Hey. ¿Cómo han estado? Yup, no me he presentado un buen tiempo aquí y sé que debo muchos fanfics y continuaciones , pero quería terminar este one-shot como fuese posible, la idea…salió mientras leía ''el arte de la sexualidad'' Xddd Ejem…no pregunten.
Disclaimer: Los personajes de Hetalia NO me pertenecen, sino a Hidekaz. ¡Aplausos para él!
Setting: CANON
Avertencia: Un bien detaladito lemmon. Hombre x hombre, si no te gusta, no leas, y si no te agrada la pairing…¿Qué haces aqui?
Here we go
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El canto de unos pajarillos por la mañana mantenía en la ensoñación al chino, que intentaba en esos momentos pensar en otra cosa, que no fuese aquel dolor en su parte trasera, que lo hacía quejarse por cada segundo que pasaba, mientras le daba miradas rápidas a un chico durmiendo al lado de él, abrazando la cadera del chino como si este fuese a escaparse en cualquier momento. El chino, bufó molesto, antes de mirar un libro que descansaba sobre su mesa de noche. Pensar que todo había sido culpa de este estúpido libro.
–Yao~. ¿Qué es este libro? –El ruso sostenía entre sus manos un texto, observándolo con bastante curiosidad, ojeando todo una y otra vez, especialmente con aquellas imágenes tan eróticas plasmadas en varias de sus hojas. Yao le quitó rápidamente el libro de las manos, e Iván quedó con las manos en forma de cuna, en la forma en la que sostenía el libro antes de que se lo arrebatasen de aquella manera.
–¡Esas cosas no las deberías de leer tú aru! –Observó la cubierta del libro con cierta nostalgia, acariciando la tapa de éste, sobre aquellas imágenes de la portada, antes de volver a colocar su semblante serio. –Éstos libros son para gente pronta a casarse o ya casada aru…O así era antes…–Lo último lo mencionó ya más bajo, quedando atrapado en los recuerdos de su época imperial, en donde el sexo no era tabú, a comparación de Occidente, donde la sola mención de ello era sinónimo de problemas.
Iván se le quedó allí, mirando. Quizás que cosas pasarían por la cabeza del chino. Recuerdos…era probable, pues su pequeño girasol siempre plasmaba esos gestos en su rostro al evocar memorias que ya estaban muy atrás. Al ruso le gustaban todas las facetas de Yao, incluyendo las tristes o melancólicas, pero el prefería mil veces ver a su amado oriental sonreír.
China seguía en su trance, fue cortado por un repentino abrazo del eslavo, el cual respiró cerca de su oído. En seguida unos escalofríos escalaron por toda su espalda, arqueándose milímetros ésta, su mente fue y volvió , volvió justo para recibir ese escalofríos, y esos abrazos que eran aviso de lo que estaba pronto a suceder, algo que por lo que se enojaba al principio, para ir cayendo, lentamente, para entregarse a esos placeres de la vida, pedir, ambicioso por más…y al terminar, darse cuenta de la poca fuerza de voluntad que tenía…más en ese tema,más cuando Iván actuaba de esa forma tan brusca, pero jamás agresiva, si posesiva, siempre.
–Yao~ –Ronroneó en su oído. Brazos fuertes que le iban aprisionando, acercándolo más a su depredador.
–¿Mh? –Fue la única respuesta, que aparentaba ser tranquila, envolviendo su temor, guardándolo, escondiéndolo lejos, junto a los nervios que le carcomían en esos instantes. Donde siempre sabía lo que iba a suceder, pero aunque supiese… siempre, el acto…era diferente. Más sucio, más suave, más dulce, pero todos altamente excitantes , duraderos, y deleitables.
–Es cierto que…–Mantuvo la oración inconclusa, tensa, mientras intentaba no reír tras la oreja del castaño, que de seguro escondería el cuello, invitándole a proseguir. ¡Oh! ¡Cómo lo amaba! ¿Cómo le hacía perder la cabeza con tan sólo un gesto de desaprobación o disgusto? Ni idea, sólo que le encantaban esos gestos fríos, que se alejase de él, que rechazara sus abrazos sólo por aparentar resistencia, cuando la realidad era otra. – Que antiguamente…habían profesores encargados de enseñar…sexualmente a sus alumnos.
Ojos abiertos de par en par, el chino se volteó, su boca se movió de arriba abajo, intentando unir las ideas, la sonrisa del ruso, la inocencia con la cuál llegaba y disparaba esas tan obvias indirectas.
–¿Entonces? –Le apresuró Iván, surcando una traviesa sonrisa por esos labios pálidos, jugosos, listos para besar, para devorarle en cualquier momento. Yao miró sus ojos violáceos, aquellos que buscaban una respuesta a su pregunta.
–Si, es cierto. –Fue la corta respuesta, para zanjar éste tema, que de seguro le traería más de un dolor de cabeza o quizás de.. ¡Basta! Se dijo así mismo, e intentó agrandar la poca y nada distancia que los separaba en ese abrazo tan sobreprotector.
–Oh…
–Bien, me retiro aru. –Yao cerró los ojos, rápidamente se separó de Iván y caminó hacia un lugar en donde no estuviesen ni sus ojos…ni sus labios. Más una mano fuerte tomó su muñeca, y de un jalón de nuevo esos brazos comenzaba a aprisionarle. El oriental intentó decir algo, pero fue rápidamente cortado por un beso del más alto.
–Entonces…¿Podrías…enseñarme…un…par de cosas…? –Murmuró aquella vocecita infantil sobre sus labios, tomándole por la cintura, apegándole más y más a su robusto cuerpo, buscando el calor escondidos entre esas ropas orientales, entre esa seda, bajó el tejido, bajo los botones, el calor que podía desprender esa piel tersa. El castaño se removió de sus brazos, causando que el abrazo se estrechase cada vez más, estaba atrapado.
–¿Par que…quieres saber? –Preguntó el chino, intentando hablar, alejándose de la otra boca, antes de volver a ser callado por la misma que buscaba unir sus labios desesperadamente, que respiraba con fuerza en cada beso, esas respiraciones entremezcladas que eran sinónimos del inicio de la pasión, mientras la presión se acumulaba en sus caderas, donde las manos del eslavo habían ido a parar, para masajearle de arriba abajo , moldeando esa bella curvatura; Yao no tenía caderas prominentes de mujer, por que no era una, eso estaba claro, sin embargo, unas ligerísimas curvas en las caderas de él, hacían de su cuerpo una obra maestra. O quizás eso le decía Iván, al menos Yao encontraba sus caderas normales, ni tampoco andaba preocupado de como eran.
–Porque podrías enseñarme…–Le fue empujando, hasta acorralarle en una pared, sujetándole la cintura con una mano, y deslizando la otra hasta su muslo, primero lentamente, luego acariciando más duramente por encima. Que el oriental sintiese su mano acariciando cada rincón de ese muslo, que las corrientes eléctricas subieran y bajaran por su espalda, y vientre.
Miró al chino, aun besándole, con los ojos entreabiertos, apreciando cada facción, cada cerrar de ojos, cada bocanada de aire que el otro tomaba desesperadamente, y el sonrojo que iba en aumento.
''¿Para qué saber más de lo que ya sabe?'' Se preguntó China, si de por sí el ruso, en cada relación que tenían demostraba tener amplios conocimientos del sexo. O bueno, quizás él pensaba así por que…Iván ya conocía a la perfección el cuerpo de su pareja, conocía mejor el cuerpo de Yao, más que el mismo oriental, y eso le aventajaba, entonces…¿Para qué necesitaba esas clases ? Y eso fue lo que le preguntó, la respuesta le llegó como un balde de agua fría: ''Para nada…sólo quería aprovechar éste momento para poseerte…aunque, podría yo darte unas clases'' Y apegando su entrepierna a la ajena, susurró: ''Unas clases de placer puro''
Por la presión en su entrepierna, y por lógica, notó que el ruso ya estaba excitado. Su hombría dura, mas no todavía erecta rosaba una y otra vez la entrepierna del asiático, sonsacándole suspiros que intentaban escapar de esa boca que se resistía, esa boca que se abría automática para recibir ahora los besos profundos del eslavos, esos besos húmedos, llenos de sonidos al separarse, para volver a hundirse, boca con boca, hasta sacar gemidos inesperados de la garganta del más bajo, sin siquiera haber iniciado el acto en sí. Tan sólo besos…que lograban encender su temperatura corporal. Manos pequeñas, que se deslizaron hacia el ruso, cayendo en aquel juego que ambos disfrutaban. Manos suaves que desabotonaron hábiles aquella gabardina. Y brazos fuertes que le abrazaron con fuerza, bajando por un muslo y luego por otro, hasta que las piernas del oriental entendieran el mensaje y se enroscaran en las caderas del oji violeta.
Más besos continuaron, los pasos precipitados del eslavo en dirección al cuarto que compartían, y el cabello negro desordenado sensualmente sobre el colchón, al bajar al chino de sus brazos y acostarle en la cama. Mientras su cabeza memorizaba aquella escena: labios hinchados , respiración agitada, botones mostrando los inicios de ese hermoso pecho, mejillas sonrosadas, y esos ojos que suplicaban por que continuara besándolo, tocándolo así. ¿Cómo podía negarse? Sus piernas por sí solas, se doblaron, gateando por encima del oriental, sobre él, antes de bajar a besarle mejor, ésta vez hundiendo sus manos en ese mandarín, desabrochándole desesperado esos broches, hasta mandar a volar la camisa, y hundir sus palmas en ese torso tibio y suave, terminando por colocar esas mismas manos en sus costados, bajando a esos deliciosos pezones.
–Iván…–Los primeros suspiros nítidos del inicio del acto carnal. Le movían a succionar ese pecho, a besarle, morderlo, marcarlo, y remarcar antiguas marcas para recalcar que Yao era de sus propiedad, que el chino lo recordase cada vez que viera su reflejo en un espejo .
Su boca hambrienta subió hasta su cuello, mordiendo por un costado, aprovechando de respirar cerca del oído y regalarle una mordida a ese lóbulo de vez en cuando, hundiendo boca y nariz a ese rincón bajo la cabeza, donde sabía el otro era bastante sensible cuando se trataba de ''eso''.
Una mano se colocó de repente en ese torso amplio y bien trabajado con los años. Yao le detuvo, sus ojos castaños, sus ojos tan oscuros como sensuales le observaron desde su posición, una sonrisa curvada hacia un lado le decía que su ''Tesoro de Oriente'' planeaba algo, y tan rápido como el pensamiento se llegó a la acción y Yao ya estaba sobre el ruso, mirándole con sensualidad.
–Mh, no debería enseñarte más de lo que ya sabes con nuestras…experiencias y esas cosas aru –Repasaba con la punta de los dedos el torso de Iván aún envuelto en esas molestas ropas. –Pero puedo enseñarte un par de cosas…-Ahora habló por sobre sus labios.- Primero…las caricias son importantes, las miradas también…hay que conectarse con ese ser y disfrutar tanto las caricias que uno da, como las que recibe aru. –Con ello sus manos rápidamente despojaron al eslavo de su gabardina, chaleco, camisa y sudadera dejándolas regadas en el suelo, concentrando sus manos ahora en el torso albino del otro, acariciando superficialmente, y luego hundiendo la palma en esos pectorales.
Iván le miraba fascinado. Yao a veces necesitaba muy poco para encenderle, no sabía como lo hacía, su caminar, su figura…tan sensual, esas piernas, esos muslos que muchas veces deseaba estrujar con sus manos, ese cuello hecho para que éste lo marcara, y esos labios que se volvían rojizos con tan sólo unos besos de él.
Iván consideraba a Yao perfecto. Yao consideraba que tenía un cuerpo normal y no decía nada respecto a ello, se consideraba normal, cuerpo normal, muslos, ojos, cabellos, piernas, brazos normales, e Iván tan sólo lo veía hermoso…por ser Yao, por que lo amaba con fuerzas, aunque muchas veces el oriental no llegase a creérselo del todo.
Iván lo amaba demasiado, y Yao…Yao también lo hacía pero el oriental prefería demostrar cariño en acciones, y no en palabras, el oriental prefería muchas veces que se guardaran el amor que se tenían para sus momentos juntos, como ahora, cuando estaban en la casa de uno o del otro, o en algún sitio donde no hubiera ninguna persona conocida. En las reuniones trataban de comportarse como amigos, y se portaban como tales.
Ellos conocían el mundo, conocían a quienes les rodeaban, sus años vivos eran suficiente para saber que un amor a tal punto…aunque fuera injusto debía mantenerse oculto, para evitar los rompimientos, pero les gustaba así…
–Me encantas así…–Murmuró Iván respirando fuerte por la nariz por esas manos delicadas moviéndose en su torso, calentando más su cuerpo, por que Yao necesitaba hacer poco para encender la antorcha del deseo.
–Un intercambio de palabras ayudan mucho a estimular. ¿Lo sabías? –Recitó el oriental acercando sus labios hasta el oído del otro. – ¿Sabes lo mucho que me gusta que digas mi nombre? –Las manos viajaron hasta esa entrepierna ya despierta y apresada en aquel pantalón. –Me encanta cuando te mueves…siento que toco el cielo…–Besó su frente con cariño, Iván no pudo aguantarlo y lo abrazó con fuerzas, mirándole hacia arriba.
Iván quería poseerlo ya, quería entrar en él, moverse a gusto, escucharle decir su nombre, quería hacerle el amor, peor se contenía.
–Muéstrame lo que puedes hacer –Ordenó con voz suave al oriental. Yao se separó, sonriendo de medio lado, pero sujetando el cuerpo por las rodillas, con su pecho a la altura de la cabeza del ruso.
–Observar a veces puede traer tanto placer como tocar aru…–Murmuró y ya frente a él bajó sus pantalones y ropa interior, Iván siguió y exploró con la mirada esa parte del chino, y asintió, definitivamente esa estimulación le había gustado, pero al parecer China no hablaba de tan sólo mostrar. En seguida el asiático bajó una mano hasta su propia entrepierna y comenzó a acariciarse allí, lentamente y mirando fijamente a Iván a los ojos, la otra mano fue hasta su pezón, estirándolo al mismo ritmo que su mano en la entrepierna.
Iván observaba todo ese maravillado, ver a su chino así, sonriendo de esa forma tan sensual y segura, verlo acariciándose así mismo, y ya suspirando despacio, arquear de a poco esa espalda. Sus ojos bajaron a esa entrepierna donde el chino comenzaba ya acariciarse con mayor rapidez, al igual que su pezón , recitando el nombre de Iván, que supiese que ese placer que sentía era por él, por que le excitaba que lo mirase así…que se lo comiera con la mirada.
–Y-Yao…–Su mano pasó por sobre su hombría, hasta deslizarse bajo las prendas, apretándose también su miembro para intentar bajar el fuego que le consumía por dentro.
China se acercó hasta el ruso y le dijo un breve ''quítatelos''. Rusia no esperó más y bajó sus pantalones y bóxers, liberando ese miembro que necesitaba de atención; el asiático se sentó cerca de su entrepierna, mirándole fijamente.
–No olvides ésta posición aru –Susurró, y bajó su mano antes en su hombría a la otra, subiendo y bajando, apretando el ya torturado miembro del ruso que se derretía con tanto calor, con ese cuerpo desnudo y agitado frente al suyo. –Acaríciame…–Susurró en palabras que sonaron a gloria a oídos del oji púrpura que no tardó en poner su mano en ese miembro, apretándolo también, moviéndose casi al mismo ritmo, comenzando a compartir suspiros, gemidos salidos desde lo más hondo de sus gargantas, besándose y tocando con la mano libre sus cuerpos, compartiendo esas instancias juntos, hasta que el oriental rompió el prolongado beso, y se separó de él, empujó a Iván en la cama, y éste por inercia sujetó las caderas del chino.
–¿N-No necesitas que te preparé? –Preguntó con cierta preocupación, subiendo sus manos por los costado del chino que le negó un par de veces. Yao sabia lo que hacía. Y sin más se posicionó en su miembro y bajó lenta y dolorosamente pues no se habia acostumbrado antes, Iván sacó un ronco gemido de su boca, y le apretó las caderas con las manos por el placer, relajando el ceño luego y viéndole con una sonrisa. –Te dije…que debías prepararte.
Yao simplemente no contestó y comenzó a moverse lento sobre su hombría, haciendo que a Iván le llegasen los escalofríos de placer en seguida, escalofríos en subían por su miembro, paredes que apretaban exquisitamente su hombría, movía esa pelvis dibujando formas en la entrepierna del ruso que sólo se relamía los labios bajo ese chino, subiendo las caderas para intentar golpear esa próstata, lástima que el clímax lo sentía cercano luego de haber estado ''jugando'' con Yao a tocarse mutuamente, así que en un par de movimientos ascendentes y descendentes del chino, el ruso se corrió en su interior, Yao se concentró para detener la salida de semen de su propio miembro y así seguir, moviéndose de nuevo sobre Iván ahora con ese liquido en su interior que servía como lubricante.
–Ah Yao…–Pero Yao se levantó, Iván iba a protestar pero éste simplemente le dio la espalda y volvió a auto-penetrarse. –¿Q-Qué haces?
–L-la posición de…l-la liebre aru…–Contestó y le miró por sobre el hombro, ya que ahora le daba la espalda, y sin más comenzó a moverse otra vez sobre esa entrepierna, atrapando ese enorme miembro en su interior y comenzando a saltar sobre él, sintiendo el delicioso espasmo recorrer su cuerpo cuando sentía ese miembro entrar en él, hundirse en él. –¿No querías c-clases de sexo? –Preguntó con una sonrisa sensual, Iván sonrió de lado y miró ahora esa hermosa retaguardia a la que acarició y estrujo a gusto, y luego afirmándole de las caderas, moviéndole de arriba abajo, saciando sus deseos y los del chino que se retorcía de placer arqueando esa espalda por donde los dedos subían y bajaban delineando su espina dorsal.
–-Creo que me gusta ésta mhhh…–Frunció el ceño por el placer, respirando y hablando agitado.- Ésta posición…Oh….
–¿T-Te gusta así…? –Cerró los ojos un momento y abrió la boca por donde salían nítidos gemidos que enloquecían de placer al eslavo que simplemente admiraba esa hermosa espalda, viendo como ese cuerpo subía y bajaba, pero quería hacerlo más intenso…
–M-Me encanta y lo sabes…Pero…quiero hacer algo…–Con sus manos en las caderas del chino, lo sacó de su entrepierna, Yao le miró sin comprender, pero Iván le acostó a su lado, le acostó boca arriba y acarició con la palma de la mano esas piernas, toda la extensión, especialmente los muslos del chino, los cuales elevó, llevando las piernas a los hombros del ruso y penetrándole sin avisar, haciendo que el chino tirara la cabeza hacia atrás dando un largo gemido ya que con la posición Iván llegaba muy profundo.
–Iván…¡Ah Ah! –Y el eslavo no necesitó más para proseguir, moviéndose rápidamente, golpeando esa próstata, sacando agudos gemidos del chino, exquisitos gemidos que se mezclaban con su respiración pesada, moviéndose en forma de ''8'' en su interior, haciendo que Yao estirara la punta de sus pies cada vez más , respirando agitada, botando aire por la boca rápidamente, cerrando los ojos del puro placer que reinaba en todo su cuerpo, con las manos a los costados, mirando a Iván desde abajo, podía sentir ese grueso y largo miembro intentando moverse en sus estrechas y calientes paredes que estrujaban el miembro del ruso, junto con esos sonidos de la semilla antes derramada.
El euroasiático con sus enormes manos recorría esos muslos, levantando esas caderas y golpeando bruscamente su interior, haciendo resonar un gemido de placer del chino que se expandía por toda esa habitación testigo de los besos, los suspiros, y esas respiraciones agitadas pidiendo por más.
–Mhh. ¿Te gusta asi? –Preguntó el ruso, moviendo sus caderas en ese interior, endemoniadamente estrecho que parecía devorar su caliente hombría que se hundía más y más en ese exquisito santuario. Bajó las piernas del chino de sus hombros, y llevando las manos a sus rodillas abriéndolo más de piernas, haciendo que la sensación recorriera mejor a ambos, hasta que las mismas piernas del chino se abrazaron a sus caderas en movimiento, y los brazos de éste atraparon el cuello del oji purpura, bajándolo hasta él, robándole un beso donde ambas lenguas se entrelazaban, se acariciaban, la lengua de Ivan empujando la del más bajo, succionando la punta de ésta, y al separarse que quedara ese fino hilo de saliva, antes de desaparecer otra vez en esos besos donde se comían hambrientos sus bocas, resonando como ecos esos jadeos pesados, esos gemidos de placer que iban acorde a cada punteada que daba el ruso a su amado, y esos gruñidos roncos que saca el eslavo con cada contracción de esa entrada, aplastando de manera deliciosa su falo.
Aprovechó de bajar por su boca hasta su cuello, mordisqueando, dejando aquellas señales de que él : Ivan Braginsky , había marcado a Wang Yao, y éste recibia esos mordiscos positivamente, tirando su cabeza hacia atrás con cada estocada más y más dura, que hacia que sus piernas entrelazadas apretaran con fuerza la cadera del ruso, que llegaba más y más, golpeando sin parar esa próstata una vez más que hacía a ese oriental retorcerse bajo su persona, arquear su espalda, enterrar sus manos en la espalda del otro y rasguñarlo, escuchar aquellos: ''¡Ahh sii! ¡Asi! '' de esos labios ya hinchados de tanto beso, y que sólo se abrían para manifestar su opinión en las reuniones, pero jamás para sacar exquisitos gemidos, y esas sucias palabras causadas solamente por él.
–O-Oh..e-estrecho…–Pronunciaba apenas el eslavo, sintiendo que estaba a punto de llegar, al igual que el asiático, moviéndose ya desquiciadamente sobre él, haciendo resonar el colchón con fuerza, con aquella pasión que sólo dos amantes podían otorgarse al entregar sus cuerpos, sólo un poco más, un par de embestidas más , para que ambos tocasen el cielo en un solo gritar, en un agudo gemido por parte del chino, y uno ronco por parte del ruso al verter nuevamente toda su esencia en esa rojiza entrada. Cayendo entonces el eslavo hacia un lado, con la respiración agitada, al igual que su flor de oriente a quien le temblaban sus piernas, y tenia toda su boca abierta, dando enormes bocanadas de aire, antes de mirar al ruso con una sonrisa, siendo correspondida rápidamente por éste que se volteó hasta él y le apresó en un abrazo, besando su frente con amor.
–¿En…tonces? –Preguntó, ya con su respiración más calmada.
–¿Entonces qué aru…?
–¿Crees que soy un buen alumno…?–Preguntó éste retomando el tema anterior, donde le habia pedido a Yao clases de sexo. El oriental se aguantó una risa, que salió prontamente de sus labios, y besó la punta de la nariz del ruso. –Mhh~, debo decir que aprendes rápido, y sabes muchas cosas…eres un muy buen alumno. Quizás podrías ser maestro algún dia.
–¿En serio?
–Quizás aru…–El eslavo sonrió, apresándolo aun más en el abrazo, ese quizás era suficiente, pero antes…-
–Oye, eso sí, espero ser tu único alumno. Nada de andarles enseñando cosas a otros. ¿Eh? –Claro, aunque esas cosas ya ni se enseñasen, el ruso debía cerciorarse, pero ese comentario desconfiado hizo a Yao sonreír.
–Por supuesto, no cambiaría a éste aprendiz por nada del mundo. –Murmuró antes de recibir un beso por parte de Ivan, y luego ambos quedarse dormidos.
Iba a tomar el libro entre sus manos, cuando esos brazos le apresaron.
–Yao~. ¿Sabes? Dicen que la posición de cuatro hace gritar de placer. ¿Te parece si la probamos?
–No, estoy molido. –El abrazo se estrechó más.
–Pooooooor favoooooor. –Pidió el ruso haciendo un pucherito, Yao rodó los ojos y dijo un ''tal vez'', claro, esa fue la afirmación para el ruso que en seguida se tiró sobre el pobre asiático. Sip, sería una larga mañana.
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Sdfsdfsdf Eso es lo que la escritora aquí presente se iamginó leyendo esas cochinadas. Oshh, deberían quemarme por pervertirme la mente de esa forma y…Nah
¿Ves el cuadrado de ahí abajo?
Well, si te pareció buena la historia comenta ahí abajo. Criticas, sugerencias, chocolates, y esas cosas
Gracias por leer~
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