Se quedó parada un largo rato frente a las mesas del comedor, caminado de un lado al otro con la bandeja del almuerzo en sus manos, buscando con la mirada un lugar donde sentarse.
Siempre le ocurrían estas cosas, la última en fila, la última en entrar, la última en sentarse.
Choco con alguien quien había pasado por su costado sin notarla, el pudin cayó de su bandeja esparciéndose por el suelo, suspiro. Tendría que dirigirse a la mesa de siempre si no quería perder el resto de su almuerzo.
Llevaba años sentándose en la misma mesa, en el fondo de la cafetería, ignorada por todo el mundo, el único sitio en la que la gente como ella podía llamar lugar.
Un lugar para los rechazados.
Se sentó cerca al chico de piel azul, quien en cuanto la vio se hinco en un rincón de la mesa no sin antes alejarse con un sonoro grito, a su delante el chico con el pie deforme comía un emparedado de atún sin siquiera mirarla y el único que la saludo al llegar fue el chico de polo con un dibujo de arco iris y gran sonrisa. Quien hace unos grados atrás los había abandonado para andar con su presumible amigo de piel verde.
Eran inadaptados y rechazados por sus características negativas más notorias.
Matthew el chico que grito al verle, tenía un serio problema en cuanto a sus nervios y la interacción con la gente, parecía un trauma severo desde la infancia pues nadie podía acercársele sin que gritara disparándose lejos. Dirge el chico grandote y ojos chinos aparentaba ser un chico de lo más normal, si tan solo no tuviera la costumbre de enseñarle a todo el que lo buscara sus unidos dedos del pie, tal vez no necesitaría sentarse aquí. Keef cuyo optimismo creció hasta niveles asfixiantes desde lo de Zim, había sido más que repudiado por toda la escuela por no decir toda la ciudad, esos ojos rojos y esa sonrisa reflejaban su explosiva y perturbadora personalidad aumentando la inquietud de su presencia. Estaba más normal cuando no sonreía tanto, si se lo preguntaban.
Y luego, y como siempre al último, estaba ella. Que no hacía mucho tiempo atrás había sido socialmente rechazada gracias a sus brackets, no ayudando a su autoestima de manera positiva y disminuyendo sus oportunidades de hacer un amigo fuera de esta mesa. Y ahora que tenía 14 años su suerte no había cambiado ni un poco. Lo cual ya consideraba terriblemente injusto.
De las cuatro personas en esta mesa, ella era la más normal del grupo. No sufría de excesos de felicidad, ni costumbres extrañas y definitivamente no gritaba cada vez que alguien se le acercaba.
Si tenía sus defectos como ser tímida e insegura, pero eso ya dejo de ser excusa para seguir apartándose de la gente, aunque eso a nadie le importara en realidad.
Incluso aun cuando sus dientes de ogro se moldearon a la perfección a su aparato y el siseo en su hablar se hiciera menos frecuente, solo el hecho de tener esos brackets entre los dientes la clasificaban automáticamente como inadaptada, a pesar de que ya no tenía ese aspecto. Y sin embargo, aún era objeto de bromas y burlas.
Pareciendo que jamás nada cambiaria para ella y eso la desanimaba.
Porque de esa manera, jamás obtendría la tan anhelada atención de "él".
La campana marco el final del descanso, mientras la mayoría de sus compañeros se dirigían al aula ella se tomó su tiempo aun en su asiento aislado del resto, tomo su bandeja vacía y se dirigió al basurero para deshacerse de los desperdicios y dirigirse a clase.
La fila para dejar las bandejas estaba desordenada y empezaba a dispersarse cada vez más, levanto su bandeja intentando dejarla en la pila que se había formado cuando alguien tropezó con ella, provocando que lo tirara, aventándola a la tambaleante pila de bandejas siendo aplastada por estas. Cayéndole encima.
Al menos no había comida en alguno de ellos, esta vez.
Pudo escuchar algo parecido a unas risas a sus espaldas al tratar de levantarse, podía adivinar que era una de esas odiosas alumnas populares, lo que no espero era quien había caído con ella la tomara del brazo y la ayudara a pararse.
-Lo lamento –escuchaba una disculpa rápida y desesperada, se giró a verlo sonriendo levemente por la ayuda.
-No pasa nada –respondio y tan pronto como sus ojos encontraron con la mirada ámbar del chico sintió su cara palidecer.
Dib suspiro realmente avergonzado.
-No provoque un desastre –negó Dib con la cabeza soltando su agarre y recogiendo el desastre provocado- por Mercurio, maldito Zim –murmuro para sí.
Ella se quedó parada unos instantes, turbada y realmente impactada, casi creía que esto era una absurda broma. ¡Una alucinación! ¡No era posible que Dib Membrana le hubiera dirigido la palabra después tanto tiempo!
Sacudió la cabeza, el timbre aun sonaba y por lo que veía, Dib no iba a poder poner en orden todo esto solo. Se agacho y levanto bandeja por bandeja colocándola en su regazo.
Dib a su lado la miro fijamente provocando un calor en sus mejillas que hacía tiempo no sentía, ella le entrego el resto en sus manos y le evito la mirada, recordándose de que no tenía ninguna razón más para gastar su tiempo con ella.
-G-Gracias este…–balbuceo Dib casi cohibido, poniendo la pila de nuevo a su lugar.
Ella suspiro decepcionada de que Dib, con todos estos años, aun no supiera su nombre.
-Gretchen –respondió débilmente.
Dib sonrió provocando que el aleteo de las mariposas se despertara en su pecho.
-Gretchen, procurare recordarlo –le contesto antes de que el timbre volviera a sonar, recordándoles a ambos de lo tarde que llegaban a clase- creo que deberíamos regresar.
Aun anonada asintió, siguiéndolo de cerca hasta llegar a la puerta del salón, donde cada uno se separó para sentarse en sus respectivos asientos.
No dejo de pensar en su pequeño encuentro el resto del día.
esto iba hacer mas largo pero... ya no sabia que escribir después del ultimo párrafo (demasiado débil en mi opinión) lamento que sea tan corto
espero les halla agradado, me encanta la pareja DibXGretchen y es una pena que no se encuentren muchos fics sobre ellos
pero bueno, por eso escribí este =D
espero sus reviews!
