Introducción
En una fría noche de invierno dos seres que se amaban intensamente, por circunstancias del destino, se vieron obligados a separarse, dejando inconclusos los sueños que hasta entonces venían compartiendo por cumplir con lo que la vida les deparaba.
Tres años han pasado desde entonces, tiempo en el cual, el nombre de Terrence Greum Grandchester ha vuelto a brillar en las marquesinas, después de que él lo abandonara todo en un arranque de desesperación.
Su vida como tal, no ha sido lo que él se había propuesto, ya que de todo lo que fue planeando cuando decidió abandonar la casa paterna, la única meta que pudo cumplir fue la de convertirse en actor. Y aquel sueño que anhelaba alcanzar cuando envió a su entonces novia un pasaje de ida, tuvo que guardarlo bajo llave dentro de su dolorido corazón.
Y ahora, nuevamente se encuentra en Escocia, en aquella villa en la que solía pasar sus vacaciones de verano, en la que vivió el mejor verano de toda su vida, sin saber lo que el destino le tiene preparado.
Y la pregunta que queda flotando en el aire es : ¿Podrá Terrence Greum Grandchester salir victorioso ente esta nueva prueba que le impondrá la vida?
SIMPLEMENTE…AMOR
Por Lady Nadia de Grandchester.
CAPITULO I
El atardecer pintaba de dorado las hojas de los árboles y el viento soplaba lentamente anunciando la llegada del otoño. Desde la ventana, unos ojos azules con aire de melancolía admiraban el panorama, perdidos en el mar de sus pensamientos. Una taza de café inundaba con su olor la habitación, sobre el escritorio se encontraban unas cartas apiladas, de las cuales, nadie se había tomado la molestia en abrir y junto a ellas se encontraba un libreto, en el cual había anotaciones al calce del mismo, que al parecer, era a lo único que se le había prestado atención en aquella estancia. Más de tres años habían pasado desde la última vez que la había visto, más de tres años de pensar en ella cada instante de su vida, más de tres años tratando inútilmente de olvidar el amor que sentía por ella y tal parecía que el regresar a Escocia, aumentaba la añoranza que ya sentía.
-¡Cuantos bellos recuerdos encierra este lugar! Recuerdos de mi niñez, de mi adolescencia y sobre todo, de ella, Candy. Si cierro los ojos aun puedo verla sentada frente a la chimenea... he tratado de olvidarla, pero el amor que siento por ella es más fuerte cada día, tal parece que la distancia se ha encargado mantener en mi corazón esta llama encendida.
Terry se alejo de la ventana y decidió estudiar el libreto que aguardaba por ser leído. Tomó asiento en el sillón que estaba justo en el centro de la estancia y nuevamente se enfrasco en la lectura, tratando de desviar la atención a los recuerdos que lo perseguían. Hacía más de dos meses que había llegado a la villa y se podía decir que la rutina que seguía era la misma que llevaba en Nueva York. Permanecía mucho tiempo encerrado, casi no probaba bocado y eso preocupaba de sobremanera a la anciana señora Megan que se encargaba de mantener en orden la Villa Grandchester y que había cuidado de él en su infancia.
-¡Terry, muchacho, por favor, sal de esa habitación y ven a merendar!-La voz de la anciana lo saco de la lectura y exhaló un suspiro. Sabía que Meg, como él la llamaba, no se daría por vencida hasta que se dignara a salir de la habitación.
-¡Vamos muchacho, llevas encerrado todo el día, sal de ahí de una buena vez!- Volvió a escucharse la voz proveniente del pasillo.
-Ya voy Meg-. Sin más remedio, Terry se levantó del sillón y salió de la habitación para dirigirse a la cocina.
-¡Hasta que te apareces muchacho!, vamos, toma asiento que ya te sirvo.-Exclamó la anciana al tiempo que retiraba las cacerolas de la lumbre.
-Meg, no tengo hambre, solo tomaré café.-Replicó Terry desde la entrada de la cocina.
-¡Vaya contigo! ¿Qué tú te piensas que vas a vivir solamente de café?. Nada de eso muchachito ¡Vas a merendar como es debido!-Añadió la anciana con un tono de voz que no admitía réplica alguna.
Terry se dio cuenta que iba a ser imposible discutir con la anciana, además de que le tenía demasiado cariño como para hacerla enfadar. Desde niño, Meg siempre le había demostrado su cariño de muchas maneras y sabía que la anciana se preocupaba sinceramente por él. Así que sin decir más, tomó asiento y se dispuso a merendar junto a Meg. Era curioso, como el estar con la anciana, compartiendo una simple merienda, podía hacer que se sintiera como en familia.
-Meg, gracias, todo estuvo delicioso.- Exclamó después de probar el último bocado.
-¡Que bueno que te gusto hijo!- Respondió la mujer al tiempo que levantaba los platos de la mesa.- Espero que de ahora en adelante salgas más de esa habitación, eres muy joven para encerrarte de esa manera.
-Tengo mis motivos Meg, no entenderías.-Dijo el joven, desviando la mirada.
-¿Crees que porque soy una vieja no entiendo de cosas de jóvenes? ¡Vamos muchacho! ¿Por quién me tomas? Te aseguro que puedes confiar en mí y que sabré entenderte.
-Meg, no es que no confíe en ti, es sólo que… no estoy de humor para hablar, tal vez… más adelante.-Pidió el joven sin ánimos de tocar el tema que le robaba la tranquilidad.
-Esta bien muchacho... sólo te pido que me prometas que ya no pasarás tantas horas encerrado en el estudio, hay tantas cosas que hacer por aquí.- La anciana se acerco hacia la ventana para abrirla de par en par y mostrarle el paisaje maravilloso que enmarcaba los alrededores de la villa.- Recuerdo que disfrutabas mucho de montar a caballo a la puesta del sol, siempre lo hacías cuando venías a pasar las vacaciones de verano.
-No tienes remedio Meg.-Terry esbozó algo parecido a una sonrisa y salió de la cocina seguido por la mirada de Meg.
-¡Mi querido muchacho! ¿Qué pasará por esa cabeza tuya?- La anciana suspiró contrariada por la extraña actitud del muchacho. Pero no podía hacer nada mientras Terry no quisiera a hablar de lo que le ocurría.
Aún se vislumbraban los últimos rayos del sol adornando el cielo cuando Terry se dirigía a las caballerizas. Lo último que le había dicho Meg era cierto, disfrutaba mucho de montar. Así que si ya estaba en ese lugar no veía porque se privaba de hacerlo por lo que ensillo su caballo para dar un pequeño paseo por los alrededores. Sin dirigirse a ningún lugar en especial, cabalgó por diferentes lugares cercanos a la villa que ocupaba.
Al llegar al lago se detuvo, bajo del caballo y lo amarro a un árbol, para luego sentarse sobre el césped, cerca de la orilla. Desde ese lugar podía admirar en todo su esplendor la puesta del sol. Hacía mucho tiempo que había estado en ese mismo lugar, acompañado de una rubia pecosa, compartiendo buenos momentos. Y fue en ese lugar que confirmó que en su corazón empezaba a germinar la semilla del amor. Un amor juvenil que con los años había madurado para convertirse en la razón de su existencia a pesar de no estar junto a ella.
-¡Candy, nuevamente apareces en mis pensamientos! ¡Que dulce tortura es el pensar en ti constantemente!
Estuvo en ese lugar hasta que el sol se ocultó por completo, rememorando los recuerdos del pasado. Cuando la luz de la luna era la única que alumbraba el cielo surcado de estrellas, fue la señal que le indicó que era tiempo de ponerse en marcha para regresar a casa. Montó su caballo y tomó el camino que llevaba hacia la villa de los Grandchester. El sendero estaba flanqueado por las diferentes propiedades que pertenecían a las familias más poderosas de Inglaterra y Estados Unidos, las cuales elegían Escocia como lugar de descanso.
Entre esas villas se encontraba la casa perteneciente a la familia Andrew. Al pasar frente a ella, Terry pudo darse cuenta de que había luces en el interior de la casa, y por lo poco que sabía, hacía algunos años que los Andrew no la ocupaban, así que no le pareció extraño, probablemente sería la servidumbre quien tenía las luces encendidas. Por lo que siguió con su camino para llegar a casa. Llevó al caballo hacia las caballerizas para que descansara y se dirigió al interior de la casa para tratar de dormir.
En la cocina, Meg se ocupaba de revisar las alacenas para tomar nota de los víveres que pudiesen hacer falta, cuando los recuerdos la asaltaron. Meg sabía que la infancia del muchacho no había sido lo que un niño pudiese desear. Lo conocía desde que era un pequeño recién nacido y ella había ayudado a cuidar de él en sus primero años de vida. Ella conocía muy bien el sufrimiento que padeció aquel niño cuando fue separado de su madre.
Fue ella la que recibió a Terry siendo un pequeño en la casa que los Grandchester poseían en Londres, donde fue testigo de la frialdad con la que el duque lo trataba y el desprecio que la duquesa le manifestaba abiertamente. Al ver el rechazo del que continuamente era objeto, estuvo dispuesta a cobijarlo con su abrazo, en los primeros años de su tierna infancia para calmar su inquietud después de alguna pesadilla, y después, cuando ya convertido en un adolescente, llegaba con cada verano a pasar sus vacaciones en aquella villa. Sin duda alguna, el trato recibido en su infancia le había dejado heridas en su corazón muy difíciles de cicatrizar. Y ella, en la medida de sus posibilidades, trató de compensar con el cariño y los cuidados que le prodigaba, el amor que su propia familia le negaba.
La anciana recordaba cada uno de los veranos que Terry había pasado en Escocia. Y había uno en particular que tenía mayor presencia en su mente, por la particularidad de que pudo ver al joven, por vez primera, con el rostro rebosante de felicidad y un brillo inusual en su mirada. Y ese fue el verano que tuvo lugar antes de que se marchara de la casa de su padre, hace ya varios años. Mismo tiempo en el que no lo había visto, hasta el día en el que el duque le informó que Terry regresaría a Escocia para pasar una temporada en la villa.
No pudo negar que esa noticia le complacía, ya que era un claro indicio de que tanto el duque como Terry estaban haciendo un intento por limar asperezas. Y tal vez, con el tiempo y un poco de esfuerzo, finalmente se entenderían como padre e hijo.
Por otra parte, Terry había vuelto a su costumbre de montar todas las tardes para alegría de la anciana, que ya no se sentía tan preocupada por las horas que el joven había llegado a invertir en su encierro voluntario. Además parecía que esta nueva actividad le estaba cambiando el humor ya que su semblante no parecía tan triste como los primeros días después de su llegada. Sólo había un dejo de melancolía que aún podía verse en el azul de su mirada.
Mientras terminaba de anotar en un papel todo lo que hacía falta, por la ventana, vio pasar a Terry, quien seguramente se dirigía a las caballerizas.
-Terry, hijo, tengo que ir al pueblo para comprar algunas cosas que me hacen falta, regresaré pronto para tener lista tu cena.-Le dijo desde la ventana.
-Esta bien Meg, nos vemos después.-Terry asintió y continuó con su camino.
A los pocos minutos, Meg salió de la casa para abordar el carruaje que la llevaría al pueblo para realizar sus compras. Tenía muchos años viviendo en aquella villa y conocía muy bien todo el lugar. Al llegar al pueblo, le indicó al chofer que la esperara y se dirigió al mercado para comprar las cosas que necesitaba. Ahora que Terry se encontraba en la villa después de muchos años de ausencia, quería consentirlo.
Con las compras ya finalizadas, Meg iba caminando por lo calle pensando en las tareas a realizar una vez que llegara a la villa. Tan sumida estaba en sus pensamientos, que al dar la vuelta a la calle, no se fijo y tropezó con una muchacha que venía caminando por el lado contrario. La anciana se tambaleó y el contenido de las bolsas cayó, esparciéndose por toda la acera.
-¡Oh señorita! Lo siento...venía distraída.-Se disculpó Meg.
-No se preocupe señora, permítame ayudarle a recoger sus bolsas.-Respondió la muchacha con amabilidad.
-No es necesario que se molesté... que pena con usted.- Replicó la anciana
La muchacha sonrió y entre ambas, recogieron los víveres para acomodarlos en las bolsas. Meg pudo darse cuenta de que la chica que la ayudaba debía de pertenecer a una familia de alta sociedad, ya que vestía de manera elegante y por su acento, dedujo que tal vez era americana.
-Listo señora, ya esta todo en las bolsas.-Dijo la muchacha al entregarle sus paquetes.
-Gracias señorita, no debió molestarse.-Contestó Meg, acomodando las bolsas en sus manos.
-No tiene nada que agradecer señora, también yo venía distraída...me gusta tanto este lugar y hacía muchos años que no venía, que no puedo evitar el quedar maravillada contemplando todo a mi alrededor. Pero dígame, ¿necesita que la lleve a algún lado? Vivo en una de las villas que están a las afueras del pueblo y no tendré ningún inconveniente en acompañarla hasta su casa.-Ofreció la muchacha con el afán de ayudar a la mujer.
-Oh no señorita, muchas gracias, es muy amable de su parte, pero mi carruaje esta cerca de aquí, también vivo a las afueras.-Agradeció Meg, sorprendida de la amabilidad de la muchacha. No era muy común que las jovencitas de su condición social se preocuparan por alguien que no fuera ellas mismas.
-Bueno señora, hasta pronto.-La muchacha le dedicó una sonrisa y siguió con su camino.
-Hasta luego.
Meg camino hacia el lado contrario de donde había desaparecido la chica, pensando en su reciente encuentro. Algo en ella le parecía familiar, como si la hubiese conocido desde antes de ese encuentro, pero no alcanzaba a recordar. Tal vez la había visto en algunas de las villas de los alrededores, como bien lo había dicho, ella también vivía en las afueras del pueblo.
-¡Qué chica tan linda! A pesar de que se ve que pertenece a una familia distinguida, se portó muy amable conmigo... y esa mirada, podría jurar que ya la había visto antes.- Con ese pensamiento, Meg abordó el carruaje y estuvo lista para regresar.
Continuará...
Notitas de mi:
¡Hola! ¿Qué tal?
Primero que nada quiero platicarles un poco de esta nueva historia que les presento el día de hoy. "Simplemente...amor" es un fic con el que participé en la Guerra Florida del 2008 (vaya que ha pasado tiempo). Y en esta ocasión en que lo vuelvo a publicar, al igual que me sucedió con "Encuentros", hay algunas cositas que no me gustan tanto, por lo que estoy editando algunos de lo capítulos, ya saben, quitando una cosa por aquí, agregando otra por allá, y claro, sin alterar el contexto original de la historia.
Espero que les guste y que por ahí me dejen un review que me haga saber sus opiniones, las cuales son el mejor aliciente para continuar escribiendo.
Una última cosa, les aviso que estaré publicando los viernes.
¡Gracias por leer!
