Distraídamente navego por mi ordenador, estoy hastiada de la realidad que me abruma, enclaustrada en una oficina desde la que contemplo la belleza de la ciudad, mientras los murmullos de la gente trabajando a mi alrededor y música de fondo suenan a lo lejos.
He terminado mi carga de trabajo diaria y puedo permitirme un minuto de relajación mientras espero que el reloj marque la hora de salida. Busco algo que leer, algo que me entretenga mientras espero partir y de pronto, sin quererlo mi mente se encamina a ti, a tus pasos.
¿Cómo es que llegamos a esto? ¿es verdad que el destino es la senda que se nos da? Me niego… me negaba a creer en ello pero con tristeza me percato de que esa es una lapidaria verdad, pareciera ser que en algún momento nuestras vidas tomaron otro rumbo, lejos han quedado aquellas tardes en las que compartíamos nuestros pensamientos, en las que planeábamos nuestros futuros, sólo pensar en esa época hace que una especie de braza que creía ya extinta renazca en mi interior y me siento sumergida en una placentera nostalgia que me eriza los bellos de la piel y me calienta el corazón.
Solíamos ser no solo amigas, sino compinches, cómplices, solíamos pasar la tarde riendo de naderías, soñando despiertas y ahora escasamente sé de ti, ¿dónde quedó esa amistad que llamamos eterna? ¿dónde quedaron las llamadas a altas horas de la noche? Estamos distanciadas en todos los sentidos, geográfica y emocionalmente, parece ser que nuestras vidas jamás se tocarán de nuevo y no quiero aceptarlo, pero no estoy dispuesta a mover un solo dedo para evitarlo.
Finalmente, la hora de salir del trabajo se acerca, uno a uno los compañeros de la oficina se despiden con el clásico "hasta mañana", estoy juntando mis cosas para apagar la PC y salir a la calle, cuento el cambio que porto en el interior de mi bolsillo y parto.
Mientras espero en la parada del camión mi transporte a casa, observo con detenimiento la ciudad, es sin duda bella, turistas pasean alrededor fotografiando la bella arquitectura del lugar y yo pienso en lo afortunados que son por permitirse merodear plácidamente por cada uno de los recovecos de esa bella ciudad.
Tengo lo que deseo y sin embargo no lo quiero, pienso para mis adentros mientas sonrío distraídamente a una pareja que choca conmigo. Trabajo en una bella ciudad, la cual jamás recorro por falta de tiempo, tan absorta estoy en querer más en desear lo que ya fue que no disfruto el ahora, ¿por qué no puedo ser feliz? ¿por qué la gente a mi alrededor parece conseguir la felicidad tan fácilmente mientras que yo he pasado toda mi vida buscándola? Pareciera ser que siempre vivo a destiempo, tan preocupada por el futuro que desperdicio el presente y después lamento el pasado.
¿Por qué tengo esta vena filosófica meditabunda que me obliga a cuestionar todo? ¿por qué no puedo ser feliz y ya? ¡feliz simplemente porque estoy viva, porque tengo un techo sobre mi cabeza y comida en mi mesa cada día!
No, pareciera ser que mi naturaleza inquisitiva me impulsa siempre al desconsuelo. Y aquí estoy de nuevo, ahora mes cuestiono si es que nos volvemos insensibles a la belleza ¿por qué una ciudad con un pasado histórico tan vasto y una riqueza arquitectónica enorme sufre el desprecio de sus habitantes al grado de banalizarla con grafitis callejeros? ¿Cómo puede la belleza provocar tal desprecio? ¿por qué dañar algo que es hermoso? ¿qué clase de monstruo insensible piensa que es merecedor de profanar la belleza? ¿es acaso maldad innata o puro desconocimiento?
Mis cavilaciones se ven interrumpida por el arribo del camión que estaba esperando, tras pagar el pasaje a un rechoncho conductor al cual parezco desagradarle, me voy hasta las últimas filas del camión y me siento colocando la mochila en mi regazo.
Al avanzar el camión el aire se filtra por las ventanas, mientras observo el ir y venir de la gente mis pensamientos me llevan de nuevo a ti, extraño tu sonrisa, tus ojos, ahora no somos más que extrañas, saco mi celular y veo una vieja conversación de hace algunos meses llena de formulismos sociales, que más que indicar la existencia de una amistad pareciera denotar incomodidad.
Estas no somos nosotras, escasamente logro reconocerme en esta conversación colmada de "saludos cordiales" y clausulas sociales. Solíamos ser tan libres, tan espontaneas y ahora todo se siente forzado, hemos cambiado y me duele, porque ya no encuentro en ti la persona a la que apreciaba, me eres desconocida y lo que más me aterra es que probablemente tú pienses lo mismo con respecto a mí.
Lejos quedaron esas conversaciones de camaradería y de torpe seducción, sonrío al recordar esos tiempos en los que "querías conmigo" y yo estaba tan ocupada "queriendo" con alguien más que no me percataba de ello.
¿Habríamos funcionado como pareja? Es una pregunta que constante mente me hago y que a estas alturas francamente no tiene caso, pero no puedo evitar que al menos una vez al día esta persistente pregunta me carcoma por dentro...
