-Necesitas un respiro.
La frase
viene de Hermione y normalmente Harry la ignoraría del mismo modo
que ignora todo lo que sean consejos sobre su salud física y mental.
Pero de verdad necesita un respiro.
Lleva todo el
curso obsesionado con Lord Voldemort y con Draco Malfoy; apenas
duerme y las ojeras forman parte ya de su fisonomía, como si no
tuviera bastante con el Quidditch y Hogwarts, hay que añadir las
clases con Dumbledore y esa pequeña obsesión que tiene últimamente
con el libro de Pociones.
Está resultando agotador.
Pero ahora
tiene a Ginny.
Bajan al campo con las escobas al hombro y
bromeando sobre una copa de Quidditch ya ganada y no celebrada.
Llevan el uniforme del equipo de Quidditch de Gryffindor y todos los
alumnos les miran al pasar.
No es como si ellos se dieran cuenta
ocupados como están en mirarse a los ojos y reírse de cosas
estúpidas.
Cuando llegan al campo de Quidditch, dan una patada en
el suelo al unísono y las carcajadas se confunden con el silbido de
las escobas.
Vuelan durante horas sin parar a respirar
siquiera. Se persiguen uno al otro ante la mirada atónita de algunos
estudiantes que les miran desde las gradas, juegan a imitarse
mientras el viento les revuelve el pelo, se lanzan quaffles entre
gritos sarcásticos y piques adolescentes y juegan al mejor de tres a
buscar la Snitch.
Cuando aterrizan, tienen las mejillas rojas,
los ojos brillantes y han acabado jugando al mejor de nueve. Ha
ganado Harry, pero Ginny se siente exultante.
En el fondo han
ganado los dos.
Caminan de la mano hacia los vestuarios
mientras Ginny cuenta historias de los Weasley. Le habla de un Percy
de apenas diez años encerrado en su habitación y con unas gafas
siempre más grandes de lo necesario que se le resbalan
constantemente por el puente de la nariz, le explica travesuras de
los gemelos y se ríe casi llorando.
Harry la mira y la
escucha, pero la verdad es que la mira más de lo que la escucha, no
lo puede evitar.
Tiene el pelo revuelto y las mejillas
arreboladas, el sol le da en el pelo y éste brilla más rojo y
Weasley que nunca, los ojos le centellean y cuando la mira, Harry
casi puede olvidarse de que se avecina una guerra.
Y Ginny iba
a hablarle de Bill y Charlie, que son a los que menos conoce, pero
justo entonces Harry se para y tira de la mano hacia él estirando de
Ginny.
Enreda los dedos en el pelo pelirrojo y la besa con los
ojos cerrados y la sensación de que eso se puede romper en cualquier
momento.
Nota la lengua caliente de Ginny contra la suya y empuja
contra ella y la aprieta un poco más contra él, como si tuviera
miedo de que en cualquier momento se la fueran a quitar.
Le
recorre la línea de la mandíbula con el pulgar mientras le muerde
los labios y cuando se separa para respirar, lo dice:
-Ginny.
Que
no es que sea nada importante en sí, pero es el tono.
Es la
urgencia con la que lo dice, la desesperación que se cuela entre las
sílabas y alarga las enes; es la mirada que tiene mientras se lo
dice, los ojos casi acuosos y la respiración acelerada por el beso.
Es el te quiero que suena de fondo, un poco ronco y
definitivamente poco usado, como las palabras de un niño cuando
empieza a hablar.
Ginny.
Y probablemente ese sea el
momento en el que Ginny se pierde en Harry Potter.
¿Antes de
eso?
Antes de eso Ginny estaba enamorada, pillada, colgada,
profundamente interesada en, se sentía atraída por, tenía una
especie de locura transitoria por, le hacía gracia, le gustaba Harry
Potter.
¿Ahora?
Ahora ha perdido una parte de ella misma en él
y sabe que no volverá a encontrarse.
No tal y como era antes
de eso, al menos.
Caminan hacia los vestidores en
silencio, cogidos aún de la mano y con los dedos entrelazados para
que no se escapen. Escuchan la respiración del otro y el ruido de
Hogwarts de fondo.
Cuando llegan a la puerta, Harry se ofrece a
esperar su turno para entrar en los vestuarios, Ginny se ríe echando
la cabeza hacia atrás y dejando las pecas del cuello al descubierto.
Luego dice algo como "no seas tonto" y le estira hacia
dentro.
Empieza como un beso sin maldad ninguna, apenas un
roce de labios. Cuando se quieren dar cuenta, Ginny está en
sujetador y Harry no ve de lejos porque sus gafas están tiradas en
el suelo junto a su camiseta. Se besan entre jadeos y susurros que
prometen amor eterno y se lamen la piel dejando rastros de saliva que
se pierden debajo de otros nuevos.
Llegan a las duchas con los
ojos cerrados y palpando las paredes con los cuerpos. Chocan y se
paran a besarse, se besan mientras andan a trompicones y se besan
parados en medio del pasillo sólo sintiéndose uno al otro. Cuando
finalmente chocan contra la pared de una ducha, ésta se enciende
automáticamente y la ropa se les pega al cuerpo.
También se les
pega la risa y entre carcajada y carcajada se desvisten uno al otro
con el agua aún cayéndoles encima.
No es que sea una gran
primera vez. De hecho ni siquiera es la primera vez. Pero sí es la
primera vez después de saber que Harry es el hombre de su vida. (O
algo igual de cursi que negará haber dicho o siquiera
pensado).
Pero.
Está lo de las duchas, y está la cara
de Harry a pocos centímetros de la de ella mientras lo hacen. Son
sus ojos. Verdes y sin apartarse de ella, como si quisiera memorizar
cada segundo y guardarlo en algún lugar dentro de él donde nadie
pudiera tocarlo. (Tocarla)
Y al final, no puede evitar gemir su
nombre (Harry) contra la clavícula y besarle con los ojos cerrados
mientras lo piensa.
Te quiero.
Está definitivamente
perdida.
(Y ni siquiera se quiere encontrar)
