Hola, les doy la bienvenida a esta nueva traducción. Espero la disfruten tanto o más que yo cuando la leí y la traduje.
Los personajes de Twilight no me pertenecen, y la historia tampoco, es de Cella Ella; solo me adjudico la traducción, la cual la hago con el respectivo permiso de la autora.
Este minific, que cuenta con 7 capítulos, incluido el epílogo, y con una secuela, la cual aún no está concluida, pero espero que cuando la termine la pueda traducir y compartirla con ustedes. Por lo pronto, aquí tienen el primer capítulo de LUCKY.
DISFRÚTENLO
Canción, recomendada para el fic, fue a partir de ella que se creó este fic ;) (Agreguen el youtube)
Lucky – Jason Mraz feat Colbie Caillat: /watch?v=acvIVA9-FMQ
Sinopsis
El plan era el siguiente: el fin de semana de los sueños en un hotel de Miami. Sol, mar, tranquilidad, y hacer que Edward, mi mejor amigo, se enamorara de mí.
Era tan simple, bastaba que siguiera todos los consejos que Rosalie y Alice me dieron, y pronto, al final de todo, tendría a Edward comiendo de mi mano.
Pero las cosas nunca salen conforme a lo planeado… y el caos estaba armado.
Capítulo 1
Bella's POV
―¿Estás segura de que Alice hizo las reservaciones, Bella? ―Edward preguntó, sin desviar los ojos del camino, deteniéndose frente a la entrada del hotel en el que nos hospedaríamos durante tres días.
Íbamos a aprovechar el puente festivo del cuatro de julio para huir de la ajetreada New York, y también del aburrimiento de las reuniones familiares a las cuales éramos sometidos hace más o menos 26 años.
―Claro que las hizo, Edward. Ali dijo que llamó al hotel la semana pasada. Hasta parece que no conoces a tu hermana. A esta hora ya debe estar instalada, completamente relajada dentro de la piscina, emborrachándose con Jasper a su lado ―dije, rezando para que mi voz saliera firme.
Sabía exactamente dónde estaba Alice, había hablado con ella apenas aterrizamos en Miami. Mi mejor amiga estaba en el Central Park, haciendo un picnic romántico con su novio. A kilómetros de distancia de donde Edward y yo estábamos en este momento.
―Rose y Emm también venían, ¿verdad? ―Edward insistió, poniéndome en alerta.
―Claro que sí, Ed. Rose y Emm ya deben estar en el hotel, con Ali y Jazz ―respondí, un poco enfadada.
¡¿Qué le estaba pasando?! ¿Por qué toda esa renuencia? ¿Será que Edward sospechaba de mis reales intenciones?
Pero claro que no, ¿cómo podría saber lo que estaba planeando?
Edward no se dio cuenta de mi comportamiento diferente en los últimos meses, ¡¿cómo podría haberse dado cuenta que ese viaje era un plan de "BAR"?!
Solo para aclarar: BAR es la sigla del club secreto que Alice, Rosalie y yo creamos cuando estábamos en el colegio, y hasta el día de hoy manteníamos la existencia del club en secreto. Es tonto, lo sé, pero fue una cosa de la infancia y permaneció.
Resucitamos el club secreto cuando confesé después de una crisis TPM y una fuerte borrachera, que estaba enamorada de mi mejor amigo, Edward Cullen. Alice, hermana de Edward, se puso eufórica con la noticia, y desde entonces decidió que me iba a ayudar a conquistarlo.
En un comienzo, estaba entusiasmada con la ayuda de las chicas, pero conforme nuestros planes para hacer que Edward me notara iban fracasando, fui perdiendo totalmente el ánimo.
Rosalie me incentivó a rendirme, porque Edward era demasiado cerrado y no merecía a una chica buena como yo. Alice fue la única de las tres que resistió y dijo que no iba a rendirse hasta que su hermano me notara.
Hace seis meses vengo intentando de todas las formas hacer que Edward se dé cuenta que no soy solo su amiga, que realmente puedo ser la mujer para él; no esa chica que él veía desnuda cuando todos nos bañábamos en la bañera de su casa cuanto teníamo años.
Pero al parecer Edward aún tenía esa imagen guardada en su cabeza, porque era así como me trataba, como si fuese su amiguita tonta que nunca sería capaz de atraerlo sexualmente. En serio, eso me irritaba profundamente.
Todos sabían que yo no era ninguna flacucha, siempre conseguía atrapar a los tipos más sexies de las noches de fiesta, lograba hasta hacerle competencia a Rosalie, que era la más linda del "BAR".
Y ni así, ni mostrando que era una mujer atrayente, que podía tener a todos los hombres que quisiera, ni así, Edward me notaba.
Estaba que tiraba la toalla, decidí irme lejos, haciendo un viaje para intentar arrancar a ese imbécil de mi cabeza, prácticamente desistiendo, cuando Alice salió con la brillante idea que nos llevó hasta aquí.
El festivo del cuatro de julio caía en un sábado, y sería perfecto para poner el plan en práctica: un fin de semana en un hotel de Miami, solo Edward y yo. Tenía exactamente tres días para hacer que él me notara y se diera cuenta que estaba enamorada de él.
Al comienzo hallé la idea pésima, Edward estaba de novio con una compañera de la empresa donde trabajaba, una tan Jessica Stanley, rubia, bonita, pero muy irritante.
Se notaba que no iba a considerar la idea de ir conmigo a Miami. Pero ahí fue cuando Alice movió sus hilos y terminó convenciendo a su hermano de hacer el viaje. Ya, ya, es cierto que engañó a Edward, ya que le aseguró que ella, Jasper, Rosalie y Emm, también irían. Sería como una especie de viaje para conmemorar nuestra amistad. Jasper y Emmett, además de nosotros, eran amigos de infancia, era el novio y marido de Alice y Rose, respectivamente. Rose y Emm estaban recién casados y era motivo de orgullo para nuestro grupo.
Y entonces, ahí estaba yo, casi cayéndoseme los calzones de miedo por la reacción de Edward cuando se diera cuenta que pasaría un fin de semana solo conmigo.
¿Será que se enojaría por tener que pasar tres días enteros a mi lado? ¿Será que iba a retractarse del viaje apenas supiera que seríamos solo nosotros dos en el hotel? Oh Dios Mío, él no podía desanimarse o sería mi fin. Aún tenía la leve esperanza de que el loco plan de Alice diera resultado e íbamos a estar juntos.
―Llegamos ―Edward anunció y di un brinquito en el asiento, despertando de mis exagerados pensamientos.
―Así es, llegamos ―respondí, un poco sonsa.
Edward se rió y salió del carro mientras yo luchaba por quitarme el estúpido cinturón de seguridad, que parecía jugar conmigo y no me liberaba.
―¡¿Vas a querer una invitación especial para salir de ahí dentro?! ―Edward golpeteó en vidrio de la ventana cuando se dio cuenta que me demoraba más de lo acostumbrado para salir de dentro del carro.
―El cinturón. ―Apunté a la tira en diagonal que aseguraba mi cuerpo―. No logro liberarme del cinturón ―dije, y él torció la boca, abriendo la puerta del carro.
―Como siempre, ¿eh, Bee? ―dijo riéndose de mi manera desastrosa de ser, usando el apodo de infancia que tanto odiaba. Edward me llamaba de esa manera porque hacía un zumbido de abeja en vez de hablar. Apodito de mierda para irritarme cuando era niña.
―Cállate, Ew ―respondí, jugado con su misma arma. Siempre que quería vengarme de sus provocaciones usaba la palabra indicada que sabía lo irritaba. Y siempre funcionaba.
Edward sonrió y se agachó sobre mí para alcanzar el seguro del cinturón. El olor de su cabello llegó con fuerza a mi nariz, y sentí a mi cuerpo entero temblar.
Eso ya se había vuelto una costumbre en los últimos meses, cuando finalmente admití que sentía algo más por mi mejor amigo.
Estaba extremadamente sensible a cualquier cosa relacionada con Edward, y sentía que mi corazón se disparaba cada vez que estaba cerca de él. Y eso era algo absurdo, ya que nunca, en la vida, me había sentido de esa manera.
¿Cómo, después de casi 20 años de convivencia con ese hombre, tenía que sentir esas cosas por él? No era justo, porque precisamente tenía que enamorarme del hombre que fue mi amigo de infancia, mi consejero cuando estaba en enredos amorosos en la adolescencia, mi salvador cuando estábamos abrumados en la época de facultad, mi confidente, ¡¿Cuándo nos volvimos adultos?!
Me sentía una completa imbécil, enamorada de un tipo que nunca me vería como nada más aparte de una amiga.
Sentí que las palmas de mis manos picaban, y luché conmigo misma contra el deseo de enterrar mis dedos en las hebras cobres que cubrían la cabeza de Edward. Su cabello olía tan bien y debía ser suave. Ay, cómo quería poder halarlo mientras sentía a su boca besando la mía…
―Listo, liberada del cinturón ―la voz ronca de Edward anunció, despertándome otra vez de los desvaríos incoherentes que consumían a mi mente en los últimos tiempos―. Estás cada vez peor, ¿eh, Bee? ―me dio un codazo, riéndose de mí.
Me sonrojé con fuerza cuando Edward se apartó, sintiéndome una adolecente con un enamoramiento agudo.
Mierda, ¿tenía que ser tan imbécil? No basta con ser tratada como patosa por los amigos, ahora iba a tener que admitir que era una estúpida enamorada por un tipo que no tenía ni idea que estaba completamente a sus pies.
Sí, siempre fui patosa, hasta en el campo amoroso hacía honor a mi apodo.
Déjenme explicar toda esa onda de los apodos. Cada uno en nuestro grupo de amigos estaba definido por una palabra: yo, la patosa; Alice, la entrometida; Jazz, el anticuado; Emm, era el distraído; Rose, la sexy; y Edward, bien, él era… el afeminado.
No podía haber escogido mejor persona para enamorarme, ¿podía?
.
.
.
―¿Cómo así que solo hay una habitación reservada? ―Edward preguntó a la recepcionista, con una voz levemente indignada.
Rolé los ojos, escondidos bajo los lentes oscuros y le di una mirada al reloj, sin realmente ver la hora.
―Lo siento mucho, señor, pero solo hay una suite reservada bajo el apellido Cullen ―la mujer respondió con monotonía. Ya debía estar acostumbrada con esos ataques de indignación de los clientes.
―Eso no es posible ―Edward murmuró, girándose hacia mí―. Alice reservó un cuarto para los dos. No hay ninguna habitación reservada a tu nombre, Bella.
Intenté mantenerme seria, agradecí al cielo por aún traer los lentes, y sisee:
―No lo puedo creer. ¿Y ahora?
―Vamos a tener que compartir el cuarto. No hay otra disponible, el hotel está copado ―dijo Edward pasándose las manos por el cabello, y luché por mantener la boca cerrada o era capaz de comenzar a babear en frente de él―. ¿Te importa dividir la habitación conmigo, Bella?
Casi tengo un ataque de histeria cuando me preguntó eso. Por supuesto que no me importaba ni un poco, hasta había venido preparada para ese viaje sabiendo que pasaría tres noches durmiendo al lado de Edward.
―C-claro que no ―tartamudee, queriéndome golpear―. ¿Y tú?
―Obvio que no ―Edward respondió, haciendo que soltara fuegos artificiales por dentro. Gracias a Dios aún no desconfiaba de nada.
Caminamos hasta la habitación reservada y sonreí cuando me topé con la enorme cama matrimonial. Alice había acertado en escoger el cuarto.
Edward retiró sus lentes oscuros y le dio una propina al funcionario del hotel que trajo nuestras maletas mientras yo seguía abrumada, emocionada por tener una vista mejor de la playa particular del hotel. Eso era el paraíso.
―Bien, hasta que al fin llegamos ―Edward comentó, asomándose al balcón, quedando a centímetros de mi cuerpo.
Su brazo derecho rozó sin intención mi izquierdo y me aparté como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Solté un largo suspiro e intenté controlarme, parecía una demente actuando de esa manera.
―Esto es hermoso, ¿verdad? ―continuó, sin mirarme, con los ojos fijos en algún punto del brillante mar.
―Hermoso ―murmuré, observando como los rayos del sol destellaban en la cabellera rubia de Edward, dejándome aún más sonrojada. OMG, necesitaba controlarme o iba a enloquecer en la primera hora sola al lado de ese hombre.
Edward se giró bruscamente y casi caigo de narices, sus ojos verdes me miraron de manera intensa.
―Bien, voy a tomar un baño y después podemos bajar para almorzar, ¿qué opinas? ―preguntó, sin darse cuenta del estrago que sus ojos causaban en mi cuerpo. ¿Cómo era posible que Edward no se diera cuenta cuán afectada quedaba ante su presencia?
―E-está bien ―respondí, moviendo la cabeza de manera extraña, sintiendo a mi corazón acelerado y la boca seca.
Síntomas constantes de mi enamoramiento por Edward.
―Ah, Bee… ―se detuvo en medio del cuarto y dijo―: ¡¿Puedes llamar a Alice y averiguar en qué cuarto están ella y Jasper?! Podemos almorzar todos juntos ―asentí con la cabeza, demasiado frenética, y sentí que mi cerebro rebotaba dentro de mi cráneo.
Apenas escuché el ruido del agua correr fue cuando pude soltar el aliento, demasiado agitada. Saqué mi celular de mi bosa y marqué rápidamente el número privado que Alice me había dado antes de salir de casa. Solo podía comunicarme con ella a través de ese número, para evitar sospechas de Edward.
A veces pensaba que Alice era alguna agente del FBI. ¡Esa mujer desconfiaba hasta de su propia sombra!
Pobre Jazz.
Oí el clic de la llamada siendo tomada y suspiré, al oír la voz melodiosa de mi amiga:
―Creo que ya podemos comenzar a dar el primer paso en el plan, ¿no es así B? ―Abrí la boca para responder, pero la cerré inmediatamente, sintiéndome estúpida. Eso solo era un mensaje grabado.
―Muy bien, ahora que estamos de acuerdo vamos a las instrucciones. Edward debe estar hambriento, siempre está con hambre después de pasar muchas horas dentro de un avión. ―Sonreí al recordar el viaje hasta Miami, Edward comió no solo el refrigerio que sirvieron las aeromozas, además, cogió un poco del mío. Negué con la cabeza e intenté prestar atención a lo que la voz de Alice me informaba en ese momento―. Llévalo a almorzar al restaurante del hotel, pero no al tradicional. Busqué en internet y encontré que en el hotel en el que ustedes están hospedados tienen un restaurante especializado en comida mexicana, y Edward ama la comida mexicana. Es tu oportunidad de ganar unos puntos con él.
Hice una nota mental sobre el restaurante mexicano. Sabía que Edward adoraba la comida latina, picante y exótica. Fuimos a un restaurante brasilero el fin de año pasado y casi se enferma de tanto que comió Churrasco gaúcho.
En esa época éramos solo amigos. No tenía idea de que me iba a enamorar de él unos meses después.
―Después de almorzar, sugiero que lo invites a dar un paseo en barco. Si quieres marcar un gol más con mi hermano, invítalo a bucear. Como sabes, Edward adora los deportes extremos y de contacto con la naturaleza ―la voz de Alice continuó.
¡Claro, los deportes extremos eran lo suyo! Habíamos hecho un viaje a Nueva Zelanda cuando teníamos 18 años y fue Edward él quien me incentivó a saltar en Bungee jumping.
Buceo, anotado.
La puerta del baño se abrió y tiré el celular encima de la cama, como si él me hubiera quemado. Pero lo que me había realmente quemado era la visión del cuerpo de escultural de Edward aún mojado, los hombros fuertes y llenos de goticas de agua, que caían de su cabello, ahora oscuro, pagados a su frente.
La toalla enrollada en la cintura, expuesta como una invitación irresistible a mis dedos, que no veían la hora de arrancar y tirar lejos la prenda para tener la vista al paraíso frente a mis ojos.
"¡Para con eso, Bella! ―me reprendí mentalmente, desviando los ojos del cuerpo de Edward.
―No logro recordar cuándo fue mi último baño de agua helada ―comentó distraídamente, abriendo una maleta para sacar un bóxer ajustado, una bermuda caqui y una camiseta polo azul.
Y, mis ojos seguían cada movimiento de ese hombre.
―¿Pasó algo? ―Edward frunció el ceño al mirarme.
Me tomó medio segundo para darme cuenta que estaba hablando conmigo. Mis ojos estaban fijos en los contornos definidos del abdomen frente a mí.
―¿Ah?
―¿¡Estás bien, Bella? ¡Estás pálida! ―comentó, mirándome con preocupación.
―Ah, y-yo… c-claro que estoy bien, ¡¿por qué no lo estaría?! ―tartamudee repentina y horriblemente. ¡Qué carajos, Bella!
―Siempre fuiste una pésima mentirosa, Bee. Anda, dime que fue lo que pasó ―Edward insistió, sentándose a mi lado y acabó salpicándome algunas gotas en mi rostro.
¡Dios Mío, dame fuerzas para no agarrar a este hombre en este momento y estropear todo lo que planee!
Respiré profundamente y tomé mi celular a mi lado, intentando recordar con claridad que era lo que tenía que decir.
―Hum… bien, hay un problema, sí ―dije, mirando fijamente a mi dedos, que jugaban con el celular, abriendo y cerrando el aparato, mostrando mi nerviosismo.
―¿Y entonces? ―Edward preguntó, algunos momentos después.
―Lo que… ―alcé los ojos para enfrentarlo y después retrocedí rápidamente, sabiendo que estaba a punto de perder la cordura.
¡¿Por qué me tuve que enamorar de ese hombre?!
―Estás comenzando a preocuparme. ¡¿Qué fue lo que pasó, Bella?! ―inquirió, inquieto esta vez.
¡Tonta, Bella! ¡Presta atención, y para de actuar como una tonta!
―Ah, sí, este… ―respiré profundamente y cerré los ojos―. Emmett sufrió un pequeño accidente y se fracturó la pierna izquierda. Por culpa de eso él y Rose no viajaron hacia acá. Y tu hermana tuvo que quedarse en la entrega de la nueva colección de la tienda de ropa y…
―Y todos no vendrán al paseo ―Edward completó, golpeando las manos en sus rodillas antes de levantarse―. Como siempre pasa, ¿no es así?
Solté una risa sorda y concordé con la cabeza. De hecho, eso siempre pasaba en nuestro grupo.
Perdí la cuenta de cuántas veces Alice organizó viajes y al final las únicas personas que iban era Edward y yo. Por lo menos la hermana de él era un poco responsable y siempre reservaba cuartos a nombre de los Cullen, así no teníamos problemas en cuanto al hospedaje.
Solo que esta vez, mis amigos no asistieron al viaje en grupo a propósito, solo para ayudar a una amiga desesperada y enamorada de su amigo que no tenía ni idea de lo que estaba pasando.
―Una vez más ―concordé, levantándome de la cama.
―Eso ya no es ninguna sorpresa, ¿no es así, Bee? Siempre queda mucho para nosotros ―Edward sonrió, cogiendo una de mis manos, entrelazándola con la suya.
Intenté mantenerme lo más natural posible ante aquel contacto inocente, pero sentí que mis dedos hormiguearon cuando entraron en contacto con su piel.
―¿Recuerdas cuando viajamos a Canadá? ―Edward preguntó, mirándome a los ojos con diversión ―. Ese fue uno de los mejores viajes de mi vida.
Sonreí al recordar los dos días que pasamos en Vancouver, cuando teníamos poco más de 17 años. Fue nuestro primer viaje sin ser acompañados por nuestros padres.
Habíamos ido hasta Canadá solo para asistir al concierto de U2, ya que no habíamos logrado juntar dinero y tiempo para ir al tour en estados unidos. Edward pidió dinero prestado a su papá, alegando que necesitaba comprar una pieza para su carro. ¡Todo mentira! Fue con ese dinero que logramos hacer el viaje para asistir al concierto.
―¡Pero claro que lo recuerdo! Alice nos ayudó a falsificar nuestras identificaciones ―Edward rió en acuerdo―. Extraño esa época ―comenté, intentando tragarme el nudo que se formaba en mi garganta ante los recuerdos de nuestro pasado juntos.
Era tan difícil admitir que desde esa época estaba enamorada de él, aunque sin darme cuenta. Recuerdo que Edward y yo bebimos por primera vez después del concierto, y fue ahí cuando nos besamos. En esa época eso pasó desapercibido para ambos, pero ahora tenía la plena seguridad de que fue en ese momento que sentí algo diferente por él.
―Yo también ―Edward siseó, abrazándome con cariño, haciéndo pegar mi boca en la piel suave de su pecho. Respiré profundo e intenté no tensionar mi cuerpo por causa del contacto inesperado y amigable, pero yo parecía un bloque de hielo. Si me movía podía estropearlo todo―. Tenemos una buenas historias que contar, ¿no es cierto, Bee?
―Muchas ―murmuré, un poco débil. El aroma del jabón con el olor natural de la piel de él me estaban aturdiendo.
Edward rió y se apartó un poco, solo lo suficiente para que nuestros ojos se encontraran.
―¿Cuál fue nuestro último viaje juntos? ―preguntó.
―Chicago ―respondí, casi al instante.
Su sonrisa se amplió y concordó.
―Claro, para el congreso de publicidad del año pasado.
Mordí mi labio inferior, intentando contener el llanto que estaba dispuesto a devastarme al recordar ese viaje. Edward y yo pasamos tres días enteros encerrados dentro del cuarto de hotel, por culpa de la tempestad de nieve que azotaba a la ciudad. Tres días en que con un buen vino francés nos entregamos a la charla, recordando viejos tiempos.
Esos recuerdos solo hacían que confirmara lo que era obvio desde siempre: lo amaba desde mucho tiempo antes de lo que pensaba.
―Y entonces, amiguita, ¿por qué no vas a tomar un baño mientras me cambio de ropa? ―preguntó, haciéndome dar un brinco lejos de él.
Era tan fácil perderme del mundo en los brazos de Edward.
―C-claro ―respondí, pasándome las manos por el cabello, intentando apartar la nube que cubría mi cerebro, dejándome incapacitada para pensar claramente.
Saqué mis cosas de mi maleta y, cuando iba a entrar al baño, Edward me llamó.
―¿Si?
―Ya que vamos a estar aquí, y nuevamente vamos a ser solo nosotros dos en un viaje, prometo que nos vamos a divertir ―Edward sonrió, guiñándome un ojo, haciendo que mis rodillas se debilitaran.
―Claro que sí. Siempre nos divertimos ―dije, mi voz salió un poco histérica por culpa de la emoción que me invadía.
Cerré la puerta del baño con cierto desánimo, luchando contra las ganas de quedarme allí en el cuarto, observando al hombre de mis sueños totalmente desnudo en su perfección.
Respiré profundo y enterré mi cabeza en el lavabo, abriendo el grifo y dejando que el agua helada enfriara mi rostro y mis pensamientos.
Prometo que nos vamos a divertir. La frase de Edward hizo eco en mi cabeza y sonreí, intentando agarrarme a aquel hilo de esperanza.
Si dependiera de mí, Edward experimentaría otros tipos de diversión, completamente inapropiados y bastante placenteros.
.
.
.
―¿Aún estás enojada conmigo? ―Edward preguntó, intentando pasar el brazo alrededor de mis hombros, pero lo esquivé, un poco contrariada.
―¿Qué crees? ―respondí, sintiendo a mi legua todavía entumecida, las palabras salían de una manera extraña, un poco groguis.
Me di cuenta que él luchaba para no carcajearse y eso solo me estaba irritando más.
―No tuve la culpa, Bee, y lo sabes. ¿Cómo iba a saber que eras alérgica al aguacate? ―Edward se defendió, halándome del brazo, esta vez logrando agarrarme por los hombros.
―¡Debías haberme dicho que la comida mexicana llevaba aguacate en casi todos los platos! ―respondí, aun sintiendo mis labios hinchados.
Apenas llegamos al restaurante mexicano, Edward decidió que comeríamos burritos. Como no sabía nada referente a la comida mexicana, acabé aceptando la sugerencia de él. Solo no tenía idea que el tal burrito era preparado con un tal guacamole, que era hecho con aguacate. ¡Y todo mundo sabía que yo era alérgica al aguacate! Todos, menos él.
―¿Aún está muy hinchado? ―pregunté, sentándome en uno de los bancos colocados a la orilla de la playa.
―Un poco ―Edward respondió, pasando un trapo que envolvía un cubo de hielo alrededor de mis labios―. Pero ya está mucho mejor.
Rolé los ojos y solté un suspiro exasperado, sintiéndome una completa idiota. ¡Perfecto, eso era todo lo que le había pedido a Dios en ese momento! ¡Quedar con la cara hinchada y con la boca más parecida a un balón! ¡Nada sexy!
―Va a pasar pronto, Bee. Ya tomaste el medicamento, pronto tu rostro y boca se deshincharán ―Edward intentó tranquilizarme, sobando su mano en uno de mis brazos.
Tenía ganas de llorar en ese momento. Todo lo que menos quería era que Edward me viera de esa manera, hablando como una drogada, con la lengua pesada y entumida, los ojos pequeños por causa de la hinchazón en el rostro.
¡Mierda, de esa manera debía estar pareciendo un monstruo hinchado!
―Si quieres regresar al hotel… ―Edward comenzó, al ver que estaba casi llorando, mirándome de una manera preocupada y consternado.
―No, dijiste que nos íbamos a divertir. ¡Y me quiero divertir! ―dije, quitando el hielo de sus manos, colocándolo en mi boca, que ardía a causa de la alergia.
―Pero tú estás…
―Dijiste que no estaba tan hinchado ―hice un puchero al darme cuenta que Edward solo me había dicho eso para tranquilizarme―. Necesito un espejo, ¡ahora! ―grité, saltando del asiento, corriendo hasta un auto estacionado a algunos metros de donde estábamos.
Casi me caigo al ver mi rostro prácticamente deformado por causa de la hinchazón. Mis ojos estaban casi desaparecidos de tan estrechos, las mejillas parecían haberse doblado de tamaño, y la boca parecía que había pasado por una sesión de botox muy mal aplicada.
―¡Aaahhh, me parezco a ET! ―Lloré, girando el rostro, evitando enfrentarme al monstruo que estaba reflejado en el espejo.
―No seas exagerada, Bella. Está hinchado, sí, pero tampoco necesitas hacer todo ese drama ―Edward murmuró, llevándome de vuelta al asiento donde estábamos sentados minutos atrás.
―¡Para de intentar convencerme de que no estoy horrible, porque sé que parezco un balón de tan hinchada! ―sisee, enterrando el rostro entre las manos.
La primera parte de mi plan para seducirlo se había ido por el caño. ¿Cómo iba a conseguir parecer una mujer sexy con el rostro más parecido a un balón de básquet?
―Para mí sigues siendo hermosa de esa manera ―Edward comentó, de una manera tan descuidada que creí haberlo escuchado mal, pura invención de mi mente aturdida y llena de antialérgicos.
Nunca, durante casi veinte años que lo conocía, había recibido un elogio por parte de él. Edward nunca había dicho que era bonita, ni cuando tenía la seguridad de que estaba linda.
Él me había visto varias veces con vestidos arrasadores y cortos, y ni así dijo que era bonita, mucho menos hermosa. ¡En serio, solo yo podía inventar tan cosa!
Me di cuenta que Edward me miraba intensamente, como si intentara leer alguna cosa en mi expresión.
Solo mira, dije que estaba imaginándome todo eso. Él debía sentir lástima al ver mi rostro de la manera que estaba, tan hinchado y deformado.
―¿Qué pasó? M-mi labio explotó, ¿no es verdad? ―pregunté, llevándome la mano a la boca, intentando ver que había de anormal ahí.
Pero no encontré ningún rastro de sangre en la piel hinchada.
―No, no pasó nada ―Edward respondió, pero continuó mirándome de una manera extraña y perturbadora. Él nunca me había mirado de esa manera antes―. Es que, mierda, nunca me había dado cuenta que tus ojos eran del color de las avellanas. Son lindos ―continuó, aun mirándome.
Abrí y cerré la boca, intentando responder a aquel comentario, pero no logré mostrar ningún tipo de reacción. Estaba demasiado nerviosa con sus palabras, y aún estaba con la seguridad de que esa charla era fruto de mi imaginación, afectada por los analgésicos y antialérgicos.
―Eso es extraño, ¿no lo crees? Quiero decir, te conozco desde hace tanto tiempo y no sabía que tus ojos no eran simplemente castaños ―murmuró, casi hipnotizándome con el tono verde agua de sus ojos―. Tienen el color del chocolate derretido. Y aunque estén casi totalmente cerrados, aún logro ver que son tan brillantes y tan… profundos ―inconscientemente, Edward se inclinó en mi dirección, solo para analizar mejor mis ojos.
¿Qué estaba pasando aquí? ¿Por qué él me estaba mirando de esa manera? ¡¿Por qué decidió prestar atención al color de mis ojos justo en ese momento?! ¡¿Será que no podía esperar a empezar a elogiarme cuando estuviera usando un vestido sexy y mi rostro hubiera vuelto a la normalidad?!
Eso no podía estar pasando ¿podía?
―E-Edward, yo… ―comencé, pero fui interrumpida al sentir un golpe fuerte en la cabeza, que me hizo caer aturdida en su regazo.
Mi único pensamiento antes de caer inconsciente fue que ¡¿cómo podía ser tan desafortunada y propensa a las desgracias casi simultaneas que podían pasarle a una persona en solo un día?!
¡¿Y a dónde fue a parar esa historia de que un rayo no cae dos veces en el mismo lugar?!
Sí… solo yo podía ser tan desgraciada.
CELLA ELLA, estou muito feliz de poder traduzir outro fic seu, OBRIGADA.
Hasta aquí llego, por hoy :3 ¿Qué les ha parecido? ¿Que creen que pasará? ¿Bella logrará hacer que funcione su plan? Espero con ansias sus opiniones.
No prometo día de la próxima actualización, pero espero poder publicarlo el fin de semana, pero más de dos semanas no tardaré, incluso, si me emociono mucho y me pongo de vaga con la uni, puede que tenga mucho antes el capítulo jajaja pero espero que eso no suceda, HAY QUE SER RESPONSABLES :D
PROPAGANDA: :p invito a leer mi nuevo twoshot... DESDE LEJOS.
Gracias por leer hasta aquí. Nos leemos pronto.
Beijos
Merce
