Temporada de Embrollos

Disclaimer: Los personajes no son míos, son de Kitty.e2 y Stephanie Meyer… respecto a la historia, es de Kitty.e2 Y ME HA BRINDADO LA AUTORIZACION PARA ADAPTARLA, es una adaptación del anime: Sakura Card Captor...

Summary:Adaptacion: Bella creía tener una vida normal, era la reportera estrella de una revista y vivía bajo el anonimato, pero todo da un giro sorprendente cuando la editora, una mujer bastante ambiciosa, le propone una "misión imposible"; descubrir los secretos mejor encubiertos de Edward Cullen, el dueño y editor de Seasons la revista más cotizada de toda USA, para esto entrará a trabajar como la secretaria-asistente del quisquilloso hombre que se niega a hablar con cualquier periodista que no trabaje para él.


Capítulo I

"Problemas bien pagados"

Bella POV:

El reloj despertador suena sin darme tregua alguna, bastante adormilada me siento en la orilla de la cama y lo apago dando un gigantesco bostezo ¿Qué acaso no es evidente? Lo que más amo en este mundo es dormir… Sería tan feliz si todos los días fueran fines de semana, pero bueno, nada puedo hacer por los lunes que no tienen la culpa de ser lunes, así que me levanto dispuesta a darme una ducha que pueda llevarse a la somnolienta Isabella y traiga a la reportera estrella de la revista Gossip.

Sí, a mis veintiséis años conseguí un puesto en la revista de chismes más importantes del país, por supuesto que no firmo mis reportajes y notas con mí nombre, sino que lo hago bajo el seudónimo de R.S. las iníciales del nombre de mi madre fallecida hace dos años. Nadie sabe quién soy, ni si quiera en la propia oficina de la revista… sólo mi jefa conoce mi verdadero nombre, bueno ella y mi mejor amiga Alice Cullen.

Alice y yo, además de ser mejores amigas, somos primas de segundo grado o algo así, hemos pasado todas nuestras vidas juntas, jamás nos ocultamos algo y nos conocemos como las palmas de nuestras manos, aunque por supuesto yo soy bastante despistada y muchas veces no me doy cuenta de cosas importantes… pero ella me acepta como soy y no le da importancia. Nos mudamos de Forks Washington a New York cuando teníamos dieciocho, pues ambas entramos a estudiar a la prestigiosa Universidad de New York, carreras distintas pero al fin y al cabo en el mismo lugar.

Ella graduada de diseño y yo de periodismo, comenzamos nuestra búsqueda de trabajo en cuanto nos titulamos, Alice fue aceptada en la prestigiosa revista de modas –muy adecuada para ella- Seasons, mientras que yo, afanada de poder trabajar en algún periódico o revista seria, terminé en Gossip… ¿Por qué lo acepté? Simple, necesitaba urgentemente el dinero y además me serviría de experiencia para buscar un trabajo más adecuado a futuro.

Me he puesto lo primero que encontré en el placard, sin tener tiempo de combinar como siempre me lo pide mi amiga, muy bien, quizás el lila no queda de lo mejor con una falda de franela y rayas café… pero eso no importa demasiado cuando tienes quince minutos para desayunar y llegar a tu trabajo, así que me calcé los zapatos –bajos para mi comodidad- y sin comer descendí apresuradísima las escaleras del departamento, uno de los seis del condominio en donde vivo… No se imaginen que tenga mucho dinero, por el contrario, la renta no es demasiado alta y el espacio es ideal para una sola persona.

Me apresuro corriendo por entre la gente que sale de sus casas y miro el reloj… siete con cuarenta y ocho ¡Si no llego a tiempo la señora Anderson me degollará! Hago parar a un taxi mientras pago con prisa por un paquete de galletas a un vendedor ambulante y me ubico en el asiento trasero del vehículo comiendo lo que acabo de comprar para apagar los descomunales rugidos de mi estómago que me avergüenzan sobremanera.

-¿A dónde se dirige señorita? –pregunta el taxista mirándome por el retrovisor. Es un hombre que bordea los cincuenta, o eso creo yo, pues sus arrugas no están demasiado marcadas y su cabello es negro casi libre de canas, excepto por una o dos.

-A la revista Gossip por favor. –sonrío yo. No me agrada mucho la idea de irme en taxi al trabajo, nunca me ha gustado más la actividad física, cuando iba en primaria solía salir caminando, pero si la señora Anderson se queja por mi forma de vestir –que no cambiaría por nada del mundo, pues la moda no me interesa- no quiero ni imaginar el ataque de nervios que le daría si me viera en patines.

El hombre me anuncia que ya llegamos, le pago y bajo del vehículo acomodando como puedo la falda medio arrugada, esa es una de las desventajas de este material… se desplancha con demasiada facilidad, pero bueno, ya no puedo cambiarme… Entro pasando completamente desapercibida como siempre, es un edificio bastante amplio aunque tiene solamente cuatro pisos. Subo al ascensor y me dirijo al tercero, en donde trabajamos los periodistas.

Cuando las puertas se abrieron, sentí una mano cerrarse en torno a mi muñeca, miré hacia arriba y vi a la señora Anderson –que extrañamente se encontraba en ese piso- deteniéndome para que no saliera. Era oficial, de seguro me pasaría mi carta de despido tal y como temía, marcó con sus regordetes dedos el temido número cuatro.

La señora Anderson es de esas mujeres a las cuales es fácil imaginarlas viviendo sola con muchos gatos echados a su alrededor mientras come grotescamente, porque lejos de ser delgada, su contextura es perjudicialmente gruesa. Nunca me ha dicho su edad ni tampoco pienso preguntársela, pero los rumores dicen que está a punto de cumplir los sesenta, claro que no me extraña, porque a pesar de que intenta disimularlo, las arrugas le ganan.

La verdad es que cómo es la señora Anderson no es relevante, lo importante es… ¿Qué haré ahora? De verdad esta situación me estresa, que me esté conduciendo a su oficina casi a rastras no consigue relajar en nada mis nervios… las personas que veo a mi paso me miran con cara de "pobrecilla" algunos hasta me susurran que podré encontrar un trabajo mejor… ¡Qué le sucede a esta gente! Ni si quiera los conozco, jamás en todo el tiempo que llevo en Gossip he cruzado palabra alguna con ellos.

Por fin terminamos el tortuoso trayecto y llegamos a su oficina, tiene un estilo bastante barroco… las paredes tapizadas con papel mural excesivamente floreado, sillas que parecían sacadas de siglos pasados, cortinas de seda lilas que le dan un toque de habitación en vez de oficina. Me paro frente a su escritorio esperando la sentencia de muerte, pero en vez de dirigirme palabra alguna, lanza sobre la mesa la edición pasada de la revista con la página a mi cargo abierta.

-¿Qué…? –pero mi pregunta queda en mi boca, pues la señora Anderson se apresura a interrumpirme.

-¡Eres todo un éxito chiquilla! –exclama eufórica dejándome completamente atónita ¿no que eso era un despido?- ¡Tu reportaje sobre la depresión oculta de Vanessa Williams fue calificado como el mejor del mes en todo Estados Unidos!

Mi respiración casi se detiene por unos segundos… ¿El… mejor reportaje del mes? ¡Fui el mejor reportaje del mes! ¡A pesar de todo lo que tuve que pasar para obtener información resulté elegida de entre un millón de revistas del país! ¡Esto es increíble! Pensé que no viviría para… ¡Oh Dios, que feliz soy!

-Pero –maldición, siempre hay un pero- No podrás recibir el premio. –Declaró haciendo que el mundo de alegría absoluta ahora me pareciera ridículo- Tú firmas con el nombre de R. S. y en tu contrato está estipulado que nadie sabrá tu verdadera identidad y así te puedo pagar más.

-Lo sé, pero no me importaría dejar el anonimato y recibir menos, en serio. –digo al borde de la desesperación, recibir tamaño galardón es algo muy importante para mí ¡No puedo dejarlo pasar!, además no es mucho lo que me da adicional por ocultar mi identidad y puedo vivir sin eso.

-No. –niega mientras busca algo en su escritorio. Saca un sobre de color rojo y me lo pasa.- Esto Isabella, es tu nuevo trabajo.

-¿Mi nuevo…? ¡¿Qué?

-Tranquila muchacha y no hagas tanto alboroto. –Me pide arrugando su redonda cara.- Escucha con atención. El premio que te corresponde lo recibirá Renee Sullivan de contaduría, dirá que ella es la periodista pero finalmente el diploma y todo eso llegará a tus manos.

-Pero señora Anderson, esto es muy injusto –replico mientras un millón de sangrientas imágenes de posibles muertes para esa vieja pasan por mi cabeza.- Renee ni si quiera es periodista y recibirá todas las atenciones que me corresponderían a mí.

-Mira niña. –Dice y yo sé que la he hecho perder la poca paciencia que tiene.- Para ser alguien en la vida, debes aprender a renunciar a algunas cosas, además no necesitas que otros sepan de tus galardones, pues no pienso dejarte ir de la revista, desde que llegaste las ventas se han disparado. –debo admitirlo, la cara de furia y desconfianza que pone me estremecen de miedo.- Harás un trabajo para mí y está en el sobre.

Con manos temblorosas consigo abrir el objeto a duras penas, sacando de él una hoja que leo detenidamente; nada nuevo, una persona a la cual investigar con un período de… ¡Un año! Eso sí que es nuevo, por lo general mis reportajes son más instantáneos por así decirlo… En fin, tendré que descubrir algún secreto de Edward Cullen… Su nombre me suena de algo…

-¿Quién es Edward Cullen? –preguntó tranquila y la mujer casi muere ahogada con el café que bebía pues en seguida estaba casi morada y tosía montones.

-¡¿Llevas un año trabajando para mí y no sabes que Edward Cullen es mi mayor enemigo? –logra interrogar completamente altera.

-Lo siento, pero yo no…

-Edward Cullen es el dueño y editor de Seasons supongo que conoces Seasons ¿no?

-Sí conozco esa revista. –respondo, cómo no hacerlo si Alice se la pasa hablando de un tal Jasper Hale que conoció allí, aunque lo único que sé es eso y que es una revista de modas, pues jamás la he comprado ni nada, nunca he entendido cuál es el motivo de tanta euforia por aquellas hojas llenas de diseños demasiado "iguales" para mí.

-Bien, entonces ahora irás a ese edificio y no volverás a entrar en este ¿me entendiste? –asiento con la cabeza para darle a entender que he captado.- No creas que será un trabajo fácil –me advierte-Cullen se rehúsa a hablar con periodistas, así que tu currículo está modificado, dice que eres secretaria y no sale por ninguna parte tu trabajo en Gossip… Asegúrate de averiguar cuántos secretos puedas, porque así seremos los primeros en publicar un reportaje como Dios manda de ese hombre.

-Pero ¿cómo entraré a trabajar? Es decir, puede que haya más postulantes.

-Estás contratada Isabella, tengo un "espía" trabajando para ellos. –su confesión me impactada, no puedo creer que sea tan calculadora.- Él ha intentado averiguar sobre la vida de ese sujeto, pero no consigue nada… lo único que sabemos, y que no es novedad para nadie, es que es un mujeriego, todas las semanas aparece con una mujer distinta, y siendo tú una y además su nueva secretaria-asistente, tienes todo para ganar… el resto de información puedes sacarlo del sobre, cuando lo hayas leído completo… hazlo desaparecer.

Puedo notar que está orgullosa de su trabajo y que además me amenaza con la mirada, casi puedo leer su mente diciendo "atrévete a arruinarlo maldita mocosa" pero cuando me indica con una de sus manos llenas de anillos que puedo salir, hago una reverencia y salgo con paso apresurado del lugar con él sobre bajo el brazo y el maletín tomado firmemente.

Amo mi trabajo, amo mi trabajo, amo mi trabajo… ¡Odio mi trabajo! Si hubiese sabido desde un principio que ser periodista sería algo tan sucio y difícil lo habría pensado diez veces antes de entrar a estudiar esa carrera, pero bueno ya no puedo hacer nada más que seguir con el plan perfecto de la editora perfecta.

Abandono la revista furibunda chocando con cuanto ser humano se me cruzara y camino hasta el dichoso edificio de Seasons, entro intentando planchar una vez más mi problemática falda con las manos y me paro frente a la recepcionista, una joven que parece de mi edad pero con su cara cargada de maquillaje y un exótico peinado.

-Buenos días. –saludo siendo lo más amable posible, ella no me responde y sólo me observa con una ceja alzada para luego seguir limando sus uñas, aún así intento sonar afable.- Vengo porque me acaban de contratar para secretaria-asistente del editor en jefe, ¿Dónde puedo…?

-Piso diez, sabrás distinguir la puerta de las otras. –responde secamente sin dignarse a mirarme. Me dirijo al ascensor, pero antes de que alcanzara a dar el quinto paso, me llama.- Oye. –la miro con curiosidad.- Quizás ganaste la batalla, pero no la guerra… chica franela. –agrega con tono despectivo y lanzando un "ja" al aire.

¡¿Me ha puesto un sobrenombre? Que mujer más fastidiosa… no es que muchos puedan sacarme de mis casillas, ese puesto queda disponible para los más desagradables, pero… no entendí eso de la batalla y la guerra ¿Qué habría querido decir? Bueno no importa, además, ¿Qué tiene de malo mi falda de franela?

Camino algo insegura por el pasillo del décimo piso, pues todos los que pasan por allí me miran de pies a cabeza, siento como si hubiese entrado en otro mundo en el que no encajo para nada. Por lo menos no me fue difícil distinguir la oficina del tal Edward Cullen, pues sobre una de las puertas blancas había un cartel que rezaba su nombre. Llamé tímidamente con mis nudillos y en seguida un joven de cabello azabache con toques azulados y ojos como los zafiros, abrió y me sonrió.

-Buenos días. –saludé haciendo acopio de toda la valentía y seguridad que en ese momento no tenía.- Vengo porque me han contratado para un trabajo.

-¿Puedo saber su nombre señorita? –me pregunta con sincera amabilidad, por fin encontraba un humano en este edificio.

-Sí, lo siento. –me disculpo por ser tan atarantada haciendo una reverencia.- Soy Isabella Swan.

-Ah, Isabella. –dice sin dejar de sonreír, la verdad me ha agradado mucho mi nuevo jefe, se ve que es una buena persona pero… también es un impedimento, puesto que así mi conciencia me matará cuando termine con el reportaje para le señora Anderson.- Disculpa si te trato con tanta familiaridad, es que Alice me ha hablado un montón de ti.

-¿Alice? No sabía que usted y mi amiga fueran cercanos señor Cullen. –comento y él se echa a reír ¿Acaso dije algo malo?

-Creo que te has confundido Isabella. –me dice comprensivamente.- Mi nombre es Jasper Hale, por supuesto que puedes tratarme de tú, Edward está adentro esperándote. –era de esperarse, después de todo un hombre dueño de todo esto no puede ser tan joven ¿verdad? De seguro ese tal Cullen es uno de esos viejos ricachones que se acuestan con cuanta mujer se le ponga en el camino y ellas se dejan sólo por su dinero.

-¿Jasper Hale? –repito.- ahora entiendo…

Sí, ahora entiendo por qué a Alice le gusta tanto este hombre, y es que aunque ella lo niegue, yo puedo apostar mi vida a que es así. Jasper es justo la clase de chico que me imagino para mi amiga, caballero, amable, guapo y con aire intelectual. Nada que decir, tiene mi completa aprobación.

Lo sigo hasta el interior de la oficina, es completamente distinta a la de mi "antigua" jefa, las paredes y el piso están forrados en blanco. Se encuentra dividida, la parte más pequeña (aunque no más pequeña que el cubículo que ocupo en Gossip) tiene dos escritorios y dos sillas giratorias, ocupando una de ellas había una chica de anteojos y cabello castaño oscuro que me sonrió en cuanto entré. Muy bien, otra persona agradable, las cosas van mucho mejor, quizás hasta mi jefe sea como ellos y la antipática recepcionista era una excepción.

Ese hombre que estaba sentado frente al escritorio no podía ser Edward Cullen ¿verdad? ¡Es demasiado joven! Y… me he quedado estática mirándolo. Ojos verdes, cabello color cobrizo y bastante desordenado, su rostro es serio y su ceño se encuentra levemente fruncido al analizarme, me pone bastante nerviosa esa mirada inquisidora y por qué no decirlo, también su camisa medio abierta.

-Edward. –Llamó Jasper y luego me tomó por un hombro.- Esta es Isabella Swan, tu nueva asistente.

-Mucho gusto en conocerlo señor Cullen. –dije haciendo una reverencia por cortesía, pero él, en vez de responderme se dirigió a Jasper.

-¿Este es tu concepto de "no se te arrojará encima"? –preguntó con una ceja alzada y yo no puedo estar más confundida ante sus palabras, al parecer el "amigo" de Alice, se dio cuenta, pues en seguida rió un poco.

-Al parecer ni la señorita Yanagisawa ni Isabella satisfacen tus requisitos de secretarias ¿verdad? Pero ya sabes que últimamente has estado haciendo gastos excesivos con las mujeres que trabajan para ti… Bueno, lamento tener que dejarlos pero el deber me llama… hasta luego Isabella. –se despidió de mí con un beso en la mano que me dejó más que sonrojada, es decir ¿a quién no le sonrojaría en este país un gesto como ése?

El punto es que mi único apoyo en ese tenso ambiente se había esfumado en menos de lo que canta un gallo. Estoy parada frente a mi nuevo y más malhumorado jefe (se nota a leguas que le gana con creces a la señora Anderson) sin saber qué decir o hacer, pues él tampoco aporta mucho con esa actitud altanera y arrogante.

-¿Has leído alguna vez mi revista? –me pregunta de repente haciendo que me sobresalte un tanto.

-N-no. –respondo nerviosa por su reacción ante mi negativa ¿Qué pasaría si por no conocerla me despide antes de empezar o algo así?

-Me lo imaginé. –murmuró mirando burlonamente mi falda. ¿Qué acaso él también me llamaría "chica franela"? ¿Qué tanto tenía de malo mi falda? Ni que les causara algún problema… Pero no cambiaré, de ser necesario, compraré más y más faldas de franela para fastidiarlos y me importa bastante poco lo que digan o hagan.- Comunícame con Issei Miyake (1).

¿Qué le comunique con quien? No sé a quién se refiere, pero salí de todas maneras de allí y me ubiqué en mi nuevo escritorio. La chica de anteojos me mira y sonríe nuevamente, yo por supuesto le devuelvo la sonrisa pero me rehúso a pedirle ayuda por si el jefe me escuchaba, en cambio, busco desesperada entre los cajones por si hay alguna pista que me lleve con el número de ese hombre.

-¡Swan! –grita desde adentro Cullen.- ¡Es para hoy!

-Disculpa que me entrometa, pero si buscas el número del señor Miyake está en el mural atrás tuyo junto con todos los números de los otros diseñadores.

-¡Muchas gracias! –Exclamo en voz baja.- ¡Me has salvado la vida!

Fue pan comido. Hablé con el hombre y le dije que tenía una llamada de Edward Cullen, al parecer se puso bastante contento porque me pedía incesantemente que le pasara en seguida con él. Todo en orden gracias a la agradable chica que tenía como compañera.

-¿Eres la nueva asistente? –me pregunta despegando la vista del ordenador.

-Sí, mi nombre es Isabella, pero prefiero Bella. –me presento.

-Yo soy Ángela y me encargo de los archivos pasados y de poner en orden los actuales, además de los gastos personales del señor Cullen.

-Vaya, ¿llevas mucho tiempo en esto?

-No. –Responde riendo.- llegué el jueves de la semana pasada. La chica que estaba antes que tú fue despedida.

-¡Oh, qué mal! –siento que me sonrojo pensando que por mi culpa alguien tuvo que perder su trabajo.

-No te preocupes, ocurre todo el tiempo con gente como ella. –dice confidencial.

-¿Gente como ella? –cuestiono sin entender.

No me respondió en seguida, sino que sacó un cuaderno de uno de los cajones y comenzó a escribir. Segundos después lo levantó por sobre la cabeza y yo leí "Las que buscan acostarse con el jefe". Me sonrojé furiosamente, ¿Cuántas más habían pasado por este puesto con ese único motivo? ¿Realmente era así de mujeriego? Porque de ser así… ¡Que hombre más desagradable!

Ángela me explicó que todo estaba en el ordenador y que mi trabajo consistía básicamente en atender todas las necesidades del señor Cullen, como traerle el café, llamar a quienes requiriera, en fin una especie de esclava contemporánea. Llevaba bastante rato revisando los archivos y en una que otra carpeta encontraba fotos claramente clandestinas de mi jefe, las que me apresuré a borrar no sin antes echarles un vistazo. ¡Lo admito, lo admito! Pero debo ser sincera, ¿Cómo no mirar a un hombre como ese? Era guapísimo, si no fuera por ese carácter suyo…

-¡Swan! –me llamó una vez más y yo me puse de pie suspirando pesadamente hasta acercarme a su oficina.

-¿Necesita algo señor Cullen? –pregunté intentando sonar amable.

-Voy a salir. –Anunció y un deje de alivio pasó por mi cuerpo.- Vuelvo a las diez, quiero mi mokaccino mediano con extra chocolate y una cucharada de azúcar para cuando regrese, ¿Entendido?

-Sí señor. –respondo mientras él se para y se pone su saco.- ¿Algo más? –digo rogando porque me conteste que no, pero parece estar pensando bastante concentrado en algo.

-Envía rosas a la casa de Tanya Denalí.- cinco y escribe algo así como "Una rosa por cada letra de tu nombre. Pasé una bella noche. Edward"

Es un don Juan. ¿A quién pretendía conquistar con esas palabras tan repetidas, baratas y sin vida? Esa Tanya de seguro era una modelo sin cerebro suficiente como para no darse cuenta de con quién trataba, una de las tantas con las que mi jefe debe estar saliendo. Muy bien, su nombre irá a mi lista de mujeres que publicaré en el reportaje, hoy más que nunca estoy segura de querer hacerlo, después de todo me desagrada demasiado mi jefe como para tenerle algún tipo de compasión.

Ya veo el título… algo así como "Los secretos tras un hombre guapo" no, mejor "Edward Cullen: algo más que una cara bonita, un ser humano huraño" Mmm… no, no me suena, ya se me ocurrirá algo más original.

-Ángela, debo salir… ¿Podrías contestar las llamadas por mí por favor?

-Claro.

Tomo mi bolsa y salgo a paso lento de la oficina, después de todo ¿Qué tan lejos puede quedar una floristería? Es decir, estamos en el centro de New York, es imposible que no haya alguna cerca…

Gran error, son las nueve con veinte minutos y aún no encuentro nada, ya me he alejado bastante del edificio de Seasons y esta vez corro, si no mando las flores y no tengo el café a la hora en su escritorio… no quiero ni imaginar que pasaría.

-Señora, disculpe ¿Sabe usted si hay alguna floristería cerca? –pregunto desesperada a una mujer que vende dulces en un carrito.

-Dos cuadras más allá. –indica hacia mi derecha.

-¡Muchísimas gracias! –exclamo y me pongo a correr calles arriba.

Por fin he dado con algo, entro y me acerco a la chica que atiende, le pido las cinco rosas rojas y escribo en la tarjeta lo que mi jefe me pidió. La muchachita mira la tarjeta y ríe disimuladamente. Le pago y salgo corriendo nuevamente para poder llegar a tiempo con el café.

Cuando faltan dos minutos para la diez, llego a la oficina completamente agitada, despeinada y casi sin aliento. Ángela se ríe y aplaude ante mi gran hazaña y yo me acerco a paso rápido al escritorio de mi jefe para dejarle allí su café. Cuando vuelvo para sentarme y descansar de esa maratón que acabo de correr, el teléfono suena.

-¿Diga?

-Necesito hablar con Edward. –dice una mujer al otro lado de la línea y puedo notar que está excesivamente molesta.

-Él no se encuentra en estos momentos pero si me dice quién es puedo tomar su recado. –ofrezco tomando papel y lápiz para apuntar.

-Soy Tanya Denalí, ¡dile a ese idiota que se meta sus rosas por donde mejor le quepan, porque yo no he estado con él desde el mes pasado! –exclama encolerizada y yo no sé qué decirle.

-Sí. –digo por fin al borde de un colapso nervioso, ya me imagino a la mujer echando chispas.- Yo se lo diré señorita Denalí no se…

-¡Mas te vale! Adiós. –finaliza y cuelga.

-¿Una fémina enardecida? –Pregunta divertida Ángela y yo asiento.- Créeme Bella, te compadezco, los gritos de esa mujer se escuchaban hasta mi propio escritorio.

Tomo asiento en mi cómoda silla y sigo borrando las fotos de las antiguas secretarias, ¡Qué mujeres más descaradas! Es decir, una cosa es admitir que el hombre tiene lo suyo, pero otra muy distinta es estar espiándolo… ¡Si hasta hay una foto de él sin camisa! ¡Qué psicópatas! Justo en el momento en que borré la foto, llegó él. Salvada.

-¿Enviaste las rosas a Irina Cortlle?

-¿Irina Cortlle? –repito sin entender.

-Sí, las cinco rosas una por cada letra.

-Señor, usted me dijo que las rosas eran para Tanya Denalí.

-¿Tanya Denalí? No recuerdo a nadie con ese nombre… Si no vas en este mismo instante a enviar esas rosas considérate despedida Swan... Tienes media hora

¡¿Qué no recuerda a ninguna Tanya? ¡Maldito hombre mujeriego, arrogante, petulante, altanero y encima olvidadizo! Sinceramente, creo que debe tener algún problema para retener ideas, y es una pena la verdad porque es tan joven… Enviaré esas flores, pero si me llama alguna mujer que quiera mandarlo al demonio, yo misma me encargaré de pasarle su recado para que le dé su merecido y que ni piense que volveré a enviar otro ramo de rosas.

-¡Ah y el mokaccino está demasiado dulce, lo prefiero sin azúcar! –grita desde adentro y a mí sólo me dan ganas de lanzarme sobre él y darle una buena cachetada para que se deje de juegos una vez por todas.

Agarré mi cartera de mala gana y luego de pedirle a Ángela que me reemplazara unos momentos, salí corriendo una vez más. A este paso terminaría bajando de peso monstruosamente, pues la floristería se encontraba por lo menos diez cuadras más allá. Cuando llegué, la chica me miró extrañada.

-¿Tuvo algún problema con el envío señorita? –pregunta curiosa.

-No, es que necesito hacer otro. –Respondo nerviosa.- ¿Podrían ser cinco también?

-Por supuesto, tome, aquí está la tarjeta. –dice alcanzándome también un lápiz y se va a armar el ramo mientras yo me quedo escribiendo una vez más: "Una rosa por cada letra de tu nombre. Pasé una bella noche. Edward"

-Sí que tiene aguante ese hombre, dos por noche… -comenta haciendo que se me suban los colores al rostro.

Le pago y salgo a paso rápido del lugar, pues no quería más comentarios de ese tipo que me son excesivamente incómodos. Justo un minuto antes de que se cumpliera la media hora, llego a la oficina, completamente despeinada y agitada, en peores condiciones que la primera vez que realicé esa travesía.

-El jefe salió. –Anunció Ángela y yo suspiro.- pero Bella yo no me relajaría demasiado.

-¿Por qué?

-Por esto. –responde y pone sobre mi mesa una especie de archivador blanco con muchos recortes. Lo miro con una ceja alzada sin saber de qué se trata.- Esto, es "El Libro"

-¿"El libro"? –Repito usando el mismo tono de misterio que ella pone.- ¿Qué es eso?

-Lo esencial en una revista de modas, allí se recopila toda la información pronta a salir en la siguiente edición.

-¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

-Tú eres la encargada de llevarlo sano y salvo a la casa del jefe. A las cinco de la tarde, salimos de aquí. A las seis El Libro debes estar en la mesita del corredor principal, la distinguirás en seguida pues tiene una fea escultura abstracta… En fin, cuando entres no hables con nadie ¿está claro? Y está estrictamente prohibido subir al segundo piso o abrir cualquier otra puerta que no sea la principal.

-Todo apuntado. –aseguro, aunque en realidad temo que se me vaya a olvidar algo y pueda perder el trabajo.

(Edward POV)

Mi nueva asistente. Me llama la atención a decir verdad, aunque claro se ve una joven algo anticuada para su edad, de seguro es de esas que hablan de tiempos pasados y ese tipo de cosas. Por supuesto jamás admitiré que me da curiosidad, antes muerto que eso, pues mi orgullo está por sobre todo.

Quiero ver hasta donde es capaz de llegar, porque según Jasper un cambio de estilo en mi personal más cercano me vendría bien aunque no puedo negar que prefería entretener la vista con mis dos secretarias personales, un lujo que muchos envidian… pero supongo que también es algo divertido hacerla enojar, por eso le dije que no recordaba a Tanya, aunque lo de la confusión con los nombres no fue a conciencia… Realmente así como voy tendré que anotar los nombres en la agenda… ¡Bah, como si las fuera a ver alguna vez más!

La verdad, las dos novatas distan bastante del perfil de una persona que trabaja en Seasons de hecho, pienso seriamente poner en los requisitos tener buen gusto… y por supuesto que ningún homosexual se me acerque, porque por dios que me cuesta lidiar con esos diseñadores… y no es que sea homo fóbico, es que simplemente no soporto que alguien de mi mismo sexo que coquetee.

-¡Maldito tráfico! –mascullo desde mi auto, las calles se encontraban completamente congestionadas y yo estaba bastante atrasado para encontrarme con Emma… el problema es que cada vez que eso pasa me cae una reprimenda del tamaño de un buque… con ese carácter suyo tan único… No puedo evitar sonreírme ante la única de la especie femenina que ha podido cautivarme y ocupar por completo mi corazón.

(Bella Pov)

No lo puedo creer, son las cinco de la tarde en punto y ni siquiera he tenido oportunidad de almorzar… ¡Con razón todo el mundo aquí es tan excesivamente delgado!

Ha entrado un hombre al lugar, parece de mi edad… es alto y de cabello rubio. Me sonrojo sobremanera cuando mi estómago ruge y él me mira con atención ¡Maldito estómago que no puedes esperar un mejor momento! Pero en vez de reírse o lanzar alguna burla, se acerca a mi escritorio y deja sobre él una barrita de cereales, por supuesto yo no puedo estar más roja de la pena.

-Gra-gracias. –murmuro bajito y sin atreverme a mirarlo.

-De nada. –se encoge de hombros y me sonríe mostrando sus blancos y perfectos dientes.- Me aseguraré de darle una buena reprimenda a Cullen por no dejar tiempo para comer a sus secretarias… Soy Mike Newton, pero tú puedes llamarme por mi nombre Isabella. –me guiña un ojo y entra en la oficina de mi jefe cerrando la puerta a sus espaldas.

Yo quedo bastante sorprendida, ¿Cómo supo mi nombre? Y entonces Ángela, adivinando mis cuestionamientos, ríe y apunta a mi pecho, bajo la vista y veo que llevaba una credencial con mi nombre, genial… ni de eso me acordaba. Me paro comiendo la barrita de cereal y tomo mi cartera y "El Libro" la verdad no entiendo tanto revuelo por el famoso "libro" es decir, cuando se lo conté a Alice me pidió fervientemente que lo cuidara con mi vida.

Mi amiga sí que podía cambiar cuando de moda se trataba y la verdad, espero no tener que cambiar yo también porque después de todo esto será un trabajo parcial, nada más que un buen reportaje que quizás llegue a darme algún galardón… ¡Eso espero! Porque así como van las cosas me costará demasiado trabajo sacarle algo a Edward.

-¿Te quedas? –le pregunto a Ángela.

-No… dame tres segundos, necesito enviar un correo… -presiona una tecla y luego apaga la máquina.- Ahora sí.

Salimos juntas del edificio atrayendo la atención de muchos de los ocupantes, pero no entiendo por qué… o bueno lo entendí cuando la chica de la recepción me dijo "adiós chica franela". Caminamos conversando sobre lo pesado que se hacía el trabajo a pesar de que fueran nuestros primeros días, además me contó que la recepcionista se comportaba así con todas las secretarias que habían pasado, pues ella anhelaba el puesto desde que comenzó a trabajar allí… pobre chica.

-No te olvides de todo lo que te dije Bella. –apuntó al libro que llevaba en mis manos.

-No te preocupes, tengo todo en mi cabeza. –Sonrío.- Nos vemos mañana Ángela.

-Hasta mañana. –se despide y se pierde entre la gente.

No tengo demasiado de qué quejarme, la paga es buena, el horario corto y algunas personas son agradables, aunque por supuesto existen otras como mi jefe para ser más exacta, que son capaces de crisparme los nervios. Reviso la dirección en el papelito que Ángela me entregó y veo que concuerda con una magnífica casa blanca de tejado gris. No puedo evitar abrir la boca de la impresión, pero me apresuro a sacar las llaves y abrir el portón y la puerta de entrada.

Muy bien, una mesita con una figura abstracta en el corredor principal… pero, no hay ninguna mesita en este que se supone es el corredor principal. ¿Qué debo hacer? Si abro una de las puertas estaré en problemas… y tampoco puedo dejar que Cullen llegue cuando yo esté aquí. Bueno, no hará mal echar un vistazo, porque estoy segura de que si lo dejo en el piso me matará.

Abro una de las puertas y… error, es un cuarto de baño, la segunda la cocina, dios esto parece concurso de televisión… la primera puerta a la izquierda, esta debe ser. Pero antes de poner si quiera una mano en el pomo de la puerta, se abre sola y alguien choca conmigo… alguien que me llega a la altura del ombligo y que me deja plenamente desconcertada.

Es una niña, muy bonita por lo demás, de ojos azules y cabello dorado y ondulado, pero ¿qué diablos hace una niña pequeña en la casa de Edward Cullen, el soltero más codiciado de USA? Ángela fue bastante explícita al decirme que no hablara con nadie, pero la curiosidad me puede.

-Hola. –saludo con la voz más dulce que tengo, pero la niña en vez de responderme, me mira frunciendo el entrecejo y se aleja en dirección a las escaleras.

-Si vienes a dejar "El Libro" puedes ponerlo allí. –me dice apuntando la salita y yo la observo con reproche. ¡Vaya modales! Pero justo antes de deshacerme de esa carga, la puerta principal se abre y por ella entra Cullen.

Me quedé muda de asombro y espanto ¡Se suponía que él no tenía que verme! Observé las escaleras rogando que la niña guardara silencio y no le contara nada sobre lo que había pasado, pero era tarde, porque la pequeña pareció cambiar de opinión y bajó a toda velocidad las escaleras para lanzarse a los brazos del hombre que sólo mostraba furia en sus ojos.

-¡Papá! –gritó y yo sentí que repentinamente la sangre se me helaba.

¡¿Edward Cullen es el padre de esa niña y nadie en este mundo lo sabe? ¡Esto sí que es secreto, la señora Anderson de seguro me dará un premio a…! Un momento… no puedo emocionarme con algo así, es más, no puedo publicarlo… por mucho beneficio que me traiga, pero es algo demasiado íntimo. Muy bien, no tuve problemas para relatar con lujo de detalles la infancia de ese actor por el cual había recibido un premio, pero… esto es distinto.

-Emma. –dijo y debo admitir que el suave tono de voz que usó con la niña y el modo de despeinarle el cabello a manera de cariño casi me derrite.- Espérame arriba ¿si?

-Sí… lo siento papi, sé que no debo hablar con las que entran en la casa, pero es que esta despistada no sabía donde dejar El Libro y yo sólo le dije donde.

¡Esa niña me acusó! ¡Sí! Es insólito, increíble y triste. Sí, porque mi jefe me miró más asesinamente que nunca y cuando la niña subió haciéndome una mueca de burla, me guió hasta una de las puertas que yo no había abierto.

-¡No puedo creer que no seas capaz de venir a dejar un simple libro sin tener que entrometerte en lo que no te importa Swan! –estaba encolerizado, ¡no sé quien se cree para gritarme así! Si hace un par de segundos pensaba no publicar mi artículo sobre él, ahora tengo más que decidido que el título será "Edward Cullen y su hija: de tal palo tal astilla" o algo así.- ¡¿Por qué rayos tengo que trabajar con gente tan incompetente?

-Disculpe señor Cullen. –interrumpo apretando la mandíbula, muy bien él se lo buscó insúltame y yo te insulto, así de simple.- No tiene para qué gritarme, yo sólo entré a dejar el libro y ella salió de la nada, además no entiendo por qué tanto escándalo por…

-Escucha bien Swan. –Su tono de voz era amenazante, completamente distinto al que había usado con la niña.- Emma es lo más importante que tengo. Nadie sabe que es mi hija porque no quiero exponerla a la prensa a tan temprana edad… ¡Maldición! No quiero que Emma tenga que enfrentarse a los periodistas y esas cosas, por eso nunca lo he hecho público ¿Cuánto quieres?

-¿Eh? –no entendí a qué se refería.

-Dinero, dime cuánto quieres que pague por tu silencio. –revolvió entre sus cajones y sacó una chequera, yo lo miré indignada y bastante ofendida.

-¡No quiero su dinero señor Cullen! Me quedaré callada por las mías. –y es cierto, en cuanto lo oí tan desesperado me vino un remordimiento increíble y decidí que no tenía corazón para hacer algo así.

(Edward Pov)

Estoy bastante consciente de que tengo la boca abierta por el asombro, pero es que cada vez que alguien tiene que guardarme algún tipo de secreto y le ofrezco dinero, lo aceptan sin rechistar y ponen una suma bastante considerable, pero ella… ¿se rehúsa a recibir el dinero? ¿Y si es una trampa? Tal vez es tan buena como Jasper la describe y deba confiar en ella… después de todo si lo revela tendrá que vérselas conmigo.

-¿Segura? –insisto, pues si acepta tendré la seguridad de que no hablará.

-¡¿Cuántas veces tengo que decírselo señor Cullen? –Exclama parándose de golpe del asiento en el que estaba, esta mujer es una histérica.- ¡No quiero su dinero!

-Necesito algo que me garantice que no hablarás.

-Entonces exijo… mejor trato a cambio. –dice y yo levanto una ceja ¿mejor trato?

-Sí. Para su información hoy no he podido comer durante todo el día por ir a comprar la corbata que usted quería ¡Y además me ha llamado incompetente! –está indignada y se nota.

-Bien. –Finalizo guardando la chequera en el cajón.- Ya puedes retirarte. –Digo y es ella quien alza una ceja ahora…- Ya puedes retirarte querida. –me mofo abriéndole la puerta con gesto de falsa galantería.

-¿Se está burlando de mí señor? –pregunta desafiante y yo contengo las ganas de reír, es la primera vez que una mujer se rebela de esa forma contra mí.

-No. Sólo cumplo con mi parte del trato.

-Entonces cúmplala bien y no me diga querida en ese tono tan… meloso.

Salió con paso seguro y sin voltear. No me equivocaba, esta mujer resulta ser algo interesante… Porque no cualquiera prefiere un "mejor trato" a una gran cantidad de dinero. Bueno, por lo menos el secreto sobre Emma está a salvo y eso es lo único que importa, además que ella lo sepa me trae una gama de beneficios muy extensa, porque a pesar de que sea ella quien tiene el toro por las astas yo sigo siendo su jefe le guste o no.


- Issei Miyake: Diseñador Japonés, uno de los más conocidos a nivel mundial :) pero no crean que andaré buscando siempre diseñadores japoneses xD cuando los necesite los inventaré xD (no lo cambie, porque no tengo ni idea de quien sea diseñador reconocido en amercia)


BUENO, espero que les este gustando la adaptacion, ahora le quiero dar un enorme abrazo a Kitty.e2, por permitirme adaptarla a Twilight:) te quieroo mucho, y de nuevo gracias!

Chicas, no olviden dejar RR (: me ariann sooo happy

hohohoho!

bueno,

Au Revoir!(:

Denisse'M