HISTORIA DE UN AMOR

Capítulo beteado por Karen Páez

Beta FFAD

Capítulo 1.

POV Bella.

―Despierta, Isabella. ―Sí, esa es Rosalie, señores, quién no tenía un puto respeto por mi dormir―. Levanta ese culo, Bella. ―Ella estaba halando mis sábanas en su intento para que yo me levantara.

― ¡Haz silencio, Rose! ―le respondí mientras ella me quitó mi sábana y abrió las persianas, el fabuloso sol de California resplandecía como lo había hecho durante estos tres últimos meses que llevábamos desde que nos mudamos.

―Rosalie ―le hablé aún con los ojos cerrados―. ¿Qué pasa?

―Bella, hoy es la apertura del café de Jasper ―dijo resuelta.

―La apertura es a las cuatro de la tarde y son… ―Hice una pausa para buscar el despertador y revisarlo con un solo ojo―. ¡Las 2 de la tarde!

¿QUÉ?, grité en mi mente. Había llegado alrededor de las tres de la madrugada del fabuloso (nótese el sarcasmo) acto de clausura de "Mujeres en arte por individualismo". Ja, solo vi a un montón de mujeres toconas y de rabo verde que tenían como mínimo cuarenta años de edad, comiéndose con los ojos a los no tan apenados y supuestos artistas. En mi pobre opinión de arte (aunque es lo que estudié), solo eran cuadros vulgares y chillones que no mostraban individualidad, a menos que ser individual sea dejar a tu esposo e hijos para irte a un galpón remodelado por algunos pobres hombres con ganas de ser artistas y actuar como si tuvieras veinte años en lugar de cincuenta años. Todo esto era deprimente, pero no podía hacer nada contra ello porque en este momento todo lo que tanto me entristecía se caracterizaba por ser mi empleo.

Rosalie salió del cuarto, yo me levanté y entré al baño del pasillo. No me veía en el espejo hace seis años, lo evitaba todo lo que podía, quiero decir, nada debe haber cambiado: sigo teniendo mis ojos color café, cabello café, piel blanca (vaya a saber por herencia de quién), mejillas rosadas, mi labio inferior más carnoso que mi labio superior, cuerpo delgado, piernas largas y con la cantidad necesaria de carne para cubrirlas. Sí, esa era yo: Isabella de apellido Swan, sin madre ni padre, criada en un orfanato en Forks, o más bien, en una cárcel. Me refiero a que mi niñez estuvo llena de quehaceres, golpizas y uno que otro intento de la señora Barris, dueña del orfanato, por hacerme una fulana. Todo eso hasta que el alcalde del pequeño pueblo decidió que las niñas del "Buen orfanato: Luz del Día" podíamos empezar a asistir a la escuela secundaria de Forks.

Desde ahí todo pareció mejorar, ya que conocí a los Hale. Rosalie y Jasper eran dos gemelos de complexión parecida pero carácter completamente diferente. Rosalie era una chica alta, realmente hermosa, con cabello largo, rubio y ligeramente ondulado, sus ojos eran azules, las facciones de su rostro eran finas, labios carnosos y nariz respingada, curvas pronunciadas, piernas largas y bien torneadas; en pocas palabras ella parecía una supermodelo. En cuanto a su forma de ser, bueno, tenía carácter fuerte, no dejaba que nada ni nadie pasara por encima de ella, amaba los niños y tú elegías si querías tenerla como amiga o como enemiga, aunque sinceramente considero al pobre que se la lleve como enemiga. Jasper no era muy diferente hablando de su aspecto físico, era un poco flacucho pero eso no lo hacía menos atractivo, su cabello era igual al de Rosalie pero lo tenía un poco más debajo de las orejas, se podían apreciar algunos músculos no muy pronunciados en sus brazos y piernas, era un poco más alto que ella, las facciones de su rostro también eran finas y tenía el mismo color de ojos que su hermana. Hablando de su carácter, él era pacífico, no le gustaba entrar en conflictos con nadie y a veces hacía lo que Rosalie le pedía solo para no discutir con ella, también era un gran amigo, sabía escuchar y daba excelentes consejos.

Les debo mucho a ellos y a sus padres, éstos últimos, al ver la amistad que yo tenía con los gemelos Hale, se ofrecieron a pagar mi carrera. Ellos y él (Edward), fueron la luz que me sacó de la oscuridad que suponía mi vida, ellos me enseñaron las cosas buenas de la amistad. Pese a que yo sabía que no era alguien buena para ellos, me mantuve cerca y le entregué mi corazón en mi primer beso a él: "Edward". Pensar en él aún me hace sentir nostalgia y buenos recuerdos vienen a mi memoria, como las tardes que pasábamos juntos en la playa "La Push". Pero como todo en mi vida, nada dura lo suficiente, conforme él cumplió los dieciocho años de edad se fue. ¿A dónde?, la verdad es que no lo recuerdo, no obstante se llevó las únicas alegrías completas que había tenido en mi corta vida.

―Isabella, ya basta de estar lamentándote por el pasado. ―Escuché la voz de Rosalie y eso me hizo salir de mis recuerdos.

―¿Crees que está todo bien? ―Jasper se notaba bastante nervioso.

Rosalie y yo estábamos en la barra del nuevo café de Jasper. Era moderno, situado en una esquina, contaba con dos plantas, en la primera planta pedías tu orden y había cuatro mesas redondas de color verde claro con tres sillas de color rojo. En las paredes se podían ver cuadros y lienzos de bandas además de fotos con paisajes de Forks, Seattle, la Push y la bahía de California al amanecer, claro, todas tomadas por mí. A Jazz le gustaban mis capturas de paisajes naturales. Las paredes se ubicaban frente a la barra, había una lateral de vidrio polarizado en donde se podía ver el sol. La planta alta tenía más o menos la misma decoración, con la pequeña diferencia de que las mesas eran rojas y las sillas verdes, al estilo fuente de soda de los ochenta, en las paredes había fotos en blanco y negro. Si me lo preguntan, era un buen lugar y ya estaba todo listo para la apertura, incluyendo el personal.

―Oh, ¿Bella?

―Dime, Jazz.

―¿Podrías cubrir? Me faltan dos camareras. ―Asentí con la cabeza mientras le sonreía. Bueno, creo que no todo estaba listo.

―Claro, voy a ponerme la blusa del uniforme. ―Caminé hacia la trastienda a ponerme la camisa negra, en la que se leía perfectamente en letras color fucsia "Coffee Jazz".

Para cuando salí, el lugar ya estaba abierto, habían varias personas pues el ingenio de Rosalie sirvió: le había recomendado a Jazz la apertura un día viernes a las cuatro, cuando muchas personas salían de su trabajo.

El lugar estaba justo al frente del "Medical Callcenter Hospital" y al lado se distinguía una librería a una manzana de la universidad. Esta hora era perfecta y Jazz estaba regalando café por cada pie que se comprara, esa había sido una idea inteligente. Desde que salí, no tuve un minuto para nada que no fuera servir a las personas del lugar, solo veía a Jazz en la caja con una sonrisa que competía con el resplandor del sol.

Rosalie servía en la barra y yo atendía mesas junto con Alice y Tanya. La primera era una chica de veintidós años, recién egresada y sin empleo, cabello negro y corto, ojos oscuros, de baja estatura, sin embargo, eso no le quitaba ni una pizca de energía, sus facciones eran parecidas a las de un duendecillo; la segunda, era una chica rubia muy mona pero algo guarra, era alta como Rose, ojos de color café claro, cabello rizado y cuerpo escultural.

En fin, estuvimos así por un tiempo hasta que escuché mi nombre. ―¿Isabella?

Me giré para ver quién era y mi sorpresa fue muy grande. ―¡Doctor C.!

―Isabella. ―él se acercó y me tendió una mano, la estreché sin miramientos.

Este guapo doctor de ojos verdes, cabello rubio, alto y ligeramente fornido me atendió muchas veces en el orfanato por accidentes torpes o cuando me zurraban hasta dejarme inconsciente.

―¡Qué alegría! ¿Trabajas aquí? ―preguntó sin dejar de lado su sonrisa.

―Algo así, el lugar es de Jazz.

―Bueno, felicidades. Quisiera quedarme a charlar, pero debo irme, trabajo al frente.

―¡Un placer verlo, Doc.!

Una sonrisa en mi cara permaneció por un rato, tomé un descanso y me senté junto a Jazz en la caja.

―¡Te van los doctores cuarentones! ―exclamó a modo de juego, pero yo sabía que en realidad él tenía curiosidad por saber lo que me había dicho.

―Es el doctor que nos revisaba en la prisión ―le conté, refiriéndome al orfanato.

―¡Ok! ―dijo y volvió a su trabajo.

Alice se acercó a nosotros para cancelar el pago de una mesa de arriba, en ese instante vi los ojos de Jazz comerse a la chica de cabello negro y labios rojos.

―¡Aquí! Setenta y tres dólares. ―Dio un billete y miró fijamente a Jasper―. Mesa seis, Jasper.

El modo en que dijo su nombre hizo que el rubio se atragantara y yo hice un esfuerzo por no reírme. Jamás, desde mis dieciséis años hasta hoy con veintitrés años, vi a Jasper sonrojarse. ¿Nervioso?

―¡Claro, Alice! ―Mientras él cobró, jamás dejaron de verse.

―¡Aquí tienes!

―Gracias, jefe. ―Y se fue casi bailando.

Aclaré mi garganta y lo vi fijamente hasta que volteó a verme y estaba… ¡¿sonrojado?! Sonrojado, Jasper Hale, residente de psicología, egresado del IVY Club, sonrojado. Oh por Dios, me grité mentalmente.

―¿Qué?

―"¡Nada, jefe!" ―Solté la carcajada que estaba conteniendo hace rato y me levanté de mi puesto para seguir atendiendo mesas, dejando a un enfurruñado Jasper.

Así transcurrió la tarde. Rememoré mi breve encuentro con el doctor, tal vez debí preguntarle por Esme. Ella era una agradable mujer, muy maternal, su cara era en forma de corazón, su cabello ligeramente ondulado de color caramelo y ojos verdes como su hermana Elizabeth, quien no era tan agradable, más bien algo así como racista y prejuiciosa con los ricos. Elizabeth, tristemente era la mamá de Edward, era bueno que Esme haya influenciado en él, de repente mi corazón se aceleró y mi pulso se disparó cuando llegó a mi mente que el buen doctor debía saber de Edward, al menos para saber de su vida, tal vez se haya casado y tenga hijos.

! Auch, duele pensar en esa posibilidad! O tal vezNo vallas allí, Bella, me reprendí. No fuiste tan buena para él como para que pudiera enamorarse de ti. Eso es todo… Amigos… Y estaba bien, porque él era un chico inalcanzable para una pobre huérfana de Forks. Siendo él, hijo de una de las familias más acaudaladas del estado de Washington, jamás pensaría en tener una relación amorosa con alguien como yo, no sería una buena idea. Así que si lo veo algún día, lo saludaré y seguiré adelante, eso es lo mejor que puedo hacer.

Duré demasiado tiempo distraída y cuando levanté la vista, Rosalie y Jasper estaban hablando cerca de la entrada y el local estaba completamente vacío. Me apresuré hacia ellos.

―Creo que el brillo de la mesa te cegó ―comentó Jasper.

―Cállate, jefe. ―Le lancé una mirada asesina para que no me molestara más.

Nos dirigimos al carro para ir a casa, en eso, vimos un grupo de doctores salir del hospital. Pude distinguir a uno enorme que parecía más bien luchador profesional, sin embargo no le di importancia y seguí caminando con mis amigos. En el viaje de regreso a casa, solo nos dedicamos a hablar acerca de la productiva tarde. Ya habíamos llegado a casa, yo me fui directo a mi habitación a dejar mis cosas y pasarme un poco de agua por la cara, cuando salí a la cocina Rosalie le preguntaba a Jasper cómo iba a hacer si quería abrir el local el día siguiente en la mañana, ya que ambos estaban ocupados.

―Yo podría ―me ofrecí. De todas formas, todavía no tenía empleo fijo, solo era fotógrafa cuando alguien me contrataba por una temporada y no es que fueran muy buenos empleos―. Ya saben, tengo los días libres hasta que consiga un empleo, o algo parecido. ―Me encogí de hombros.

―¿Lo harías por mí? ―preguntó Jazz, viéndome desde su posición en la barra de la cocina.

―Por ti, jefe ―le dije en modo sugerente. Él se puso rojo y Rosalie nos veía arqueando una ceja―. Lo haría sin pensarlo dos veces.

―O-O-Ok ―tartamudeó.

Rosalie se puso delante de nosotros. ―A ver… dígame alguien de qué trata eso de "jefe" ―cuestionó mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

Jasper tragó saliva.

―Nada, Rose. No es nada. ―Hizo una pausa y me miró―. Nos vemos en el local, Bella, a la seis de la mañana. ―Y, sin decir más, se retiró a su habitación.

Yo estaba casi sin aire de tanto reír, Rosalie mantenía su ceja arqueada y me veía sin comprender lo que había sucedido. Pasaron unos cuantos minutos hasta que tomé airé, para ese momento, Rosalie seguía viéndome con la misma expresión en su rostro.

―Olvídalo, Rose. Buenas noches ―me despedí y me fui a mi habitación antes de que ella me acorralara en busca de respuestas.

En cuanto llegué a mi habitación, busqué en la última gaveta una caja de zapatos con fotos y envolturas de chicle y caramelos, al fondo había una pequeña caja cuadrada de color amarillo, la abrí y observé cómo reposaba una hermosa cadenita de oro con un dije en forma de corazón de Ssharosky. Me la puse hace un tiempo, en el momento en el que me molesté con Edward por irse, me la quité y la guardé. Después, supongo que simplemente olvidé ponérmela, pero ya era tiempo… Ya no estaba molesta y había comprendido que yo no era la mujer para él, me había dejado un recuerdo maravillosamente grato y eso era lo único que necesitaba. Sin más me acosté en mi cama, mañana sería otro día.


Hola, mi nombre es Karen, soy la beta de Yessifer. Les quiero dar la bienvenida a su nueva historia, de verdad espero que les guste y no duden en dejar sus comentarios o críticas. Nos leemos en una próxima ocasión.