Control.
Capítulo 1.
Cuando entra en el bar junto a sus compañeros empieza a sentirse mareada. Puede que sea la mezcla de humo y alcohol. No son los ingredientes que se espera en un montón de personal hospitalario reunido en un bar, pero eso no importa ahora. Se han tomado unas cuantas copas de champán para celebrar que por fin han dado con el diagnóstico correcto en su último caso. Toda una semana de quebraderos de cabeza, migrañas, pruebas, experimentos, tratamientos, discusiones con House, que la han convertido en una de las peores semanas de su vida. Y los tres están cansados pero necesitan relajarse. Es una recompensa. Se lo merecen.
El ambiente está cargado y siente que choca contra un muro de calor cuando entra detrás de Foreman. Se quita la bufanda y mientras se quita el abrigo aprovecha para desabrochar un par de botones de su blusa.
Foreman se gira hacia ella y le pregunta qué quiere beber. Pide una cerveza y sigue a Chase hasta el fondo del local. En una de las mesas divisan a Wilson. Él les saluda con la mano y les invita a acercarse y sentarse en un gesto despreocupado. Cameron mira hacia la barra y se asegura de que Foreman les ha visto.
Chase se sienta a la derecha de Wilson y parece que comenta algo con el oncólogo, pero ella no puede oírles entre el ruido. Se fija en el vaso medio lleno de whisky y la cazadora de cuero que descansa en el respaldo de la silla vacía que está a la izquierda de Wilson. Sabe que él ocupa esa silla y decide sentarse justo a su lado. Es posible que sea mejor así porque si se sentase junto a Chase le tendría frente a ella.
Siente una ligera brisa de aire fresco y el olor a su colonia impregnar todo el espacio. La esquina de ese bar es su territorio.
- ¿No dijiste que los niños se quedarían en casa esta noche?
Suena tosco y fastidiado. Le gusta saber que su presencia y la de sus compañeros le producen malestar. Es interesante no dejarle indiferente.
Foreman llega con sus bebidas y saluda a su jefe con poco entusiasmo. House no es más amable que él y solo refunfuña algo que nadie puede oír. Solo Wilson se dirige a ellos de vez en cuando. House está muy ocupado en meterse con Chase y Foreman o simplemente ignorándoles la mayor parte del tiempo.
Han pasado casi una hora charlando sobre casos médicos, anécdotas de los familiares de algún paciente y algún que otro chiste malo por parte de Chase. Un montón de cervezas vacías se amontonan en el centro de la mesa. Cameron no sabe si es la segunda o la tercera y cada minuto que pasa le preocupa menos el hecho de que está perdiendo perspectiva sobre la situación. Mira a la gente que entra y sale, a los que se encuentran allí y charlan animadamente, a los que incluso se abrazan con efusividad y disfrutan de la compañía de sus amigos. Siente envidia por ellos. Ahí está sentada, con sus compañeros, su jefe y el amigo de éste, y no son capaces de mostrar ningún afecto entre ellos. Es como si no se conociesen. Entiende que House no esté cómodo y que lo último que quiere es pasar la noche del jueves con ellos, pero no le costaría mucho fingir un poco. Son unos desconocidos que trabajaban juntos a diario. Lamenta saber tan poco de ellos y que, en cambio, ellos sepan tanto de ella.
Chase alcanza otro vaso de whisky a House y unas cervezas a Foreman y Wilson. Ella lleva minutos jugando con la suya. La hace girar sobre su eje y mira aburrida la etiqueta. Está pensando en irse a casa.
- Eres el alma de la fiesta¿eh?
Mira a House y él le guiña un ojo. Vuelve la vista hacia la cerveza y da un trago largo. Él la observa con cierta indiferencia. Deja el botellín casi vacío en el centro de la mesa y se levanta de su silla. House se ha vuelto para hablar con Wilson y sus empleados. Ella camina con ligera dificultad hasta la barra. Nota sus mejillas sonrojadas y el calor cada vez más intenso. El camarero se acerca y ella pide una copa de vino. Nota una mano tocando su hombro y al darse la vuelta ve a un hombre joven. Le conoce del hospital. Todos se conocen del mismo sitio. Nunca ha hablado con él pero sabe su nombre.
- Allison Cameron¿verdad? Yo soy Matt Archer.
Le mira y luego a la mano que espera frente a ella. Cameron la estrecha y se aparta el pelo del hombro izquierdo con coquetería. Los dos sonríen y él le parece extremadamente guapo. Es la clase de médico que podría acostarse con todas las enfermeras y el personal femenino del hospital si se lo propusiese. Tiene cierto encanto que resulta embaucador.
El camarero deja la copa de vino en la barra y Cameron va a darle un billete cuando Matt se adelanta y paga él.
- Deja que te invite.
Es demasiado obvio incluso para ella pero deja que juegue un rato más. Será divertido. Ella coge la copa con la mano derecha y con la izquierda le toca el brazo. Mira hacia la mesa donde aún siguen sus compañeros, su jefe y el oncólogo. Le cuesta verlos entre la neblina que ha formado el humo de los cigarrillos y la gente que hay entre la barra y ellos. Y se da cuenta de que House la mira con el vaso de whisky en la mano. Sin quitarle la vista de encima sonríe a lo que sea que está comentando Matt, porque no le presta ni la más mínima atención. Prueba el vino y se muerde el labio. House no deja de mirarles y empieza a sentirse extraña. Comienza a sentirse como una traidora y sabe que no debería ser así. No hay motivos para que se sienta así. Vuelve a dirigir su atención al joven médico, aunque sigue sintiendo la mirada azul y fría de su jefe sobre ellos.
Matt se acerca a ella y le habla directamente al oído. De pronto le repugna su aliento en su oreja.
- Conozco un lugar increíble en el centro.
Cameron sonríe con educación, sin olvidar que no es más que un flirteo y aprieta el brazo de él.
- Esta noche no puedo, otra vez será.
Él asiente con decepción. Ella mira de nuevo a la mesa y House habla con Wilson animadamente.
- Nos veremos por el hospital – dice Matt cuando se va.
- Supongo que sí.
Camina con su copa entre la gente, procurando no caerse ni derramar el vino. Se sienta en la silla al lado de House y sus dos compañeros la miran como si estuviesen esperando algo y ella lo hubiese olvidado.
- ¿Qué? – pregunta Cameron.
- Lo que quieren saber es quien era ése con el que ligabas – contesta House quitándole importancia al asunto.
Por un momento desea contestarle, pero ella no le debe ningún tipo de explicación. Se arrepiente de haber creado esa expectación en ellos.
- Era Matt Archer.
- Oh. He oído hablar de ese tipo – dice Wilson.- Es un cirujano muy bueno y ha roto bastantes corazones en el hospital.
- Pobre Cameron, ahora ella también ha caído en sus redes – comenta House.
Ella pasa el dedo índice por el borde circular de su copa y no muestra lo mucho que le ha ofendido su comentario.
- Es posible que haya sido al revés.
Foreman levanta la ceja y brinda con Cameron. Chase sonríe y ella le devuelve la mirada de complicidad. Eso es algo que House jamás podrá entender y la satisface la idea de que no siempre tenga razón.
Wilson se disculpa y va al servicio. Foreman y Chase empiezan a hablar de la última paciente y discuten sobre cómo no lo vieron claro desde le principio. No es la idea que ella tiene de pasar la noche del jueves. Tal vez debería haber aceptado la invitación de aquel hombre. La daba igual ser una más en su lista de conquistas. Si se ha quedado es porque no era capaz de hacerlo. Mira a House por el rabillo del ojo. Tiene la barbilla apoyada en la mano izquierda y con la otra sujeta el vaso.
El alcohol no es la mejor de la excusas pero es con diferencia el mejor motor de ciertos impulsos que, en otras circunstancias, controla con eficacia. Se ve a sí misma moviendo su mano derecha por debajo de la mesa como si de una adolescente se tratase y tocando la rodilla de él como si fuese un gesto ya común entre ellos. Y no lo es, pero resulta extrañamente familiar el tacto de sus pantalones bajo la yema de sus dedos. La ligera caricia que no hace ninguna presión en su piel y que es capaz de sentir como si quemase. Porque cuando comienza a hacer círculos en su muslo izquierdo con el dedo índice nota el escalofrío que le llegó hasta la nuca.
No deja de mirarle mientras lo hace, como si nadie más allí estuviese presente. Sus compañeros están demasiado ocupados en su discusión. House aprieta el vaso entre sus dedos y controla la sorpresa que le produce. Mira fijamente a sus empleados y luego a ella cuando su dedo comienza a subir por su muslo. Nota el calor a través del pantalón, como su dedo parece marcar a fuego el recorrido. Entonces la mira y ve en sus ojos aguamarina la mezcla de lujuria y desvergüenza tan impropias de ella. Es como si fuese otra mujer, pero sabe que es ella la que está atravesando la frontera del contacto físico y no puede evitar sentirse asustado y en parte sorprendido de la mejor manera.
Llevan segundos mirándose y han dejado de oír el ruido de la gente y la música. Es entonces cuando él baja su mano hasta la de ella y la agarra con cierta suavidad y la para. Ella se muerde el labio sin quitarle la vista de encima. House no sabe a qué está jugando. Ni siquiera ella lo sabe. Es puro instinto el que controla sus actos desde hace minutos. Él respira y mira hacia todos los lados. Ve a Wilson que vuelve del servicio y aparta la mano de ella dejándola sobre su pierna. Él saca la mano de debajo de la mesa y se rasca la nuca. Ella bebe de su copa de vino.
House se levanta con brusquedad y ella le sigue con la mirada. Entra en el servicio.
Foreman y Chase han dejado de discutir y no le presta atención a lo que hablan con Wilson hasta que se dirigen a ella.
- ¿Quieres que te acerque a tu casa? – pregunta Chase.
Da un trago a la copa y la termina.
- Ahora vuelvo.
Se levanta y camina abriéndose paso entre la gente. Se encuentra entre las dos puertas. El servicio de damas y el de caballeros. Espera unos segundos y un hombre sale del servicio. No sabe qué hacer. Se arregla la blusa y el pelo y abre la puerta del servicio de caballeros. Le ve de espaldas y mira hacia atrás para ver que nadie va a entrar. Él silba la canción que suena en el hilo musical del bar. Entra y cierra la puerta sin hacer ruido. Se queda parada observándole y esperando a que él se percate de su presencia.
Él sube la cremallera del pantalón, cojea hasta el lavabo y se lava las manos. Cameron aguanta con la espalda apoyada en la puerta. House coge el bastón y va hacia la puerta. Se queda clavado en el suelo con los ojos abiertos de par en par. Pasan unos segundos, frunce el ceño y camina hasta ella. Se para a un metro, como si fuese una distancia recomendada, y se rasca la frente con el pulgar de la mano izquierda. Ella le mira sin decir nada.
- Sabes que este es el servicio de caballeros¿no¡Oh, por Dios! No me digas que eres un hombre, no me lo digas.
Es lo único que le queda. Controlar la situación, si es que es posible, a través de una broma. Porque aún siente su dedo en su rodilla y su muslo y no está por la labor de olvidarlo ahora mismo. Ella mira hacia un lado y de nuevo clava su mirada en él. Parece una presa asustada y eso la hace sentir mejor aún. Ella le coge de la camisa y le acerca unos centímetros más sin dejar de mantener cerrada la puerta con el peso de su cuerpo. Él no puede hacer otra cosa que acercarse a ella. Siente como su perfume se dispersa en ese lugar, choca contra los azulejos grises de las paredes y se le incrusta en el cerebro.
Cameron juega con el botón de la camisa de él y nota como su pecho sube y baja por el nervio de tenerla tan cerca.
- Estás borracha.
- ¿Y? – pregunta ella mirándole fijamente.
- No voy a aprovecharme de ti. Puede que con Chase funcionase. No soy tan cabrón como crees.
- ¿Quién ha dicho que Chase se aprovechó de mi?
House quiere apretarla con fuerza contra esa puerta. La besaría allí mismo pero la conoce demasiado bien. Por mucho que haya cambiado, esa actitud no es propia de ella. Y sabe que si se rinde ante ella, si le da lo que quiere, no podrá mirarle a la cara en mucho tiempo. No es que vaya a renunciar ahora, pero podría perderla de formas peores.
No se da cuenta de que es ella la que controla la situación. La que no le deja escapar de ese servicio. Es ella la que quiere que le bese, que arranque los botones de su blusa y deje de comportarse como un jefe protector. Quiere que le haga daño porque es lo que necesita de él. Lo desea más que nunca en todos los años que le conoce y no es capaz de pedírselo de otra manera. Es ella la que acaricia su nuca y siente la piel de él erizarse bajo sus dedos. Él respira contra ella y casi cierra los ojos cuando acaricia su lóbulo y se humedece los labios antes de besarle.
Es ella la que tiene el control sobre él.
