¡Terminarán hartándose de mí, por que ya estoy de vuelta!...Bueno, esta es mi más reciente creación, de la cual estoy profundamente orgullosa. Me parece hasta ahora mi mejor trabajo. Y espero que sea de su agrado. Y para los que ya han entrado a mi perfil a ver las buenas nuevas, es la primera historia de cinco que será publicada. Muchas horas libres en vacaciones, dos cuadernos en blanco y una mente inspirada. ¿Qué querían que hiciera¿Ponerme a hacer circulitos en doscientas hojas? Así que, hice la introducción de cada uno de ellos, acabándome dos lápices y la goma de cada uno de ellos.
Ya sé¿Por qué demonios no lo escribió en la computadora y los publicó antes? Sencillo, no tuve computadora durante casi dos semanas. Y mi mente estaba bastante cooperativa. Bien, ya todo aclarado. Les dejo con la historia, de la cual espero algunos reviews…
HEROE
-…- (diálogos de los personajes)
-"…"-(pensamientos)
------ (cambio de escena)
(…) (Algunas aclaraciones de la autora)
-cursiva.- (Flash Back, algún recuerdo etc.)
Disclaimer: InuYasha y Cía no me pertenecen. Sino a Rumiko Takahashi. Yo sólo hago uso de ellos para crear historias que entretengan a los lectores y a mí al escribirlas y sacar mis ideas a la luz. (Aunque ciertamente, quisiera robarme a cierto hanyou para uso personal ;3)
Prólogo
Ironías de la vida era el saber que su destino era el proteger y defender a esos seres que tanto daño le han causado. "Humanos". Criaturas misteriosas y de aún más extraños comportamientos; vivos ejemplos eran sus guerras y discusiones sin sentido. ¿Qué clase de especie era capaz de eliminarse la una a la otra, sin razón alguna? Matar, asesinar, torturar e incluso exterminar. A pesar de todos los años que llevaba conociendo sus distintas caras, ninguna ha sido lo suficientemente convincente como para saber que son alguien a quien de verdad vale la pena salvar. Juzgan la apariencia dejando a un lado la pureza interior. Discriminando a los que son distintos a esa palabra con lo que ellos mismos se describen: perfección.
¿Cuándo será el día, en el que un humano se incline por otros? No por lástima, ni por misericordia. Sino que simplemente, sea algo natural. Algo que brote de su interior. Sí, existen muchos que protegen a los más necesitados, a los heridos en sus batallas pero a final de cuentas, terminan siendo asesinados. ¡Y por uno de su misma especie!
No, no existía ese ser que de verdad había alcanzado o por lo menos rozado la tan añorada perfección. Ese tipo de humano simplemente no ha nacido en la faz de la Tierra, ni en este siglo, ni en ningún otro. Y apostaría como que se llamaba InuYasha Taisho, a que jamás, iba a nacer criatura así.
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Cáp. 01: Siglo XXI
Grandes monstruos de metal se elevaban, iluminados por miles de luces de distintos colores, dándole vida a esos enormes rascacielos; metros más abajo, unos vehículos se movían con singular simetría, haciendo total contraste con esas criaturas de gran inteligencia, que andaban con paso presuroso por ese gran cruce. Algunos silbatazos, pitidos de los autos, voces de personas, esos anuncios espectaculares donde las imágenes se movían. Una televisión gigante. Esos eran los sonidos que escuchaba cada noche. Y de vez en cuando, algún accidente sucedía, provocando gritos desesperados, chirridos de los neumáticos y el potente golpe. Pero precisamente ese era su trabajo. Evitar las muertes. Y como lo odiaba. ¿Qué se pensaban¿Qué iba a estar en todos los lugares? Pero no tenía opción, su destino fue dictado desde el momento en el que nació y no ha sido capaz de modificarlo.
Se detiene en uno de los imponentes rascacielos, observando la ciudad con sumo detenimiento, sus ojos resplandecen ante los pequeños ases de luz que escapan, pero su cuerpo sigue sumido en la oscuridad. Agudiza su vista al ver un rápido movimiento en la avenida. Alguien corre por quien sabe qué razón. Una chica.
Y así empezaban sus problemas de media noche…
De un salto llegó al montículo de una antena, siguiendo con la mirada a esa joven que corría descabelladamente por la calle, empujando a muchos hombres y mujeres que caminaban cansadamente. Salió del cruce, adentrándose en las pobladas calles de la ciudad. Frunció el ceño. Algo iba a pasar. Nunca se equivocaba. Y como si fuera un espectro se perdió entre la neblina nocturna que recubría el astro lunar.
¡Maldita mujer, como corría! Y para colmo esos lugares no eran muy familiares para él. A pesar de conocer la metrópoli como la palma de su mano, esas calles le eran indiferentes. Aunque, algunas cosas sí las reconocía, como vagos recuerdos resguardados en un rincón de su mente. Una luz lo saca de sus pensamientos. Un auto. La chica no se ha dado cuenta. Está demasiado lejos, no va a llegar. No…no…no…¡Mierda!
Sus ojos se desorbitan y se detiene de golpe, mirando como la chica sigue corriendo como si nada hubiera pasado y el auto ha seguido con su camino. ¡Pero qué suerte ha tenido esa pequeña mocosa! Maldice internamente, mientras mira como se detiene para recobrar el aliento, antes de empezar a subir una inmensa escalinata.
Un templo…
Se cruza de brazos, antes de suspirar y darse la vuelta. Al parecer ya está sana y salva. Ya ni siquiera sabía por qué la había seguido durante todo el trayecto, si esa chica tenía bastante suerte. Se prepara para saltar, cuando un grito llega a sus sensibles orejas, obligándolo a voltear y saltar con agilidad hacia la casa que se encuentra al final de las escaleras. En uno de los puntos más altos de la ciudad.
-¡No, papá, no, perdón!—se escucha gritar con desesperación y a la vez sollozando de angustia. Se detiene en la copa del único árbol que adorna el jardín e intenta descifrar lo que sucede tras esas paredes--¡No, basta, detente!-
Algo dentro de él comienza a palpitar. Odiaba cuando los humanos actuaban de manera agresiva por razones estúpidas. Y mucho más cuando dañaban a personas inocentes. Un golpe en seco se escucha dentro de la casa, trayéndolo a realidad nuevamente.
-¿Qué pasó…?—murmuró para sí mismo, parpadeando un par de veces y agudizando su oído. En el piso de arriba, una luz se enciende llamando la atención del joven.
Un lastimero sollozo llegó a sus oídos. Un llanto femenino. Algo había pasado. De un salto se posó en el techo del primer piso, y con sumo cuidado miró por la ventana, a pesar de que las cortinas le cubrían la mitad de la vista. Unas largas piernas sobre la cama. Eso fue lo primero que vio. Su corazón dio un vuelco. Se movió un poco para poder ver a la joven.
Sí, lloraba aferrada a su almohada. Su rostro era imposible admirar, pero su cuerpo sí; era delgada, con curvas, una hermosa melena azabache y piel muy blanca. Vio como se giraba, quedando frente a él, literalmente. Dioses, era muy bella, pero su verdadera belleza no podía ser admirada por esas lágrimas salinas que corrían por sus mejillas. Sus ojos rojos. Frunció el ceño. ¿Qué había pasado? Bajó un poco la mirada, encontrándose con cuatro marcas en el cuello de la chica y una mejilla muy roja. La marca de una mano al intentar asfixiar a alguien y la de una cachetada. La ira le recorrió por completo.
-Mamá…--murmuró la chica abrazando la almohada con fuerza--¿Por qué, por qué…?—agregó antes de volver a enterrar su cabeza en las sábanas.
Apretó sus puños, odiaba ver el sufrimiento ajeno y ciertamente tenía cierta debilidad por el dolor de las mujeres. Era como si estrujaran su corazón. Y su corazón era una dura piedra. Se movió con cuidado, separándose de la ventana para así partir. No podía estar toda la noche cuidando el bienestar de una sola persona. Toda una ciudad era su territorio y muchas cosas sucedían durante la noche. Sí, sólo era su territorio durante la noche…
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Lunes 01 de Septiembre del 2006
(Por la mañana)
Todo se movía de una manera organizada pero a la vez fuera de lo control. Primer día del mes, entrada a clases de todos los niños, y jóvenes. Los adultos estaban en sus vehículos, conduciéndose a ellos y a sus descendientes hacia sus respectivos lugares. Un auto negro se mueve entre todos los demás vehículos, donde el conductor habla por el celular, sin prestar la más mínima atención a lo que su hijo intenta decir casi a gritos.
-¡Padre!—vuelve a gritar, ya hastiado de que lo ignore por completo.
-InuYasha has el favor de callarte—pidió alejando un poco el celular de su boca—Sí, Totosai, lo de la baja de la bolsa…--seguía ignorando por completo todas las señas que su hijo hacía, sin contar las maldiciones.
Se dejó caer contra el asiento, y se dedicó a mirar por la ventanilla. Primer día de clases en la Universidad y su padre había decidido llevarlo, pues su auto aún no estaba listo. O eso fue lo que le dijeron en la agencia. Se acercó a su mochila, sacando su carpeta y revisando sus clases. Un sonido le sacó de su revisión, para ponerlo a buscar su propio celular en su bolsa frontal de sus jeans.
-¿Hola?—preguntó contestando sin fijarse si quiera en el número--¿Eh¿Usted quién eso¿Cómo consiguió el número?—preguntaba desconcertado por la voz de ese desconocido--¡Quién demonios se cree maldito idiota!—exclamó antes de colgar. Era la cuarta vez que alguien le hablaba a su celular para insultarlo gracias a las estupideces de su hermano mayor.
-Bien, llegamos—dijo su padre dejando su celular a un lado—Cuando salgas, ve a la agencia a recoger el auto¿bien?—preguntó antes de volver a coger el aparato. Una nueva llamada.
-Sí, padre, adiós—decía saliendo, sin siquiera prestar atención en el hombre. Él tampoco lo hacía con él.
Miró el imponente edificio, varios jóvenes caminaban a velocidad, entrando en el lugar. Suspiró, sujetando su portafolio con su montón de carpetas y papeles. Cualquiera que lo viera pensaría que sería abogado o médico, e inclusive organizador de empresas, pero no. Él iba a ser un ingeniero en robótica. Y en sus tiempos libres se dedicaría a la cocina. No precisamente a cocinar, sino todo lo relacionado con los alimentos. Incluidas las bebidas. No por nada había llenado su bar con varias anotaciones de mezclas de distintos tipos de bebidas. Ya más seguro, sujetó su portafolio y se encaminó, rogando encontrarse con algún amigo, conocido o algo parecido. Miró a su alrededor. Todos se veían tan serios. Aunque claro que existían sus excepciones. Subió por la pequeña escalinata, entrando en el edifico, encontrándose con varias estatuas, puertas y por obviedad, una inmensa cantidad de alumnos. De su bolsillo sacó una anotación arrugada y comenzó a buscar la puerta.
-¿Nuevo, cierto?—preguntó una voz tras él.
-¿Eh?—volteó, encontrándose con un par de ojos azules, mirándole con mucha familiaridad--¡Miroku, maldito cretino!—exclamó dándole un caluroso abrazo. Hacía meses que no veía a su amigo--¡Tú también eres nuevo!-
-Sí, pero Yo ya conozco las instalaciones—respondió sonriendo triunfal, haciendo énfasis en la palabra que hablaba de su persona.
-Bueno, señor sabelotodo, dígame para donde está el salón 201 de robótica—preguntó suspirando, guardando nuevamente el papel en su bolsillo.
-Al fondo, el pasillo de la derecha, la octava puerta—respondió—Al lado del mío.
-Mmm… ¿Físico Matemático?—preguntó muy seguro de su respuesta—Bien por ti, maldito genio.
-Tú tampoco te quedas atrás, tonto—respondió acompañándolo a su salón.
Nadie les ponía mucha atención. Eran un par de jóvenes comunes para cualquiera. Eso era lo que aparentaban. Un secreto bien guardado, que podría fácilmente poner en peligro la vida de uno de ellos, llevándose consigo muchos años de total silencio. Se detuvieron frente a la puerta abierta, y el joven de la cabellera negra echó un vistazo dentro. No había casi nadie, posiblemente todos estarían paseándose por los pasillos. Entró, dejando sus cosas en una banca y salir junto a su amigo.
-Te cortaste el cabello—añadió mirando la pequeña coleta.
-Y eso es lo que tú deberías hacer—respondió su amigo al ver el largo cabello del joven; bien cuidado, sujeto al igual que el suyo en una coleta baja. No habían cambiado mucho en esos años. Pero sí las personas que les rodeaban.
-¿Qué pasó con Ayumi?—preguntó el chico mirando a su amigo de azulados ojos.
-Tú que crees, hace más de tres semanas que cortamos por la paz—respondió suspirando—Era muy gritona, exagerada y chillona—añadió burlándose de la pobre chica.
-Khe, hace exactamente cuatro semanas decías que ella sería la madre de tus hijos—añadió mirando de reojo al joven—Cómo cambian las cosas ¿verdad?-
-Sí…--respondió ignorando por completo el primer comentario.
Un sonido de campana resonó por todo el edificio, provocando que todos se detuvieran y regresaban dentro del lugar, listos para iniciar su primer día de clases. Con un suspiro, se resignaron a esperar a que el primer receso llegara y pudiera salir a conocer más personas, mientras, era hora de comenzar a estudiar y cumplir su mayor anhelo.
Aunque, por otros lados de la ciudad, las cosas no eran tan sencillas…
10:05 a.m.
-¡Muchacha irresponsable, llegarás tarde a tu maldito trabajo!--gritaba un hombre notablemente molesto. Fúrico--¡Muévete!—gritó nuevamente, justo antes de ver a una chica bajar por las escaleras a toda prisa.
-¡Ya voy!—exclamó tomando una rebanada de pan, tomar su bolsa de mano y salir corriendo sin siquiera despedirse de ese hombre que miraba de manera colérica como su hija se perdía de su mirada. Maldijo algunas cosas in entendibles y subió las escaleras, escuchando los ronquidos de su hijo menos. ¿Por qué demonios los niños entraban después que los jóvenes a las escuelas? O mejor dicho ¿Por qué la escuela de su hijo iniciaba las clases después que las otras instituciones? Se metió en su cuarto para sacar unos cuantos libros, bolígrafos, su lap top y sus lentes, para seguir revisando el estado de cuenta de la familia.
-Maldición, nos estamos quedando sin dinero y el empleo de esa niña no da abasto para todo…--murmuraba apretando el bolígrafo—Necesito pensar en algo.
10:15 a.m.
-¡Perdón!—exclamó haciendo una nueva reverencia ante ese robusto hombre, que la miraba con reproche y sus brazos cruzados.
-Jovencita¿qué acaso no sabe el horario?—preguntaba el hombre—Lamento decirle que por ser su tercer retraso, tendré que despedirla.
-¡No, por favor mi padre…!—chillaba la joven imaginándose lo que pasaría si su progenitor se enteraba—Por favor, no…
-Lo siento mucho—finalizó dándose la vuelta y entrando en su pequeña oficina. Dejando a una chica llorando el silencio. Era la cuarta vez que la despedían y cada día la reprimenda era peor. Dioses¿por qué a ella¿Qué acaso ella debía de sufrir todos los males de su familia¿Por qué…? Sale del lugar, derramando finas lágrimas. No tiene a donde ir, o por lo menos hasta que cayera la tarde. Se encamino hacia el parque, que se encontraba en el centro de la ciudad, muy cerca de las secundarias, preparatorias, universidades entre otras organizaciones.
Compraría una cefé late para pasar las horas e intentar calmarse…
12:00 p.m.
-Y… ¿Cómo estuvo?—preguntó el chico recargado en la pared, mirando su amigo salir del salón, junto a muchos jóvenes más.
-Bien¿por qué la pregunta?—preguntó sorprendido, si él era el que mejor sabía su fascinación por la robótica.
-Por qué es común que muchos se arrepienten cuando empiezan a ver de que se trata la carrera—responde tranquilamente, enderezándose para caminar hacia la salida. Ahora sí estaba lleno, aunque posiblemente en menos de diez minutos todos ya estarían dispersos. Una hora de descanso era suficiente como para ir a desayunar con mucha tranquilidad y sin presiones. Se acerca a una máquina de refresco, dispuesto a tomar una refrescante bebida.
-Oh, InuYasha, por Dios, mejor hay que ir a desayunar ¿no?—preguntó el joven mirando como su amigo se agachaba para tomar el refresco.
-Sí¿y en qué?—preguntó frunciendo el ceño.
-¡Demonios, debes de estar ciego!—exclamó llevándose la mano a la cabeza--¿Acaso no ves la enorme cantidad de taxis que están allí estacionados?—preguntó moviendo su cabeza hacia un grupo de vehículos—Yo pago el viaje, tú el desayuno—finalizó caminando hacia uno de ellos, dejando a un chico con los ojos abiertos ante el asombro y lo único que pudo exclamar fue…
-¡Oye, eso es injusto!-
12:30 p.m.
-Oh, estos panecillos son la gloria…--murmuraba Miroku llevándose un nuevo panecillo de vainilla con mermelada a la boca—Dioses, como adoro este lugar.
-Sí, claro—añadió el chico tomando un poco de su capuchino, mientras él se la pasara comiendo pan y café, su cuenta no sería tan dura—Recuerda que tenemos que volver en quince minutos…
-Lo sé, deja de amargarme mi momento—dijo mirando la pequeña canasta--¡Chocolate con nuez!—chilló tomando su preciado tesoro y llevarlo a su boca. Fue buena la idea de su amigo el traerlo a su cafetería favorita. Y sólo por eso le debía una. No sólo por la comida, sino por las chicas que les atendían. ¡Benditas sean las minifaldas!
12:40 p.m.
-Como comes…--murmuraba el chico recordando todo lo que pagó. ¡Y que sólo comió pan y café! Era la última vez que pagaba la comida de ambos, sobretodo de ese tonto sin fondo. Miró por la ventanilla, ya faltaba poco para llegar a la universidad. Un gran espacio verde apareció frente a él. Le gustaban los parques, le daban mucha más vida a las sobre pobladas metrópolis. Y entonces la vio…
Una joven sentada en una banca, mirando con suma tristeza su vaso con café. Abrió levemente los labios y soltó un quejido al sentir y ver como el auto giraba, provocando que la perdiera de su vista. Diantres¿por qué la veía de nuevo? Era muy, pero muy improbable encontrar dos veces a la misma persona en una ciudad tan grande y en un lapso de tiempo tan corto. Tal vez era el destino.
No, el destino nunca jugaría a su favor. Nunca. Éste ya había sido escrito desde hace mucho tiempo y ya no podía ser alterado por nadie.Absolutamente nadie.
O tal vez sí existían quien pudiera cambiarlo…
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Continuará…
Oh, que feliz me siento con este primer capítulo. Creo que hasta ahora podría llegar a vencer cualquiera de mis otras historias. No sé, son presentimientos que a veces tengo. Pero primero, necesito ver cual es su aceptación en el foro y es ahí donde ustedes entran.
Bien, díganme sus comentarios, quejas, dudas¡todo! Críticas son aceptadas con gusto. Que para eso pongo los fics, para mejorar uno a uno. Bien, me despido, no sin antes agradecer a todos los que se pasan/pasaron/pasarán por esta historia, utilizando algunos valiosos minutos de su tiempo.
Gracias…
Atte: TanInu
