Cosas de gnomos
PruePhantomhive
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(Resumen)
Peter Pan y Malcolm nunca fueron la misma persona y, cuando por fin logran arrancar al primero de las garras del segundo, Killian debe lidiar con la verdad de que son «almas gemelas»… con todo y sus rarezas —sobre todo las de Peter, que se las arregla para meterse en las situaciones más descabelladas—.
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Peter Pan existía en Nunca Jamás desde mucho antes de que Malcolm usara a Rumplestiltskin para llegar a la isla y la Sombra, en una batalla campal eterna contra aquél de quién se separó hace tiempo, le ofreciera el cuerpo de Peter para habitar, viendo, en eso, la oportunidad de deshacerse del muchacho de una vez por todas.
Al enterarse, en medio del gran problema que representó el rapto de Henry, a quien Pan — ¿o Malcolm?— quería usar para adueñarse, ¡por fin!, del cuerpo del «adolescente» totalmente, Killian no supo qué pensar, sobre todo tomando en cuenta el tipo de relación que tuvo con Peter desde que lo conoció y el pequeño demonio descarado comenzó a usarlo para realizar su trabajo sucio.
¿Con quién convivió todo ese tiempo: con Peter Pan o Malcolm? Meditar demasiado al respecto le hacía sentir náuseas, sobre todo al saber la relación consanguínea que había entre Malcolm, Rumplestiltskin y Neal. ¡Mierda! ¿Su vida siempre se entrecruzaría con la de esa familia maldita? Primero Milah, el Cocodrilo, luego Neal, Henry, Emma…
—Peter Pan no es mi padre —explicó Rumplestiltskin, siguiéndolo por la selva hasta un claro, donde Killian se derrumbó contra un montón de rocas húmedas, pescando la licorera de entre sus ropas para beber un gran sorbo—. Es un espíritu nativo de éstas tierras, con un cuerpo material que mi padre tomó a la fuerza por medio de magia, así que sus personalidades, almas o como quieras llamarlas están juntas en su interior, combatiendo para tomar el control. Gracias a la Sombra, mi padre ha ganado la mayoría de las veces, pero Pan es fuerte y se le resiste.
Killian volvió a sentir el impulso de vomitar, pero lo escondió tras una tos húmeda que limpió de sus labios con el dorso de la mano. Tenía la mente llena de recuerdos, de momentos que compartió con Peter en ése mismo sitio, y pensar que pudieron ser con una persona completamente distinta a la que creyó lo hacía sentir… burlado y con un impulso enorme de saltar de un acantilado. Había muchos disponibles a la redonda, así que quizás lo intentaría después, sobre todo tras escuchar la confesión de Emma en la Cueva de los Ecos.
Amó a Peter hace mucho y, en la actualidad, estaba enamorado de ella, pero el corazón de la mujer le pertenecía a alguien más…
Un sujeto como él, un villano, como lo llamaban los otros, jamás tendría un final feliz, simplemente porque no nació para ello.
— ¿Por qué me dices todo esto? —Le preguntó al señor Gold, mirándolo a los ojos.
El hombre sólo se encogió de hombros e hizo un gesto indiferente con la cabeza.
—Porque, si queremos recuperar a Henry y evitar que mi padre lo use para conseguir el cuerpo de Pan y, con eso, dominar la magia de la isla y usarla a su voluntad, necesitamos traer el alma de Peter a la superficie para que someta a la de mi padre y la expulse de su ser de una buena vez. Sólo así salvaremos a mi nieto y evitaremos un mal mayor —explicó, lacónico, cruzándose de brazos.
Killian siempre tenía la sensación de que la forma en que Gold lo miraba era la misma que usaba cuando se trataba de insectos rastreros.
— ¿Y por qué me estás explicando el plan a mí cuando es obvio que la Reina Malvada y Swan deben ser las más ansiosas por escucharlo? —Lo único que quería era quedarse a solas para regodearse en su desdicha y desconcierto.
Siempre hubo un hilo en su alma, en su corazón, tirando de él hacia Peter, pero, ¿era a Peter en realidad? Es decir, tuvo una relación con la esposa de Rumplestiltskin: hace mucho las líneas de separación entre los miembros de la familia se difuminaron y, por lo poco — ¿o mucho? —que pudo descubrir de Malcolm — ¿o de Peter? —, el hombre estaba dispuesto a hacer todo con tal de ver cumplidos sus planes.
Demonios. El asco se volvió demasiado grande en su interior y, ésta vez, tuvo que ponerse de pie como un rayo para ir a vomitar detrás de un árbol.
—Como ya dije, Peter Pan no es mi padre —repitió Gold, mirando en otra dirección para permitirle conservar un poco de dignidad—, pero su cuerpo está dominado por él la mayor parte del tiempo. Lo gracioso es que las únicas veces que no lo está, es cuando está cerca de ti; es lo que suele pasar con las almas gemelas, ¿sabes? O los tan nombrados amores verdaderos: ni la más poderosa de las magias negras puede mantenerlos alejados lo suficiente.
Killian lo miró por encima del hombro, la quemazón de la bilis mezclada con alcohol arañándole la garganta como un gato latoso.
»—Lo que quiero decir es que, si queremos exorcizar a papá, la clave está contigo, ¿o qué? ¿Me dirás que, en todo este tiempo, no has escuchado a Peter gritándote por ayuda desde su interior? Es probable que no lo haya hecho lo suficientemente fuerte o que, con todos los años que han pasado desde la posesión, se haya acostumbrado a ésta clase de juego masoquista y enfermo. Cuando te marchaste, vaya, debió ser todo un infierno —Gold terminó su discurso, encajando la estaca lo más profundo que pudo en el pecho de Killian, que se quedó, encorvado, en su sitio, dándole vueltas a esa última idea hasta que comenzó a sentirse mareado, mientras el otro daba media vuelta para volver con los demás y explicarles su teoría.
Al encontrarse completamente solo en medio de la selva, Killian volvió a las piedras y apoyó las manos en una de ellas, la más alta, ojos demasiado abiertos y el corazón dándole vueltas en el pecho.
Cada vez que estuvo con Peter, había algo desquiciado, casi salvaje, en su forma de verlo, de acercarse, de pedirle estar juntos. Cada ocasión que se besaron, hubo cierta bestialidad en el gesto y, cuando Peter volvía a mirarlo a los ojos, separaba los labios para decir algo, antes de que su expresión se desenfocara milésimas de segundo previas a que, en sus facciones, se dibujara una mueca extraña y dominante.
Era en sus momentos de mayor exaltación, mientras correteaba por aquí y por allá dándoles órdenes a sus Niños Perdidos, que Killian no podía acercarse a él, ni siquiera para hablar, y, cuando lo intentaba, había un muro invisible plantado entre ambos que, a pesar de todo, lo mantenía a una prudente distancia.
Ahora se daba cuenta de que eso era porque Malcolm así lo quería y se aprovechaba de su unión natural con Peter para obligarlo a hacer su voluntad, haciéndolo creer que era por alguien más.
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Antes de que Malcolm extrajera el corazón de Henry, la comitiva —autonombrarse «Operación Cobra» sonaba estúpido en sus oídos, sobre todo al no tener idea de a qué se refería el apelativo— logró truncar sus planes y, en un despliegue de magia —más oscura que su alma, seguramente—, Gold logró someterlo, en el cuerpo de Peter, y darle el tiempo suficiente a Killian de llamarlo a gritos, que retumbaban en ecos por la cueva de la Roca Calavera, tratando de despertarlo.
Estaba por darse por vencido cuando el cambio comenzó a volverse notorio, la esencia de uno tratando de pasar por encima de la del otro, en medio de convulsiones y gruñidos que sonaban bestiales, todavía más amplificados por los contornos de la gruta.
Entonces, la Sombra de Nunca Jamás apareció, tratando de unirse a la refriega, y la de Rumplestiltskin llegó para combatirla en un despliegue que los sumergió a todos en una profunda penumbra.
Neal tomó a Henry en brazos para sacarlo del lugar a toda velocidad, seguido de cerca por Regina y los demás, aunque Emma hizo una pausa para mirar atrás y exclamar su nombre, pidiéndole ir con ellos.
Killian hizo caso omiso de la petición y se quedó junto a Peter, que, una vez lograda la misión, lo miró a los ojos con esos orbes verdes que Killian amó tanto en el pasado, los mismos que no le ocultaban nada y, más que quererlo lejos, le rogaban permanecer a su lado para mantenerlo a flote, lejos de toda la lobreguez que Malcolm atrajo a su vida.
En ese instante, Killian estuvo seguro de que los corazones de ambos volvían a latir al mismo ritmo, así que, consciente de que el padre de Rumplestiltskin acababa de ser arrastrado por las dos sombras hacía las profundidades de la isla, unió su frente a la de Peter en medio de un suspiro desesperado y, respirando el mismo aire que él, estampó un beso en sus labios, que Peter respondió como si le estuvieran ofreciendo un trago de agua tras pasar años en el desierto.
Almas gemelas, dijo Gold.
Amor verdadero.
Lo que creyó que jamás tendría y, bien…
—Ah, ¿no son tiernos, ustedes dos? — ¿Cómo se las arregló Gold para abrir la boca, con todo el sarcasmo del mundo, sangrando por ella tras gastar gran parte de su energía realizando un encantamiento que casi lo mató? Quién sabe.
En ese momento, todo era menos importante que Peter.
El verdadero Peter.
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—Jamás me acostumbraré a la idea de haber tenido tanta oscuridad adentro —le dijo Peter, caminando por la playa nocturna, con Killian tratando de no reparar en las manos unidas de ambos, mientras los demás esperaban en el Jolly Roger, recortado en el océano como una gran figura gracias a la luz de la luna llena—. No estoy seguro de que se haya ido del todo.
Killian se detuvo para mirarlo a los ojos. Le sujetó el rostro con ambas manos y le acarició las mejillas con los pulgares, tratando de encontrar en sus pupilas algún rastró de la rareza que Malcolm le hacía sentir cuando no sabía que estaba ahí, pero su presencia reverberaba como un aura negra a su alrededor.
—Creo que estás bien —respondió, dándose cuenta de que, en realidad, nunca tuvo la oportunidad de conocer a éste Peter sin Malcolm cerca.
¿Qué tanto de lo que vivieron en verdad fueron ellos, sin que Malcolm usara su amor por él para obligarlo a hacer cosas detestables? Killian era un pirata y esos no eran de las personas más respetables que rondaban por ahí, pero, aun así…
Mató por amor, por satisfacer las necesidades de un Peter que ni siquiera era Peter y también, un poco, porque se creyó empático con toda la negrura que percibía en él. Ahora, se sentía empático con la luz emanada por Emma y todos a su alrededor y sabía que permanecer ahí, junto a Peter, sería volver varios pasos atrás, al monstruo que fue tras la muerte de Liam.
Peter asintió, lento, mirando en otra dirección, sin parecer completamente convencido.
A sus espaldas, pudieron oír el susurro de pasos por la selva, ver sombras por el rabillo del ojo tratando de pasar desapercibidas. Killian lo vio estremecerse y mantener la vista fija en el reflejo de la luna proyectado en el agua, indeciso.
— ¿Quiénes son? —Susurró y, hasta ese momento, Killian comenzó a preguntarse qué tanto pudo ver a través de los ojos dictadores de Malcolm y, de nuevo, con horror, deseó saber qué tanto de lo que compartieron fue verdad y si, en algún momento, Peter realmente lo quiso o si ése instante, tomado prestado de la situación, no era sólo el resultado de una ilusión implantada en su cabeza.
Killian debía ser lo más familiar para él en medio de todo lo desconocido plantado en él por la Sombra y Malcolm.
Otro motivo por el que no podía quedarse a su lado.
—Son… chicos… que Malcolm usaba para sus cometidos —explicó, pasando saliva y mirándose las botas—. Emma y los demás están pensando en llevarlos a Tierra Firme, para buscarles un hogar —se encogió de hombros, sin saber que más decir.
Peter lo miró con extrañeza, ladeando la cabeza.
— ¿Tierra Firme? —Preguntó. ¿Cómo podía explicarle el contexto de un universo más allá de las estrellas y, después de eso, un mundo nuevo creado por la maldición de una reina loca? (Se había estado llevando mejor con Regina, pero no tanto) —. Recuerdo eso —de las memorias de Malcolm, seguramente, de los cuentos de las hadas.
Killian volvió a tragar con dificultad y asintió, sin saber qué agregar.
Peter le puso una mano en el cuello y separó los labios, obviamente tratando de averiguar más, pero sin idea de por dónde empezar, así que Killian hizo lo único que pareció factible: besarlo de nuevo, ésta vez a manera de despedida, y subir a la lancha con los demás y los Niños Perdidos que aceptaron acompañarlos.
Al marcharse, Peter le dio la espalda al barco todo el tiempo, así que lo único que Killian pudo recordar de él al volver a Storybrooke, aparte del amargo sabor de sus labios, fueron sus hombros caídos y el destello rojizo de su cabello, encendido en medio de la negrura gracias al fulgor plateado de la luna.
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Sólo para asegurarse de que ningún residuo de la posesión de Malcolm —y su malevolencia— permaneciera en Peter y, por eso, en Nunca Jamás, Gold se mantuvo al pendiente de cualquier actividad extraña que pudiera haber en la isla — ¿cómo? No quiso decírselo—, pero, sintiéndose culpable por haber partido sin más, Killian le agradeció tenerlo informado, si bien tuvo la sensación de que había algo más que el hombre no le estaba comentando.
En el ínterin, Neal murió y a Emma se le rompió el corazón. Killian se convirtió en su soporte emocional y, aunque eso cumplió su anhelo de obtener su amor, al mismo tiempo…
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—Me gustaría intentar —le dijo Emma y, con eso, el corazón le dio un vuelco brusco en el pecho, porque, en caso de hacerlo, eso marcaría el final de su relación. Para siempre.
Un hechizo de almas gemelas sólo era efectivo cuando, ya sabes, eres el alma gemela de alguien y, a pesar de quererla con locura, Gold le aseguró que su amor verdadero era Peter —nunca se lo comentaron a los otros, que pensaron que el encantamiento en la Roca Calavera sólo funcionó porque Killian tenía una conexión más profunda que cualquiera con la isla— y, por como se había estado sintiendo, vacío y desolado, desde que se marchó de Nunca Jamás, a pesar de haber obtenido el amor de Emma, estaba seguro de que el hombre tenía más que razón.
¿Entonces por qué no se quedó? Esa misma pregunta le provocó insomnio más de una vez.
—No creo que eso sea… pertinente —respondió y, ante la mirada anonadada de una Emma que, obviamente, sólo estaba intentando encontrar la reafirmación de que no todo en su vida era una porquería por medio de un encantamiento que prometía amor eterno, se derrumbó en la silla de la pequeña cocineta del departamento de la mujer.
— ¿Por qué? —Quiso saber ella, el rostro descompuesto de una forma que lo hizo sentir fatal.
—Porque te amo —respondió, poniéndose de pie para salir de la habitación y perderse en las solitarias calles de la ciudad en plena noche—. Y no te quiero perder.
Pensó en buscar un trago —aunque no había recurrido a la bebida prácticamente desde que Emma le dio el sí—, pero, sintiéndose patético, en vez de eso, encaminó sus pasos hacia la tienda de antigüedades de Gold.
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—Lo último que supe de él fue que abandonó la isla, con algunos de los Niños Perdidos que se quedaron a su lado. La verdad, no me sorprendió saber que mi padre tenía a su disposición toda una cueva llena de habichuelas mágicas, así que… —Gold se encogió de hombros, indiferente, y siguió puliendo una katana, ante la mirada descolocada de Killian, que casi se fue de espaldas ante la noticia.
— ¡¿Y por qué no me lo habías dicho?! —Exigió saber, deseando tener el jodido garfio de nuevo para al menos sentirse un poco amenazador ante alguien sujetando un arma japonesa de trescientos años.
Gold levantó un poco la mirada de su trabajo y enarcó una ceja, lo que claramente quería decir «no me fastidies —o te pasará algo feo—».
— ¿Y darle el tiro de gracia a tu adorable relación con la señorita Swan? ¿Por qué haría eso? —Ironizó y Killian, de nuevo, tuvo la sensación de que había algo más detrás de su comportamiento.
—Sabes en dónde está —adivinó y Gold se limitó a rodar los ojos con fastidio.
—En realidad, no, mi querido capitán; ocasionalmente tenemos contacto, pero la verdad es que no nos mantenemos al tanto el uno de las vidas del otro. ¿Ves ésta preciosidad? —Levantó la katana, que brilló a contraluz, para que Killian pudiera contemplarla mejor, pero, en esos momentos, la espada era lo último que le interesaba.
Quería saber de Peter.
Necesitaba saber de Peter.
—No me importa —aclaró, ansioso.
Gold hizo una mueca de desagrado.
—No eres muy listo, ¿cierto? Él me la envió —explicó y, otra vez, Killian perdió un poco el equilibrio—. Las ventajas de las habichuelas mágicas son que te permiten viajar entre los mundos y a cualquier tiempo, así que ha estado jugueteando por los alrededores, visitando nuevos universos y, aprovechando la oportunidad, le pedí que trabajara para mí. Es un sujeto curioso, así que aceptó. ¿Cómo crees que he podido mantenerlo vigilado todo este tiempo? Hago mi trabajo y, al mismo tiempo, consigo objetos preciados para mi otro trabajo, ¿entiendes?
Killian quiso escupirle.
—Eres un imbécil —prorrumpió. Gold no pareció ofendido en lo más mínimo—. ¿En dónde está ahora?
—Lo sabré en cuanto me mande otra cosa.
— ¿Y eso será en…?
— ¿Cuándo se le dé la gana? No tenemos un calendario específico, me tendrás que perdonar.
Killian sintió el impulso de hacerle uno de los gestos groseros con la mano que alguna vez vio a las personas de las películas de Henry haciéndole a otras más detestables, pero se contuvo a tiempo.
—Si lo hace… —empezó, pero, ¿qué? ¿Haría algo en caso de saber dónde estaba Peter?
— ¿Te aviso? —Cada conversación que tenía con Gold siempre estaba llena de sarcasmo y entendía el motivo, pero, aun así, bastardo—. ¿Te gustaría que le diera algún recado también o sólo estás contento con saber lo mucho que me haces perder el tiempo?
Incordiado, se marchó de la tienda antes de que pudiera explotarle el apéndice del coraje.
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A Emma, pronto, le quedó claro que sus corazones no estaban yendo en la misma dirección, por lo que decidió terminar la relación y, en vez de sentirse herido de muerte, Killian sólo respiró, aliviado, y aceptó. Emma, en lugar de lucir ofendida o dolida por su reacción, sólo inhaló, negó con la cabeza y le advirtió que más les valía seguir siendo amigos, a lo que él, igual de pronto que a lo anterior, aceptó.
Al principio, la nueva rutina le pareció extraña —tanto como el mismo amorío al comenzar—, pero, con el pasar de los días, pudo acostumbrarse, a pesar de que su cabeza se siguió viendo martilleada por el fantasma de Peter en su memoria.
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¿Cuánto se puede amar a alguien, a pesar de no conocerlo, sólo porque el destino lo impuso? ¿Cuánto se puede necesitar a alguien a quien no se ha visto en años? Un amor verdadero, más que una bendición, desde que se reencontró con Peter en Nunca Jamás y lo libraron de Malcolm, le parecía lo peor.
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Al llegar el mensaje de Gold, no pudo hacer más que observar la pantalla del teléfono, agobiado. Cuando Emma se dio cuenta de su malestar, frunció el ceño y le preguntó lo que pasaba. Tras tomar un largo trago de aire, se lo explicó y la mujer, por un largo instante, pareció dividida entre reír, impactarse y… golpearlo. Al final, una pequeña sonrisa se dibujó en la curva de sus labios, desprovistos de maquillaje.
Killian suspiró, derrotado, y agradeció la soledad que compartían en el Café de la Abuela, que, a ésas horas de la noche, no tenía mucho tráfico.
Emma negó con la cabeza, sosteniendo la taza de té contra sus labios.
—No entiendo —dijo, observando a Killian como si le hubiera crecido una segunda cabeza. Puede que fuera verdad, porque la gran jaqueca que sentía sólo podría ser soportada teniendo dos extremidades—. A Pan, el demonio eternamente joven que gobernaba Nunca Jamás, poseído por el padre de Rumplestiltskin, lo «secuestró» un gnomo malvado con el que tenía cuentas pendientes, gracias a un «trabajo» que estaba haciendo para Gold, y lo encerró en una torre de la que sólo puede sacarlo su "verdadero amor". Cuando lo conocimos, eso me habría parecido justicia poética, pero, bueno, Malcolm ya no está…
Killian exhaló con pesadez, moviendo la cabeza de arriba abajo, tratando de poner en orden sus ideas. Por supuesto, la única vez que Gold aceptó darle informes del otro, tuvo que ser en una circunstancia tan estúpida como ésta pero, cuentos de hadas, ¿qué se podía esperar?
Todos ellos salieron de la cabeza de un Autor maniático, de todas formas.
—Sí —respondió, tratando de mantener la ronquera lejos de su voz.
— ¿Y ese eres tú? —Más que confundida o impresionada, parecía suspicaz y lo último que Killian deseaba que pensara era que jugó con ella todo el tiempo que estuvieron juntos.
—…sí —contestó, sintiéndose pequeño y miserable.
— ¿Por qué no me lo habías dicho?
—Es complicado.
Emma frunció el ceño y Killian terminó los restos de té que quedaban en su taza —era inglés, ¿sí? Bebía té tanto como ron, aunque sabía que la gente a su alrededor trataba de dejar el café y sustituirlo con tragos similares a los suyos más por salud que por afabilidad—.
—Uhm, supongo que, sí tú eres su verdadero amor, él es… ¿el tuyo también? —Sonó un poco herida y lo lamentó, pero era justo que sacará al gato de la bolsa de una vez por todas.
Parpadeó, respirando profundo.
—Así es.
Emma tragó saliva y asintió con la cabeza.
—Almas gemelas —murmuró—. Por eso no quisiste tratar el encantamiento conmigo —adivinó.
Killian comenzó a sentirse pésimo consigo mismo.
—Por favor, perdóname —pidió, lastimero, y Emma alzó ambas manos en el aire, mostrándole las palmas.
— ¡Oh, no! ¡Por mí está bien! Lo único que quiero es que seas feliz, así que… ve por él tigre.
La cara se le puso tan caliente como el magma fluyendo bajo la tierra al escucharla.
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Cuando Killian apareció en la torre, encontró a Peter sentado en un baúl cerrado, cruzado de brazos y piernas.
Claro, era obvio que no estaba en verdaderos problemas: era Peter Pan, por Dios, el problema de los problemas — ¿o ese era Malcolm?—.
Agh, ¡cómo sea!
—Llegaste —dijo con una sonrisa.
—Esto… sí —respondió, sintiéndose idiota.
Peter se levantó. El baúl se sacudió y Killian sospechó la localización del gnomo «malvado». La confirmó cuando Peter pateó el baúl antes de caminar hacia él y tomarlo de la mano. Killian pasó saliva y sintió el ritmo cardiaco acelerándosele.
—Sabía que si lo que decían de éste sujeto era cierto, entonces tendrían que enviarte a ti. He tenido que esperar demasiado para volver a verte desde la última vez y no quiero seguir haciéndolo. ¿Nos vamos?
Decidido, terco y autoritario. Eso no se lo dejó Malcolm: definitivamente eran virtudes propias.
Almas gemelas. Amores verdaderos. Definitivamente estaban hechos el uno para el otro.
Killian lo besó en los labios, sintiéndose completo por primera vez desde que se fue de Nunca Jamás, y lo arrastró fuera del lugar.
—O—
Esta es la corrección —y alargamiento— de una historia que publiqué hace mucho y coincidió con un prompt que encontré, así que decidí mezclarlos.
Gracias por sus comentarios.
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Un beso :*
