Prólogo: El tesoro que se encontró bajo el mar.
El joven conocido como Emiya Shirou no pudo evitar preguntarse si su situación actual debería ser llamado mala suerte o simplemente ironia.
La última vez que el 'murió' fue durante el incendio de Fuyuki, en medio de un ardiente mar de llamas.
Pero en esta ocasión al parecer el moriría en medio del océano, envuelto en el manto de un frío mar.
Ciertamente, la vida podría ser cualquier cosa menos predecible, ese pensamiento cruzó por su mente mientras miraba la superficie del mar alejarse cada vez más a medida que él se hundía.
Las cosas habían ido a mal de una forma tan repentina que el joven pelirrojo apenas tuvo tiempo de pensar en alguna otra cosa que no fuera salvar las vidas que amenazaban con extinguirse de un momento a otro.
Todo había comenzado con un viaje en un crucero al que su 'hermana', Fujimura Taiga, lo había arrastrado después de ganar un par de boletos en una rifa local. El crucero visitaba el mar interior de Seto una vez al año en su recorrido por el mundo. Ese día, la nave tenía planeado moverse por la costa Nakatsu desde Kanda hasta Bungotakada para después dar la vuelta y regresar pero esta vez atravesando el océano para darle a sus pasajeros una hermosa vista de las luces nocturnas de la ciudad ademas de las estrellas brillando sobre el oscuro cielo.
Fujimura Taiga pensó que este podría ser un buen recuerdo que compartir con su 'pequeño hermano', además de una buena manera de ayudarlos a distraer su mente de la reciente perdida que ambos sufrieron de manera repentina: el fallecimiento de Emiya Kiritsugu.
El hombre que se había vuelto una parte importante de sus vidas (para Shirou como una figura paterna y para ella como un hombre por el cuál tenia sentimientos de afecto que quizá se adentraban al interés romántico) partió del mundo de los vivos de manera tranquila y casi sin aviso. Si bien su salud se notaba cada vez más deteriorada, él simplemente los dejo de un día para otro, como si fuera un muñeco al que se le acabaron las baterías y dejo de funcionar para siempre.
Habían pasado casi dos años ya de eso, y aunque el tiempo tenía su manera de ayudar a sanar todas las heridas, esta no era una que fuera a cerrar tan fácilmente. Es así que, con la mejor de las intenciones, la joven heredera del grupo Fujimura arrastró consigo a su pequeño hermano la tarde del día anterior, rentaron una habitación en un hotel cercano a la costa y a primera hora de la mañana abordaron el enorme navío, esperando pasar un día de diversiones.
Fue un día bastante interesante, Emiya Shirou tuvo que admitir. La comida del restaurante dentro del crucero era bastante buena y le dio un par de ideas para mejorar sus propios platillos cuando volvieran a casa. Además, la refrescante brisa marina junto a la vista del enorme océano y las montañas a la distancia le ayudaron a mantenerse entretenido la mayor parte del viaje.
Pero entonces la tragedia ocurrió. Alrededor de 30 minutos antes de que el enorme navío llegara al embarcadero, una enorme sacudida se sintió y pronto la nave comenzó a dar indicios de estarse hundiendo. Al parecer la nave había golpeado algo oculto bajo el oscuro mar nocturno y un agujero se había creado, uno bastante grande al parecer, por que el barco comenzó a hundirse a un ritmo preocupante por la parte delantera.
Las personas comenzaron a entrar en pánico y a correr hacia los botes salvavidas. Shirou fue separado de Taiga en el camino debido a la enorme multitud que se había formado y entre empujones y jalones, fue echado poco a poco hacía atrás hasta que salió de la multitud por la parte más alejada de los botes.
Cualquier otro niño se habría asustado al haber sido separado de su familia y quedar solo en esa emergencia, o quizá por la idea de que, al no poder subir a los botes salvavidas, podría morir en cualquier momento. Sin embargo, Shirou solo soltó un leve suspiro de resignación mientras se acercaba a una pared para esperar a que la multitud disminuyera un poco antes de volver a intentar acercarse a los botes.
De esa forma, aunque se suponía que las mujeres y los niños deberían tener prioridad a la hora de subir gente a los botes salvavidas, las personas comenzaron a subir a ellos de manera desorganizada, casi rigiéndose por 'el primero que llegó es el que puede salvarse primero', no preocupándose por nada aparte de salvar sus vidas y la de sus seres queridos únicamente. El pelirrojo no se sorprendió por esta actitud que muchos podrían llamar egoísta o hasta cruel. El ya lo había presenciado antes, después de todo.
El se había comportado igual que ellos antes, después de todo.
Para escapar de ese infierno unos años atrás, el avanzó por el mar de flamas sin prestar atención a las decenas de voces que rogaban por salvación. No es que el no las hubiera escuchado, de ser así el podría ser capaz de perdonarse a sí mismo por haberlos dejado atrás. No, el las ignoró para salvar su propia vida.
Él los había dejado morir ese día, por lo que ahora no tenía el derecho de recriminar a estas personas por tratar de hacer lo mismo.
De esa forma, el joven espero pacientemente cerca de la fría pared de metal, mirando con ojos inexpresivos como la multitud disminuía poco a poco hasta que finalmente solo quedaron alrededor de 20 personas aún en la nave, incluidos algunos miembros de la tripulación del crucero.
"¿Qué haces allí parado? ¡Apresúrate a subir a los botes!"
Uno de los marineros pareció notarlo entonces, por lo que lo tomo del brazo y lo llevo rápidamente hacia los botes. Shirou se dejo guiar sin pensar demasiado. Él no se sentía preocupado por su propia vida, si acaso, la seguridad de su 'hermana' le preocupaba más, pero el pelirrojo había visto como la castaña había sido subida a uno de los botes salvavidas que bajaron al mar primero. Taiga había hecho un alboroto, tratando de volver al barco para buscar al chico, pero el resto de los pasajeros y los marineros la obligaron a permanecer en el bote y fue llevada con ellos, así que no había por que preocuparse por ella. Lo único que faltaba era que los allí presentes subieran a los botes restantes y todos estarían a salvo.
Pero entonces todo se fue al infierno.
Shirou no sabía lo que ocurrió, una buena parte del crucero ya se había hundido, pero parecía que todavía tendrían tiempo para que el resto de los tripulantes se salvaran, sin embargo, un fuerte ruido se escucho de pronto, seguido del sonido como de metal puesto bajo mucha presión. Algo se rompió en alguna parte, y entonces la parte delantera del crucero comenzó a hundirse a una velocidad alarmante mientras la trasera se elevaba. Fue como una recreación de aquella famosa película, y como en ella, todos los que aún estaban a bordo comenzaron a caer rodando hacia el mar, golpeándose contra todo lo que estuviera en el camino.
Shirou sintió que su pierna golpeo contra algo y un dolor punzante se hizo presente, pero la sensación de adentrarse con rapidez en el mar le obligo a ignorar el dolor y enfocarse en volver a la superficie. El chico tosió el agua que había entrado a sus pulmones y miro a su alrededor para tratar de entender la situación. Escucho los gritos a lo lejos de las personas en los botes salvavidas, pero todo a su alrededor era confuso. Apenas podía ver bien debido a la oscuridad de la noche y el sube baja de las olas de restaban aún mas de su visión.
Pudo ver a las personas que habían caído igual que él al mar, nadando desesperadamente hacía los botes salvavidas; pero también a aquellos que agitaban sus brazos y gritaban con desesperación, al parecer incapaces de mantenerse a flote debido a una razón u otra. Aquellos que podían nadar pasaron a su lado o se alejaron de ellos, ignorándolos a todos de nueva cuenta con tal de salvar sus vidas.
Emiya Shirou había comenzado a moverse incluso antes de que su cerebro hubiera terminado de registrar toda esta información. Sujeto con un brazo a una mujer que estaba hundiéndose poco a poco mientras yacía inconsciente boca arriba. Sin perder tiempo, nado mientras la llevaba consigo al bote salvavidas más cercano.
"Esta mujer esta inconsciente, es probable que necesite RCP."
Le dijo al hombre que estiro sus brazos para subir a la mujer al bote y sin esperar respuesta, se alejo en busca de más personas que necesitaran ser salvadas.
Una niña llorando asustada, manteniéndose apenas a flote gracias a su chaleco salvavidas. Un hombre con un brazo roto. Una señora mayor que se mantenía a flote pero que rápidamente iba perdiendo fuerzas debido a su avanzada edad. Una chica que al parecer no sabía nadar. Un niño sujetándose a una caja de madera. Uno a uno, sin detenerse un segundo, el pelirrojo siguió buscando vidas que salvar.
Por supuesto, la escena de un adolescente, casi un niño, nadando en ese oscuro océano mientras hacía su mejor esfuerzo por salvar vidas fue algo que golpeo fuertemente a aquellos que estaban en los barcos salvavidas; sentimientos de profunda vergüenza y remordimiento ante su propio egoísmo invadiéndoles y haciéndoles olvidar el temor a perder sus vidas. Uno de ellos saltó hacia el mar, nadando hacia una mujer que hacia su mejor esfuerzo por mantenerse a flote, y pronto, más y más de ellos hicieron lo mismo, tratando de ayudar.
El pelirrojo se dio cuenta de esto, sin embargo, no fue capaz de prestarle demasiada atención debido a que su mente comenzaba a sentirse pesada y lenta. Su cuerpo hacía tiempo que había comenzado a gritar de dolor debido al sobre esfuerzo que le resultaba nadar de esa forma tan frenética sin detenerse a descansar un poco. Sus extremidades cosquilleaban y no se movían tan bien como el desearía, le costaba trabajo mantener su cabeza por encima de las olas que lo golpeaban sin cesar y podía sentir su corazón latiendo furiosamente mientras su cabeza zumbaba.
Fue debido a esto que tardo unos segundos en darse cuenta de que no solo su cabeza ya había caído por debajo de la superficie del mar, si no que él ya se había hundido al menos dos metros y continuaba cayendo. Trato de mover su cuerpo para nadar de nuevo a la superficie, pero sus brazos y piernas no le respondieron. Trato de aguantar la respiración para evitar ahogarse, pero fue incapaz de cerrar su boca, sus labios entreabiertos dejando escapar una burbuja tras otra del vital oxigeno que necesitaba su cuerpo.
'Ah... Estoy muriendo de nuevo...'
Ese pensamiento cruzó su mente mientras su entumecida conciencia comenzaba a apagarse poco a poco. Era como la sensación de caer lentamente dormido, pero el joven sabía que una vez su mente se apagara por completo, ya no despertaría de nueva cuenta.
Los pensamientos de Shirou se centraron en la promesa que le hizo a su padre adoptivo hacía ya casi dos años, en aquella tranquila noche de verano. Tristemente, era una promesa que no llegaría a cumplir, al parecer. Estaba bien, pensó el joven. Quizá no fue lo que esperaba, pero al menos había salvado unas cuantas vidas antes de morir. No era ni por asomo suficiente para compensar a todos aquellos a los que abandonó durante aquel incendio, pero ya no había nada más que el pudiera hacer ahora.
Con una sonrisa serena, el chico cerro los ojos para dejarse llevar por ese sueño que ahora parecía tan acogedor.
Quizá fue por la falta de oxigeno que comenzó a causarle alucinaciones, o quizá fue por que era verdad aquello que decían que había cosas que solo podías ver cuando te encontrabas en el umbral entre la vida y la muerte, pero Shirou tuvo la sensación de que, antes de cerrar los ojos, pudo ver la sombra de algo nadando hacia él, era algo que se movía rápidamente pero de manera elegante, casi danzando en el fondo del mar.
La figura de una hermosa joven de cabellera castaña y mirada gentil fue lo último que su mente fue capaz de registrar antes de caer en un profundo sueño.
