Dientes y colmillos

Los científicos estaban pendientes del nacimiento de los nuevos cuatro velociraptores del parque. Todos apuntaban datos, y miraban sus relojes para señalar el horario exacto en que cada una de las criaturas abandonasen el cascarón. Ninguna de las personas omitía sonido, excepto por el rasgado de sus bolígrafos contra el papel, el cambio de página para seguir rellenando más datos, y los sonidos agudos de los chillidos por parte de los futuros recién nacidos.

Cada huevo era despedazado desde su interior por pequeñas pero filosas garras que se abrían paso al exterior. Los ojos de escleróticas naranjas y pupilas oscuras alargadas de los velociraptores parpadeaban viscosas al captar la luz que los rodeaba. Los animales cerraban los ojos por el brillo de la habitación, ya que la blancura de las paredes como la iluminación artificial les resultaba molesta.

Aquellas criaturas se quedarían por una semana dentro del laboratorio, para corroborar que su creación haya sido un éxito completo. Los científicos se dedicarían a analizar que su visión, oído como la cantidad de colmillos que tuvieran en la mandíbula fuera el correcto y prestablecido a la hora de programar los genes de dichos animales. A las personas de Jurassic World se les olvidaba que los seres que criaban contenían vida y no sólo eran experimentos exitosos.

El hombre entró al parque con su vestimenta desarreglada y sin ninguna preocupación que lo perturbarse. Todavía no se inauguraba el parque, así que andaba por las instalaciones con libertad, pero no se atrevía a fisgonear en los puestos donde los empleados acomodaban dinosaurios de peluche o discutían acerca de los precios para los alimentos. Oficialmente, no se imaginaba que su vida diera un giro de 360 grados, ya que de estar en la marina a convertirse en quien mide el peligro de las jaulas como la seguridad de los dinosaurios le sonaba insólito y hasta como una broma. Vaya, en su niñez lo más cercano que llegó a estar con una de esas criaturas era en los libros o rompecabezas, pero ahora, todos los niños ya no soñaban con un dinosaurio de mascota; sólo tenían que esperar a que sus padres tuvieran la posibilidad de pagarse unos cuantos días en el parque de atracciones para convivir con ellos.

Owen se encontraba calmo y predispuesto a trabajar, veía a todos los seres vivos como iguales, y su curiosidad aumentaba cada vez más con sólo recorrer de vista a Jurassic World. Fue cuando lo sacaron de sus pensamientos por la voz de una mujer que le daba la bienvenida.

—Buenos días, Sr. Grady. Es un placer tenerlo con nosotros. Permítame que le muestre su área de trabajo.

Owen sonrió de lado, viendo de reojo a la mujer pelirroja, que con paso apurado y unos tacones demasiado altos se giraba para llevarlo a su zona.

—Mi nombre es Claire Dearing, soy la encargada del parque.

La mujer no parecía tener tiempo ni para respirar, pero Owen decidió que era mejor seguirla que estar detrás de ella. Entonces, el hombre apretó el paso y en pocos segundos ya estaba hombro con hombro al lado de la mujer y su atractiva figura.

Ambos viajaron en silencio en el auto de quien parecía ser la nueva jefa del ex perteneciente de la marina. Owen tosía, quizás para hacer plática. Sin embargo, la mujer se mantenía recia o hablaba por celular para mantener conexión con sus empleados. Owen, por la clara falta de interés de Claire con él, decidió acomodarse en el auto y ver el paisaje natural hasta que el carro se detuvo. Claire bajó de primero, se acomodó sus prendas limpias y bien planchadas, y esperó al Sr. Grady con una sonrisa confiada en sus labios colorados.

—Bonito sitio— comentó Owen al ver la enorme jaula que tenía frente suyo.

—Y de gran calidad— respondió Claire como si hablase con uno de los patrocinadores y avanzó a la entrada donde la recibieron los encargados de la misma.

Owen negó y volvió a seguirla. Esa mujer no daba tiempo ni para un respiro.

—Aquí estamos, Sr. Grady, en un momento le mostraré sus animales a tratar.

—Owen, por favor— dijo Owen recalcando su nombre.

Claire pareció no hacerle caso. Tampoco le importó mucho a Owen ya que la curiosidad de encontrarse con los velociraptores era más grande que cualquier hazaña que tutearse con su jefa.

—Por aquí, por favor— Claire puso unas claves frente a un monitor, y unas grandes rejas blancas se elevaron haciendo un sonido seco por el metal. Luego, ella entró con ese taconeo seguro y se paró con la espalda bien recta frente a un cristal, donde se vislumbraban cuatro crías de velociraptores que no rebasaban los 30 cm de altura y que jugueteaban entre ellas con esa violencia que en unos perritos daría ternura.

—Aquí los tiene, dígame, ¿qué opina de estas criaturas?— Claire se giró hacía Owen y con la mano le presentó lo que vendría a hacer sus herramientas de trabajo.

Owen pegó las manos al cristal que lo dividía de estar en contacto con esos pequeños dinosaurios. Sus ojos estaban completamente abiertos que no podía parpadear. Era cierto que los dinosaurios ya estaban de nuevo habitando la tierra, pero no era lo mismo tener en cuenta esa información que mirar a las criaturas en vivo.

—¿Me puedo acercar?— dijo el hombre con total asombro.

Claire miró a uno de los encargados, por un rato se comunicaron con miradas para llegar a una decisión de qué hacer con Grady. Hasta que mandaron a llamar a tres trabajadores más por si acontecía un suceso inesperado y peligroso.

Unos minutos después, Owen Grady estaba frente a una puerta que se abrió lenta. Primero entraron los trabajadores del parque; los velociraptores se hicieron para atrás, excepto uno que tenía la piel demasiado brillante y azulina que lo hacía ver hermoso, más bien, hermosa al ser hembra. Owen se adelantó a los pasos de los encargados y estirando las manos sin miedo, pero si con mucho respeto se fue a presentar a esas criaturas. Los encargados le advirtieron que ese actuar era peligroso, Owen los ignoró.

Claire, la encargada del parque, ya no estaba pendiente de dicha escena, se había retirado a ver unos imperfectos antes de la apertura del parque, así que se perdió cuando Owen le tocó la nariz a uno de esos dinosaurios, y todos le gruñeron para denotar su seriedad ya que el humano invadía su territorio. Owen sonrió y bajó la mano antes que le arrancaran un dedo, ya que con esos colmillos era posible y se salió de la jaula con el resto del personal.

Por un rato, Owen observó a los velociraptores corretear por la pequeña selva que les dispusieron. Alguien le comentó que por un par de semanas se quedarían en esa jaula ya que los pasarían a una más amplia para que tuvieran un hábitat más parecido al suyo. Owen estuvo de acuerdo en parte, ya que el cautiverio no le hacía bien a ninguna clase de ser vivo, y bastante pensativo se llevó una mano al mentón.

—Hay que ponerles nombres.

El encargado de la jaula se le quedó mirando con una ceja alzada al instructor de velociraptores creyéndolo un loco. Esas cosas no eran perritos.

—Por ahora le llamaré a ella— señaló a la velociraptor que momentos antes le encaró al entrar a la jaula —Delta.

Y dicho eso, golpeó el cristal de la jaula y cuando logró capturar la atención de los dinosaurios, les sonrió de lado.