Stupid me says: Pues bien, empieza el Yullen's Week, que en verdad son dos semanas. Me propuse como reto escribir catorce fics sobre Yullen, pero hasta ahora llevo sólo cuatro *está apenada*, aunque tengo muchas de las otras empezadas. Pero bueno, trataré de subir al menos siete historias que son las obligatorias y las otras siete en cuanto tenga tiempo porque, después de esto, tengo que ponerme a escribir Apóstol con muchas ganas (de hecho, extraño escribirlo, este...). Pero bueno, espero que disfruten estas siete historias, sea que las suba a tiempo o no. Como verán, tiene diferentes temas, pero mucho tiene que ver con el lemon, kukuku. Err, lean las advertencias por favor, porque tal vez haya cosas que no les gusten. Sin embargo, lo que más quiero es que disfruten, como siempre. ¡Gracias por leerme!
- Pareja: Yullen.
- Rating: T
- Tema y día: Silencio/Sin voz. 18-19 de Diciembre.
- Advertencias: AU
Mis propias advertencias: Este es un POV de Lenalee. No, no le voy a hacer bashing. Y sí, esto es un KanLena no correspondido. Entonces, si odias mucho a Lenalee, por favor, no hagas rant al respecto en mi fanfic. Si sólo quieres leer algo y Lenalee no te molesta (o, mejor, si te gusta) entonces estamos bien. Sea cual sea el caso, disfruta por favor.
DISCLAIMER: D Gray-man le pertenece a Hoshino Katsura.
Excusas
01. Silencio, sin voz
Lenalee estaba orgullosa. Tenía muchas razones para estarlo. Era la delegada de su clase, era buena en deportes y capitana de atletismo, tenía buenas calificaciones y podría decirle que era popular con el sexo opuesto.
Pero de lo que Lenalee Lee estaba orgullosa era de lo mucho que conocía a Yu Kanda.
Kanda era su mejor amigo. Lo conocía desde que ambos eran pequeños. En ese entonces se sentía muy sola porque su hermano mayor tenía que trabajar ya que los padres de ambos habían muerto. En la manzana no había otros niños con quienes jugar hasta que Kanda llegó a su vida.
Lo recordaba perfectamente. Ella de seis años de edad mirando por la ventana, escondida entre las cortinas como si éstas pudieran protegerle de los desconocidos que se habían mudado frente a su casa. Incluso se había escondido tras Komui ese día que él había decidido que era buena idea presentarse con los vecinos. Por suerte, habían resultado ser bastante agradables, tanto que había podido soltarse un poco de la pierna de su hermano. Era un señor con sus tres hijos adoptivos. Sin embargo, quien realmente llamó la atención de Lenalee en ese momento fue ver a un pequeño Kanda, apenas dos años mayor que ella, quien no parecía muy interesado en conocer a nadie, sólo que, a diferencia de ella, lo suyo no parecía timidez en lo absoluto. Aunque se llevaba bien (y seguía haciéndolo) con Marie y con Daisya, fue su amistad con Kanda lo que le ayudó para que su mundo creciera un poco más. Aún sonreía al recordar que había creído que Kanda era una niña como ella. Nada más alejado de la realidad.
Kanda era un chico. Y uno muy atractivo, tenía que agregar. Atractivo y popular a pesar de su caracter. Porque Kanda tenía una personalidad que alejaba las personas. Kanda era malhumorado, antisocial y hasta que se podría decir que era un poco problemático. Con todo se las arreglaba para tener a un grupo de chicas adorándolo a la distancia. Eran pocas quienes tenían el valor de declararse a Kanda aunque todas eran rechazadas sin excepción. Aún así, sus compañeras tenían la costumbre de buscarla y pedirle consejos para conocer los gustos de Kanda. Querían saber cómo podrían conquistarlo sin que el muchacho pudiera negarse.
Generalmente a Lenalee no le molestaba que le hicieran preguntas sobre Kanda, sin embargo, no siempre podía decir que fuera cien por ciento sincera.
Aunque Lenalee era una persona amable y generosa, estaba tan orgullosa de lo que ella misma había descubierto de Kanda que era difícil compartirlo así como así. Sólo ella sabía cosas tan mundanas como su comida favorita (a pesar de que no era tan difícil de adivinar) y cuál era su color favorito (rojo, sorprendentemente); así como también sabía cosas que no cualquiera podría conocer sin estar en peligro de sufrir la ira de Kanda. Por ejemplo, Lenalee sabía que a Kanda se le daba muy bien la cocina, una actividad que incluso parecía disfrutar. También sabía que a Kanda le gustaban los gatos y que quería mucho a Mugen, un gato negro que había tenido desde que era muy pequeñito. Tan sólo esas dos cosas harían que sus compañeras gritaran de emoción, de eso estaba segura.
Sólo que esos eran los pequeños secretos entre Kanda y Lenalee nada más, y ella los atesoraba por sobre todas las cosas. Aún Lavi, el otro amigo común de ellos que sabía demasiado por su naturaleza curiosa, no tenía ese nivel de confianza que ambos se tenían. Así que Lenalee no mentía, sólo no decía toda la verdad cuando le pedían el conocido "cuéntame todo lo que sepas sobre él". La pregunta más curiosa sin duda era si Kanda realmente hablaba. No importaba cuántas veces escuchaba esa pregunta, siempre le sorprendía. ¿De verdad creía que Kanda no tenía voz? No, era sólo que querían saber aún más y más de él. Seguro que querrían que les hablara a ellas y sólo a ellas. A pesar de que Lenalee ayudaba a sus compañeras y las aconsejaba, secretamente esperaba que ninguna pudiera llegar hasta donde ella estaba. Ella era la persona más cercana a Kanda. Y quería que las cosas se quedaran de esa manera.
Sin embargo, todo cambió cuando Allen Walker entró en el instituto.
Allen era un año menor que ella, así que no estaba en su clase. Sólo que, siendo ella, estaba dispuesta a ayudarle a pesar de que fuera el chico nuevo, uno que además parecía atraer miradas poco deseadas por su aspecto físico: cabello blanco, una cicatriz en el rostro y el brazo izquierdo con una herida tan grande que el muchacho se veía obligado a usar manga larga siempre.
Lenalee no dudó en presentarlo a sus amigos, esperando que también ellos se encariñaran del amable y caballeroso Allen.
Lavi lo había aceptado inmediatamente algo que no le pareció tan raro; también conocía muy bien a Lavi. La reacción de Kanda tampoco fue muy alejado de lo que había esperado de él. No, en realidad fue aún más extremo. Kanda sólo levantaba la voz cuando peleaba con Lavi, pero incluso a él prefería ignorarlo la mayor parte del tiempo. Por eso había llamado su atención que Allen y Kanda discutieran tanto.
Era como si no tuvieran absolutamente nada en común o al menos como si no pudieran ponerse de acuerdo. La verdad era que nunca había visto a Kanda tan alterado con alguien, ni siquiera con las peores bromas de Lavi.
Al principio temía que Kanda terminara lastimando al pobre de Allen. Era más joven y pequeño que él, así que tenía razón en preocuparse, por más que supiera que Kanda no dañaría a nadie a propósito. Pero Allen parecía controlar las cosas bastante bien, haciéndole frente a Kanda sin temor alguno. Muchas veces Lenalee se preguntó por qué discutían tanto, sobre todo porque sólo era por tonterías. De hecho, fue gracias a los constantes gritos que muchas de sus compañeras se enteraron de que Kanda de hecho podía hablar y bastante alto si se lo proponía. Esperaba que ese tipo de comportamiento ahuyentara a las chicas, pero las preguntas sobre Kanda no había disminuído. Incluso le hacían preguntas con respecto a Allen, aunque no había manera de que ella supiera por qué Kanda y él no se soportaban.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar con el tiempo, quizá de manera imperceptible para los demás, pero para Lenalee era evidente. Suponía que era porque siempre estaba al pendiente de lo que hacía Kanda, sin importar qué tan pequeña fuera la diferencia, ella podía notarla.
Poco a poco las peleas descaradas pasaron a tan sólo miradas que parecían ser de enfado mientras los dos comían en silencio. Aún había discusiones que llamaban la atención de todo mundo, pero los silencios eran cada vez más prolongados, lo que le preocupaba por razones que desconocía por completo. Se suponía que debería de sentirse contenta. Que Kanda y Allen no se gritaran tanto como al principio quería decir que estaban haciéndose amigos y eso era lo que ella quería, ¿verdad?
Kanda pasaba cada vez más tiempo fuera de su casa, cosa que era extraña porque siempre que iba a buscarlo se encontraba ahí por mucho que dijera que le fastidiaba su familia. Sabía que tal vez estaba exagerando. No era como si fuera a todas horas y estuviera esperándole fuera de su casa, seguro que sólo tenía la mala suerte de no encontrarle tanto como antes. Seguía hablando con él, incluso seguía comiendo de esas delicias que él preparaba de vez en cuando. La diferencia es que no era como antes. Algo muy importante había cambiado en Kanda y quería saber qué era.
Empezaba a pensar que Kanda le estaba ocultando algo. Simplemente se veía diferente. No era algo malo, de hecho, se le veía más relajado y hasta podría decir que contento. Era muy extraño, por lo que no podía dejar de mirarle, preguntándose qué era lo que le pasaba. Intentar preguntarle no servía de nada, porque no sabía exactamente cómo hacerle una pregunta cuando no sabía qué pasaba. Kanda era misterioso hasta para ella.
Aún así, se fue convenciendo de que se trataba de lo más obvio: Kanda estaba saliendo con alguien. Eso explicaría ese cambio de humor tan extraño y las salidas misteriosas. No sabía cómo reaccionar a eso. No sólo porque eso significaba que alguna de sus compañeras había tenido éxito con Kanda, sino que el chico no se lo había dicho directamente. Además, esperaba haber escuchado algún chisme al respecto en el instituto, pero no había nada más que el extraño comportamiento de Kanda.
Días después comprendió por qué no había escuchado absolutamente nada.
La primera vez que vio algo sospechoso fue cuando caminaba por los pasillos del instituto en una hora donde casi no había nadie. Cuando escuchó la voz de Kanda no pudo evitar detenerse en el salón de éste, feliz por poder regresar a casa acompañada de su amigo. Sin embargo, apenas entreabrió la puerta se dio cuenta de que Kanda no estaba solo.
Allen estaba sentado en el escritorio del maestro, aunque no parecía muy cómodo. Kanda estaba cerca de él, pero parecía mucho más interesado en mirar por las ventanas. Lo había considerado extraño, por supuesto, y aún así había sonreído. Allen y Kanda estaban solos y no estaban peleando, cosa que sólo creía posible si ella estaba ahí para separarlos. Apenas iba a entrar al salón para preguntarles si querían ir a algún lado antes de ir a sus casas cuando notó que Kanda ahora se estaba fijando en Allen.
El mayor había extendido su mano hacia el otro chico y Lenalee había temido que quisiera golpearlo. Sólo que, en lugar de eso, Kanda estaba acariciando el rostro de Allen, más concretamente la cicatriz que tenía en la cara.
Fue tal su sorpresa que Lenalee cerró la puerta y se echó a correr, esperando que no la hubieran oído. Después razonó que había sido muy tonto de su parte huir así, no era como si estuvieran haciendo nada malo. Estaban a solas, sí, pero quería decir que eran amigos y que ya no necesitaban ser supervisados como niños.
A partir de eso había dedicado mucho tiempo a observarles. Cada gesto, cada mirada, incluso cada pelea. Y el silencio. Ese silencio que hacían los dos que no hacía sino hacerse más ruidoso cada vez. Se había tratado de convencer de que quería que se llevaran bien por mucho tiempo hasta que poco a poco fue acceptando las cosas. Porque esa no fue la única vez que les vio así. Las cosas cada vez eran más y más claras, pronto no hubo manera de negarlas.
La primera vez que los vio besarse fue en el patio del instituto. Habían escogido un buen punto, uno que permanecería oculto para la mayoría de las personas, pero Lenalee sabía que Kanda ocasionalmente iba ahí cuando quería estar solo, así que, ese día que buscaba a Kanda, sabía que lo encontraría ahí. Lo que no sabía era que Allen también conocía ese lugar.
Había logrado mantenerse oculta, pudiendo mirarles desde donde estaba sin descubrirse. Muchas veces pasó por su mente el simplemente irse de ahí. No era típico de ella espiar a las personas, fuera cual fuera la razón. Pero aún así se había quedado. Grave error.
Allen le estaba hablando alegremente a Kanda sobre una nueva pieza musical que había grabado en su reproductor de música. Allen era una especie de prodigio tocando el piano, así que no le extrañaba que tuviera algo como eso para compartir. Lo raro era que fuera con Kanda. El menor había pedido la honesta opinión de Kanda con respecto a la melodía, que más le valía poner atención o se las iba a pagar. Había estado tentada a reírse, esa frase sin duda era muy rara para dos enamorados.
Enamorados.
El sólo pensamiento le había dejado un sabor de boca muy raro. Cuando al fin se había atrevido a mirar; Kanda y Allen se habían sentado juntos, compartiendo los auriculares mientras escuchaban aquello por lo que Allen parecía tan entusiasmado. Aunque era extraño para los dos estar tan calmados y callados, no estaban haciendo nada que fuera demasiado sospechoso. Incluso parecía que cada quien estaba en su propio mundo. Allen estaba sonriendo, con los ojos cerrados, mientras movía los dedos de su mano derecha como si estuviera tocando el piano. Kanda también tenía los ojos cerrados, pero tenía los brazos cruzados y un gesto de total seriedad. Para cualquier otra persona, eso debería indicar que estaba fastidiado; para Lenalee quería decir que estaba totalmente concentrado.
Sabía que habían sido un par de minutos a pesar de que le había parecido una eternidad. Cuando hubo terminado, Allen le había preguntado de inmediato a Kanda cuál era su opinión. Kanda permaneció en silencio por unos segundos más, unos en los que Lenalee creía se iba a encontrar con Allen muy molesto luego de su amenaza. Pero Allen se había quedado callado también, mirándole atentamente, esperando. Entonces Kanda había tomado el rostro del más joven para besarle. Lenalee había visto besos antes, sólo que ninguno le había afectado tanto como este.
Apenas pudo escuchar las palabras de Allen luego de eso. El "me alegra que te haya gustado" se había perdido en su propio sollozo.
Esa vez no había salido corriendo. Simplemente se había levantado y se había marchado caminando. Al parecer todos esos días repasando las señales que esos dos le estaban dando no eran tan erradas como había querido creer.
Le había costado mucho comer junto a ellos los siguientes días. Había querido perderse en los comentarios de Lavi o incluso en el ruido de sus demás compañeros. Pero simplemente no podía. No podía con el silencio de esos dos. Era tan fuerte. Tan aterrador. ¿Cómo es que nadie sentía la necesidad de taparse los oídos como ella? Por suerte había logrado controlarse y no demostrarlo ante nadie. Aún así, no podía seguir de esa forma. Tenía que enfrentar la realidad.
Un fin de semana había quedado de salir con sus tres amigos. No era la primera vez que salían juntos, pero sí la primera luego de que había visto a Kanda y a Allen besarse. Pensaba que podría las cosas en orden mientras Lavi estuviera ahí, pues creía que era justo que el pelirrojo también supiera de esa relación que esos dos se habían esforzado tanto en ocultar.
Aunque no tenía un plan en específico y tampoco quería llegar acusándolos cuando en primer lugar no tenía ningún derecho más que reclamar la falta de confianza como amiga de los dos, algo en lo que esperaba que Lavi le apoyara.
El problema era que, ya estando a punto de salir de su casa, recibió una llamada de Lavi diciéndole que no podría ir. No le dio razones, pero estaba seguro que tendría que ver con el abuelo del chico y que no había podido escaparse de algún trabajo esta vez. Al parecer se había quedado sin apoyo.
Cuando llegó a la cafetería no estaban ni Kanda ni Allen. De nuevo esa sensación tan extraña se había apoderado de ella. ¿Y si estaban juntos ahora? ¿Qué tal si preferían dejarla plantada también para irse por ahí en una cita? ¿Qué pasaba si estaban haciendo algo más que besarse?
Pidió una taza de té, esperando tranquilizarse. Aún si sus amigos le dejaban ahí, podría disfrutar de algún postre para ahogar sus penas. Sólo que, justo cuando la camarera estaba a punto de retirarse, Allen entró en el lugar, visiblemente agitado como si hubiera estado corriendo para llegar ahí.
No pudo sino sonreír ante las apresuradas disculpas de Allen, quien admitió que se había perdido de camino al lugar. Quiso preguntarle por qué Kanda no le acompañaba, pero hubiera sido demasiado obvio de su parte. Tras asegurarle que no se preocupara y decirle que Lavi no vendría, Allen al fin pudo calmarse para sentarse frente a ella en la mesa. Al poco tiempo Allen había pedido una gran variedad de postres para merendar, dejándole sorprendida una vez más por lo mucho que podía comer alguien tan pequeño y delgado como ese chico.
Estaban a mitad de la comida; el comiendo alegremente mientras hablaban y ella planeando en secreto qué era lo que iba a hacer cuando Kanda estuviera con ellos también, cuando el celular de Allen empezó a sonar.
Era Kanda.
Trató de ignorar ese sentimiento que ya había identificado como celos mientras observaba a Allen hablar con su mejor amigo. Estaban discutiendo otra vez, casi podía imaginarse la voz y las respuestas de Kanda con tan sólo escuchar lo que decía Allen. Aún así temía evidenciarse demasiado cuando Allen se quedaba en silencio. Podía escucharlo. Ese silencio tan fuerte.
Kanda no iba a venir. Allen le había reclamado por no avisar hasta ese momento cuando ya deberían de estar ahí. Luego el menor se volvió a enfadar porque al parecer Kanda se había metido con él por llegar tarde al perderse. Era extraño. Quería apartar la mirada pero no podía, justo como le había pasado esas veces. No entendía qué había de cautivador en verlos, sobre todo considerando su situación. Allen se había callado de nuevo, pero esta vez Kanda tampoco parecía estar hablando. El chico estaba sonrojado. Ella bajó la mirada.
Estaba bebiendo de su té cuando Allen al fin cortó la llamada. Le escuchó disculparse en nombre de Kanda, diciendo que habían estado en lo correcto al no esperarlo para comer porque, al fin y al cabo, a Kanda no le gustaban esas cosas y que quizá era por eso que había decidido no venir. Parpadeó un par de veces. Allen le estaba explicando cosas de Kanda aún y cuando ella era quien tenía más tiempo de conocerlo.
Sabía que Allen no se daba cuenta de que le estaba torturando de cierta manera. Porque, aunque ella supiera todas esas cosas de Kanda, al final quien había ganado había sido ese chico nuevo que ella misma le había presentado a la persona que le gustaba. Había sido ingenua. No, no había manera en que nadie pudiera prever esto.
Aún así...
Ahora o nunca.
- Sobre Kanda y tú...
- ¿Qué pasa con baKanda?
- Kanda y tú están saliendo.
Se preocupó cuando Allen empezó a ahogarse con la comida, pero por suerte había logrado tragar después de todo. Así que, luego del susto inicial, se relajó un poco. Debió esperar que Allen se sorprendiera, sobre todo si se suponía que Kanda y él estaban manteniendo en secreto su relación. En secreto para todos menos para ella.
- ¿De dónde sacaste la idea de que...?
- No lo niegues, Allen-kun. No tiene caso.
Tomó un sorbo de su taza de té. Tenía que ser firme.
- Lo que no sé es por qué lo ocultan de Lavi y de mí.
Le dio algo de pena que Allen se mordiera el labio inferior así, tanto que quiso abrazarlo y decirle que no lo estaba regañando. Tan sólo quería dejar en claro las cosas, por su bien y el de ellos dos.
Por lo visto Allen no sabía muy bien qué decir, así que había decidido quedarse callado. Este era un silencio incómodo, muy diferente a los silencios entre Kanda y Allen. Le hacía sentir un poco más frustrada saberlo.
- Perdón, Lenalee. A ti te gusta Kanda, ¿verdad?
Aquello le sobresaltó. Definitivamente no se esperaba que alguien como Allen se hubiera dado cuenta de eso, con lo despistado que parecía. ¿O es que estaba siendo demasiado obvia? No debería de sentir que el pánico se apoderaba de ella, pero era inevitable.
- Yo... no sé. Es que tú... Tu mirada es...
- ¿Mi mirada?
- Es la misma que yo tengo cuando miro a Kanda.
Entreabrió los labios, sin saber qué decir. Aún no se creía que Allen fuera tan observador como para darse cuenta de algo como eso. Parecía tan fuera de su personalidad.
- ¡Lo siento! Es sólo lo que creí ver. Ni siquiera estoy seguro de esto, es sólo que...
Al parecer la que se había equivocado en juzgar a Allen había sido ella. Podría ser que no fuera muy observador, pero suponía que cualquiera se daría cuenta si alguien más se fija en la persona que amas de la misma manera en que lo hacías tú. Incluso alguien tan distraído como Allen Walker.
- Si me hubiera dado cuenta antes yo nunca...
Así era. Era extraño escucharlo viniendo de un chico, aún si era Allen. Sobre todo porque estaba segura de que si algunas de sus compañeras se llegaba a dar cuenta de sus sentimientos con respecto a Kanda no se verían tan arrepentidas como Allen lucía ahora.
- Allen-kun. No tienes por qué sentirte culpable.
Después de todo, Kanda le había escogido a él. También era que ella nunca se había atrevido a decirle nada a Kanda. Era imposible que él se diera cuenta así sin más. Lenalee lo conocía muy bien después de todo.
Colocó una mano sobre la de Allen para consolarlo, algo que no había planeado hacer cuando quedó a solas con él. No esperaba que Allen supiera de sus sentimientos ni mucho menos que se sintiera tan mal.
- No sé qué hacer, Lenalee.
- No tienes que hacer nada diferente a lo que estás haciendo. Kanda está contento al lado tuyo.
No todo mundo podría notarlo por la naturaleza reservada de su mejor amigo, pero en gran parte había sido por eso que se había empezado a sospechar antes de ver las pruebas por sí misma.
- Eres demasiado madura.
Negó con suavidad. No podía ser madura si estaba a punto de ponerse a llorar. Había dicho que aceptaba la relación de Kanda y Allen, pero aún así no podía evitar sentirse mal. Tenía miedo.
Este silencio. Volvió a darse cuenta de lo diferente que era este silencio. Allen había terminado de comer sin decir una palabra más y ella había hecho lo mismo con su té y su trozo de pastel.
Allen se negó a dejar que ella caminara sola hasta su casa, así que se ofreció a acompañarla. Mientras lo hacían no podía evitar mirarle de reojo de vez en cuando. Ya antes se había preguntado qué tenía Allen que no tuviera ella que hubiera logrado que Kanda se fijara en él. No quería pensar mucho en eso porque sabía que era tonto compararse con un chico, pero era como si su cerebro se negara a aceptar que a Kanda simplemente le gustaban los hombres y no las mujeres. Tal vez era porque a la vez se preguntaba si a Kanda le gustaría Allen si fuera chica o si todo tenía que ver con la preferencia sexual.
- Aquí es tu casa, ¿verdad?
Parpadeó notoriamente cuando Allen se detuvo. Había estado tan preocupada por calmar sus pensamientos que no se había dado cuenta de qué tanto habían caminado. Asintió lo más alegremente que pudo para después agradecer a Allen por haber hablado con ella a pesar de que había sido bastante más poco de lo que hubiera esperado.
Se sobresaltó cuando Allen le abrazó, pues no era un gesto que esperaba. En ese instante sólo podía pensar en lo cálido que era este chico. Fue entonces que no pudo contener las lágrimas a pesar de que hizo todo lo que pudo para que el muchacho no las notara.
- Has feliz a Kanda, por favor.
Porque el silencio de Allen decía muchas más cosas que las palabras de Lenalee a oídos de Kanda.
Al día siguiente se sentía un poco mejor. Había podido saludar normalmente a Allen, aunque éste se había sonrojado notoriamente antes corresponder su gesto agitando la mano bastante rápido antes de ir a su salón de clases. No se extrañó, no después de lo que había pasado entre ellos ayer.
La mañana pasó sin muchos sobresaltos, ni siquiera cuando fueron los cuatro a comer juntos. Kanda y Allen tampoco hablaron en esa ocasión, algo que de todas formas se estaba haciendo una costumbre entre ellos. Lavi había tratado de levantar el animo de todos como siempre, aunque quizá era porque no se enteraba de las cosas que estaban pasando a su alrededor por estar metido en los libros y por dormir tanto.
Mientras guardaba sus cosas para ir a casa se sorprendió pensando más y más en su amigo pelirrojo, preguntándose si debía decirle lo de Kanda y Allen por fin o si debía esperar a que ellos se lo dijeran. Apenas se dio cuenta de que todos sus compañeros ya habían salido del salón cuando escuchó la puerta abriéndose otra vez. Cuando elevó la mirada, Kanda estaba frente a ella.
- ¿Hoy te irás temprano, Kanda? - preguntó, sonriendo felizmente.
Kanda no le respondió, tan sólo se sentó en la silla de enfrente, apoyando la espalda en la pared sin mirarla.
- El moyashi me contó lo que pasó ayer.
- Oh.
De pronto su maletín era lo más interesante del mundo. Debió esperar a que esto pasara, si eran novios tendrían que contarse algo como esto.
- No es un confidente muy confiable.
- ¡Kanda! - se escandalizó un poco, sin poderse creer que Kanda hablara así de la persona que quería. Luego se calmó, tomando aire para hablar a pesar de que sabía que sería complicado - Entonces, ¿te contó todo?
- Me dijo que sabías que somos pareja.
- ¿Nada más?
- Nada más.
Entonces Kanda se equivocaba: Allen sí era de confiar. Aquello le hizo sentirse un poco más aliviada. Sólo por eso le compraría a Allen un helado muy grande cuando le viera.
- ¿Estás molesta porque no te lo dije, verdad?
Frunció el ceño.
- Claro que estoy molesta, Kanda. Somos amigos. ¿Por qué no confias en mí?
- Mph. Es complicado.
- ¡No es complicado!
No lo era. No si tenían ese vínculo especial que Lenalee creía que tenían. Porque a veces no sabía qué le dolía más: el saber que Kanda nunca podría estar con ella o que Kanda no creía que fuera capaz de aceptar que salía con un chico.
- Confío en ti, Lenalee. Pero tú tampoco me dijiste todo.
- ¿Eh?
- Tus amigas hablan mucho sobre ti.
Sintió un escalofrío. No podía ser, no le había dicho nada a nadie, ¿verdad? Había intentado con todas sus fuerzas no ser tan obvia. O quizá era que estaba acostumbrada a pasar mucho tiempo con Kanda, Lavi y Allen que había olvidado que sus amigas eran mucho más observadoras que ellos.
- ¿Qué dicen de mí? - preguntó, con voz temblorosa, preguntándose si sería una buena idea saber después de todo.
- Creo que lo sabes.
- Eso no...
Kanda era cruel. No sabía si se daba cuenta de qué tan cruel era, pero definitivamente lo era. Sobre todo porque Kanda no hacía nada más que mirarla. Estaba poniéndose más y más nerviosa. Apretó con fuerza la falda del uniforme.
- Kanda. Tú me.. me...
Se sorprendió cuando sintió la mano de Kanda sobre su cabeza. El chico se había puesto de pie y estaba a su lado, acariciándole el cabello como solía hacerlo desde que eran pequeños. Las lágrimas se formaron de nuevo.
Aún así pudo ver el gesto de Kanda. Cierto, Kanda tenía ese poder de decir tantas cosas sin usar la voz. Había demasiado ahí que no sabía cómo empezar a describirlo. Era una disculpa, era una muestra de comprensión, cariño. Amor. Aunque no era el mismo que ella deseaba, era amor después de todo.
Se puso de pie para abrazarlo, esperando que no se enfadara porque había empezado a llorar más, pues sabía perfectamente que a Kanda no le gustaba para nada que llorara. Así que por eso no esperaba que Kanda le abrazara. Era tan cálido como siempre.
Lenalee al fin podría empezar a comprender este silencio. Kanda le estaba diciendo que cuidaría de ella sin importar qué.
Sonrió.
Tal vez las cosas no habían sido como ella hubiera querido. No era perfecto, pero era mucho mejor de lo que hubiera esperado tras un rechazo de ese tipo luego de años enamorada de su mejor amigo.
Los siguientes días no fueron tan diferentes. Prácticamente era como si no hubiera pasado nada, o al menos nada por lo que el mundo debiera detenerse. Incluso sus compañeras, completamente ignorantes de lo que pasaba, seguían preguntándole como conquistar a Kanda. Y ella seguía respondiéndoles, dándoles consejos, simplemente hablándoles de lo que querían saber. Por supuesto que ellas nunca sabrían que el corazón de Kanda ya pertenecía a otra persona.
Estaban frente a ella. Peleando otra vez segundos antes de quedarse completamente callados, como si se hubieran cansado ya. Sin embargo, Lenalee sabía.
- Lo están haciendo de nuevo, ¿verdad? - se volvió para ver a Lavi en cuanto terminaron de comer, cuando Kanda y Allen ya se habían alejado lo suficiente como para que no le escucharan.
- ¿Haciendo qué? - preguntó Lenalee, sin saber muy bien a qué se refería el otro.
- Ya sabes. Seguir con su pésima actuación para que nadie se de cuenta de que quieren lanzarse el uno sobre el otro y no precisamente para golpearse.
Abrió los ojos, sorprendida. ¿Acaso Lavi también sabía? ¿Kanda o Allen se lo habían dicho? No lo creía, a pesar de que tan sólo imaginárselo le molestaba. Aún así, lo más probable era que Lavi no fuera tan distraído como pensaba que era.
- También te habías dado cuenta, Lenalee.
Esta vez sonrió. Lavi le había puesto de buen humor al darle ese reconocimiento, aunque quizá era porque sus pruebas habían sido demasiado directas como para negarse a creer la realidad. Se preguntó qué tantas cosas habría visto Lavi para llegar a esa conclusión o si sólo lo sabía con observarles.
Aún así, mientras veía a Lavi decir muchas cosas más que en realidad no estaba escuchando. Tan sólo le veía a él, preguntándose qué tantas cosas había dejado pasar por estar tan concentrada en Kanda y en su amor no correspondido.
Entonces comprendió lo que realmente quería, lo que sería su meta de ahora en adelante. Miró por última vez a Kanda y a Allen caminar el uno al lado del otro, en silencio, sin siquiera tocarse. Sin decir nada y a la vez diciéndose todo. Quería ser como ellos.
Lo que Lenalee quería era aprender a decir "Te amo" sin usar su voz.
OWARI
Notas finales: Esto fue difícil. Perdón a los fans de Lenalee, su POV es muy complicado para mí, sobre todo considerando que no suelo escribir fanfics de este tipo. Espero no haber hecho mucho OOC. En fin, nos vemos en el siguiente fanfic dentro de dos días (espero).
