La felicidad es un maquillaje
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de los Juegos del Hambre es propiedad de Suzanne Collins.
Este fic participa en el fandom "Los Juegos del Hambre" en el Reto: "Estaciones" del Foro "La Revolución de los Fandoms".
I
Esperanza de otoño
Tus labios se mantienen trémulos mientras que escuchas el eco de las pisadas sobre la tierra mojada. Contienes la respiración, y en tu mente comienzas a formular una lista de posibles identidades de las pisadas que te crispan los nervios. Llevas demasiado tiempo camuflado por medio de la naturaleza, permaneciendo como una porción más del variopinto paisaje, que te paraliza la posibilidad de morir antes de verla por última vez.
A ella.
Las esperanzas te van abandonando poco a poco. Cada noche que permaneces allí paralizado, invadido por el miedo que suponen los profesionales que aún siguen con vida, observando los rostros etéreos de los demás tributos que no escapan de las garras de la muerte.
«Quedan tan pocos —piensas y no te avergüenzas de ello. No te avergüenzas por desear una oportunidad de seguir viviendo, una oportunidad de poder abrazarla una vez más antes de sacrificarte heroicamente para que vuelva al distrito doce—. Katniss sigue con vida.»
Noche tras noche observas los anuncios del Capitolio; el delicado sonido del himno sonando, el escudo reflejado en el cielo invisible de la arena, y el número del distrito al que pertenece cada caído. Jamás aparece el distrito doce. Lo que significa que tanto Katniss como tú siguen con vida.
A veces, te parece que ya estás muerto, que ya partiste en busca de un mundo donde no existe un sufrimiento. La inmovilidad y la soledad que supone estar allí, clavado en lo profundo de la tierra, te hace sentir inútil, casi inexistente.
Las pisadas siguen aumentando. Tu oído permanece alerta, y ni siquiera el discurrir del río te impide percibir que cada vez se encuentran más cerca. Las copas de los árboles se agitan por el murmullo del viento y las ramas se arañan las unas a las otras. Y en medio de tu observación, como por azar del destino, aparece ella pintada como un ángel caído del cielo.
«Estoy delirando. Tiene que ser una visión producto de la fiebre.»
—Tu frente está hirviendo —la voz suena como la de Katniss. Sus manos te acarician el rostro como si temiera lastimarte—. La herida es profunda. ¿Quién te la hizo?
Las palabras se te traban en la lengua. De repente, parece que olvidaste cómo utilizar las cuerdas vocales.
—Cato. Fue Cato quien lo hizo.
Tus párpados comienzan a pesar demasiado, parecen volverse de plomo, y la cabeza te da vueltas. El corte en la pierna ya no envía oleadas del dolor al resto del cuerpo. Es como si dejaras de sentir.
«¿Estoy a punto de morir? —La idea no te parece tan disparatada en ese momento. Ya la tienes a tu lado. No pudiste abrazarla pero la volviste a ver—. Ya es hora de partir.»
Antes de desmayarte alcanzas a divisar las hojas de otoño desprendiéndose de los pinos.
