Título: Rutina
Resumen: Él siempre volvía, se dice. Siempre. Pero el miedo permanente de que aquella rutina frágil y burda se hiciera añicos un día incierto estaba allí, anidado en su pecho.
Palabras: 438 by word.
Advertencias: Ninguna, salvo por el contenido shonen ai del drabble.
Notas y datos anexos: No hay mucho que agregar. Hace tiempo que no escribo de hetalia y es grato regresar a estos lares, sobre todo con uno de mis OTP (de quienes, por alguna razón, no había escrito). La inspiración me nació de la canción "Im coming home" de P Diddy & Skaylar Grey aunque al final terminó en algo completamente distinto (de todos modos el resultado me gustó mucho). Sin más, a leer mis cosos angustiosos si es que alguien lo hace...

Enjoy~


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Rutina
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Hay veces, quizá demasiadas, que Austria no puede evitar apretar los labios con severidad cada que escucha el sonido de las botas militares de aquel indeseable individuo desaparecer entre las grandes y finísimas puertas de madera obscura de la casa germana, dejando el lugar sumido en una tranquilidad antinatural cada vez más común.

Siempre como una sombra nebulosa, incierta e indudablemente firme.

Él no mira hacia atrás, nunca. Y el castaño jamás voltea la cabeza cuando se percata de que el albino detiene su marcha sólo unos instantes, justo frente a la sala de música (su sala de música), acompañado de un silencio tenso antes de perderse entre la bruma matutina

(Porque siempre lo hacen, ambos)

Entonces Roderich inhala profundamente, con sus orbes violetas fijos en la impoluta superficie del piano antes de deslizar sus dedos con maestría, acariciando las teclas del instrumento suavemente, disfrutando de cada nota; aquella melodía melancólica que era tan terriblemente parecida un réquiem.

La rutina se repite, todos los días. Siempre, a la misma hora, con la misma sonata obscura como única despedida y, las mañanas que siguen a ésa, cuando él ya no está, las notas mortecinas del piano inundan cada recoveco de la casa alemana.

Mientras tanto Prusia regresará luego de un par de días, quizá semanas. El albino únicamente logra dormitar por las noches; Roderich lo sabe porque puede escucharlo vagar por los pasillos, detenerse frente al portillo de su habitación y retirarse sin más; entonces él suspiraría, arrebujaría entre las cobijas y no volvería a conciliar el sueño hasta casi dos o tres hojas después. A la mañana siguiente, él volvería a partir a cumplir con su deber como soldado alemán.

Austria inhala hondamente, dejando en el aire las últimas notas flotando en incertidumbre, tan carentes de la armonía que empapaba a sus interpretaciones. Tiene la cabeza gacha, su piel ha empalidecido luego de poco más de tres semanas en vela (y de que el prusiano indecente se fuera al frente francés) y el cansancio que inunda sus aristocráticas facciones le hace ver desgravado aún cuando está tan pulcro como siempre.

Es cuando el castaño se levanta del fino banco de cedro, con los ojos cerrados y los puños crispados con fuerza. Se reprende en silencio antes de fijar su mirada en el vacío. La razón se impone firmemente a esa vocecilla molesta que no le deja dormir por las noches, cuando las pesadillas le asaltan.

Él siempre volvía, se dice. Siempre. Pero el miedo permanente de que aquella rutina frágil y burda se hiciera añicos un día incierto estaba allí, anidado en su pecho.

Siempre.