Shaman King definitivamente no me pertenece.


Su aroma lo envenenaba, lo hacía retorcerse, temblar.

Quería más.

Sentía como sus traviesos dedos jugaban con su cabello, su cuello, su espalda, sus brazos, siempre explorando, siempre buscando por más. Jugaban con su cara, su cadera, pequeños toques en sus senos, no muy fuertes, no muy suaves, exploraban los pequeños huecos a lo bajo de su espalda.

"Hmm"

Cada noche era así, un juego, una competencia; quién lograba explorar más, jugar más, quién hacía gemir al otro más, ponían sus límites a prueba.

Nunca empezaba igual; ayer fue mientras él cocinaba, ella simplemente llegó y apagó la estufa, le quitó el delantal, nunca se hacían preguntas. En la tarde él apagó el televisor, la miró desafiante –con cierto miedo, estaban pasando su novela favorita–, una sonrisa traviesa adornando sus labios.

Ella amaba esa sonrisa.

A veces jugaban, pequeñas mordidas, rasguños, le encantaba sentirlo cerca –muy cerca–, su calor la excitaba aún más, a veces le dolía la cabeza después, una que otra jalada de pelo fuerte que sacaba los más agudos gemidos de su boca, él nunca se imaginó en su adolescencia que la toda poderosa tirana pudiese gemir, ronronear como una gatita.

Le encantaban esos gemidos largos, casi perezosos, que a veces soltaba cuando tocaba el punto exacto entre sus piernas de manera lenta, lleno de paciencia; la paciencia siempre fue su más grande virtud, aunque para ella aquello era tortura, nunca fue buena esperando, quería todo listo y resuelto de la manera más rápida.

Era su propia venganza, hacerla esperar, torturarla casi, llevarla al borde y luego parar, tardando más, sintiendo como lo rasguñaba más fuerte, lo apretaba aún más, se desesperaba y se sonrojaba a causa de la desesperación.

A veces la volteaba, la besaba, la lamía, pasaba sus manos de forma hambrienta, rozaba el costado de sus senos y sentía como se tensaba, apretaba las sabanas un poco más fuerte y ella misma retomaba el control, no lo dejaba disfrutar mucho de su punto débil; rodeaba su cintura con sus largas piernas y un cierto brillo en sus ojos lo invitaba a jugar con sus senos, los mordía, lamía sus pezones, se erizaban, sus manos casi torpes aprensándola ligeramente.

"Ahh"

No se intercambiaban palabras, ya conocía su cuerpo demasiado bien, sabía cuándo necesitaba ir más rápido, más lento, sabía cuando poner más presión.

Ella a veces se agachaba para él, con su mano derecha –siempre la derecha– se limpiaba los restos de la boca segundos después e sentir sobre su lengua el ligero temblor que recorría el cuerpo entero de su amante.

Muchas veces se preguntaba quién era realmente el dominante en la cama. ¿Era realmente él, en medio de toda la forjadura y la autoridad con la que la distraía de sus actividades diarias? ¿O ella que sin siquiera intentarlo lo hacía regresar por más?


Necesito dormir.
También necesito dejar de pensar tanto en la vida sexual de Yoh y Anna.
Espero no haya sido muy OOC, exijo leer sus opiniones!
GRACIAS MISSI, NO LO HUBIESE TERMINADO SIN TU MENTE LLENA DE SEXO.

Robín