.

Ellos tres

A CieloCriss, 100 drabbles michishiro

Disclaimer: Digimon no es mío


I. Primeros años


Una enorme mata de cabello rojo sobresalía en el grupo de los integrantes nuevos del taller de fútbol. Taichi no pudo contenerse. Sin pensarlo dos veces y porque es muy impulsivo, corrió hasta ese chico de mofletes inflados y revolvió su incendiada melena.

—¡Qué cabello tan genial tienes! ¡Pensé que ardería!

Así fue como Taichi conoció a Koushiro.

.*.*.*.

En el club de canto había una chica con una voz divina. Tan hermosa y delicada, decían que era una princesa. Taichi oyó los rumores y quiso conocerla, él nunca había visto a alguien de la realeza. Pero Koushiro, quien no sabe la importancia intrínseca de las ilusiones, le cortó las alas rápido con dos frases sin malas intenciones:

—Es Mimi-san, una chica de mi grado. Y le dicen princesa porque nos trata como si fuésemos sus vasallos.

Taichi nunca había oído hablar a Koushiro mal de nadie. Koushiro dijo que era objetivo. Taichi buscó «objetivo» en el diccionario y no entendió ni papa.

.*.*.*.

Koushiro descubrió a Mimi llorando a los pies de la escalera que conducía a la azotea. Se escondió en un recodo y se debatió entre seguir de largo, o actuar como caballero y consolarla. No alcanzó a decidirse, Taichi le descubrió antes.

—¡Eh! ¿Qué haces allí agachado, Mofletes?

Koushiro le jaló del cuello de la camiseta y posó un dedo sobre sus labios. Un llanto ahogado recorrió los largos pasillos de la primaria y a Taichi el coraje le escurrió líquido de sus poros.

—¡Quién está allí! ¡Cuidado que me han enseñado una plegaria!

Taichi pensó que por los pasillos rondaba un fantasma.

.*.*.*.

La princesa Mimi no entendía que una chica tan gorda se llevase el protagónico y lloraba por ello. Lloraba porque Mimi era más bonita, con mejor voz, y había ensayado tanto para el papel que no sabía qué fue mal en la audición. Interpretar una aldeana sin nombre era una humillación. Quería cambiarse de escuela, todo fue un complot.

—No es la gran cosa Mimi-san, la mayoría nos dormimos con las obras de la escuela —empezó Koushiro. Taichi le cerró la boca con una patada en las canillas.

Mofletes quiere decir, que desde ahora todos nos dormiremos en plan venganza, querida Princesa.

—Por favor, no me llames así —dijeron Koushiro y Mimi al unísono.

Taichi se impresionó de la sincronía, y con sus once años, se autodenominó el «señor conector de las almas».

.*.*.*.

Si le preguntan a Koushiro por qué es amigo de Taichi, dirá que no tuvo opción, Taichi llegó y se quedó. Si le preguntan por qué es amigo de Mimi, dirá lo mismo: Taichi la invitó a almorzar con ellos y ella también se quedó. Por suerte nadie ha preguntado. A su corta edad albergaba la desconcertante sensación de ser incapaz de elegir lo que ocurriría en su vida. Parecía que todo llegaba según lo que otros decidían, y a él no le quedaba más que asumir y adaptarse como podía.

Entonces, como si no fuese suficiente lidiar a diario con dos amigos impuestos, sus padres llegaron con una mala noticia.

.*.*.*.

Algo le ocurría a Koushiro, Mimi no sabía qué hacer.

Koushiro cada vez hablaba menos, Taichi estaba de los nervios.

Le regalaron un computador portátil y él tecleaba y tecleaba y tecleaba. El computador hacía bi-bop-bi y él no se despegaba de la pantalla.

—Debemos, ya sabes, secuestrarle esa pineapple y destruirla. Es lo más objetivo.

—Estás empleando mal esa palabra, Taichi-san.

No era normal que Mimi corrigiera a Taichi. Estaban todos muy preocupados.

.*.*.*.

A ratos, Taichi piensa que Mimi y Koushiro son unos maleducados. Taichi era después de todo un senpai. Quería ser llamado «Taichi-senpai», pero Mimi y Koushiro insistía con el «san».

—Taichi-san, ayúdame con este ejercicio por favor —decía Mimi

—Solo si me llamas Taichi-senpai.

Y ella, desesperada, no tuvo alternativa:

—¡Taichi-senpai! ¡Por favor! ¡No entiendo matemáticas!

Senpai Taichi dejó el balón a un lado para recibir los apuntes de kouhai Mimi. Porcentajes, ugh. Kouhai Koushiro despegó los ojos de su computadora y observaba a Senpai Taichi. Senpai tuvo una gran idea.

—Esto es muy fácil Mimi-kun, si te piden el 25% entonces… —presionó botones de la calculadora— si no te da 88 quiere decir que está mal ¿lo ves? Ahora tú.

—Me siento estafada —dijo Mimi.

Koushiro resopló, le quitó los apuntes a Taichi, y tal como el gran senpai pronosticó, kouhai Koushiro dejó el computador a un lado y le explicó la materia a kouhai Mimi.

.*.*.*.

—Vi lo que hiciste, Taichi-san. Me refiero a los porcentajes.

—No sé de qué hablas, Mimi-chan.

Koushiro, quien escribía en su computadora, esbozó una sonrisa.

Todos sabían de qué estaban hablando todos.

.*.*.*.

Taichi veía noticias con su orudo man. Escuchó el término de una película americana, y a su padre le hacía gracia que hablase en lenguas foráneas.

—Querrás decir old man —corrigió Mimi con una pronunciación sacada de las mismas películas americanas—, como dejé el club de canto mis padres me obligan a ir a un instituto de inglés después de clases. Es un fastidio.

—Es genial —se le escapó a Koushiro—, ¿puedes decir alguna frase larga?

Mimi se cruzó de brazos. No conocía tantas palabras todavía.

Thank you for teach me math the other day. When you speak more than three words, I feel happy-happy.

Koushiro se sonrojó. A Taichi no le importaba qué significaba aquello, fue tan genial escucharle hablar que le pidió a Mimi que le ayudase a memorizarla para decirla más tarde a su orudo man.

.*.*.*.

Cuando Mimi no tenía nada que hacer, se metía con el almuerzo casero de Koushiro. Le picaba las mejillas regordetas con sus palillos y decía:

—Deberías cuidar lo que comes ¿no crees, Mofletes? Estás un poco rechoncho.

—Mimi-san no me pinches. El médico dice que estoy bien.

Una de las cosas que más temía Taichi de graduarse, es que los almuerzos divertidos que tenía con Mimi y Koushiro, se quedaran con Mimi y Koushiro. Sora y Yamato eran simpáticos, pero no tan divertidos.

.*.*.*.

—Es extraño la primaria sin Taichi-senpai.

—¿Por qué le llamas así?

—Porque no está aquí.

Koushiro probó a decir «Taichi-senpai» en voz alta pero sonó demasiado raro y el sonido se atoró en la mitad de la palabra. En labios de Mimi todo sonaba bien.

—No debiste retirarte del club de canto, Mimi.

A Mimi le gustaba Koushiro. Siempre salía con comentarios inesperados en momentos inesperados.

.*.*.*.

Taichi llegaba los sábados a casa de Koushiro contando anécdotas increíbles que solo le ocurrían a él. Koushiro fingía no oír, y Taichi sabía que fingía.

Mimi aparecía a las cinco de la tarde cargando una cesta a rebosar de dulces caseros. Taichi se los comía a dos manos; Koushiro evitaba derramar migas sobre el teclado.

—Si vas a regalar chocolates para San Valentín, me gustaría recibir un chocolate casero de la Princesa Mimi —dijo Taichi un día que se volvió loco.

Mimi se ruborizó. Y Koushiro también lo hizo.

.*.*.*.

Si le preguntan a Mimi si piensa que su amistad con Koushiro y Taichi durará por siempre, no quiere responder.

La define como una conexión sin necesidad de cercanía física. Mimi no tiene actividades extracurriculares y cuando no está en inglés pasa sus tardes en casas de amigas como Sora. Pero llegada la noche, toma el teléfono y pasa largas horas conversando con Taichi y Koushiro.

Conexión es lo que necesitan. Una línea telefónica, espacios vacíos comunes en sus agendas.

Entonces sus padres salen con que se mudan a América. Mimi suspira y deja el esmalte de uñas a un lado. Le dijeron en geografía que allá en América es noche cuando en Japón es de día. Los espacios comunes en las agendas se ven reducidos a cero, y su madre le ha dicho que sale muy caro una llamada que atraviese el océano.

.*.*.*.

—¿Alguien sabe de constelaciones? —preguntó Taichi mirando al cielo. Pidió un telescopio para navidad, y eso fue lo que recibió. Nunca imaginó que tuviese un tablero lleno de botones, y que enfocar fuese una tarea compleja.

Koushiro y Mimi intercambiaron una mirada.

—Puedo investigar al respecto —dijo Koushiro.

—A mí me gustan las estrellas, se me hacen tan románticas —Mimi se inclinó sobre el lente del telescopio—, pero por aquí no se ve nada.

Taichi a quien nada lo desanimaba, frotó sus manos y ordenó los cargos. Koushiro se aprendería las constelaciones y las historias tras ellas, Mimi hallaría el modo de enfocar con el telescopio, y Taichi se preocuparía de transportarlo porque el instrumento era muy pesado para un mofletes hinchados y una princesa.

Koushiro y Mimi volvieron a mirarse.

—Mimi-san ¿cambiamos tareas?

—Koushiro-kun, por favor.

.*.*.*.

Mimi no sabía si a Koushiro le gustaban los regalos que le daba. Era muy cortés, recibiría cualquier obsequio con vergüenza en sus mejillas. Buscarle obsequios a Koushiro era una de las tareas más complejas.

Taichi pensaba todo lo contrario. Mimi quiso matarlo.

—¿Le vas a regalar una zanahoria para su cumpleaños? ¡Es el colmo!

—No es una zanahoria, es un kilo de zanahorias.

Koushiro resbaló de su silla de la risa que le entró al encontrarse con tanta raíz naranja. Y fue allí que Mimi comprendió, que el regalo de Taichi fue un momento para desconectar de la realidad y reír con sinceridad. No es normal tanta seriedad en un chico de doce años.

.*.*.*.

Estaban en la habitación de Mimi. Sentados los tres en la cama, viendo una película, comiendo zanahorias. Koushiro no lo pudo retener por más tiempo y no esperó a un comercial para confesar que era adoptado. El televisor siguió pasando imágenes después de eso, y las manos de Koushiro se retorcían inquietas sobre su regazo.

Taichi deslizó un brazo por los hombros de Koushiro y lo estrechó a su lado; Mimi se acercó a él y le dio un beso que, por un mal cálculo, quedó marcado cerca de los labios. Por detrás de la espalda de Koushiro, el codo de Mimi había rozado el brazo de Taichi.

Fue una sensación cálida.

.*.*.*.

Ya que se estaban sincerando, Mimi también contó su secreto.

—Me mudo. Vamos que me voy. A Norteamérica. Por eso tanto cursito de inglés. Y… y…

Se puso a llorar allí. Koushiro observó con aprensión a Taichi.

—Mimi-chan no estés triste. Es una buena noticia. ¡Los yanquis! ¡Los vaqueros! A ti eso te tiene que gustar ¿sí? Dime entonces, por qué lloras.

—¡Porque cuando acá es de día allá es de noche y las llamadas que atraviesan el océano son caras! ¡Así jamás vamos a poder hablar!

—Pero ¿qué dices? Seamos objetivos, cuando estamos al teléfono solo tú hablas y nosotros te escuchamos. Desde ahora nos empezaremos a escribir cartas.

Koushiro y Mimi se cayeron de espaldas. Era la primera vez que Taichi empleaba bien la palabra «objetivo».

.*.*.*.

Querida Mimi: este es un ejemplo de carta. Lo hice rasgando una hoja, tomando un lápiz, y uniendo palabra con palabras. No es tan difícil. Inténtalo tú — Taichi-senpai, conector de almas.

Taichi-san: este es un ejemplo de correo online. Se enciende el computador, se entra a un navegador, con los dedos se presionan teclas para formar palabras, se verifica que exista conexión a internet y se manda la carta. Esta muestra fue impresa con motivos pedagógicos, pero es altamente recomendable que te crees una cuenta de correo electrónico — Mimi y Koushiro, cibernautas.

Taichi arrugó el papel y lo lanzó al tacho de basura.

.*.*.*.

Taichi observó a Koushiro. Una vez en Estados Unidos, Mimi se repondría rápido de sus depresiones. Saldría de compras con sus padres y se tomaría muchas fotos. Olvidaría rápido, haría amigos. Koushiro seguiría escribiendo en su computador y por fuera parecería que no tiene problema, pero Taichi sabía que no los tendría.

—Yo también me pondré muy triste —le confesó Taichi—, por fortuna nos tenemos el uno al otro.

Recorrían el centro en busca de un regalo de despedida para Mimi. No encontraron nada. Subieron y bajaron escalones por todo el centro comercial, el día se sintió muy pesado.

.*.*.*.

Mimi reclinó el asiento del avión y se colocó los audífonos. Pasaban una película que ya había visto. La película con la que Koushiro confesó que era adoptado.

A ella le habría gustado decir algo en ese momento. Una palabra de aliento, una frase en inglés. Pero tanto ella como Taichi optaron por un gesto físico, y a ratos Mimi se cuestionaba si eso había estado mal o bien.

Se quitó los audífonos. No tenía ganas de ver esa tonta película sin Taichi ni Koushiro.

.*.*.*.

En su primera carta, Mimi detalló las características de su nueva casa. Vivía en un penthouse, tenía servicio, y las celosías eran blancas. Sin embargo, no había construido un genkan a la entrada.

—¿No hay? —Taichi se acercó a leer la pantalla.

—No hay, eso dice.

—¿Y dónde dejará sus zapatos al llegar a casa?

En la primera carta que Koushiro y Taichi le escribieron en conjunto a Mimi, le preguntaron sobre ese importante tema. Ignoraron otros asuntos que trataba la carta, como los amigos que ya había hecho, su nueva mascota, y las tiendas que visitaba con mayor frecuencia.

Las costumbres japonesas eran importantes, por algún motivo.

.*.*.*.

Mimi se divertía mucho.

A veces pensaba «A Taichi-san y Koushiro-kun les gustaría saber esto» entonces encendía su computadora y escribía. Le respondían casi enseguida, y ella sabía que se debía a Koushiro.

Pero a ella, cada vez le daban menos ganas de encender la computadora y escribir.

Es que… se estaba divirtiendo muchísimo.

.*.*.*.

Taichi instaló el telescopio en la cima de una colina. Koushiro fijó las coordenadas en el telescopio. El universo, pensaron ambos, es vasto. Y las nebulosas, cuando das con ellas, muy hermosas.

—Lástima que no esté aquí Mimi-chan —suspiró Taichi—, ella era la que se sabía los nombres de las constelaciones.

—¿Crees que allá se vean las mismas constelaciones que acá?

—No lo sé.

Koushiro cruzó sus brazos tras la cabeza y se recostó en la hierba. Su cabello revuelto le recordó a Taichi el día que se conocieron. Pero ahora estaba más alto, y sus mejillas se habían desinflado.

Cuando se lo dijo a Koushiro, él le respondió que entonces se cortaría el cabello

.*.*.*.

… Entonces Koushiro llegó con el cabello corto. A propósito ¿allá en tu país se ven las mismas estrellas que aquí? Taichi-senpai.

Mimi leyó la carta justo antes de irse a una fiesta. Olvidó responderla a la vuelta

.*.*.*.

¿Se ha olvidado de nosotros, Taichi? Fue lo que pensó Koushiro.

—Está muy ocupada—respondió Taichi a la pregunta que jamás salió de los labios de Koushiro—. Como tiene ahora que pensar en otro idioma, seguro se le hace más difícil cambiar al chip japonés, especialmente si ya no se quita los zapatos. No le des tantas vueltas, nos tenemos a los dos.

—Tus teorías son muy tontas —Porque a Koushiro lo que le impresionó fue la respuesta en sí, no que le haya dado una.


25/100 drabbles.

Nota sobre los honoríficos para las almas perdidas:

-Chan: honorífico usado para llamar a alguien (normalmente mujer o niño) de modo afectuoso.

-Kun: honorífico usado para llamar a un hombre de modo afectuoso, o bien a una persona de rango inferior.

-San: honorífico más común, empleado para referirse a alguien de modo respetuoso.

-Senpai: para referirse a una persona de mayor rango o jerarquía. Por ejemplo, alguien que cursa un grado superior.