HANAHAKI

En nuestro mundo hay muchas enfermedades mortales como el cáncer, muchas otras son dolorosas, pues atrofian los músculos de tu cuerpo, y hasta hace unos años se podía decir que al menos nadie había muerto por amor. La humanidad cruzó hace una década la peor enfermedad habida y por haber: Hanahaki.

Esta enfermedad se originó en Japón, donde se sacó su nombre, pues hana significa flor y haki, vomitar. Hanahaki, la enfermedad del amor no correspondido. Una cruel enfermedad donde la persona vomita flores, iniciando como una leve tos, nada diferente de la tos común, diferenciándose solamente porque esta tos viene acompañada de pequeños pétalos de flores. Las flores varían dependiendo del mensaje a transmitir, sin embargo, la enfermedad sólo es sinónimo de una cosa certera: estar enamorado de manera unilateral. Un amor no correspondido.

Al empezar a morir las personas por amor, se buscó investigar más sobre el tema. No era una enfermedad que afectara sólo a un género (hombre o mujer) o sólo a un segundo subgénero (alfa, beta u omega), sin embargo, eran más propensos los omega. La enfermedad no se podía curar con medicinas comunes como una pastilla o inyección; esta enfermedad sólo tenía dos soluciones: o se moría de amor de la manera más dolorosa, pues los pulmones empezaban a ser perforados por espinas, seguido de volverse parte de las flores que se escupían, sólo para, finalmente, que el cuerpo se deshiciera y en su lugar quedara un recuerdo de la persona en forma de árbol o planta representativa de su amor; o bien, la segunda cura, que únicamente el 10% de las personas aceptaban, era una operación donde se quitaba la planta, dejando intactos los pulmones, pero que una vez fuera la planta, la persona se volvía fría y sin sentimiento alguno, ya que las flores representaban sus sentimientos. Cabe señalar que esta opción es viable durante las primeras dos semanas desde que aparece la enfermedad, después ya no se puede hacer nada, pues la enfermedad habrá progresado a un nivel increíble.

En la actualidad hay personas que consideran el tener hanahaki como la cosa más cursi del planeta, y no se les puede negar que tiene cierto romanticismo. Sin embargo, cuando uno experimenta las sensaciones en propia piel, se vuelve algo que pocas personas comprenderían. El no querer perder ese sentimiento, el querer seguir la vida de manera normal, el no poder controlar cómo y dónde toser, cómo poco a poco sus actividades de rutina se pierden y se entra en una fase de desesperación total.

Se ha documentado que las personas ahora tienen una tercera opción tras 10 años de investigación: Que su amor sea correspondido. ¿El problema? Que el tiempo que tienen para que se enamoren es de un mes a dos, si el paciente tiene suerte. La enfermedad se desarrolla rápidamente y no se le puede atrasar con medicinas. Al verse limitados físicamente, se van deteriorando, se vuelven reclusos dentro de sus propias casas y el extraer sus emociones es algo que sólo la persona afectada puede decidir si se opera o no. Aun siendo menores de edad, la decisión final dependerá de la persona enferma y no de sus familiares.

¿Qué quién soy yo? Mi nombre es Katsuki Yuuri y soy el representante de Japón para este GPF. Soy un omega de 24 años, mi más grande ídolo es Víctor Nikiforov y amo comer katsudon. Perdona por la pequeña introducción a mi vida, pero es la primera vez que me encuentro tan nervioso en una competencia, así que suelo hablar de más. Es mi turno de participar y ya puedo escuchar esa música que he estado ensayando durante meses: Animal.

Mi nueva canción -tras un espectacular fracaso el año pasado en el GPF- tiene que ver con un acosador y un psicópata. En realidad, yo me siento como todo un acosador porque me volví patinador profesional sólo para estar cerca de Víctor Nikiforov, el ruso que ha sido cinco veces campeón y que todos los patinadores quieren bajar del podio. Para ser sincero, ésa no es mi intención, pero tras un año miserable decidí probar este acercamiento.

Y debo de decir que funcionó. Aunque él pensó que yo era un fan, y aunque ciertamente lo era, yo lo veía como algo más que un fan. Lo amaba. Sus finos cabellos plateados, esa mirada seductora que podría embarazar hasta a un hombre y esos gestos que siempre hace con sus dedos tocándose los labios. Desearía ser esos dedos para estar cerca de sus labios.

Funcionó porque llego a ser mi entrenador personal. Me cuidó e incluso me defendió de los otros patinadores. No es que J.J., Yurio, Otabek, Emil, Mickey, Seung Gil, Georgi y todos los demás sean malos, simplemente me odiaban porque había apartado al campeón de las pistas, de las competencias, de ellos.

¿Y saben qué? No me arrepiento. Así de grande era mi amor por Víctor. No me importaba que los demás sintieran que les había quitado a su competencia, a un rival digno, nada de eso me importaba. Para mí, simplemente el estar al lado de Víctor era mi todo. Pensaba que sólo eso bastaría, pero fallé en el GPF y de alguna manera Víctor me pidió que le diera la oportunidad de entrenarme de nuevo para evitar otro fracaso. Y acepté.

¿Quién se le puede negar a la leyenda viva del patinaje? Ciertamente yo no me iba a negar. Menos cuando sabía que yo le amaba de verdad. Podía sentirlo en mis sonrojos, mis tartamudeos, mis reacciones nerviosas; todo. Y él parecía notarlo aunque no dijera nada, parecía que le causaba gracia. Odiaba esa carita de "lo sé todo" y que no me dijera nada de frente. Parecía que se divertía. Y en un principio yo también me divertía, pues salía con Víctor (como amigos, he de aclarar) y nos la pasábamos bien. Pero no todo era miel sobre hojuelas. Entrenábamos duro, me regañaba sin piedad, practicaba hasta casi desmayarme y no podía comer todo lo que quisiera gracias a sus dichosas dietas para "ayudarme a recuperar mi figura".

Bajar tan rápido de peso me causó estrías en el vientre, algunas más notorias que otras. Aún así ¿de verdad creía que Víctor se fijaría en mí? ¿En esto? ¿En un cuerpo asqueroso? ¿En un fracaso andante? Ni con su guía pude ser un patinador que pudiera ganar el oro. Yurio me venció justamente.

Noté su mirada sobre mí y le sonreí. Mis ataques de pánico y ansiedad habían disminuido notablemente, pero no por ello habían desaparecido. Tomé aire y busqué calmarme; agarré su mano y le guíe a la pista.

—No apartes tu mirada de mí.

Quería que él siempre se fijara en mí. Era un egoísta, pero eso parecía gustarle. ¿Cómo le iba a negar algo que a él le gustaba? No podía.

Mi presentación fue la mejor, por lo cual la presión iba en aumento. Apenas terminó la competencia de hoy y salimos a cenar, empecé a toser, por lo que decidimos regresar pronto al hotel, cosa que agradecí, pues mi garganta se sentía arder. Sin duda me enfermaría de un buen catarro.

Lo que me faltaba justo cuando en una semana sería la final de patinaje y Víctor ya hacía planes de entrenamiento para que llegara tan concentrado en mi rutina que pudiera olvidar la presión del momento. Le deje hacer y deshacer a su gusto, total, una semana era tiempo suficiente para curarme de la tos que estaba empezando. Por suerte no tenía más síntomas como fiebre o molestias en la nariz. Aunque Víctor exageraba al tenerme casi encerrado en mi cuarto de hotel preguntándome cada cinco minutos cómo seguía. Tanta atención era lindo, pero no me ayudaba a que ese creciente amor que sentía por él disminuyera en lo más mínimo. Pero le di la razón de que debía cuidarme de mi resfriado, por lo que mandé unos mensajes rápidos a Phichit, comentándole de mi situación y que le vería hasta el torneo dentro de una semana.

Claro que decirle a Phichit implicaba que todo mi círculo de amigos y conocidos ya se había enterado en menos de cinco minutos y mi celular no paraba de sonar. Revisé cada uno de los mensajes y los contesté. Sin embargo, algo me preocupaba. De verdad esperaba sanar para la competencia, pues no quería decepcionar a Víctor de nuevo.

Un ataque de tos volvió a mí y tape mi boca, tosiendo fuertemente como si quisiera sacar una flema, pero lo que saqué me hizo palidecer. Ahí, en la palma de mi mano había un pequeño pétalo de flor de cerezo.

«Hanahaki». Ese pensamiento me hizo querer huir, morir, escapar de todo. De seguir así, me daría un ataque de pánico. Puede ser que haya caído ese pétalo de mi chamarra sin que me diera cuenta. Rogaba porque fuera eso.