Buenassssss. He vuelto con una nueva historia que se me ocurrió el otro día. Como con la otra historia no tengo inspiración he decidido probar suerte con esta, también seguiré con la otra, por supuesto XD
Lo que está escrito entre comillas se refiere a sus pensamientos.
Bueno que lo disfruteis!
Feo. ¿Cómo una palabra tan pequeña puede provocar tanto dolor y sufrimiento?
Someoka Ryuugo sabía de sobras cuánto podía llegar a doler. Desde pequeño, se había visto excluido y maltratado psicológicamente por esa insignificante y estúpida palabra.
-¡Feo, feo, feo, feo!
- ¿Pero cómo puedes ser tan feo?
-¡Ahh, no me mires! ¡Me das miedo!
Cada día al volver del colegio, subía corriendo las escaleras y se encerraba en su habitación llorando horas y horas sin parar. ¿Cómo podía ser él tan desgraciado? Ya podría haberse muerto al nacer, así no estaría sufriendo aquella pesadilla sin fin.
- ¿Mamá? – con suavidad dio unos tirones a la falda de su madre.
- ¿Qué quieres ahora hijo? Estoy un poco ocupada ¿sabes? –reprimió secamente sin dirigirle la mirada.
- Pues, esto… yo…
- ¡Va, espabila! ¡Tengo trabajo!
- Ma-mamá, ¿Soy feo?
- ¡Y para eso me has hecho perder el tiempo! – el tono de voz cada vez era más elevado.
- Es que, es que yo… -unas lagrimas empezaron a asomar en sus ojos.
-¡ No me repliques!- de un golpe se levantó de la silla, la cual se precipitó al suelo provocando un fuerte ruido. Ya no podía contener más las lagrimas.- ¡No llores!- ordenó dirigiéndose enfadada hacía el pequeño Someoka.
- Pe-pero…- no pudo terminar de hablar, su madre acababa de propinarle un bofetada girándole por completo la cara.
-¿¡No te había dicho que no lloraras! ¡A tu cuarto, y castigado sin cenar! ¡Así aprenderás de una vez!
Someoka aún con la cara girada por la bofetada, miraba con terror el suelo, sus piernas temblaban de miedo impidiéndole siquiera dar un paso.
- ¿¡Qué no me has oído! ¡He dicho ahora!
Un sentimiento lleno de rabia empezó a aflorar en su corazón. Apretó con fuerza los puños, conteniéndose de hacer una locura. Sin apartar la mirada del suelo salió de la habitación bajo la atenta mirada de su madre.
Mientras subía por las escaleras, llegó a escuchar a su madre lamentarse por haber dado a luz a semejante crio, es decir, a él.
Desde que su padre murió hacía un año, su madre había cambiado drásticamente de personalidad. Antes era una mujer dulce y agradable con todo el mundo, pero la muerte de su padre la llevó a una depresión profunda y, cuándo se recuperó no volvió a ser la misma. Ahora, dirige todo el dolor y rencor acumulado hacía su único hijo.
Someoka cerró los ojos, no iba a llorar, nunca más. A partir de ese día se convirtió en una chico frío y distante con la gente, no confiaba en nadie, y ni falta que le hacía, podía valerse por sí mismo sin problemas, no necesitaba a nadie a su lado.
El fútbol era su único amigo, disfrutaba como nunca pateando la pelota de aquí a allá, regateando los árboles que impedían el paso, haciendo toques con el pie… el único problema era que el fútbol era un deporte que se jugaba en equipo. Por eso, cuándo se enteró de que un nuevo club de fútbol se había formado en el instituto no dudo ni un segundo en apuntarse. Aunque, bueno… decirlo era una cosa, hacerlo… era otra. Le costó lo suyo, pues había estado manteniendo la imagen de tío borde del instituto, sin embargo, la emoción de poder jugar al fútbol de verdad lo empujó a decidirse por completo.
Ese mismo día, cuando por fin acabaron las clases, se dirigió hacia la caseta del club. Al llegar se topó de frente con un chico moreno un poco más bajo que él. Este al ver a Someoka retrocedió un paso pero en seguida se arrepintió y, sacudiendo la cabeza, volvió a dar un paso al frente alzando la mirada hacia el pelirosa.
-"Uau, qué valiente. Se atreve a mirarme fijamente a los ojos. Ahora solo faltaría que me empezase a hablar, je."
- Eh, esto… ho-hola. – tímidamente asintió la cabeza como saludo- Soy Handa Shinichi. Encantado.
¡Increíble! No solo se había atrevido a mirarle cara a cara, sino que también le había saludado y, para rematar se había presentado, y en ningún momento lo había insultado, esto no podía estar pasando, … ¿o sí? Quizás era buen chico después de todo y solo quería ser su amigo, nadie antes se había, ni siquiera, acercado a él. En realidad estaba harto de ser el chico marginado de la clase. Quería reír, poder ir al cine, comentar el examen, ir a merendar, … pero ¿qué podía hacer él sin nadie a su lado? ¿Podría ser qué por fin iba a tener un amigo? NO. Espera. Seguro que era una trampa, se haría el amable con él y luego de ganarse su confianza ¡ZAS! Le estamparía en toda la boca la cruda realidad, que él solo era un estorbo.
- Hola. –contestó fríamente ignorando la mano de Handa que esperaba ser estrechada- Soy Ryuugo, Someoka Ryuugo.
- Eh,… de-de acuerdo- resignado bajó la mano. Había oído hablar de ese chico. Someoka Ryuugo. Nadie trataba con él, y los que lo intentaban no llegaban ni a decirle los buenos días. Él siempre había estado dispuesto a intentar ser su amigo o por lo menos conocerle, no soportaba ver a alguien tan solo. Pero nunca reunió el suficiente coraje cómo para intentarlo.
Ahora lo tenía delante, no podía escapar, era ahora o nunca.
-Esto… " ¡A ver Handa, piensa! " ¡Ah sí!"- observó la caseta del club- ¿Vienes a apuntarte?
- ¿Eh?- esa pregunta había descolocado al pelirosa. ¡Se había olvida por completo!- Sí, he venido a apuntarme. ¿Por?
- Yo también vengo a apuntarme al club. Espero que seamos buenos compañeros. – "¡Sí, bien dicho Handa!"
- Ni lo sueñes.
-¿Qu-qué?- de repente era como si un cubo de agua fría cayera por todo su cuerpo- Pero, ¿por qué?
- Sé qué tipo de persona eres. No me engañas. Tú solo quieres aprovecharte de mí.
- Pe-pero. ¿Qué dices Someoka?- no podía creer lo que estaba escuchando- ¡Yo solo quiero ser tu amigo! ¡Nunca haría eso!
- Ya. Eso lo dices ahora.
- ¡No! ¡De verdad! Créeme.
- ¡No puedo! –Someoka bajó la mirada- Nunca he confiado en nadie. – de repente volvió a alzar la mirada hacia los ojos de Handa- ¡Y no voy a empezar a…!
- ¡Quieres callarte de una maldita vez!- "¡Dios! ¿Qué le digo ahora?".
- ¡¿Eh?–estaba que echaba humo por las orejas. ¡Cómo se atrevía a hablarle de que aquella manera- ¡Tú no eres nadie para…!
-Para qué… ¿Para decirte la verdad?
- Y tú que sabrás.¡ No sabes nada de mí! ¡Nada!
- Claro que lo sé. He visto durante años cuánto has llegado a sufrir por una pandilla de imbéciles sin vida. Pero…-"¡Voy a hacerte ver la verdad! ¡Quieras o no!"- ...¡Pero también he visto cómo había personas que intentaban ayudarte y por tu estúpido orgullo no eras capaz ni de mirarles a la cara!
-Pero yo creía… -no sabía que decir.
- Eres un cobarde.
-¿Qué? ¿Cómo te atre…?
- No quieres enfrentarte a la realidad porque, sabes que te has estado engañando durante todo este tiempo y no quieres reconocer que te has equivocado.
Someoka se quedó sin palabras. Tenía razón. Toda la razón. No solo se había engañado a sí mismo, sino que poco a poco, sin darse cuenta se fue apartando de la gente que quería ayudarle, alejándose cada vez más de su anhelado sueño. La amistad.
- ¿Qué puedo hacer ahora? La he cagado bien cagada, je.
- Confía en mí.
-¿Eh?- sorprendido abrió los ojos como platos.
- Solo confía en mí. – con una enorme sonrisa alzó una mano "¡Va chócala!".
Hubo unos segundos de tensión ya que Someoka no mostraba la mínima intención de moverse. Pero, sin darle tiempo a reaccionar, Handa se vio rodeado por Someoka, el cual empezó a sobarle el pelo riendo a carcajadas.
- ¡De acuerdo! – con delicadeza se apartó del pelimarrón, el cual se había quedado sorprendido por la repentina reacción del pelirosa- Confiaré en ti.
- ¡¿De verdad? – no se lo podía creer. ¡Lo había conseguido!
- De verdad de la buena, así que no me falles ahora ¿ok?
- ¡Toma! –de repente, como si lo hubieran pensado a la vez chocaron las manos al mismo tiempo.
- Pero, hay algo que no entiendo. ¿Porqué te alegras tanto de que seamos amigos?
- Pues, por la sencilla razón de que siempre te he admirado.
-¿Cómo? – sin darse cuenta empezó a reír a pulmón abierto - Pues no soy una persona digna de admirar, que digamos.
- Para mí sí lo eres. Después de todo lo que has llegado a sufrir, has conseguido tirar adelante, sin importar las consecuencias, y sin la ayuda de nadie. Solo. – de repente se sentía la peor persona del mundo, ¿por qué había tardado tanto en hablar con Someoka? Era un idiota.
- Eh, eh, vamos, no te pongas así. Tampoco ha sido tan duro. Cuando te acostumbras, todo es menos doloroso.
- "Qué fuerte eres Someoka, yo no lo hubiera soportado durante tanto tiempo." Mmmmm, por cierto, ¿qué hacemos aquí?
- Habíamos venido a apuntarnos al club de futbol. ¿Recuerdas?
- ¡Claro! Bueno, entonces qué ¿vamos?
Juntos caminaron hacia la puerta de la caseta, al llegar se miraron y asintieron la cabeza nerviosos. Someoka llamó a la puerta. Nada. Esta vez probó Handa. Silencio.
-¿Quizás no hay nadie? ¿Crees que es mentira que se haya formado un nuevo club de fútbol?
- No. Estoy seguro de que es verdad.- sin previo aviso giró con sumo cuidado el pomo de la puerta, esta sin oponer resistencia se abrió dejando al descubierto una habitación limpia y ordenada. Someoka y Handa entraron en busca de alguna nota que explicara la ausencia de los miembros del club de fútbol. No tardaron mucho en encontrarla ya que la habitación no era muy grande, y si sumabas el espacio que ocupaban las taquillas, la mesa, las contadas sillas y el carro lleno de pelotas de fútbol la habitación parecía aún más pequeña de lo que ya era en sí.
- ¡Mira Someoka! Aquí pone algo. –cogió la nota y se puso a leerla mientras el pelirosa volvía a dejar una pelota en su sitio y se colocaba a su lado.
" ¡Hola amantes del fútbol! La manager del equipo y yo hemos ido a hablar con el director, así que, si habéis venido a inscribiros en el club os agradecería que volvieseis mañana."
¡Hasta mañana amigos!
Atentamente, Endo y Aki.
- "¿Amantes del fútbol?" –se preguntaron a la vez con una gota detrás de la cabeza.
Sin darse cuenta ya había oscurecido, ambos caminaban por la calle hablando sin parar, como si se hubieran conocido mucho antes, como dos viejos amigos. Handa vivía a dos manzanas de donde vivía Someoka, así que decidieron hacer el camino juntos.
-¡Ups, perdone!- sin querer se había distraído y con dificultad pudo llegar a esquivar a una abuela.
-Estos jóvenes de hoy en día. ¡Mira por dónde vas!. Si es que…
-¿Por qué siempre dirán lo mismo, no lo entiendo?
- Jajaja, no te preocupes por eso ahora, pero deberías ir con más cuidado.
- é.- le molestaba ser tan distraído- A todo esto, mañana tendremos que volver.
-Sí, si quieres unirte aún.- agregó Someoka con malicia.
-¡Por supuesto que sí! Eso tú, a ver si al final no vendrás.
-¡Ja! Mañana veremos quién llega el primero.
-¡Hecho!
Siguieron hablando durante un largo rato cuándo Handa se detuvo y señaló la entrada de su casa.
- Bueno, mañana nos veremos ¿no?
-Claro. Ya sabes dónde estoy. Por lo visto me tienes vigilado.
-¡¿Eh? No es eso, lo que pasa es que me preocupaba mucho por ti y…
- ¡Jajajaja! Ya lo sé, tranquilo. Bueno,–con cariño le sobó el pelo aun oyendo las quejas del otro- hasta mañana.- se giró dándole la espalda y empezó a caminar hacia su casa.
-¡Hasta mañana! ¡Ya verás, yo seré el primero en llegar!
Someoka alzó una mano en señal de despedida. Handa sonrió y entró en casa.
¿Qué era aquel sentimiento? Someoka no había estado tan alegre desde que tocó un balón por primera vez. Por fin tenía un amigo con quién hablar y reír. Por fin sentía aquella sensación tan cálida, la amistad. Sin darse cuenta llegó enfrente de su casa. Revolvió entre la mochila y sacó un juego de llaves. Tras un rato buscando eligiendo la llave correcta consiguió entrar en casa. Nunca conseguía acordarse de la llave correcta, eran todas tan parecidas. " Habrá que pintarlas de colores, así me facilitaré las cosas".
- ¡Mamá! Ya he vuelto.- se quitó los zapatos y los dejó bien colocados delante de la entrada- ¿Mamá?- "La luz de la cocina está encendida, quizás se ha quedado dormida."
No obstante, había un extraño ambiente en la casa. Intranquilo, corrió hacía la cocina, la puerta estaba cerrada, posó la mano sobre el pomo, no se atrevía a abrir. "¡Pero qué haces! ¡Entra de una vez!" Sin vacilar abrió la puerta que daba a la cocina que por sorpresa estaba vacía.
- Qué raro… ¿Mamá? ¿Estás en casa?- el corazón le iba a mil por hora.
Empezó a caminar lentamente por la cocina pero no recorrió mucho camino, acababa de ver algo que le impactó. Temiéndose lo peor corrió hacia su madre que se encontraba estirada en el suelo. Se había dado un fuerte golpe en la cabeza, pues salía bastante sangre de ella.
-¡MAMÁ, MAMÁ! –con cuidado le sujetó la cabeza apoyándola en sus rodillas- ¡¿Por qué no reaccionas?-no pudo evitarlo, abrazó a su madre con impotencia- ¡MAMÁAAAAAAAA!
Hasta aquí! XD Gracias por leer! ^^
¿Reviews? JAJAJA "¿porqué me río?" Hasta otro capítulo!
