Fandom: Katekyo Hitman Reborn! | Pairing: Yamamoto/Gokudera (8059)
Disclaimer: nada me pertenece
Words: 384 | Rating: M
Spoilers: none
La parte difícil no era mentir, ni siquiera cuando se trataba de mentir a Tsuna. No quería admitirlo, pero se le daba especialmente bien, incluso cuando jamás había sentido la necesidad de hacerlo. Pero ya no servía ser siempre honesto. Detrás de la imagen despreocupada que todos veían en él se escondía ese animal que luchaba contra sus deseos de devorar al chico de cabellos grises que siempre le estaba insultando. Esa era la parte difícil. Controlarse. No dejar vencer a sus instintos.
Esa y no dejar marcas visibles en la piel de Gokudera cada noche. Aunque recordar los golpes que había recibido la primera vez ayudaba bastante en esa parte.
No más bombas, gracias.
El problema era que él se avergonzaba cada mañana al despertar en su misma cama y se pasaba todo el maldito día poniéndose más colorado que una niña enamorada cada vez que le sonreía. Que él lo hacía a propósito, no iba a negarlo, pero saber que estaba recordando la forma en que había gritado su nombre la noche anterior no ayudaba a su autocontrol. Aunque recordarlo él mismo tampoco movía mucho la balanza en su favor.
Las maniobras de Reborn a veces le ayudaban a mantenerse ocupado durante la tarde, porque ya había desistido a concentrarse en clase. Cualquier tema parecía aburrido si lo comparaba con el cuerpo desnudo de Gokudera bajo el suyo y su sudor mezclado con el suyo, su saliva en su boca y él tan dentro de su cuerpo que creía que acabaría rompiéndolo cualquier día.
Así terminaba encerrándose en el baño de los Sawada con la excusa de haber bebido demasiada agua durante el entrenamiento. Porque Reborn había dicho algo con demasiadas segundas para ignorarlo a esas alturas (aunque Tsuna siguiese pasándolo por alto) y su mirada se había cruzado con la de Hayato el tiempo suficiente para que sus mejillas se sonrojasen y sus ojos escapasen hacia algún rincón de la habitación, dejando vía libre a Yamamoto para descubrir por qué estaba tan nervioso. Porque no podía arrastrarlo con él, sus pantalones caían hasta sus tobillos y su mano era su único consuelo hasta que Gokudera decidiese que había pasado el tiempo suficiente para necesitarle de nuevo en su cama.
Y el italiano era muy paciente o demasiado cabezota para sus necesidades.
