Gabe se sentía extraño y no sabia porque. Miro a un lado y a otro, pero no vio a Jo por ningún lado. Era raro que aún no hubiera llegado llamándole "imbécil" o que le hubiera amenazado si no le dejaba copiar sus deberes (deberes que por cierto no había hecho).
La profesora entró en clase y Gabe rezó mentalmente para que Jo se diera prisa en llegar. Si llegaba tarde le pondrían una falta y con todas las que tenia... quizá la llegaran a expulsar.
-Como si me preocupara lo que hace la estúpida de Jo- se dijo para si mismo mientras se cruzaba de brazos.
En ese momento la profesora habló y Gabe la escuchó (más que nada porque estaba aburrido). Los demás compañeros estaban hablando entre ellos.
-Vuestra compañera Joanna Keller no vendrá hoy al colegio. Esta con la gripe. Su madre me ha pedido muy amablemente que alguien le lleve les deberes. ¿Hay algún voluntario?
Toda la clase se calló de golpe. Si Jo ya era borde normalmente... imaginaos como seria cuando estaba enferma. Gabe tragó saliva sonoramente al imaginárselo, hecho que hizo que la profesora lo mirase.
-Gabriel, ¿Joanna y tu no sois muy amiguitos?
-¿Jo y yo? Lo siento señorita, se confunde de persona- Gabe esbozó una sonrisa socarrona. La profesora entrecerró los ojos.
-Bueno... Pues el señorito Duncan se encargara de llevarle los deberes. ¿Estáis todos de acuerdo?
-¡Si!-grito toda la clase. Gabe se giró y los fulminó con la mirada. Los demás se hicieron los desentendidos, como si esa mirada de Gabe no fuera con ellos.
Gabe suspiro con pesadez. Por primera vez no quería salir del colegio.
Caminaba pesadamente con su mochila verde caqui en la espalda, una bolsa llena de libros y libretas en la mano izquierda y un papel con la dirección de la casa de Jo en la mano derecha. Levantó la cabeza para ver la casa.
-Creo que he llegado- Gabe abrió los ojos como platos. Era una casa bastante grande, con un gran balcón lleno de flores y de hiedra que daba a la calle; la fachada era blanca, igual que la baranda del balcón. La casa debía tener mínimo tres pisos y era, con diferencia, la mas grande del barrio. Nunca hubiera pensado que la casa de Jo fuera así.
-Los padres de Jo tienen pasta. ¿Quien lo iba a decir?- el chico se encogió de hombros y se dirigió a la gran puerta de madera.
Fue a llamar al timbre, pero la puerta estaba abierta.
-Quizá han tenido que salir por alguna urgencia...- dijo Gabe en un susurro mientras entraba a la casa.- ¿Hay alguien?
Nadie respondió. La casa era aún más impresionante por dentro. Gabe se hubiera quedado a observar la belleza de la casa durante más tiempo si no hubiera oído unos sollozos. Rápidamente subió las escaleras de caracol hasta llegar a la segunda planta.
-¿Hay alguien ahí?-volvió a repetir, peor no hubo respuesta. Los sollozos se escuchaban cada vez más fuertes.
Se paro delante de una habitación. Estaba seguro que los sollozos venían de allí. La puerta era blanca, de madera y con letras purpuras ponía "Jo".
Entro con suavidad. Caminaba de puntitas. La habitación era de color purpura y era muy grande y espaciosa. Tenia una gran tele, una videoconsola, un gran armario... Y en la gran cama de color crema estaba ella. Su melena castaña estaba despeinada y extendida por toda la almohada. Estaba muy roja y sus ojos estaban llenos de lagrimas. Estaba tapada por la sabana, por lo que Gabe no podía verle el cuerpo. El castaño tuvo unas ganas locas de abrazarla, pero se contuvo.
-¿Gabe?-pregunto la chica al verlo. Gabe se puso rígido. La chica entrecerró los ojos.- ¿Eres tu de verdad?
-Si... la señorita me ha mandado a darte los deberes. La puerta estaba abierta y...- la chica abrió los ojos y se los secó rápidamente con la manga del pijama mientras se incorporaba. Era un pijama verde, de Spiderman.
-Oh...-solo dijo Jo avergonzada.
-¿Por... porque llorabas?-pregunto Gabe con voz entrecortada. Sentía mucha lastima por la chica en ese momento.
-¿Y a ti que te importa?- le contesto Jo. Gabe sonrió: era una típica contestación de Jo.- ¿De que te ríes?
-De nada-el levantó las manos, como si le estuvieran culpando de algo y Jo rió levemente.- ¿Y donde están tus padres?
Jo bajo su cabeza y se volvió a tumbar.
-Trabajando, supongo...
Y entonces, todo encajo. Gabe la miro con pena. Sus padres se habían ido a trabajar en vez de quedarse a cuidar a Jo. Esta tosió sonoramente.
-Deja que te toque la frente- Jo iba a apartarse, pero se encontraba tan mal que se dejo tocar.-¡Estas hirviendo!-gritó Duncan.
-Gracias por la información Sherlock- le espetó Jo con una mirada fulminante.
-Te pondré el termómetro. Quitate la camiseta.
-¿¡Que?-gritó la chica.
-Quiero decir...-Gabe estaba un poco nervioso- tengo que ponerte el termómetro en la axila...
-Dámelo-Jo le arrebato el termómetro a Gabe de la mano y se lo puso debajo de la axila sin quitarse la camiseta.
Los dos estuvieron en silencio. Pero no era un silencio incomodo. Gabe sabia que Jo necesitaba descanso y él calló encantado. Ademas se entretenía mirando a su compañera de clase. De verdad, se veía adorable. Pero cada vez le costaba mas respirar y los jadeos eran más seguidos y, a Gabe, no le hacia nada de gracia. Finalmente el termómetro pitó, y Jo se lo pasó a Gabe.
-¿Cual es el veredicto señor medico?- Jo intentó una broma, pero no funcionó.
-Dios mio, ¡tienes más de 40 grados! Voy a llamar a mi madre-y dicho esto salio de la habitación.
Jo se levantó de la cama, aunque casi se cae al suelo. Las rodillas le temblaban pero no podía parase, no. Tenia que largarse de esa casa. No quería ir al medico. Salio al balcón con mucho esfuerzo y bajo por las enredaderas. Empezó a correr, pero de repente la cabeza le empezó a dar vueltas y eso, es lo último que recuerda Jo.
El pequeño Duncan entro con una gran sonrisa a la habitación.
-Mama a llamado a una ambulancia y...- su cara hizo una mueca de preocupación cuando vio que Jo no estaba. -¡Jo! ¡Jo!
Gabe se fijo en que el balcón esta abierto, así que se acerco. Allí estaba ella, tendida en el césped. Jadeaba rápidamente y no parecía estar consciente.
-¡Jo!-chilló el castaño. Se ayudó de la enredadera para bajar abajo y se acerco rápidamente a Jo.- Venga, despierta chiquitina- le salio esa palabra y hasta el mismo se extrañó de haber dicho esa cursilada. Pero Jo no despertaba. Gabe la cogió en brazos y le beso la frente. La sirena de la ambulancia era el único sonido que oía Gabe porque, para él, era como si el tiempo se hubiera parado.
