Era la tercera vez aquella tarde que se subía al mismo autobús, la tercera vez que recorría las calles de East Terrace [1] con la mirada perdida en un punto invisible fuera del cristal, esperando ansioso a encontrarse con su siempre puntual cita de las 18:40. Aunque nadie le creyera, ni en casa ni en el instituto, había un motivo detrás de aquel curioso comportamiento que ahora oficialmente se había convertido en rutina, una razón lógica que nada tenía que ver con las teorías que flotaban en las habitaciones de su casa: imaginación demasiado activa, cerebro atontado por los videojuegos, problemas para distinguir los sueños de la realidad…

Armin agitó la cabeza para alejar aquellas palabras tan deprimentes de su cabeza, pues a pesar de saber que ninguna había sido dicha con malicia, le hacían sentir como un necio, y se irguió ligeramente en su incómodo asiento de plástico para ver si por fin la veía aparecer, pero las únicas personas que se subieron al ruidoso vehículo fueron: la decadencia disfrazada de mujer de sesenta años, con el cabello teñido de un deslumbrante color rubio platino y vestida con un top ajustado con estampado de leopardo color turquesa, una minifalda de imitación piel y medias de rejilla; tras semejante esperpento, entró un hombre de mediana edad con tan solo el recuerdo de una larga melena en la cabeza y ataviado con un traje de aspecto carísimo, que tan pronto como puso los pie en el autobús, se apresuró a introducir su tarjeta en la máquina para pagar el viaje, cabizbajo y sin siquiera saludar al conductor, mientras detrás de él, una niña demasiado pequeña para viajar sola en transporte público intentaba darle conversación al hombre que manejaba el volante, ignorando el cartel sobre éste que rezaba: 'No molesten al conductor'.

—¿Esa es tu chica? —la voz de su gemelo interrumpió su intensivo análisis antes de que pudiera darse cuenta de que la madre de la niñita, una adolescente con ojeras demasiado pronunciadas y con un moño tan alto que desafiaba toda ley física conocida por el ser humano, acababa de subir al vehículo con cara de malas pulgas y mostrando un obvio desinterés por el curioso interrogatorio al cual la pequeña estaba sometiendo al pobre conductor, que ya no sabía hacia dónde mirar para que la niña le dejara en paz.

—Debo reconocer que por lo menos se la ve muy sociable, eso no te vendría mal —decía el joven de cabello azul mientras se tapaba la boca para esconder la descarada risilla que escapaba de sus labios con prácticamente cada sílaba que pronunciaba. —Aunque no sé Armin, si estuviera en tu lugar quizá esperaría un poco, tal vez —tuvo que detenerse o acabaría explotando de risa. —¿Tal vez a que madure un pelín? —logró terminar la frase a tiempo para poder soltar una sonora carcajada.

El adolescente de cabello azabache se cruzó de brazos y fijó su mirada de hielo en el joven a su lado, con el ceño fruncido y los labios deformados en una mueca de desaprobación.

Jamás lo reconocería en voz alta pero a veces las bromas de su hermano, por inocentes que fueran, podían resultar extremadamente crueles y dolorosas, o tal vez sería más correcto decir que lo eran cuando tocaban temas tan personales como aquella obsesión malsana que había desarrollado por la joven que, de nuevo, perdía el bus aquella tarde.

«¡No estoy loco! Mi desconocida existe, aunque hoy no se haya presentado a nuestra cita» pensó Armin contrariado, mientras intentaba apartar los malos pensamientos que empezaban a agolparse en su cerebro y que no dejaban de sugerirle que tal vez la joven ya no volviera a encontrarse con él.

—Uh… Ja-ja, muy gracioso —dijo tras un silencio que duró más de lo normal, —figúrate que es tan gracioso que en lugar de hacerme reír, casi me ha causado el efecto contrario —volvió a echarse hacia atrás en su asiento y se escurrió unos centímetros hacia abajo para que ningún pasajero pudiera ver el rubor en sus mejillas. —Como esas tonterías que dicen los profesores —continuaba hablando testarudo, negándose a admitir lo ridículo que se sentía. —Lo de que positivo más positivo es negativo o qué sé yo, ni me acuerdo de lo que decían… pero decían algo.

A pesar de la vergüenza visible en el rostro del moreno, la risa de Alexy aún tardaría unos minutos en cesar, y es que el pobre se había sentido tan angustiado al ver que su hermano desaparecía cada tarde varias horas, que durante una larga temporada llegó a pensar que se había metido en algún lío. Podría decirse, por tanto, que aquella risa no era más que una acumulación de estrés que al fin lograba abandonar el cuerpo del gemelo de cabello celeste, al descubrir que el gran secreto de Armin era que se dedicaba a dar paseos por la ciudad en un autobús.

—Entiéndeme —dijo una vez que se hubo calmado. —Es que llevas casi dos meses saliendo a la misma hora y no vuelves a casa hasta que se pone el sol —el joven se llevó una mano a la frente y apretó la fría palma contra la piel para intentar que la temperatura de su cabeza bajara. —Sé que me dijiste que venías aquí, a hacer… esto. Pero sinceramente, no esperaba que fuera cierto —se dio cuenta de que había vuelto a meter la pata tras ver la fina ceja derecha de su hermano arqueada. —O sea, que es de ti de quien hablamos, que se sepa nunca has mostrado interés por ninguna chica y menos si ésta implicaba tener que salir a la calle.

Armin levantó la mano izquierda en un gesto con el que claramente pedía a su hermano que guardara silencio y cuando hubo conseguido su objetivo, giró la cabeza sin molestarse siquiera en levantarla del respaldo del asiento y suspiró.

—Todos tenéis tan mal concepto de mí… —apretó los labios en una mueca de hastío que a Alexy le pareció más adorable que seria y volvió a concentrarse en el paisaje que se veía a través de las ventanas del autobús: en el gris intenso del asfalto y en las líneas blancas que separaban un carril de la carretera del otro, en la hermosa danza de las ramas de los árboles de hoja perenne cuando recibían la caricia del viento y en las odiosas tiendas llenas de personas que se amontonaban para comprar cualquier 'chorrada' para hacer felices a sus familiares por navidad.

Él sabía perfectamente que aquella muchacha de tez casi tan pálida como la suya tomaba siempre aquel autobús, el de la línea 14 en dirección a Manaya [2], había memorizado la hora exacta y el nombre de la parada, tenía claro que cada uno de sus encuentros había sido real y que no estaba loco, a pesar de que ahora su hermano dudara de sus palabras; y aunque hiciera ya tres días que no aparecía por el autobús, se negaba a perder la esperanza de volver a verla, porque ¿qué pasaría si, por ejemplo, estuviera faltando a su cita por un simple resfriado y él perdiera la fe y dejara de tomar el autobús? ¿Qué pensaría la joven de él si viera que era incapaz de esperarla ni siquiera tres míseros días?

«Te das cuenta de que te estás montando la película tú solito, ¿verdad? Lo más probable es que ni siquiera te preste atención cuando toma el bus y que por tanto, le dé exactamente lo mismo si dejas de tomarlo» le habló una voz en su cabeza, aquella que se había autoproclamado como su conciencia y a la cual había estado ignorando durante los últimos meses.

—Eso es totalmente imposible, porque me mira… siempre me mira, no son imaginaciones mías —susurró Armin.

En vista de que su gemelo no estaba haciendo nada malo y de lo importante que parecían aquellos viajecitos para él, tanto como para salir de casa cada día, olvidar sus videojuegos y hablar solo, Alexy no tuvo más remedio que aceptar aquella situación y dejar tranquilo al muchacho. Aunque por supuesto, todo aquel asunto de la misteriosa chica con la que según él se encontraba cada tarde le estaba matando de curiosidad. ¿Cómo sería la joven, tendría el cabello largo o corto, sería rubia o morena, de qué color tendría los ojos? ¿Sabría que su hermano se había obsesionado con ella, serían quizá pareja en secreto? Y si lo eran… ¿cómo se habían conocido y por qué se veían siempre en un autobús? Le costaba horrores imaginar a su hermano acercándose a una desconocida para saludarla o para pedirle su teléfono, pero todavía le costaba más imaginarse a Armin tomando el transporte público una y otra vez hasta dar con su chica, así que ya no se atrevía a dudar de ninguna teoría, por mucho que ésta se le antojara imposible.

—Como quieras hermanito, prometo no volver a molestarte con este tema nunca más —concluyó el adolescente de cabello azul.

—El caso es que lleva como tres días sin aparecer, ¿sabes? —dijo el moreno, incapaz de guardar su inquietud para sí mismo e ignorando lo que acababan de decirle. —Normalmente es bastante puntual, siempre toma el mismo autobús, el de las 18:40 pero lleva desaparecida desde el lunes, no sé qué habrá pasado. ¿Quizá ahora viaja en coche? — volvió a apretar los labios, no obstante en aquella ocasión no se detectaba ni un ápice de tirantez en su gesto. A continuación se incorporó rápidamente en su asiento y se encaramó a la ventana, apretando la palma de ambas manos contra el cristal así como su pálida frente. —Es posible que sea…

Alexy arqueó una ceja, se levantó un poco para mirar por encima de Armin e inspeccionó la calle tal y como éste había hecho, pero a diferencia del primer joven, no pudo o no supo ver nada extraño en el exterior. —¿Pasa algo? —se atrevió a preguntar al fin, cuando vio que la inquietud obligaba a su gemelo a ponerse en pie.

—¡Arriba Alex! —el moreno le dio unas palmaditas en el hombro a su acompañante para indicarle que se diera prisa y pasó por delante de éste, sin importarle que todavía no se hubiera levantado o que sus piernas golpearan con demasiada brusquedad las del pobre Alexy.

—Tenemos que bajar aquí —decía mientras avanzaba en solitario hasta la puerta trasera del autobús. —Tenemos que bajar aquí antes de que se marche porque si no me moriré de la curiosidad, ¿me sigues? —el vehículo se detuvo en la parada, los pasajeros que Armin tenía delante empezaron a bajar, pero Alexy todavía seguía avanzando por el pasillito entre asientos del autobús con demasiada calma.

—¡Alex! —el gemelo moreno miró un segundo a su hermano, después giró la cabeza hacia la puerta y de nuevo volvió a fijarse en su gemelo. Tenía que actuar rápido o el bus se pondría en marcha y perdería su única oportunidad de ver a la chica aquel día.

—Hay tiempo de sobras, reláj- —Antes de que el adolescente de cabello celeste pudiera terminar su frase, su gemelo le agarró de la muñeca y le arrastró fuera del vehículo, con tanta fuerza y premura que casi logró tirarle al suelo.

—¡¿Pero se puede saber qué te pasa?! —exclamó Alexy con tono molesto, mientras seguía a su hermano calle arriba, preguntándole a gritos si había perdido el juicio y es que era tan raro verle correr… por el amor de dios, ¡si siempre había odiado el deporte!

—¡Alex! —Armin se dio la vuelta un instante, lo justo para que su gemelo pudiera ver la urgencia presente en su rostro. —Si me retrasas te mato, ¡mueve el culo!

«¿Q-que mueva el culo?» Alexy obedeció sin comprender demasiado bien por qué lo hacía, pero no se atrevía a preguntar. Fuera lo que fuese lo que acababa de ver su hermano, si era tan importante como para justificar la actividad física, merecía darle una oportunidad.
—Pero como me hagas sudar y luego sea por un videojuego —jadeó el joven mientras corría —que has visto en un… —tomó un gran sorbo de aire para evitar caer redondo al suelo, pues hablar y correr al mismo tiempo no era tan fácil como le parecía en las películas, y acto seguido se forzó a terminar su amenaza: —escaparate, seré yo quien te mate.

[1] East Terrace: nombre ficticio con el que hago referencia a la ciudad donde está el instituto Sweet Amoris. Desconozco si dicha ciudad tiene nombre, si es así se me ha pasado completamente por alto

[2] Manaya: otro nombre ficticio con el que he decidido llamar a la ciudad de destino del autobús. Sin embargo, en este caso 'Manaya' es el nombre de un monstruo de un juego online. Simplemente me pareció gracioso llamar a una ciudad con ese nombre, dado que Armin es amante de los videojuegos.