Sueños Cumplidos.

Summary: Grell Sutcliff pide un deseo que es cumplido misteriosamente, trayendo a su agitada vida a una niña de rojizos cabellos que no solo cumplirá su sueño de ser madre, si no que hará realidad los sueños más ocultos en su corazón...

Introducción: Deseo de Navidad.

La noche en Londres ya estaba muy avanzada, y faltaba poco para que dieran las doce de la noche. Entre los tejados, una figura roja se encontraba saltando y corriendo sobre ellos, tratando de llegar a la tienda de su shinigami amigo, Undertaker, para no ir del otro lado de la ciudad hasta su casa.

¿Porque? Bien. Hasta los shinigamis quieren compañía en Navidad, y esperó que el hombre de grises cabellos no fuera la excepción El shinigami carmesí había anhelado pasar ese día divirtiéndose, quizá con su tan querido Sebas-chan, o con William... pero las cosas no habían salido a su favor.

A pesar de sus esfuerzos, no había localizado al demonio por ningún lado. Parecía haberse esfumado de la faz de la tierra con su "joven amo", el reciente demonio, Ciel Phantomhive. Además daba por supuesto que los demonios no disfrutaban especialmente la navidad.

Y William... tan frío y tan irresistible como siempre para el shinigami. Le había dado ordenes estrictas de que, si no se mantenía lejos de la oficina, le haría una suspensión con recorte de sueldo y le anularía las vacaciones. Así que Grell Sutcliff no hizo el menor asomo de acercarse a la oficina de William T. Spears por todo el día veinticuatro, y solo había ido para, con cara larga y sin demostración de ningún tipo de sentimientos, entregar su agenda de la muerte completa y a horario, lo cual había ganado una incrédula mirada del jefe.

Sinceramente, el pelirrojo podía ser responsable y eficiente cuando quería.

Pero eso no contaba que estaba aburrido. Y cansado. Y solitario. Y seguían faltando diez minutos para las doce. Grell Sutcliff titiritó en cuanto su piel rozó el frió de unas tejas, y un poco de nieve se filtro entre su chaqueta roja. Sinceramente, no había sido una buena idea salir con ese clima. Pero si no corría por las tejas, obviamente era demasiado visible en las calles de Londres, y no solo no tenía la menor gana de ser visto, si no que tampoco quería conjurar nada para no ser visto por los humanos, sabiendo que eso le quitaría energía.

Grell Sutcliff soltó un suspiro antes de sentarse en el borde de una azotea a descansar un poco. Jamás en toda su existencia se había sentido tan solitario. Abrochó aún más arriba los botones de su chaqueta y envolvió su cuello aún más con su bufanda roja y abrigada. Hacía frío, y ahora, al quedarse quieto, lo estaba sintiendo.

El shinigami carmesí soltó un suspiro, mientras contemplaba sus manos enguantadas. Obviamente, no llegaría a la tienda de Undertaker hasta antes de las doce. Faltaban cinco minutos y aún quedaba bastante camino, y aunque corriera, nada le aseguraba que su amigo de grises cabellos estaría despierto o siquiera estaría para recibirle.

Quizá lo mejor fuera irse a casa.

El shinigami suspiró antes de saltar hacía un callejón cayendo con una elegancia felina, pero vio algo que le hizo abrir los ojos.

La mujer de cabellos negros que se encontraba a metros suyo le sonreía a una niña pequeña. La niña pequeña, de negros cabellos y ojos castaños, se abrazo a la mujer, quien se veía débil, cansada, con frío, en esa esquina del lugar.

—Feliz navidad, mami —susurro la pequeña, escondiendo su cabello en el cuello de la mujer mayor. Ésta sonrió.

—Aún no es navidad, Amy. No sonaron las campanas —le respondió mientras le cedía su propio abrigo agujereado a la niña. Ésta rió.

—Lo sé. Pero tengo sueño, mami. Y no sé si resistiré a la medianoche —y soltó un bostezo que lo afirmaba.

Y entre medio de la noche, en ese costado de la calle, junto a una escalera que subía a un edificio de ventas, madre e hija se abrazaron, en el frío Grell mordió su labio y desvió la mirada, sintiéndose insignificante. Luego de soltar un suspiro, se libero de su propio abrigo —uno realmente abrigado, de sobrio color negro que llevaba sobre su acostumbrada gabardina roja— y camino hacía la tierna escena. La mujer le vio con desconfianza.

Grell tan solo le tendió el abrigo.

—Feliz navidad —murmuro de forma escueta, antes de irse, no sin cerciorarse de que la mujer se ponía el abrigo y cubría con el borde a la niña, que rió con felicidad.

Grell apretó los dientes y corrió. Jamás se había sentido peor en su vida. ¿Por ayudar a alguien? No. Se sentía solitario. No tenía a nadie. A nadie. No contaba con nadie con quien cuidar, nadie con quien preocuparse, ni nadie que lo quisiera y se preocupase por el.

O por ella, como gustaba decirse. Pero en ese momento no le importaba nada. Se oculto en un oscuro callejón y luego de que se fijo que nadie se encontraba por ese lugar, hizo algo que, en esa fecha, solo alguien lo suficientemente solitario como él haría.

Rompió a llorar.

Su llanto creció hasta hacerle ignorar el ruido de las campanas que marcaban las doce de la noche cuando la hora llego. Se sentía mal, pésimo, ya que el shinigami si contaba con sentimientos; que siempre se encontrase tratando de estar feliz era otra cosa. En momentos como ese se sentía débil, podía sentirse tan mal como le daba la gana, y le importaba un bledo si su maquillaje se corría o no. Se sentía tan mal que le importaba un bledo cualquier cosa a su alrededor, y lo daría todo, cualquier cosa por sentirse acompañado.

—Como desearía poder ser madre —rogó a la nada, entre lágrimas y sollozos—. Ojala... podría ser la mejor madre. Olvidarme de todo. Solo... —y seguía llorando. Sus lágrimas parecían congelarse al salir de su rostro—... deseo ser madre.

La última campanada del Big Ben dio las doce en punto. Y Grell se limpió las lágrimas que comenzaban a congelarle el rostro. Una correntada de aire helado le arrebató la bufanda de lana roja que se enroscaba en su cuello y la lanzó al aire. El shinigami vio como esta se alejaba, volando entre el aire nevado, y sin ánimos comenzó a seguirla.

Luego de unos segundos de ver a donde se dirigía la bufanda, se percató de que esta volaba como si estuviera siendo guiada por algo... y apresuró el paso, hasta que la bufanda, llevada por otra correntada, se sumergió en otro callejón. El shinigami carmesí soltó un suspiro y se adentro en el, hasta ver la bufanda. Se encontraba sobre unas cajas al fondo del callejón, atorada por algo.

Grell se acerco y cuando tomo la bufanda, su mandíbula casi se desprende. Allí, entre las cajas, envuelta en una manta apolillada de horrible lana marrón, se encontraba una niña. Era fácil saberlo por sus pestañas negras y largas a pesar de no tener más de dos o tres meses. Sus pequeños labios estaban entreabiertos, pero se encontraba dormida. Temblaba. Grell acarició la blanca mejilla de la niña. Estaba helada.

Envolviendo a la pequeña en su bufanda, la alzo en brazos. Ésta solo emitió un quejido, pero se aferro y apretó junto al pecho de Grell al sentir la calidez del shinigami, que sonrió, sintiendo que toda la soledad abandonaba su cuerpo. Aparto la mantilla de lana de la cabeza de la niña, liberando una melena de brillante color pelirrojo.

Y Grell supo que ahora ella sería su compañía. Después de todo, ¿a quien no se le ha cumplido un deseo en navidad?

.o.O.o.O.o.O.o.O.o.O.o.

¿Y que les parece? Ésta era una idea que me venía dando vueltas en la cabeza desde Año nuevo, por una pelicula que vi con mi prima x3 No recuerdo cual era, pero sencillamente era hermosa *-* Como sea, ¿que les parece?¿Merezco reviews?¿O debo trabajar mejor? ¡Bueno, hasta el próximo cap!

xoxo-death! x3