Capítulo beteado por Melina Aragon, Beta Élite Fanfiction.
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Este TS estaba participando en New Years Elite constest.
Capítulo uno
Se acercaba fin de año y, como todos los años desde que tenía uso de razón, nos reuníamos en casa de los abuelos Cullen, con toda la familia.
La Navidad la pasábamos con mi familia materna, en casa de los abuelos Masen. Se decía que mi madre, Esme, había nacido en cuna de oro. Tenía cuatro hermanos, mi tío Aro, que era el mayor, luego estaba la tía Charlotte, a continuación mi madre, le seguía mi tía Didyme y, por último, mi tío Félix. Él era mi tío favorito, pero para mi abuela era la oveja descarriada.
Aro estaba casado con Sulpicia. Sus hijos eran los mellizos, Jane y Alec, tenían dieciocho años pero parecía que tenían cinco, por su comportamiento, y la pequeña Lucy, que llegó de sorpresa.
Charlotte estaba casada con Peter, un británico que conoció en las vacaciones de su vigésimo cumpleaños. Tenían tres hijos: Gianna, Afton y Demetri. Los tres eran mayores que yo.
Didyme estuvo casada con un tipo que se llamaba Cayo, hasta que se dio cuenta que lo suyo eran las mujeres. Ella se divorció y conoció a Nettie, con la que tenían dos pequeñas princesas, Senna y Zafrina, las niñas más adorables que había conocido en toda mi vida y no lo decía porque eran mis primas.
Félix era el menor de los cinco hermanos Masen, un total mujeriego. Por ese mismo motivo lo consideraba mi tío favorito. Él nos enseñó a todos sus sobrinos varones todo lo que había que saber sobre relaciones. No tenía pareja estable y dudaba que en algún momento la encontrara.
Mi madre se casó con mi padre, cuando se enteró que estaba embarazada de mis hermanos mellizos, Emmett y Jasper. Al principio mis abuelos no aceptaban a mi padre, porque tenían pensado casar a su hija con un importante empresario de Europa, pero, poco a poco, Carlisle fue ganándose el cariño de sus suegros. Por último coronamos la familia yo y a los tres años mi hermana, Bree.
—¡Edward, date prisa! —gritó mi madre, estábamos preparando las maletas para el viaje, viaje al que no quería ir.
—Ya voy, mamá.
—Sabes que quiero llegar antes que tu tía.
—Lo sé, estoy cerrando la maleta.
Mi madre tenía un pique con mi tía Carmen, la mujer de Eleazar, por la atención de su suegra, la abuela Cullen.
Mi padre venía de una familia de clase media pero con dinero, no para comprarse un Ferrari todos los años pero sí para vivir cómodamente. Él era cirujano. Tenía dos hermanos: Eleazar que era el mayor, estaba casado con Carmen, una española exiliada, madre de sus cuatro hijos, tres perfectas niñas rubias: Kate, Tanya e Irina y un varón, Marcus, al que mi abuelo veía como presidente de la empresa, por supuesto cuando él ya no estuviera, por ser el primer nieto varón.
Luego estaba James, su frase de cabecera era: "vive la vida". Mujeriego empedernido que estaba atado a una pelirroja llamada Victoria, por haberla dejado embarazada y, a la que le ponía los cuernos con cuanta mujer u hombre se le pusiera a tiro. Sí, se había declarado bisexual, pero yo era el único que lo sabía porque lo pillé con las manos en la masa, como suele decirse.
Lo que me daba terror de esa reunión no era ni mi primo ni mi abuelo, con los desplantes que me hacían, lo que me aterraba era Bella, la novia de mi primo Marcus. Una castaña de metro sesenta, con ojos color café, que estaba de infarto e iba detrás de mí, no se cortaba un pelo a la hora de flirtear conmigo incluso delante de mi primo.
Cuando bajé a la sala, me recibieron mis dos hermanos mayores, Emmett acompañado de su esposa Lauren y su pequeño monstruito, Mike. El muy idiota la dejó embarazada en una noche de borrachera, dejando a Rosalie, su entonces novia, devastada. Mi abuelo, Anthony, era un cabrón sin escrúpulos, le había exigido a Emm que su bisnieto no fuera un bastardo, sino lo desheredaría, por eso desposó a "su error".
Jasper tenía a su novia, Alice, la mejor amiga de Bella, sentada en su regazo haciéndose carantoñas, sin importar que mis padres estuvieran delante. Pero, ¿qué se le iba a hacer?, mis viejos eran iguales sólo les faltaba follar a la vista de todos.
—Tío Edward. —El mocoso de mi sobrino se abalanzó sobre mí. Este crío me adoraba y yo lo repelía, no era que no me gustaran los niños, porque ¡joder!, trabajaba como pediatra, pero su madre se ponía energúmena cuando jugaba con él. Era mejor no tocarlo.
—¿Qué pasa, enano? —dije desordenando su cabello, ganándome una mirada asesina de parte de la mujer que estaba a su lado.
—Ayer besé a Emily y me dio un guantazo. —Ahogué la risa ante la cara de espanto que puso mi cuñada—. Y, mira que hice todo lo que me dijiste. —Mocoso eso no tenías que contarlo delante de tu madre.
—¡EDWARD CULLEN! —Se levantó Lauren, hecha una furia—. ¿SE PUEDE SABER QUÉ LE ENSEÑAS A MI HIJO?
—Cuando hables como las personas normales y no grites, razonaré contigo… —No había cosa que me gustara más que molestar a Lauren—. Y tú, Emmett, a ver si le pegas un polvo a tu mujer, que está muy amargada.
—¿Qué es un polvo? —preguntó Mike
—Nada, cielo. —Lauren bajó los decibelios de su voz, cuando se dirigió a su hijo—. Tu tío sólo dice tonterías.
—Claro, tonterías. —Rodé los ojos—. Mike cuando seas mayor, así como de dieciocho años, sabrás lo qué es pegar un polvo.
Salí de la casa de mis padres dispuesto a montar mi querido Audi. Mi hermana todavía estaba arreglando sus maletas y eso que nos íbamos por un par de días. Sin avisar a nadie fui al aeropuerto donde el Jet de la empresa nos estaba esperando. Esas fiestas, pasábamos el año nuevo en la casa que tenían los abuelos en Brasil. Sol y playa para despedir el año.
Subí mi maleta y la azafata, María, se hizo cargo de ellas. Me dirigí a la cabina, donde Billy Black y su hijo, Jacob, estaban preparando todo para el despegue. Billy era amigo de mi padre desde que estuvieron en el ejército, mi padre como médico y él como piloto. Ellos ya habían entablado una amistad, así que cuando dejaron aquello, Carlisle, intercedió ante mi abuelo para que le ofreciera trabajo y, desde ese momento, se encargaba de pilotear el Jet.
—¿Ya estáis aquí? —preguntó Billy—. Pensaba que salíamos dentro de una hora.
—Sólo estoy yo, he salido antes de casa.
—Ok, de todas maneras iré preparando todo para el despegue.
Después de hablar un poco con ellos, volví a mi butaca, saqué mi crucigrama y me perdí en ese pasatiempo. El murmullo de mi familia acercándose me indicaba que debía terminar.
Mis padres entraron primeros cogidos de las manos, como dos adolescentes. Detrás venía Emmett con cara de pocos amigos, seguido por Mike, enganchado a la PSP que le regalé por su cumpleaños y Lauren con la cara de acelga que tenía permanente. Luego mi hermana Bree y Alice que iban hablando de moda o de algo que yo no tenía ni idea. Y por último, Jasper, cargando con las maletas de mano de las chicas.
Todos tomaron asiento. Emmett se sentó a mi lado, en los últimos sillones. Delante de nosotros oímos a Lauren pedirle al niño que apagara su juego porque íbamos a despegar y a él refunfuñando.
—¿Qué te pasa, hombre? —pregunté a mi hermano, que no paraba de suspirar a mi lado.
—Mi matrimonio se va a la mierda —respondió mirando por la ventana—. Echo mucho de menos a Rosalie.
—No tenías que haberte casado, en primer lugar.
—¿Tú que hubieras hecho si te amenazaban con desheredarte?
—Para empezar, sabes que Anthony es un cabrón y, la parte que corresponde a la herencia del viejo pasaría a papá, él no te la iba a negar.
—¿Y con el niño? —preguntó abatido—. ¿Te hubieras desentendido de él?
—No, joder. Llevaría mi sangre y sería un Cullen, no le faltaría nada, pero no me casaría con la madre.
—Lauren y yo discutimos todo el tiempo, nos medimos delante del niño pero él no es tonto y se da cuenta que las cosas no están bien.
—Pues lo que tienes que hacer es divorciarte. ¿Sabes algo de Rosalie?
—¿Qué quieres que sepa si no hablo con ella? No me contesta las llamadas. Quiero pedirle perdón.
—Suerte con eso.
Después de esa charla sobre el matrimonio fallido del grandulón, no volvimos a hablar de nada. Me sumí en un profundo sueño, mi cuerpo lo pedía, había estado toda la noche teniendo sexo con Jessica, mi novia… cuando me convenía.
Al llegar al aeropuerto de Brasil, nos estaba esperando Gustavo, el guardés de la casa, junto a su mujer Kaure. Se encargaban de mantener la casa en orden cuando la familia no la habitaba. Tras recorrer una cantidad de kilómetros, llegamos a la entrada de la casona, a orillas del océano.
Mi abuela salió a recibirnos, ella era la única que nos quería a todos por igual, pero yo era su favorito, la visitaba a menudo y la llevaba de paseo.
—Me alegro que hayáis llegado, me siento muy sola aquí —dijo una vez que entramos al gran salón.
—¿Todavía no han llegado Eleazar o James? —preguntó mi padre, mi abuela negó—. ¿Y papá?
—Hijo, tu padre llegó y se fue a la sucursal de Sao Paulo.
—No se preocupe, doña Marie, ahora estamos aquí para hacerle compañía. —Mi madre trataba de usted a mi abuela, a pesar que ella le había reiterado en muchas ocasiones que la tuteara.
—Me alegro, hija, que hayáis llegado y, además, estéis todos bien.
—Unos más que otros —dije cuando miré a mi hermano mayor que no tenía buena cara.
—¿Qué dice, hijo? —preguntó mi abuela, al parecer no lo había dicho en voz baja, como creía, para que nadie me escuchara.
—Nada, abuela, son cosas mías.
Tuvimos una charla más extensa con mi abuela, le contamos cómo habían ido nuestras vidas desde la última vez que nos vimos. Luego todos cogimos las maletas para llevarlas a la habitación, tenía suficientes habitaciones como para evitar compartirlas y cada una tenía su baño propio.
Subí corriendo a la que era mi habitación desde niño, antes la compartía con Jasper y Emmett pero eso fue cuando ellos tenían nueve o diez años, al fin era toda para mí. Tenía rasgos impersonales, porque apenas veníamos aquí, pero la consideraba mi santuario, donde venía cada vez que me peleaba con alguno de mis primos o mis hermanos.
Guardé en el armario las pocas pertenencias que había traído y me preparé para darme una ducha, la necesitaba para despejar mi mente. Me coloqué ropa cómoda y fui al salón a ver la tele, me encontré con Emmett allí, los demás no sabía dónde se encontraban.
—¿Dónde está la gente? —pregunté llamando su atención, estaba tan distraído que ni siquiera se dio cuenta que me había sentado a su lado.
—Lauren en la habitación de Mike, acomodando su ropa. Mike jugando en el jardín con Rudolf. —Rudolf era el perro de mi abuela, un Golden Retriever de cuatro años—. Mamá en la cocina, con la abuela y Kaure. Papá vigilando a Mike, Jasper se ha ido a la playa y las chicas hablando de moda en la piscina.
—¿Y tú qué haces aquí todo amargado? —Me dolía ver a mi hermano así y no poder hacer nada.
—Ya lo sabes, no aguanto este matrimonio y, para colmo, Rosalie va a venir a pasar año nuevo con nosotros.
—¿Qué? —Si la rubia venía, mi cuñada explotaría.
—Sí, está saliendo con un tal Royce King, nieto de un banquero importante que era amigo del abuelo, él es amigo de Marcus, al parecer el descerebrado de nuestro primo —no pude evitar reír—, los invitó.
—¿Sabes lo que va a pasar, no? —Mi hermano asintió—. Tranquilo, saldremos de ésta.
Decidí salir a relevar a mi padre del juego con su nieto, necesitaba que él y mi hermano tuvieran una conversación padre-hijo.
—Papá —lo llamé—. ¿Puedes venir un momento?
—Espera aquí, Mike, enseguida vuelvo, sigue jugando con Rudolf —le dijo a mi sobrino que seguía ajeno a mí—. Tú dirás.
—Necesito que hables con Emmett, no está bien y sabes que él no correrá a pedirte ayuda.
—¿Es por Lauren, no? —asentí—. Le advertí que no se casara, pero es igual de cabezota que tu madre.
Me reí al escuchar sus palabras. A Esme cuando algo se le ponía entre ceja y ceja, no había nadie que la hiciera cambiar de opinión. Sentí el suspiro frustrado de mi padre antes de seguir hablando.
—Iré a hablar con él, vigila a Mike.
Jugué con mi sobrino. Una hora después, niño y perro estaban agotados y nos metimos en casa, para merendar. Mi abuela hacía unas milhojas de muerte.
—Ío —dijo Mike con la boca llena, mi abuela le llamó la atención—. Perdón, Yaya. Dime tío, ¿qué hice mal con Emily?
—No lo sé porque yo no estaba, quizás no le gustas.
—Puede ser, tiene un niño mayor rondándole.
—Campeón, tu primera decepción amorosa…
Lauren apareció, exaltada en la cocina, asustándonos a todos.
—Cielito, estás aquí. —Besó la cara de mi sobrino repetidas veces—. Has dado a mami un susto de muerte.
—Si sigues tratándolo así, el día de mañana será un completo inútil —dije. Me ponía nervioso, lo trataba como si fuera un bebé indefenso.
—Si lo dejo mucho tiempo contigo, dejará preñada a alguna chica a los quince años.
—Me he tirado a unas cuantas mujeres y ninguna ha venido a endosarme ningún churumbel.
—Mike, vámonos, voy a prepararte para la cena. —La frígida se llevó al niño y las restantes personas que quedaron en la cocina soltaron risitas cómplices a mi favor.
La cena pasó sin complicaciones, estaba previsto el arribo de mis tíos para el día siguiente, por lo que decidimos acostarnos pronto debido al cansancio del viaje.
El gallo que Kaure tenía nos despertó a las seis de la mañana, ¡maldito gallo!, con lo rico que estaría en un caldo. Me levanté como un zombi y corrí a la ducha para bajar a desayunar. Todo el ambiente olía a las tortitas de mi abuela, las que solía hacer cuando pasábamos los veranos con ella. En la cocina estaban todos menos mi hermano, Jasper, que como siempre se le habían pegado las sábanas.
Alrededor de las nueve de la mañana, Gustavo se fue al aeropuerto a recoger a James, no tardó mucho en llegar a casa con los nuevos inquilinos. Victoria llevaba de una mano a Maggie y dentro de la tripa bien acomodados a los mellizos, Leah y Seth, al parecer mi tío, había hecho "diana" y además doble. Venía con una sonrisa en la cara, a pesar de estar en la semana treinta de embarazo. Detrás iba Benjamín, mi adolescente primo de diecisiete años y con el que, a pesar de llevarme diez años, tenía un buen trato. Junto a ellos venía Laurent, el amante de James, lo último que me faltaba.
Esta casa iba a convertirse en Sodoma y Gomorra, entre el amante de mi tío, la novia de mi primo acosándome, mis padres como dos putos adolescentes, aunque mi padre tendría que usar viagra para que se le levante, un completo caos.
Saludé a los recién llegados, que fueron a descansar, sobre todo Victoria. Maggie y Mike, se pusieron a jugar, pese a ser tía y sobrino, eran de la misma edad y se llevaban de maravilla.
—Edward, ¿puedo hablar contigo? —me llamó James, guiándome hasta la biblioteca—. Me gustaría pedirte que no dijeras nada sobre Laurent.
—¿Quién te crees que soy?, ¿un puto chivato? —le grité—. Lo que no entiendo… ¿por qué lo has traído? Espero que sepas comportarte, cuando el abuelo se entere que se la estás chupando a un tío para luego metérsela por el culo, es capaz de matarte aunque seas de su sangre.
—Lo sé, por eso te pido que no digas nada, no prometo que no voy a follármelo, desde que Vicky está embarazada es al único al que me puedo tirar, pero al menos prometo ser menos ruidoso, ya le he elegido la habitación más apartada de la del resto para eso.
—Es tu vida la que está en riesgo, haz lo que quieras.
Salí de esa habitación, tenía que sacarme la imagen de mi tío follándose a un hombre que me había creado, me estaban entrando ganas de vomitar. No era homofóbico pero, joder, se trataba de mi tío. Podía ver perfectamente a dos tías teniendo relaciones pero no me gustaban los maromos.
Después de ver dos pelis porno, pajearmela con ellas y ducharme, bajé a comer. Esa vez la mesa estaba más llena y Benjamín estaba a mi lado, me estaba contando lo que había hecho con su última novia. La puerta se abrió de golpe y por ella entró mi abuelo, seguido de los Cullen-Denali. Mi peor pesadilla en persona, Bella, y Rosalie del brazo de un tipo grandullón y muy bien vestido.
Las reacciones de la mesa fueron diversas, hubo algunos que no se inmutaron, mi madre y Lauren se tensaron, la primera por ver a mi tía Carmen y la segunda por ver a Rosalie, aunque la veía del brazo de otro hombre ella no podía estar tranquila. Alice se alegró de ver a sus dos mejores amigas.
Yo tragué grueso al ver a mi peor pesadilla, estaba más buena que la última vez que la vi y, hombre, uno no era de piedra y mi amiguito tuvo que hacer acto de aparición. Emmett sonrió cuando vio a Rosalie, pero la sonrisa no le llegó a los ojos. Mi hermana también se alegró de ver a mis primas, las tres Ángeles Denali, como ellas se habían autodenominado, aunque se llevaban un par de años, tenían gustos parecidos. Mi abuela, frunció su ceño, señal que estaba enfadada y posiblemente con mi abuelo, aunque se quisieran mucho, la adorable anciana, era una mujer de armas tomar y no perdonaba ciertas cosas, como por ejemplo los modales.
—¿Te parece que son formas de entrar en casa, como si fueras un bárbaro? —regañó, tuve que disimular una risa.
—Perdona, pimpollito, pero Eleazar, Carmen y los chicos llegaron a la empresa esta mañana y tenía que venir a contártelo.
—Hola, papá, mi familia y yo, también estamos bien —dijo mi padre, a pesar que le dolían los desplantes de su padre, se lo tomaba con humor y sarcasmo—. Y la de James también.
—Ah, hola, Carlisle —dijo sin mucho entusiasmo. Mi abuelo no perdonaba a mi padre por hacerse cirujano. Él quería que sus tres hijos estudiaran economía, administración y dirección de empresas, para que ellos se hicieran cargo de la empresa familiar, cuando él muriera o se retirara—. No te había visto.
—Nunca me ves, papá, y al parecer a tus nietos y bisnieto, tampoco.
—Carl, papá no ve más allá de su hijo mayor y su rebaño —dijo James, que también estaba molesto por el mismo motivo que mi padre, él había estudiado arquitectura.
—Hermanos, la envidia os corroe las entrañas. —No soportaba a mi tío Eleazar, siempre iba con esos aires de superioridad, me daban ganas de bajarlo de la nube de un guantazo.
—¡Uy, sí!, te tengo tanta envidia que no sé si voy a poder dormir hoy.
—Oh, pobre Esme, tendrá que aguantarte despierto toda la noche.
—¡Eleazar, basta! —gritó mi abuela—. Respeta a tus hermanos, no te eduqué así. Desde que te casaste te volviste un desconocido para mí, aunque parece que tu padre te prefiere así.
—Mamá, ¿estás insinuando que Carmen es una mala influencia para mí?
—Sí. Y una muy grande. —Mi abuela estaba roja de la ira—. Si venís con esos aires de grandeza, os tendré que echar de esta casa.
—Mujer, no puedes hacer eso —se quejó mi abuelo. Siempre había mostrado favoritismo por su primogénito y por Marcus, que fue su primer nieto.
—Y tú cállate si no quieres marcharte con ellos. —Anthony miraba a su mujer desafiante, pero ella siempre salía vencedora—. Quiero que en esta casa haya paz, tenemos a una mujer embarazada y además estamos en época navideña.
Ese fue el fin de la discusión. Cuando los recién llegados estuvieron acomodados en la gran mesa, retomamos el almuerzo.
Delante de mí se sentó el demonio, que pronto comenzó con sus dotes de seducción. A pesar que la mesa era ancha y con su metro sesenta, logró que su pie llegara a mi entrepierna, que comenzó a endurecerse debido a la atención que la despampanante castaña le estaba proporcionando, me tensé y por poco me atraganté con la comida. Logré capear el temporal, hasta que subí a mi habitación a descansar un rato, como había hecho la mayoría.
Por la tarde, mis hermanos, mi primo Benjamín y yo, nos acomodamos en el salón, a ver una película de coches, que estaban echando por la tele.
Mi padre estaba con el tío James. Mi hermana con los ángeles Denali. Alice con Bella y Rosalie. Mi tío Eleazar con su hijo, su amigo y mi abuelo. Y, mi madre y mis tías, en la cocina, preparando la cena con la ayuda de Kaure.
Lauren estaba vigilando a Maggie y a Mike, pero con un ojo en el grandulón, no fuera que decidiera salir corriendo en busca de la rubia.
La cena pasó sin contratiempos, esa vez la castaña se sentó en la otra punta y pude cenar tranquilo. Como siempre Eleazar, Marcus, Royce y Anthony se fueron al despacho sin invitar a nadie, igual no nos importaba no estar allí con esa pandilla de hipócritas.
Vi a Emmet acercarse a Rose que estaba en la piscina mirando las estrellas, suponía, miré a mi alrededor por si Lauren aparecía y la vi bajar las escaleras, estaba arriba acostando a Mike. Tenía que entretenerla, al parecer el acercamiento de mi hermano a su ex estaba siendo algo fructífero y no quería que la loca lo estropeara. En ese momento, Jasper salió de la cocina y lo utilicé para mi propósito, él se encargó de entretenerla.
Después de lo que parecieron horas, Rosalie entró por la puerta del jardín seguida inmediatamente por Emmett. Lauren se puso roja de ira cuando su marido entró con una gran sonrisa detrás de la rubia, esa noche iba a haber pelea, seguro. Mi hermano se quedó blanco como la cal cuando se dio cuenta.
Cuando subí a mi habitación, oí gritos desde la que ocupaban Lauren y Emmett y, como buen chismoso me acerqué a la puerta.
—¿QUÉ PENSABAS, TIRARTELA BAJO EL MISMO TECHO DONDE ESTÁ TU MUJER?
—¿QUÉ MUJER, LAUREN? YO NO TENGO MUJER.
—¿NO? ¿Y YO QUÉ SOY?
—¿TÚ?, UN PUTO YUGO QUE NO ME DEJA VIVIR.
—SOY TU ESPOSA, TENEMOS UN HIJO EN COMÚN.
—LO ÚNICO QUE NOS UNIRÁ A PARTIR DE AHORA SERÁ EL NIÑO, PORQUE CUANDO VOLVAMOS A SEATTLE ESTE MATRIMONIO SE HABRÁ TERMINADO. —Me alegraba que mi hermano hubiera tomado esa decisión, al fin—. ¡Y NO HAY VUELTA ATRÁS!
—ME LLEVARÉ AL NIÑO CONMIGO —amenazó la que, en breve, sería mi ex cuñada—. ¡NO TE DEJARÉ VERLO!
—No estés tan segura de eso, porque haré lo que sea para que se quede conmigo —sentenció mi hermano con hielo en su voz.
—ERES ESTUPIDO, EMMETT, NO QUIERO VOLVER A VERTE NUNCA, ¡FUERA DE ESTA HABITACIÓN!
—Tranquila, no me verás más. —Oía puertas abriéndose y cerrándose, suponía que era mi hermano con el armario—. Esta noche puedes dormir aquí, yo iré a dormir con Mike.
En ese momento supe que tenía que irme si no quería que mi hermano viera que era un chismoso. Salí disparado hacia mi habitación, sin saber que tenía una gran sorpresa en mi cama.
Cuando entré, Bella estaba acostada con un minúsculo camisón, que no tapaba prácticamente nada.
—¿Qué haces aquí? —Mi voz salió ronca.
—Necesito compañía —dijo sugerente.
—Pues para eso tienes a Marcus. —Cerré los ojos, no quería ver ese cuerpo del pecado.
—Marcus no está. —Se levantó de la cama y se acercó moviendo las caderas
—Claro y vienes a que yo te caliente.
—No lo hubiera dicho mejor.
Se colgó de mi cuello e intentó besarme, no era fácil resistirse pero lo logré, no quería que nadie irrumpiera en mi habitación.
—Edward, no te resistas, sé que te mueres por poseerme. —La muy bruja puso su mano en mi entrepierna, que me traicionaba de nuevo—. Además, tu primo ya lo sabe.
—¿Mi primo sabe que le vas a ser infiel? —La erección menguó de inmediato.
—Sí, por si no lo sabías, tu primo es gay y en este momento está follandose a Nahuel.
—¿El hijo de Kaure y Gustavo?
—Ese mismo. Y yo estoy sola y necesitada.
Si hubiera sido más joven que ahora, un adolescente hormonal, hubiera caído en la trampa pero ponía en duda que mi primo fuera gay. Con todo el dolor de mi corazón la eché de la habitación.
Quería dormir tranquilo por una maldita vez en ese viaje, para ello eché el seguro a la puerta, no me fiaba de esta mujer.
