito abandonado cada vez que la ve, después de todo la chica incluso sabe cómo se llama, pero lo tuyo con Delacour no lo entiendo. Si no te atreves a hablar con ella de que te sirve mirarla a todas horas?" preguntó Draco en cuanto las animadoras se retiraron devolviendo el cerebro a sus dos amigos. Ignorando las protestas de Harry hacia su comentario más reciente Draco solo se quedó pendiente de la respuesta de la castaña.
"Porque mi querido Draco, una sola mirada hacia esa diosa rubia es suficiente para que mi última discusión con Snape o mi futura pelea con Parkinson se reduzcan a la nada." Respondió con honestidad y algo colorada Hermione. Era cierto, el simple hecho de ver a esa chica valía para que todas las penas de ese día desaparecieran en el azulado mar azul de sus pupilas.
"Dios mío, vaya par. Si que os ha dado fuerte." Fue la resignada respuesta de Draco. "Y ahora vamos que solo quedan dos horas para que este día tan horroroso acabe."
Tanto Harry como Hermione siguieron al rubio muchacho sin que ninguno de los tres supiera que para Hermione lo peor del día no había llegado, en absoluto.
"Bueno y aquí acaba el primer capítulo de la historia que espero que os haya gustado. En el próximo capítulo descubriremos que horrores le esperan a la pobre Hermione conforme el día avance."
"Todos los comentarios/desvaríos serán bien recibidos ya sean buenos o malos (las amenazas y las sugerencias/demandas de suicidio hacia mi persona serán recibidas solo que no tan bien como el resto).Y prometo que trataré de actualizar la historia lo más deprisa que pueda aunque todavía me quedan exámenes. En fin, gracias por leerlo y hasta la próxima. Paz y amor".
