El SECRETO DE LA CATEDRAL

Nota previa: Universo pottérico expandido a la magia hispana. Funciona por tanto bajo sus reglas, ya que está inspirado en la creación de J. K. Rowling. Algunos hechizos, artefactos e inluso personajes que aparecen haciendo cameos son creación suya, y aquí hacen acto de presencia sin ningún ánimo de lucro. El resto es mío.

Efectuado el descargo en lo que haya que hacerlo, y hecha la advertencia, la pelota, querido lector, está en tu tejado. ¿Te atreves a adentrarte en una magia que no es la británica? Bienvenido, si lo haces, y que disfrutes con ello. Si no es lo que buscabas, aquí seguiremos, tentándote.


CAPÍTULO 1

PRÓLOGOS

Primer Prólogo

Rávena, Italia, pascua de 2012...

Alicia emitió un estridente grito mientras movía sus piernecillas con fuerza mirando intensamente con sus ojos grises a su padre. José Ignacio dejó escapar un gruñido, se cruzó de brazos y la miró muy serio.

-Ya se lo que tu quieres, y la respuesta es NO. Me duele la espalda, tengo que descansarla un poco.

La niña entendió perfectamente que su capricho no iba a ser atendido, así que puso cara de puchero y cogió aire dispuesta a que el berrinche no pasara desapercibido.

-¿No quieres un chupete? – El padre, en un vano último intento de evitar el escándalo, agarró el objeto que colgaba del extremo de la cadenita que la niña llevaba prendida del abriguito con un pequeño broche de plata que representaba un conejo y se lo puso a la altura de la boca. Alicia se sintió muy defraudada y comenzó a llorar con mucho sentimiento.

Ana se aproximó rauda. Había oído a la niña desde el interior de la tienda en la que se estaban aprovisionando de botellitas de agua, y como buena madre enseguida había sabido que se trataba del llanto de su bebé.

-Oh, Ali... ¿Qué te pasa, bonita? – Le dijo haciéndole una carantoña. Obviamente, la niña no iba a responder, así que a continuación dedicó una mirada interrogadora al padre de la criatura, el cual frunció un poco el ceño.

-La muy caradura, no quiere ir en sillita. Y a mi ya me duele la espalda de la dichosa mochila. ¡En mala hora se la aceptamos a Almudena!

-Ali... cielo... no puede ser ahora... luego dentro de un ratito papá te vuelve a coger, pero tienes que dejarlo descansar...

La niña no se dejó impresionar ni convencer, y lloró con mucha mas fuerza y desespero.

- ¡Es culpa tuya! – Exclamó el padre mirando fijamente a la niña.- Si hubieras venido antes tus padres estarían más jóvenes y en forma!

Alicia "respondió" con un desolado berreo aún mas fuerte, que dejó frustradísimo a su padre. Ana y José Ignacio entonces se miraron, y sin hablar siquiera, adoptaron al unísono lo que parecía la única salida: echar a andar deprisa, a ver si con el movimiento de la sillita la niña se tranquilizaba. Les costó diez largos minutos de lloros estridentes hasta que, agotada, se quedó dormida.

Todavía quedaba bastante rato hasta la hora prevista para encontrarse con sus hijas mayores y sus respectivas hordas infantiles, así que decidieron detenerse en una terracita para tomar algún refresco. Una vez instalados, Ana telefoneó a su padre. Santiago acababa de llegar al hotel desde el aeropuerto, y lejos de mostrarse cansado parecía, al menos por la voz, exultante. El había sido el que había elegido aquel destino. Y no había sido por azar. Había una historia que les quería contar, y algo que les quería mostrar.


Segundo Prólogo

Bonn, Alemania, 1943

Eran cuatro y estaban reunidos en un sótano, bajo un edificio de viviendas medio abandonado cercano al Rhin.

- ¿Están a salvo?

-Si. En el sitio convenido.

El tipo mas alto, el que parecía liderar el cotarro, asintió con la cabeza en un claro gesto de beneplácito.

- Entonces podemos informar de que la misión está cumplida.- Añadió sin ocultar cierta satisfacción.- Nuestra tarea aquí ha terminado.

-Sin embargo.- Empezó el mas joven de los cuatro.- Yo creo que deberíamos proteger el templo.

-¿Por qué? Las reliquias ya no están allí.- Le interpeló el que llevaba la voz cantante.

- Serviría para despistar al enemigo.- Titubeó el otro, un poco cohibido.- Si lo protegemos pensarán que siguen allí y no las buscarán por otros lados.

-Es demasiado esfuerzo.- Dijo un tercero, un sujeto bajo, gordo y calvo. En estos momentos hay que concentrar nuestras fuerzas en otras cosas mas productivas. Salvar vidas, por ejemplo.

El mas joven lo miró un instante con una expresión entre angustiosa y avergonzada, y ya creía que su propuesta había sido rechazada por ser muy descabellada, cuando intervino el cuarto.

- Antes de cerrar el tema...- Dijo con voz pausada.- Dejad que os cuente una historia.

-Vasili... no tenemos tiempo para historias.- Replicó el líder.-

- Está bien...- Claudicó Vasili tras meditar un instante.- Pero dejadme revelaros una solamente una cosa: continente y contenido son un solo artefacto alquímico.

Franz y Rudolf miraron a Vasili con estupor. Solamente el joven Joseph no se mostró sorprendido.

Barcelona, otoño de 1943...

-Vamos, hijo...- El padre, tras comprobar que no había gente no mágica cerca, apremió al hijo para que traspasara la puerta de la librería de viejo que servía de portal al pequeño barrio mágico de la Ciudad Condal. Una vez que el chico estuvo dentro, el padre repitió la comprobación antes de penetrar en el establecimiento.

Ambos saludaron con un gesto de cabeza al dueño de la librería y se dirigieron a buen paso hacia la trastienda, donde una pequeña puerta redonda disimulada entre polvorientos estantes daba paso a su mundo.

La misión que los llevaba hasta allí era importante. Todo un reto para un ingeniero mágico y un futuro ingeniero. El padre, además, confiaba en que aquel proyecto sacaría un poco de la melancolía en que se había sumido su hijo mayor, abandonado por su primer amor.


Tercer Prólogo

Imperio Parto (actual Irán) hacia el año 0 de nuestra era...

El muchachillo observaba atentamente sin atreverse a decir nada. Aunque no tendría mas de seis o siete años, ya era consciente de la importancia y seriedad de lo que estaba haciendo el adulto. Melkon era ya anciano, lucía una luenga barba blanca y el pelo, totalmente cano, asomaba bajo el gorro frigio en cascada. En esos momentos se concentraba en el agua cristalina que reposaba en una jofaina. Melkon era un hombre tranquilo, de hablar pausado y maneras calmadas, y por eso. el pequeño Amerín estaba contento de haber sido designado su ayudante y aprendiz. Otros miembros de lo mas alto de la casta tenían fama de poseer un temperamento mucho mas inquieto que Melkon. Incluso su propio padre, Garpard, tenía fama de ser un maestro mucho mas intransigente. Por eso el muchacho se sorprendió tanto cuando su mentor empezó a moverse de forma un tanto descontrolada y nerviosa.

- ¡Bendito Hormuzd! – Exclamó de repente, y el chiquillo no pudo evitar dar un respingo.- Mi querido Amerín, corre a avisar a tu padre. ¡Corre!

El niño abrió mucho los ojos y permaneció unos instantes completamente quieto, todavía sorprendido de semejante reacción por parte de su mentor.

-¡CORRE!

Y Amerín descendió del anciano zigurat saltando los escalones de tres en tres.