Evidentemente nada me pertenece y mi madre me está dando la brasa con que me vaya a dormir.
Privet Drive. Número 4.
Parecía que nunca acabaría… el tiempo, más que pasar, se arrastraba sobre él… como en un embudo, giraba formando espirales en torno a la misma sedentaria rutina, siempre igual, cada vez más rápido, y cada vez más cerca del final… Angostado, un joven de 15 años vegetaba desparramado en el suelo de su habitación, con la espalda apoyada contra el pie de su cama, los verdes ojos fijos en un punto indeterminado entre la puerta del cuarto y él.
Se había dejado consumir desde que llegó allí de la escuela, sin nada que hacer, olvidando los quehaceres escolares; sin nadie a quien escribir, los "amigos" que le escribían no ponían más que trivialidades sobre lo bien que se lo pasaba la pareja en sus vacaciones conjuntas; sin nada en que pensar… con todo un verano por delante para atormentarse por la irresponsabilidad cometida el curso pasado, que le costó la vida de su padrino y un cargo de conciencia del que dudaba que nunca pudiese verse libre… tampoco lo merecía.
Otro día… la ropa yacía amontonada a un metro de él, el polvo se iba acumulando sobre sus libros escolares, unos sobre otros a la izquierda de la puerta, único testigo del paso del tiempo. Los ojos seguían fijos, inexpresivos y meditabundos.
Sus tíos no se habían preocupado por él más de lo estrictamente necesario, le habían informado de que se iban de vacaciones a Ibiza y de que, evidentemente, él no los iba a acompañar. Le habían dejado comida por miedo a las posibles represalias de los conocidos y protectores magos del chaval, pero éste no había movido un solo músculo desde que, después de irse sus familiares, se había recostado contra la cama.
Una… dos… tres horas… zumbido… ya para. Ulular… un cuco… Zumbido… zumbido… zumbido… alarmantemente intenso zumbido… no salía de su estupor, las manos reposaban laxas sobre la moqueta, semiabiertas y con la varita a medio metro… el zumbido… molesto… empezaron a vibrarle los tímpanos, reverberándole la cabeza por dentro… ¡dioses! ¡es insoportable! El primer gesto de vida que dio el chaval en los últimos días fue el de llevarse las manos a las sienes y encoger el cuerpo, tratando de aliviar el dolor que se extendía por su cráneo.
Sin ser aún consciente de su desnutrición, el joven Potter se revolcaba y agitaba espasmódicamente desordenando aún más su habitación, volcando una banqueta y tirando al suelo los libros abiertos sobre su mesa.
Cuando había llegado a la casa de sus tíos a principios del verano, había tratado de continuar con su vida como si nada… pero le resultó imposible, cuando estaban sus tíos, aún: bajaba a la cocina y trataba de aparentar seguir normal, no para no preocuparles, eso le daba igual, sino para que no se entrometiesen en sus problemas y luego pudiesen mortificarlo con ello… pero en cuanto se fueron su pequeño bastión de razón se derrumbó en cuestión de horas.
Al principio tenía pesadillas con ello, luego los sueños lo asaltaban a todas horas: repetía la muerte de sus seres queridos una y otra vez… pero eso no fue lo peor… eso llegó después, cuando siguiendo un razonamiento que encontraba totalmente lógico, se culpaba a sí mismo de sus muertes e imaginaba situaciones similares en un futuro con los pocos seres queridos que le quedaban.
Errare humanum est… ven hijo mío
Una voz se filtró entre su mente, ya que no por sus oídos, que en estos momentos se debatían contra un millón de agujas que le taladraban desde dentro y desde fuera.
El señor es mi pastor…
-¡NO! ¡¡¡¡ALÉJATE!!!- Bramó el joven, ahora de pies y con las manos aún en los oídos.
…en verdes praderas me hace recostar…
-¡FUERA! ¡LARGO DE AQUÍ!
…me conduce por mansos caminos…
-noooooooo…- ahora el chico se arrodillaba, llorando y derramando lágrimas tapándose todavía los oídos.
… y a frescas fuentes me lleva a repostar.
-Ah!- Tomó aire bruscamente, llenando los pulmones, que se habían quedado vacíos durante el llanto, jadeó y se le cortó el aliento.
Las pupilas se le empequeñecieron como si tuviese la cara frente a una enorme linterna y la boca se entreabrió de asombro… las manos cayeron a ambos costados de su cuerpo, los hombros relajados, la frente lisa y relajada, libre de las arrugas que hasta ahora la cubrían.
Ven a mí… vuelve a ellos… llévales mi mensaje… otra vez… cambia los métodos, los últimos parece que no les calaron bien.
