Disclaimer: The Vampire Diaries no me pertenece, es de L. J. Smith y The CW. Solo la trama es mía.

Aviso: Este fic participa en el Reto Especial "Todos tenemos un lado oscuro" del foro The Vampire Diaries: Dangerous Liaisons.


El libro preferido de Katherine era "El origen de las especies" de Charles Darwin. Katherine supo que ella era el ejemplo perfecto de una de las teorías del libro: la selección natural, junto con la evolución de las especies, hacen que un individuo de una determinada especie se adapte al medio, con lo que encontramos que el mejor adaptado es el que sobrevive.

En su caso la evolución ocurrió cuando se convirtió en un vampiro.

Katerina Petrova era una persona alegre, amigable y enamoradiza. Era la joven a la que todos los chicos en el pueblo querían tener como su esposa, la envidia de todas las mujeres. Katherine Pierce la detestaba. Su muerte fue lo mejor que le pudo pasar, el patito feo sucumbió para renacer como un precioso cisne negro.

La diversión y la oscuridad siempre estaban unidas, supo aprovechar y disfrutar de su vida como vampiresa, mucho más que como humana.

Katerina amaba a sus padres, a su familia. Katherine se amaba a sí misma por encima de todas las cosas.

Katerina era una pueblerina, Katherine era una dama.

Había tantas diferencias entre la persona que había sido y el ser que era.

Su relación con los hombres era un ejemplo. A Katerina siempre le había gustado sentirse cortejada, aunque le daba vergüenza ser el centro de atención. Buscaba un hombre que la hiciera feliz, que la consintiera y la mimara. Katherine buscaba diversión, no buscaba promesas ni un futuro juntos. ¿Por qué tener a un solo hombre cuándo podía tener a todos los que quisiera? Y por supuesto amaba ser el centro de atención. Ella era la más hermosa, se lo merecía.

Conoció a muchos vampiros que habían apagado su humanidad, pero ella nunca lo hizo. La humanidad era la gran debilidad de un vampiro, sí, pero uno tenía que ser consciente de ella para doblegarla en su beneficio. Apagarla era de débiles, algo que Katherine no lo era.

Le gustaba jugar con sus presas antes de matarlas, torturándolas lentamente hasta que le aburrieran o no le sirvieran. En especial le gustaba volver locos a los hermanos, metiéndose bajo su piel hasta que se pelearan por ella. Tal vez estuviera marcada por los hermanos Mikaelson. Le recordaba al síndrome de Estocolmo. Su pequeña obsesión. Era una pauta que no dejaba de repetir.

Los hermanos Salvatore fueron su mejor trabajo. Ambos eran atractivos, buenos, ansiaban complacerla como hiciera falta. Katherine disfrutaba especialmente cada vez que Stefan dejaba su cama para ser ocupada por Damon, o cuando después de beber la sangre de un hermano le daba la suya a otro. Uno de los momentos que divertían más a la vampira fue cuando se marchó de Mystic Falls y supo de la enemistad que creció entre los hermanos, todo a causa de ella. Incluso fue mejor cuando supo que Damon había perseguido por décadas una forma de sacarla de la supuesta tumba en la que se encontraba.

Estúpido, iluso y pobre Damon.

Como si ella fuera tan tonta de dejarse atrapar.

Katerina lo era, sin duda.

Pero finalmente cayó en su trampa. Después de ver morir a su hija, todos aquellos pusilánimes estaban presentes para ver su caída: el chico lobo, la bruja Bennet, el pequeño Gilbert, Matty Blue, Caroline… y sus adorados Salvatore.

Supo que Damon no la mataría, que dejaría ese honor a su hermano Stefan. No porque no tuviera deseos de hacerlo él mismo, dudaba que alguien la odiara más que él. Lo hizo porque sabía que era la opción que más le dolería.

Que la matara el único hombre al que amaba. Su amor no correspondido.

Katherine aceptó su muerte. No era la primera vez que lo hacía.

Sabía que volvería aún más poderosa que antes.

Más perfecta.

Evolucionada.