Título: ¡No puede ser! ¡Un bebé!: Capítulo 01. Cambio.

Extensión: Primera versión (22/04/2010) tenía 3074 palabras. Luego de la edición (15/09/2012) quedó en 3091 palabras.

Advertencias: Insinuaciones de homosexualidad y alguna que otra escena de sexo sugerida.

Disclaimer: DGray-man y todos sus personajes son propiedad intelectual de Katsura Hoshino, por lo tanto no obtengo ninguna forma de lucro por este trabajo.

Resumen: Después de ser atacado por uno de los experimentos de Komui, Allen sufre las consecuencias. Sin embargo, estas son más malas de lo que piensa.


¡No puede ser! ¡Un bebé!

Capítulo 01. Cambio

Lavi lo besó de nuevo, pero de forma distinta. Sus labios rozaron suavemente el hombro desnudo del albino, quien no pudo evitar entreabrir sus parpados, para luego voltearse y quedarse mirándolo fijamente al rostro. Había llegado hace un par de horas de una misión y llevaba a cuestas un cansancio tal, que lo obligaba a caer rendido enseguida en los brazos de Morfeo, sin siquiera dejar un pequeño espacio de tiempo para la conversación después de haber hecho el amor.

― Lo siento. No quería despertarte― se disculpó su compañero, mientras le dedicaba una sonrisa, tratando de usarla como un aliciente para la disculpa. Sabía que Allen estaba cansado, pero no había podido evitar besarlo sin darse cuenta.

― No importa― le respondió Allen, arrastrando las palabras, mientras los parpados se le cerraban solos y agregó, un poco extrañado―. ¿No pasa nada si te quedas mucho tiempo aquí?

― No― le respondió con tranquilidad―. Panda y yo ahora tenemos habitaciones separadas. Si regreso a la mía antes de que salga el sol, de seguro ni se entera― concluyó, en un tono de aparente convicción, sólo para que Allen se sintiese más tranquilo con toda aquella situación, porque casi podía asegurar que el anciano algo sospechaba, si es que ya no se había enterado por completo de su relación.

― Qué bueno, porque me gusta mucho cuando estamos así― murmuró el albino, mientras se dormía apaciblemente a su lado.

X·X·X·X·X·X·X

La mañana llegaba y el canto de las primeras avecillas en el cielo se colaba por la ventana de la habitación del inglés, quien ya se encontraba haciendo flexiones apoyando sólo su pulgar en el respaldo de la silla. Apenas se hubo despertado― a primera hora en la mañana― no había podido evitar mirar inconscientemente a su costado, esperando ver a su amante dormido a su lado lo cual, en la vida real, era prácticamente imposible, porque debían tratar de mantener su relación oculta a toda costa.

Al principio, cuando Lavi y él se besaron por primera vez― estando en una misión― no lo había comprendido del todo bien. Siempre había considerado, gracias a las experiencias vividas con su Maestro, que lo normal era que ese tipo de demostraciones amorosas se diese sólo entre un hombre y una mujer, pero ni él ni Lavi lo habían podido evitar: sólo había surgido así, de forma espontánea y sin trabas.

Desde ese punto en adelante todo había sido una sucesión de momentos junto a Lavi, de un secreto compartido, de caricias, besos y de una clase de afecto especial que sólo había sido capaz de sentir por el aprendiz de Bookman.

Apenas terminó de arreglarse, después de sus ejercicios matutinos, se dirigió directo al comedor, pues sus tripas ya le demandaban un poco de atención. Antes de salir de su habitación, examinó exhaustivamente su aspecto para comprobar que todo continuará igual que ayer pero, a la mitad del examen, notó con un poco de vergüenza un pequeño chupón que se asomaba por su cuello: era obvio que no podría salir con aquella marca desvergonzada asomándose en medio de su piel. Se limitó a ocultarla lo mejor que pudo, ajustando un poco más su camisa para que no se notara.

Muchos metros más allá, se encontraba cierto pelirrojo que bostezaba largo y tendido ante un anciano a su lado. Lavi trataba de concentrarse en las lecturas, que se exhibían como una montaña interminable delante de él, sin poder evitar sentir cierta simpatía por la ociosidad de Komui, ya que el simple hecho de ver una cantidad ilimitada de documentos por leer y firmar multiplicaba la flojera.

― ¡Ah! ¡¿Por qué me pegas, Panda?! ― alegó, después de recibir un golpe imprevisto de parte de su maestro.

― ¡¿Te atreves a preguntar?!― le replicó Bookman―. Has estado todo este rato sin prestarle la atención debida a todos los documentos. ¡No sigas haciéndome perder el tiempo en vigilarte!

Lavi lo miró y con desgano le dio la razón, para no alargar más la conversación. Sabía muy bien que no era de vago que no leía el día de hoy, sino que por cansancio ya que, gracias al haberse quedado casi toda la noche con Allen, casi se caía de sueño. Además, como si su maestro estuviese al tanto de la situación, lo había hecho madrugar (casi como si fuera un castigo) dando por excusa lo atrasados que iban con el trabajo (a saber cómo se podían atrasar, si no tenían ninguna especie de jefe por dicho empleo).

Lavi decidió clavar la vista en los papeles rogando, en su fuero interno, que sólo ese mero acto sirviera para la concentración: era lo único que podía hacer de momento.

X·X·X·X·X·X·X

― ¡¿Lavi no está?! ― preguntó Allen, con una evidente mueca de decepción pegada al rostro. Lenalee negó con la cabeza, mientras él se sentaba a su lado, depositando una camionada de alimentos sobre la mesa―. Y yo que le había traído yakiniku(1) para desayunar― concluyó murmurando, mirando de soslayo dicho platillo.

Siendo sincero, por muy bienintencionado que sonara su comentario, hace un rato atrás le había pedido a Jerry que le pusiera mucho wasabi, de manera oculta, a aquel alimento. Quería ver a Lavi destiñendo un poco. Era consciente que era un poco cruel de su parte jugarle esa broma, pero ser atacado muchas veces en una pelea que, a todas luces, no había podido ganar, le frustraba un poco y su amante merecía, de vez en cuando, algún tipo de blanca venganza.

― Si quieres, yo me lo como por él. Siempre he tenido ganas de probar el yakiniku, pero se me olvida hacerlo― se ofreció la china, con una sonrisa adornando sus mejillas sonrojadas, mientras arrastraba hacia sí el plato, sin siquiera escuchar la respuesta de su interlocutor.

Allen balbuceó excusas sin sentido, tratando de detenerla, sin obtener resultados, pues Lenalee ya le había ganado la discusión echándose un trozo de carne a la boca.

Al ver como su compañera comía, Allen no pudo evitar tragar saliva. Komui me matará, pensó, sudando helado. La chica, aún con las mejillas ligeramente teñidas de carmín, seguía masticando aquella bomba picante, sin percatarse de la tensión en la que mantenía a su amigo. Después de saborear el platillo, tragó, mientras Allen hacia una cuenta regresiva mental, contando los últimos segundos de vida que le quedaban.

― Es un poco picante, pero está bastante bien― murmuró la china y, juntando sus manos, procedió a agradecer la comida―. Muchas gracias por la comida. ¿No te importa si me voy? ― le consultó a su compañero.

― No. Si tienes algo que hacer, no importa― le contestó, mientras observaba el trozo de yakiniku que Lenalee había dejado en el plato.

La exorcista levantó su bandeja y, antes de irse, le aconsejó a Allen probar ese platillo, ya que sólo comer dango no era bueno para su salud.

Walker miró renuente, durante un par de minutos, aquel veneno picante y tragando saliva, se infundió el valor para probarlo. Lo masticó por unos segundos pero, a diferencia de Lenalee, no pudo evitar salir corriendo― en dirección al baño― para tomar más agua de la que hubiese tragado en toda su vida.

― ¡Tsk! Estúpido Brote de habas― murmuró Kanda, esbozando una sonrisa burlesca, que para sus compañeros de mesa no pasó desapercibida.

X·X·X·X·X·X·X

Lenalee tomó el termo lleno de café, recién preparado, y comenzó a verterlo en las tazas de los miembros de la sección científica. Las fue llenando una a una hasta que, mientras se frotaba los ojos, sirvió la última, que pertenecía a su excéntrico hermano. La chica las contó, para comprobar si llevaba el número de tazas correctas y volvió restregarse los ojos. No entendía la razón por la cual su vista estaba fallando pero, por el momento, decidió no prestarle mucha importancia. Ya se le pasaría pronto ese malestar, pensó, suspirando.

Tomó por las asas la bandeja y se dirigió a la sección científica, llevándoles el brebaje despertador a todos los pobres científicos que trabajaban sin dormir, desde hace varios días (cortesía de Komui), y que tanto lo necesitaban. Avanzó lentamente por los pasillos, pestañeando más de lo usual, en un pobre intento por volver a ver con normalidad.

De pronto, alguien se cruzó en su camino.

― ¡Lo siento, Lenalee!― exclamó una respetuosa voz que podría reconocer en cualquier lugar.

― No importa… Allen― murmuró la asiática con dificultad, debido a que se le estaba complicando el respirar.

― ¿Te ayudo?

― ¿Eh? ¡Ah! Sólo si puedes― murmuró la chica, esbozando una sonrisa.

Sin mediar más palabra, Allen tomó la bandeja y se encaminó hacia la sección científica, sin dejar por ello de llevar la conversación por otros derroteros que Lenalee, a duras penas, podía seguir. Dieron unas cuantas vueltas, mientras la exorcista apenas le seguía el paso.

― ¡Espera Allen!― exclamó la joven, con mucho esfuerzo, a lo que Allen se detuvo bruscamente y se volteó, para recién notar que la joven casi no se podía sostener en pie.

― ¡¿Qué te pasa, Lenalee?!

Allen se acercó, alarmado de verla en tal estado pues nunca― ni siquiera después de las cruentas peleas contra los Akumas― la asiática había estado en peores condiciones. Apenas llegó a su lado, intentó ayudarla con una de sus manos, pero le era casi imposible con la bandeja a cuestas y sin un lugar donde dejarla.

― ¡¿Por qué no habías avisado que te encontrabas enferma?!― le reclamó, al ver el rubor en sus mejillas y oír el ritmo irregular de su respiración, que no hacía más que aumentar de frecuencia. Allen la miró preocupado, tratando de pensar en una forma de ayudarla y lo único que se le vino a la mente fue llevarla a la enfermería.

― No te preocupes Allen― murmuró su compañera y agregó, tratando de tranquilizar a su amigo―. Apenas les dejemos el café, me voy directo a la enfermería― al ver la cara de incredulidad del chico, recalcó―. Lo prometo, pero no le digas nada a mi hermano. No quiero preocuparlo ahora que esta tan atareado.

Al ver la insistencia de su amiga en guardar máxima discreción con respecto a su estado, no pudo negarse, pero le hizo jurar que, apenas entregado el café, dejaría que él mismo la llevase a la enfermería. Concordado esto, ambos se dirigieron al departamento científico y apenas entraron, no pudieron quedar indiferentes al aura de cansancio y depresión que emanaba de todo el personal.

― ¡Ya trajimos café!― avisó Allen, mientras Lenalee, con la mejor cara que podía exponer estando enferma, les daba las tazas cargadas de la bebida humeante a cada uno de los científicos, los que agradecían con una gran sonrisa el gesto.

X·X·X·X·X·X·X

― Komui, Lenalee se va a casar― susurró Allen al oído del supervisor, pues Reever estaba sumamente ocupado y no se había podido encargar de despertar al perezoso jefe.

― ¡Lenalee!― gritó Komui, mientras se agarraba a las piernas de la chica y lloriqueaba sin parar.

― ¡Hermano, cálmate!― le pidió la muchacha, mientras trataba de zafarse del agarre de su hermano mayor, recibiendo por contestación palabras de protestas y amenazas hacia su futuro marido―. ¡Te trajimos café!

El excéntrico supervisor apenas miró al albino, pudo notar que este sostenía su tazón. Allen, aliviado de que la pataleta infantil del supervisor hubiese terminado, le ofreció la taza a Komui, el que la tomó agradecido. Apenas hubo recibido la taza con el humeante café que le había preparado su hermana, sucedió lo inesperado: todo ocurrió en una espantosa cámara lenta, que indicaba el final de los días normales para Allen Walker.

Komui continuaba hincado en el suelo, probando el delicioso café que Lenalee con tanto amor le había preparado, cuando su hermana cayó lentamente en dirección al albino, quien sólo de la sorpresa no supo cómo reaccionar. La chica continuaba cayendo, notándose a simple vista que el final de su trayectoria sería sobre el mismo Allen. Lo que Walker vislumbró tarde― sólo cuando sucedió― fue aquel beso que Lenalee le dio sin querer al caer sobre él. Sólo se trató de un tope de labios, pero fue lo suficientemente imprevisto como para dejarlo paralizado por unos cuantos segundos, al igual que a todos los demás científicos que observaban en silencio la escena. Toda aquella inesperada y épica proeza frente al Supervisor Komui concluyó con Lenalee en los brazos de Allen, quien se limitó a evitar que su compañera llegase al suelo.

― ¡¿Cómo te has atrevido a ensuciar a mi linda Lenalee?!

― No, no es lo que usted cree, Komui. Lenalee está... ― comenzó a explicar Walker, entre balbuceos y tartamudeos provocados por el temor de una inminente represalia por parte del chino.

Mientras tartamudeaba tratando de explicar lo que no tenía ni pies ni cabeza, lanzó una rápida mirada a su amiga, que se encontraba desmayada en sus brazos y respiraba con mucha más dificultad que hace unos momentos atrás. Al parecer, no le había dado ese topón adrede, sino que se había desmayado a causa de su enfermedad, de lo que Komui aún se daba cuenta porque, si se hubiese percatado, no estaría a un ápice de matarlo, sino que tratando de curar a su preciada hermana (o quizá estaría haciendo las dos cosas, ayudado de algún Komurin número chorromil).

El supervisor se incorporó rápidamente mientras un aura asesina― que fácilmente le podía hacer competencia a la de cierto exorcista japonés ― comenzaba a rodearle. Estaba determinado a darle su merecido, por lo que el exorcista no dudo en dejar a Lenalee sentada en una silla y salir corriendo de ahí, ya que sabía que las consecuencias podrían ser espantosas e inesperadas.

― ¡Por favor lleven a Lenalee a la enfermería!― gritó, antes de salir corriendo de la sección científica, perseguido por un Komui embebido de unas ansias de locura asesina.

Los científicos quedaron paralizados por la escena, hasta que Johnny reaccionó y se dirigió hacia Lenalee, que ya casi no respiraba. Al notar el jadeo y las mejillas afiebradas en su rostro, el joven científico no dudo en poner una de sus manos sobre la frente de la chica, sospechando ya el mal que la aquejaba.

― ¡Lenalee está ardiendo en fiebre!― gritó, pidiendo que lo ayudasen a llevarla a la enfermería.

X·X·X·X·X·X·X

― ¡Komui, deténgase! ― gritó Allen, mientras trataba de no ser alcanzado por uno de los Komurines del supervisor. A diferencia de los anteriores diseños con los que Komui no hacía más que destruir media Orden, este era mucho más pequeño y rápido.

El albino dio media vuelta, tratando de perder al robot, sin poder lograrlo.

― ¡Nunca me detendré! ¡Te haré pagar! ¡Nunca más habrás deseado haber vivido! ¡Muajajajaja!― se escuchó la voz de Komui proviniendo del mismo robot―. ¡Este será tu castigo! ¡Komurin IV versión 2.0: dispara ahora tu arma especial!

Allen giró su rostro y, antes de poder esquivar el proyectil, este impactó de lleno en su cabeza, derramando un extraño líquido purpureo sobre su cuerpo.

X·X·X·X·X·X·X

― Pero al final se arregló todo, ¿no?

― Uhm, sí, supongo...

― Entonces, ¿por qué no lo hacemos?― le consultó Lavi, mientras lo abrazaba y le mordía la oreja con suavidad.

― Me da la impresión que sólo piensas en eso últimamente― farfulló Allen, mientras se separaba de él y lo quedaba mirando fijamente en el rostro, tratando de explicarle lo que se le había venido a la mente―. Me cayó algo fabricado por Komui, ¿no? Lo normal es que, no sé, me hubiese pasado algo, pero sólo me manchó la ropa. Creó que es muy poco castigo (por parte de Komui), considerando que Lenalee y yo, bueno, nos dimos un topón― concluyó, mientras Lavi hacía una pequeña mueca de algo que Allen no supo como denominar.

Era obvio que sólo se había tratado de un topón y él se lo había explicado una y otra vez, pero el pelirrojo estuvo mosqueado un buen rato, evitándolo por toda la Orden.

― Deberías tratar de calmarte― le aconsejó el aprendiz de Bookman, mientras se incorporaba y lo abrazaba de nuevo―. De seguro esta vez, lo que sea que Komui fabricó, no le funcionó. Eso explicaría el por qué no te pasó nada. En vez de pensar en eso, deberías preocuparte por una forma de lograr que recupere la confianza en ti― concluyó, con un puchero infantil.

― Pero, ¿qué estás diciendo, Lavi? ― protestó el albino, pero fue acallado por un beso del aprendiz de Bookman.

― Era una broma― se burló Lavi, enseñándole una gran sonrisa―. Aunque lo de hacer el amor no lo sea.

Sin pronunciar más palabras, se dejaron llevar.

X·X·X·X·X·X·X

Un molesto piar lo despertó de su relajante sueño. Sabía que su insistencia, en estos últimos días, de poseer a Allen a diario, se debía al stress que lo aquejaba además de que― este último tiempo―, gracias a su trabajo y a que, gracias a que Panda lo vigilaba todo el tiempo, apenas se habían podido ver. Sabía que esa inseguridad no era culpa de Allen, pero siempre lo carcomía la idea de que, algún día, el menor lo dejaría de querer.

Comenzó a abrir poco a poco los párpados hasta, que con horror, notó como la luz del sol, que se filtraba por las cortinas, llegaba tenue a sus ojos. ¡Se había quedado dormido! Si Panda descubría que había pasado la noche con Allen, seguramente habría terribles represalias por parte de anciano, las cuales ni siquiera quería imaginar. Lo primero que hizo fue apoyar su mano en una superficie, para poder incorporarse y salir lo más rápido posible de la habitación de Walker.

― ¿Eh? ¿Qué es esto? ― murmuró para sí, extrañado de lo que sentía con su mano.

Comenzó a apretar un bulto redondo con su mano, para examinarlo mejor y notó, con no poca sorpresa, que este emanaba calor, cosa extraña considerando que esta protuberancia era voluminosamente mucho más grande que las bolas su amante, además de estar situadas en un lugar en el cual no debería haber nada. Alarmado por esto y como buen (y por ende curioso) aprendiz de Bookman que era, decidió averiguarlo, levantando las frazadas. Apenas descubrió de qué se trataba el misterio, no dudo en despertar a su amante.

Seguramente, este hallazgo no le haría mucha gracia.

Fin Capitulo 01. Cambio

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Aclaraciones:

(1): El yakiniku es la comida favorita de Lavi. ¡Sí, no estoy bromeando! Es información oficial de fanbook. El hecho de que Allen le haya puesto wasabi dentro es porque esa salsa verde picante del infierno es una de las cosas que Lavi odia.


N/A: Por fin termine el capitulo *se tira sobre su cama, toma el Libro de la Leyenda de los Soles y se dedica a leerlo como maniaca* ¿Les ha gustado? Si sé: mucho sacrilegio en muy pocas páginas (me refiero al topón que Allen y Lenalee se dieron por accidente, considerando que es un fic yaoi). De todos modos en el próximo capítulo ¡muchos más sacrilegios! ¡Y todos yaois (creo)!

Este fic lo publiqué el día 22/04/2010 para dedicárselo a Deskdraik, una amiga a la que le gustaba mucho el Lavi/Allen y el Mpreg (cosa que ahora dudo que le guste), en su cumpleaños. Aunque he tardado un mundo en actualizar, este fanfiction sigue estando dedicado a ella. Espero que la haya pasado ese cumpleaños y los dos que le sucedieron (esta edición del fic la estoy haciendo desde el año 2012).

Sin nada más que decir, me despido: ¡cuídense mucho! Y recuerden: ¡Su review es mi sueldo! (agita una caja de té, pues la lata fue robada)