See You Soon

Era una guerra perdida. Arturo lo sabía. Gaius lo sabía. Sabía que sus días como rey finalizarían tan pronto como pisara el campo de batalla.

Durante sus años como gran rey, Arturo cuido de su pueblo, se preocupó por él, fue cariñoso con los niños, generoso con los ancianos.

Era un gran rey. Había sido un gran rey. Posiblemente, el rey más grande que haya pisado el mundo en el que vivimos. Fue por eso mismo, que Gaius supo que no todo duraría. Las sonrisas, las risas no durarían para siempre.

Así que, finalmente, cuando el Gran Dragón predijo el fatal destino, Gaius solo pudo aceptar. Pues todo lo bueno tenía un fin.

Se preparó una y mil veces para oír de bocas ajenas la trágica muerte del gran rey. Gaius estaba preparado.

Pero… ¿quién iba a prepararlo para asumir lo que veía?

Gaius se preparó para la muerte de Arturo. Se preparó para observar cómo caía en el campo de batalla, con una sonrisa en sus labios y su usual orgullo a flor de piel.

Por eso, cuando requirieron su presencia en un campo de batalla devastado, fue preparado física y mentalmente. Se preparó.

Pero no para eso.

No se preparó para observar como un desconsolado Merlín dejaba escapar un sinfín de lágrimas junto al cuerpo inerte de su rey. Como gritaba y se aferraba a él para que nadie cometiera la osadía de tocarlo.

No estaba listo para observar cómo, el que fue mucho antes su aprendiz, moría de pena.

Porque Arturo había sido, para él y para su pueblo, el rey más grande que pisó Camelot. Pero Gaius sabía que para Merlín siempre había sido mucho más que eso.

Porque sus destinos fueron entrelazados desde tiempos inmemoriales. Porque sus destinos siempre estarían unidos. Pasase lo que pasase.

Y Merlín lo sabía.

Y precisamente por eso, cuando la última lágrima que quedaba abandono su rostro, el mago solo pudo decir:

— Hasta pronto.