Holaaa! Primero que todo quiero agradecer a aquellas personas que han invertido algunos minutos de su tiempo para leer mi historia, espero les agrade, es la primera que escribo, así que me encantaría recibir sus recomendaciones :D
De igual manera, aclaro que en esta historia parto de algunos aspectos básicos que se plantean en el manga/anime Kamisama H., sin embargo, no sigo al pie de la letra lo allí planteado, pues al ser un universo alternativo he adaptado muchas situaciones a un nuevo escenario.
Finalmente, Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de propiedad de Julietta Susuki- sensei (quizá algún día me decida a secuestrar a Tomoe, pero de momento aun estoy indecisa al respecto XD )
LA MALDICIÓN QUE SALVÓ A TOMOE:
Capítulo 1
Era un día especial en la ciénaga de Tatara Numa. Himemiko finalmente iba a presentar a su prometido. Se sentía totalmente nerviosa, no sabía si su gente sabría aceptar a un humano como su corazón lo había hecho.
Aun recordaba cómo se habían conocido. Había sido hace diez años. En el borde de la ciénaga. Qué noche aquella. Suspiró rememorándolo todo:
Ella sintió una presencia humana acercándose, era un corazón abatido, lleno de tristeza. La figura de un pequeño niño se acercó hasta la orilla de la ciénaga, miró su reflejo provocado por la luz que reflectaba la luna. El agua formó ligeras hondas, provocadas por las lágrimas que el niño dejaba caer en el lugar. Himemiko sintió un apretón en el corazón, esa criatura había generado una reacción que nunca esperó volver a sentir. Amor. Nunca había olvidado la sensación, pero hacía mucho no la sentía.
- Qué lindo rostro, pensó, pero lo que más apreció fue la forma en la que sus ojos dejaban ver una gran inocencia y un hondo pesar que solo alguien que había sufrido podría comprender. Y ella lo hacía.
El joven susurró unas palabras tan bajas que de no ser por su condición de yokai jamás habría podido entender.
- Si muriera ahora, a nadie le importaría, nadie lo sabría.
Esas palabras la hicieron estremecerse, si nadie le quería, ella sí, definitivamente sí, lo atesoraría como nadie más lo ha hecho, pero ¿podría él apreciarla a ella? Bien, pues no lo sabría si no lo intentaba y por lo que veía tenía que hacerlo en esos momentos, ya que el joven tenía intención de lanzarse a las heladas aguas de la ciénaga, moriría sin lugar a dudas.
Justo cuando el niño empezaba a tomar impulso, escuchó una voz que le asustó al punto en que cayó en el piso con gran estruendo.
- ¡Espera! Le dijo la voz.
- ¡Eh! ¡Qué! ¿Quién anda ahí?
- ¿Qué tienes pequeño niño? ¿Por qué quieres lanzarte a estas aguas?
- El niño miró a un lado y a otro, pero no vio a nadie.
- ¿Acaso he enloquecido? O ¿Eres un fantasma?
- Ni lo uno ni lo otro. Soy la protectora de estas aguas, y he visto tu pesar, así que dime, ¿en qué te puedo ayudar?
- Yo… no, nadie me puede ayudar.
- ¿Por qué?
- Porque nadie me puede devolver a mis padres, dijo el pequeño entre suaves sollozos. El sendero de sus lágrimas era iluminado por la luz de la luna, que desaparecía por momentos entre las nubes.
- ¿Tus padres murieron?
- Sssi, hipó el niño. Ahora estoy solo en este mundo, me escapé del hogar de paso al que me llevaron, yo, yo me quiero reunir con mis padres.
- Ay, pequeño niño, cuánto dolor alberga tu joven corazón. ¿Cómo te llamas?
- Kotarou.
- Qué lindo nombre. Eres muy dulce, lo sabes, ¿no?
- ¿Yo? No, no lo soy. En la escuela todos me ignoran. No le importo a nadie.
- A mí me importas.
- ¿Cómo puede ser posible si recién nos conocemos?
- Bueno, porque entiendo tu dolor. Y quiero ayudarte. Quiero proponerte una solución pero no sé si puedas confiar en mí.
- ¿Qué solución?
- Bueno, yo te ayudaré, vivirás en mi reino y te cuidaré. A mí siempre me importarás Kotarou, así que… ¿quisieras vivir en esta ciénaga…conmigo?
- Yo…no lo sé, dijo el niño sonrojándose, sin saber por qué su corazón le decía que podía confiar en la voz que le hablaba desde el agua.
- Yo quiero verte primero, replicó el niño con voz tímida.
- Oh Kotarou, me da miedo.
- ¿Por qué?
- Porque no te gustaré y entonces mi corazón se romperá.
- Pero me gusta tu voz.
- ¿De verdad?
- Sí, dijo el niño sonriendo tiernamente. Así que déjame verte, por favor.
Himemiko dudó, pero al final dejó ver su forma yokai. El niño la miró fijamente por lo que a ella le parecieron horas, aunque solo fueron un par de segundos, hasta que repentinamente él le sonrió y le dijo:
- ¡Eres linda!
Y así empezaría la historia entre una yokai pez-gato, que ayudó al que después se convertiría en su consorte. Pero esa es otra historia.
La puerta se abrió ligeramente. La voz de Kotarou la llamó suavemente, y le indicó que la ceremonia estaba por empezar, él cubrió su aleta con gran delicadeza y la miró con un profundo amor. Tal caricia hizo que la yokai apretara los dientes en un gesto repentino, pero ya familiar para el joven, quien rio afectuosamente.
La ceremonia había sido un éxito rotundo, la presentación del joven como su prometido había incitado a la comunidad a aplaudir, se escucha uno que otro murmullo de ¡ya era hora! En realidad todos apreciaban al niño, ahora joven, que había devuelto las sonrisas al rostro de su princesa y que además, sobresalía por su inteligencia, había suscitado algunas reformas en la administración de la ciénaga que en verdad traían prosperidad a los sectores menos favorecidos.
Pese a que todo había salido bien durante el día, la feliz pareja había decidido dar un paseo por los alrededores de la laguna, sin embargo, se distrajeron tanto hablando de todo y de nada, que al final se apartaron un poco de su camino, adentrándose sin querer en un oscuro sendero en el que escucharon una voz sombría, gélida y sobretodo malhumorada (aunque habrían quienes la catalogarían como sexy) que los detuvo en seco.
- ¿Quien anda ahí? ¿Quién osa adentrarse abruptamente en mi territorio?
Himemiko de inmediato puso a Kotarou detrás de sí. Ella era demasiado poderosa, así que había pocas cosas a las que le tuviera miedo.
- ¿Tu territorio? No juegues, estas tierras no son tuyas.
- ¿Ah si? ¿Quién lo dice?
- ¡Pues lo digo yo intruso! ¡Muéstrate de una buena vez!
- Oh, qué altanera es esta pez, ya verás cómo te arrepientes de tratarme así.
De las sombras salió un demonio zorro, elegantemente vestido con un kimono azul celeste adornado con flores blancas que contrastaban con un brillo plateado que desprendía la tela, producto de la luz que alcanzaba a colarse por entre los árboles. Su piel blanca destacaba sus ojos azules, sin embargo, éstos carecían de brillo, era un azul que reflejaba amargura y quizá, hasta cierto punto, maldad. Eso intrigó a Himemiko. Así que un zorro en sus territorios…hacía tiempo no jugaba con otro yokai, la mayoría prefería no retarla, jum, qué día tan interesante pensó sonriendo para sí.
CONTINUARÁ...
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