Capítulo 1. La cita, adiós ceño fruncido…

Bajo la sombra de un gran árbol en un parque del tranquilo pueblo de Karakura, Ichigo Kurosaki se encontraba sentado con los pies extendidos delante de si, mirando impaciente su reloj. O el tiempo pasaba demasiado lento o Rukia se tardaba demasiado. Intranquilo, decidió examinar su alrededor para distraerse un poco: el cielo estaba despejado y de un bonito azul, soplaba una suave brisa, y lo único que irrumpía el silencio y la tranquilidad era el canto de las aves y las risas de los niños al jugar. Definitivamente era un buen día para una cita.

( Φ Φ Φ )

Ajena a la preocupación del muchacho, Rukia lidiaba con una situación típica para las chicas: no encontraba que ponerse. Ya habían pasado 25 minutos desde que acabara de bañarse y empezara a buscar que vestir, pero no había tenido suerte. Sobre la cama yacían desparramados cinco vestidos, tres faldas y seis blusas, según ella ninguno era adecuado para la ocasión. Demonios, como se arrepintió de no haber aceptado la propuesta de salir de compras que le había hecho Orihime en días pasados. Ahora solo le quedaba encontrar que ponerse, Ichigo la esperaba. Se sentó en la cama y dejo escapar un suspiro, nunca hubiera pensado que se vería en una situación como aquella. Echo una última ojeada, buscando alguna otra opción, cuando descubrió algo un poco oculto en la esquina superior izquierda del ropero. Se puso rápidamente de pie y fue a por ello.

Después de tenerlo entre las manos y observarlo por unos segundos decidió ponérselo. Deslizo cuidadosamente sus extremidades en el vestido y fue a mirarse al espejo, que ofrecía una buena vista de su cuerpo completo. Mientras alisaba la tela noto que el vestido le apretaba un poco en la parte superior ¿Había crecido su pecho? «Por el amor de Dios, que así sea… » Pensó. La verdad nunca le había dado mucha importancia a sus medidas, pero ahora no le vendría mal un poco más de busto. Se fijo bien en cada detalle, todo tenía que ser perfecto. Dio una última mirada a su reflejo antes de salir corriendo de la habitación y emprender una caminata rápida hacia el parque.

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—Esa enana… ¿Dónde diablos se…?— Un puñetazo en la cabeza lo interrumpió.

— ¿A quién llamas enana?-una voz molesta y un tanto ruda le hablaba desde atrás.

Ichigo la reconoció la voz al tiro y se volteo: —Así que por fin decidiste aparecer…

Quedo sin palabras.

Rukia llevaba un vestido blanco de unos centímetros por encima de las rodillas, con pequeños detalles de tela transparente en las mangas y ligeramente inflado en la parte baja. Además… ¿Maquillaje? ¿Rukia llevaba maquillaje puesto? Eso sí era extraño. Casi no se notaba, era bastante ligero, pero le asentaba muy bien con el color de sus ojos y su nuevo corte de pelo. No sabía por qué, pero a Ichigo la apariencia de la chica le hacía pensar en un hada. Un hada muy bonita…

— ¿Qué tanto miras? — preguntó la chica sintiéndose un poco incomoda ante la mirada del muchacho. —N-nada…-contestó Ichigo desviando la mirada — ¡Ven! Siéntate.

Rukia dudo unos segundos para luego caminar lentamente hasta el frente de Ichigo y sentarse de la forma tradicional japonesa.

Después de instantes de incomodo silencio, iniciaron una conversación que se extendió durante toda una hora y en la cual hubieron muchas sonrisas y en ocasiones hasta risas. Y como siempre, termino con una de sus tiernas y raras discusiones acerca de los dibujos de los dibujos de cierta personita.

Rukia la verdad se sentía nerviosa, pero también estaba muy feliz. No podía creer que estuviera allí, con Ichigo, en una cita. Para ella todo era como un sueño. En la sociedad de almas nunca hubiera podido siquiera imaginar un encuentro como aquel, y menos siendo parte de la familia Kuchiki… ¡Kuchiki! ¡Cierto! ¿Qué pensaría su querido y respetado hermano de todo aquello? La verdad no era muy agradable imaginárselo.

—Jeje…No me imagino que diría Byakuya si nos viera ahora… —dijo con tono sarcástico Ichigo adivinando los pensamientos de Rukia, la cual solo contesto con una media sonrisa un tanto doblada —Bueno, ¿Qué quieres comer?

Rukia lo medito un rato. La verdad no tenía hambre. Estaba conforme solo con estar allí con él.

—Cualquier cosa estaría bien…

Ichigo la miro arqueando una ceja. La conocía demasiado bien como para saber que ella si deseaba comer algo. Estiro un brazo para poder alcanzar una canasta de color crema y extrajo de ella unos envases plásticos.

—Para hoy tenemos…bolas de arroz… —dijo quitando la tapa del contenedor más grande. —y… ensalada de pepino—dijo destapando el otro envase.

Los ojos de Rukia se iluminaron. Arroz y pepino eran sus comidas favoritas, y aquellas que estaban frente a ella se veían más apetitosas de lo normal. Enserio quería comerlas.

A Ichigo aquella comida no le hacía mucha gracia. La verdad preferiría un montón de cosas antes que las bolas de arroz y el pepino, pero sabía muy bien que a Rukia le amaba ambos platillos.

—Bien, ¿Qué esperas? Come.

— ¿T-tu no comerás? —pregunto Rukia levantando la mirada de las bolas de Arroz que la hasta el momento la tenían hipnotizada.

—Claro que si, después de que tu empieces.

—Y eso ¿Por qué?... ¡No me digas que le has echado algo raro! —inquirió la chica poniéndose de pie.

— ¿¡P-pero que dices!? Yo nunca haría algo así —contesto rápidamente Ichigo un poco molesto y sorprendido frente a la acusación. —Y mucho menos a ti… —comento por lo bajo mirando hacia otro lado.

— ¿Que dices? —para suerte de Ichigo, Rukia no había llegado a escucharlo.

—N-nada… Ahora come.

La chica vaciló un segundo y volvió a sentarse. Tomo con cuidado unas de las bolas de arroz (Onigiri) y se la llevo lentamente a la boca, dando una pequeña mordida. De repente sus mejillas se inflaron y se tornaron rosadas, mientras sus ojos se llenaban de destellos.

—¡De-delicioso! — exclamó llenándose la boca de comida.- ¡Nunca había probado unas que supieran tan bien!

Al ver a la chica comiendo tan emocionada, Ichigo se animo también a probar la comida. Imito a Rukia y le echo un bocado a una de las bolas de Arroz. En verdad estaban ricas. Todo el tiempo que Yuzu había pasado con él, metidos en la cocina había valido la pena.

Sonrió complacido de que Rukia estuviera feliz con la comida, y a su cabeza volvió la imagen de la pequeña hada y estallo en carcajadas al imaginarse a Rukia encogiéndose de tamaño cada segundo hasta que la bola de arroz llego a ser 3 veces más grande que ella.

— ¿De qué te ríes? —pregunto la chica interrumpiendo su banquete.

—Na…da…—contesto Ichigo entre ataques de risa.

—De algo te burlas…—insistió Rukia palpándose los alrededores de la boca y comprobando que estaba llena de granos de arroz.

Ichigo, al ver la expresión de Rukia dudo un momento, luego echo la cabeza hacia atrás y sus carcajadas se hicieron aún más estruendosas.

— ¡Para de reírte! — espeto la chica avergonzada mientras se sacudía deprisa los restos de comida del rostro.

— ¡Lo siento! Es que…—la risa le impidió acabar la frase.

Unos instantes después, Ichigo logro componerse bajo la mirada asesina de una Rukia enojada a no poder más.

—Ya… Perdona.

Ichigo sabía que había metido la pata. No conocía mucho sobre citas pero, por sentido común sabía que reírse de la chica en una primera salida no era algo muy encantador.

En un torpe intento de disculpa y para recuperar su dignidad, el muchacho se acercó a la chica y con su dedo pulgar aparto el último grano de arroz de la comisura de sus labios.

El corazón de la chica se aceleró. Ichigo estaba cerca, muy cerca, y lo notaba cada vez más próximo a ella, hasta que pudo sentir su respiración en el rostro y se encontró con sus hermosos ojos café y esa mirada que siempre la había cautivado. El chico siguió acercándose, y Rukia, incomoda intento apartarse un poco, pero antes de que pudiera hacer el más mínimo movimiento, Ichigo atrapo su rostro con ambas manos y la beso.

El corazón de la chica se aceleró todavía más, sus ojos se abrieron de par en par y sintió como su rostro se coloreaba de un rojo intenso hasta las orejas. Los labios de Ichigo eran cálidos y suaves y la sensación que le producían en contacto con los suyos era la más agradable que había sentido en toda su vida. Rukia cerró los ojos y le devolvió el beso.

( Φ Φ Φ )

Era hora del crepúsculo y el cielo lo demostraba tiñéndose de una mezcla de colores entre el amarillo y el naranja. El sol, casi oculto entre las nubes, desprendía una luz que recortaba las siluetas de la pareja que caminaba silenciosamente por una de las tranquilas calles del pueblo de Karakura.

La chica iba un poco rezagada y el peli-naranja se volvía de vez en cuando para comprobar que esta lo siguiera. Siempre la veía cabizbaja y el pelo negro se le venía a la cara impidiéndole al muchacho comprobar su estado de ánimo.

¿Enserio había hecho todo tan mal? Reconocía que haberse reído de ella había sido algo bastante cruel, pero había intentado arreglarlo, eso debía valer algo, ¿no? Además que el supiera a Rukia le había gustado el beso. ¡Si hasta se lo había correspondido! Lo cual le había gustado a él...

Por otro lado la chica caminaba con los brazos cruzados sobre el estómago y la cara tan roja como el pelo de Renji. El camino entero no había dejado de pensar en el beso y como consecuencia su estómago estaba revuelto y el color de su sangre se plasmaba claramente en su rostro, que estaba oculto bajo su cabello intencionalmente despeinado. Intento componerse. Estaba un poco aturdida y quería dejar de pensar en todo aquello por el momento, pero a su mente siempre volvía la sensación de sus labios contra los de Ichigo. Una vez se sorprendió a ella misma acariciando sus labios con el dedo índice. ¡Mierda! ¿Qué le pasaba? Ella no era para nada así. ¿O si lo era? Nunca había pasado por una situación como aquella, así que no podía darlo por hecho. ¿Era esto de lo que tanto había leído y escuchado? ¿Amor…?

— ¡Oye! Date prisa, no quiero que se nos haga muy tarde afuera. —gritó Ichigo señalando el cielo que había cambiado el amarillo y el naranja por el azul y un poco de morado.

— ¿Eh? Ah! ¡S-si! — contestó la chica y se apresuró a llegar al lado del muchacho, que sonrió para sus adentros al verificar nuevamente la gran diferencia de sus estaturas.

—Di-disculpa… —dijo Rukia en un leve tono de voz.

— ¿Disculpa? ¿Y eso por qué? — pregunto Ichigo sobresaltado.

—Por hacer que nos retrasemos…

—Ah… Eso. No te preocupes. No es nada del otro mundo. No creo que al viejo le importe demasiado.- indicó Ichigo frunciendo el ceño al pensar con que estupidez lo recibiría su padre. — Y ya que estas en disculpas… Perdona si hice algo que no gustara hoy.

— ¡No, no! ¡Si me la he pasado muy bien hoy!

— ¿Enserio?

— ¡S-si!

—Que bien… Yo también me divertí —Agregó Ichigo mostrando sus dientes en una amplia sonrisa.

No quedaba mucho camino por recorrer antes de llegar a casa. Rukia dejó caer los brazos, sintiéndose un poco más tranquila. La cara de Ichigo comenzó a ponerse roja y sus manos buscaron las de Rukia. Ambos sonrieron cuando sus dedos se entrelazaron.