Disclaimer: The Mortal Instruments y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Cassandra Clare.
Advertencias: OOC, semi Universo Alterno.
Las niñas grandes no juegan con muñecas
Isabelle le gustan las cosas bonitas. Por eso se viste bien, procura que todo a su alrededor luzca perfecto. Pero le falta algo.
Nunca ha tenido una muñeca.
Ha tenido infinidad de cosas a lo largo de su vida. Armas ha tenido casi desde que nació. Tiene todo lo que un cazador de sombras desearía pero para ella nunca es suficiente. Le hace falta algo, algo que haga que olvide a su padre, a todos los que han pasado unos segundos por sus piernas.
Cuando conoce a Clarissa Fray sabe que es perfecta. Isabelle desearía ser pequeña y delicada, y encuentra los rasgos infantiles de Clary —Clary, Clary, incluso su nombre suena delicioso cuando lo pronuncia— perfectos. Incluso su testarudez es encantadora.
Sabe que Alec la detesta y que Jace la desea —lo ha visto mirar sus piernas, el nacimiento de los pechos, tocarla más de lo necesario— pero a Isabelle no le interesa. Después de todo, nunca ha sido una chica buena.
—Eres una muy buena amiga, Izzy—dijo Clary, un día que Isabelle se había preocupado por entrenar con ella.
Pero Clary es inocente. No nota la hambrienta mirada de Isabelle cuando se pasea con un simple pantaloncillo. Tampoco cuando la ayuda a escoger ropa y tiene que desvestirla, prácticamente, como una muñeca. A Isabelle le gusta tener una relación tan estrecha con su amiga.
También le gusta acariciarla y acercarse a ella más de lo debido, con el pretexto de ayudarla. Le encanta peinarla, maquillarla, caminar con ella por la ciudad presumiéndola. Porque Isabelle podrá ser alta, hermosa, un tipo de modelo pero no es ella la que llama la atención. ¿Cómo podría ella llamar la atención cuando va con alguien mucho más deslumbrante?
Isabelle también le enseña a besar a Clary.
—Para impresionar a Jace—le dijo. Clary no protestó cuando la boca de la joven se presionó a la de ella y no era menos de lo que Izzy esperaba. Las muñecas no daban quejas, solo se dejaban hacer.
Pero no importa lo que haga Isabelle —besarla, tocarla, llegar incluso a algo más con el tiempo— porque podrá tener su muñeca pero las muñecas no sienten ni respiran. Solo se quedan quietas, esperando que las manejen.
Isabelle no lo dice, pero lo que ella desea es amor. Y con una muñeca, es claro que es algo que nunca conseguirá.
