Era un día de clase como otro cualquiera. Tú estabas sentada en tu pupitre mirando por la ventana, deseando que terminaran las clases. Pero algo llamó tu atención, el director entró por la puerta de tu clase acompañado de un chico de pelo negro y mirada fría y amenazadora, aunque no muy alto. Iba con un traje negro, una camisa blanca y una corbata azul marino.

- Alumnos, os presento al nuevo profesor de Arte, el señor Levi Ackerman.

Tú quedaste alucinada, ¿ese chico profesor? Si intimida a cualquiera con esa mirada! Pero, sin embargo, a partir de ese momento empezaste a interesarte un poco más por esa asignatura, que, casualmente, es la que peor se te da y la que más odias…u odiabas hasta que llegó el profesor.

Al día siguiente de que el profesor Ackerman llegara al instituto, iba a tener su primera clase contigo y con tu grupo, y, de forma inconsciente, deseabas empezar a trabajar.

Estabas sentada en tu sitio y observabas que había algo de jaleo y algunos alumnos se levantaron de sus puestos para hablar con otros compañeros, o simplemente para estirar las piernas, cuando de pronto, el nuevo profesor entro en el aula, dió un portazo y sin decir absolutamente nada, todos callaron de inmediato.

- A ver, panda de niñatos, no os dejéis engañar por mi apariencia, puedo ser joven, pero probablemente sea el profesor más estricto y más cabrón que hay en esta escuela. Ni se os pase por la cabeza intentar hacerme la pelota porque eso no va a funcionar de ninguna manera, conmigo se aprueba trabajando duro, que os quede bien claro a todos.

Tardaste en asimilar este discurso de presentación, no es sólo que intimida con la mirada, si no que su forma de ser es también intimidante. ¿Cómo ibas a conseguir aprobar una asignatura que se te da mal y encima el profesor es muy estricto?

- Bueno, paso lista, os identificáis y me decís cómo lleváis esta asignatura, si se os da bien o mal, y ya veremos cómo avanza la cosa.

De pronto, el profesor se te quedó mirando fijamente con esa expresión de frialdad, y tú te pusiste nerviosa y apartaste la mirada ¿qué podías hacer? ¿Decirle la verdad y que te cogiera manía desde el principio? O por el contrario ¿mentirle de primeras? No sabías que hacer, estabas sumida en tus pensamientos, pero de pronto:

- Oye, la número 10! [Tu nombre y apellidos], ¿está aquí o está en Babia?

Empiezas con buen pie…

- Oh! Perdón, me distraje por un momento…

- Indudablemente. Después de llamarte 5 veces me había percatado. Vamos, responde, ¿cómo se te da esta asignatura?

- Pues la verdad… -pensaste rápido, ¿verdad o mentira?- Se me da normal tirando a bien…

Decidiste mentir, ahora a ver como demostrabas estas palabras con esta persona tan intimidante y estricta…En que lio te habías metido así de pronto.

- Mmmm…ya veremos…

Terminó de pasar lista y de conocernos a todos, prosiguió la clase, no sin antes volver a mirarte fijamente, tú cada vez estabas más nerviosa. Después de unos interminables segundos cogió el libro y dijo:

- Vamos panda de vagos, abrid el libro por el tema 5, y haced los ejercicios sobre la luminosidad de la página 56.

¿Está de broma? ¿Luminosidad? ¡Es uno de los temas más difíciles! Pero no fuiste la única que lo pensó, toda la clase se quejó

- Profesor, este tema es muy complicado, ni siquiera nos ha explicado nada.

Habló la delegada de clase. La mirada del profesor Ackerman se volvió más fría…

- Si no empezáis a trabajar ya, os pongo mañana mismo un examen de este tema, ¿me he explicado bien?

El silencio inundó la clase, todos empezaron a realizar esos ejercicios entre quejas por lo bajo, tu empezaste a leer, y no entendías ni una sola palabra, te estabas poniendo pálida… Y solo era el primer día, ¿cómo proseguiría el resto del curso?

El profesor se movió de su mesa, mirando a todos los alumnos, o al menos eso creías, en realidad se dirigía a ti sin mirar a nadie, y sin darte cuenta, ya estaba de pie frente a tu mesa observándote:

- ¿A qué esperas para empezar a trabajar, mocosa? ¿No decías que se te daba "normal tirando a bien"?

Tragaste saliva, no sabías si devolverle la mirada o seguir jugando con tu lápiz sobre el papel. Dejaste de notar cierta presión, entonces levantaste la mirada y viste que se había dirigido a su mesa de nuevo.