Acababa de llegar de la Escuela Gaia.

Después de 7 años tediosos en aquella escuela de magia naturalista acababa de llegar a casa por fin, para nunca volver. Y ese último curso sin duda la había parecido el más largo y aburrido de todos.

Miró más allá de las verjas que la impedían seguir el paso. Una gran casa de color blanco se veía en lo alto, a la cual se llegaba a través de un caminillo de piedra de pizarra. Sonrió al interior y abrió la verja murmurando antes unas palabras en un idioma extraño para la gran mayoría de los magos y gente común, llamado élfico. Para el resto de personas simplemente salía una voz dulce preguntando qué deseaban.

Cogió sus maletas y se dispuso a hechizarlas para que subiesen flotando tras ella y se dirigió hacia la gran casa mirando sonriente el inmenso y fantástico jardín que había ante ella. Delante de la casa había una fuente con la estatua de un ángel desplegando sus alas a los recién llegados.

Llegó ante la puerta de la casa, de color negro y bastante ornamentada y volvió a murmurar las mismas palabras y la puerta se abrió hacia dentro con mucha suavidad y sin apenas ruido. Entró, dejó las maletas a un lado y cerró la puerta sin magia, esperando a que alguien llegase y la recibiese con los brazos abiertos, pero al parecer nadie se había dado cuenta de su llegada.

Dejó las maletas donde estaban y anduvo por el gran vestíbulo y viendo su reflejo en la fuente a ras del suelo que funcionaba haciendo un sonido relajante y donde peces de colores chapoteaban. El vestíbulo estaba rodeado de columnas blancas de mármol y éstas con enredaderas y plantas aromáticas y lindas. Entre las columnas había grandes cristaleras que daban muchísima luz al lugar, como si de verdad estuviese en la ciudad de los elfos. Claramente algunas de las ventanas eran hechizadas mágicamente para que pareciesen ser ventanas al exterior donde sólo tendría que haber una pared blanca.

Miró a su derecha y de dirigió al gran arco que había, con una cruz roja y hermosa sobre ésta, la Cruz de Santiago, emblema de su familia durante generaciones. Pasó el arco contempló un gran salón, con una chimenea en mármol negro espléndida delante de una cristalera enorme donde pasaba mucha luz. Las paredes eran de paneles de madera clara, pero elegantes, con sillones blancos de estilo barroco en torno a la chimenea, una mesa grande ornamentada con múltiples sillas, incluso un piano de cola pequeño decoraba el lugar.

Pero su mirada no se fijo en esos detalles que ya tenía muy vistos y conocidos, sino en dos personas que estaban hablando serios.

Un chico moreno la daba la espalda sentado en uno de esos sillones y frente a ella, pero sin darse cuenta de que había llegado estaba su madre, con el pelo negro y rizado y ojos verdes intensos y misteriosos, a pesar de rozar ya los 40 se mantenía extrañamente bella y joven.

Ese don también lo tenía ella, los elfos se mantenían siempre bellos y jóvenes, hasta el día de su muerte a no ser que durasen ya muchos años, más de lo debido. Su madre levantó la mirada y sonrió feliz de ver a su hija mayor mirándola curiosa.

Ainoa cielo!- dijo su madre incorporándose del lugar y yendo hacia ella sonriente

Hola madre- murmuró y se abrazó a ella con una sonrisa leve.

El chico también se incorporó y la miró sonriendo tontamente. Ainoa salió veloz a abrazarlo, tenía tantas ganas de verlo…

Sirius!- dijo con una amplia sonrisa en su rostro cuando le abrazaba.

Le había conocido en las navidades en Londres, donde había ido a visitar a unos amigos de su madre y darles un mensaje de parte de ella. Fue de casualidad, en el Callejón Diagon, y recordaba que se chocaron por error y ahí empezó toda su historia de amor.

Pensé que nunca llegarías Ainoa- dijo el chico sonriente y la plantó un beso intenso.

Adriana apartó la vista con una sonrisa leve. Se sentía tan orgullosa de su hija por haber escogido a un hombre como él y que la alejase de todo el infierno que había pasado ella misma al ser seguidora de ese loco al que ella siguió igualmente por amor, a pesar de no ser un sentimiento correspondido.

Qué haces aquí Sirius?- preguntó Ainoa sonriente y curiosa-. Creía que tenías un trabajo por allá.

Y lo tengo…- dijo socarronamente el chico y Ainoa rió contenta-. Solo que pedí el día libre para ver a mi novia… y decirla que hoy mismo se viene conmigo a vivir y no quiero un "no" por respuesta…

SI!- gritó Ainoa feliz y se abrazó a él

El chico volvió a besarla y Adriana los miró curiosa.

Tu que piensas mamá?- preguntó Ainoa sonriente a su madre que la miraba.

Sabes que por mi parte no tienes impedimento- murmuró con una leve sonrisa-. Vete y sé feliz con él.

En esos momentos un niño de seis años entraba e iba corriendo a abrazar a su hermana mayor. Era de pelo negro y los ojos como su hermana y su madre.

hola Ángel! – dijo Ainoa con una amplia sonrisa a su hermanito.

Any te vas a ir ya?- murmuró el niño serio a su hermana.

Si cariño, me voy con Sirius a hacer un viaje, pero te prometo que vendré a ver siempre que pueda vale?- dijo la chica con voz dulce y el niño asintió al borde de hacer pucheros.

Adriana se fue a por su bebé Aynara, para que su hija también la viese antes de partir a Inglaterra y no ver durante una temporada a su familia. Apareció con un bebé recién nacido.

No te puedes ir sin conocer a tu hermanita pequeña cielo.

Ainoa se tapó la cara emocionada ante la vista del bebé. La encantaban los niños y salió veloz a coger a su hermanita pequeña. La cogió con gran cuidado y sonrió a Sirius, el cual se acercó a ella y comenzó a hacer carantoñas a la criatura, que le cogió el dedo suavemente.

es guapísima verdad?- preguntó Ainoa a su novio, el cual asintió sonriente.

Imagínate cuando nosotros tengamos una cosita así y muy linda como su madre- dijo y abrazó a Ainoa por la cintura mientra la chica sonreía tontamente por el comentario de su novio.

Por lo que sabía, su madre había tenido un escarceo amoroso con un "sangre-sucia" y se quedó embarazada, iba a fugarse con él a España, pero Lord Voldemort le había matado antes de que pudiese el hombre acudir a Adriana para salir fugitivos del país, y finalmente Adriana abandonó a los Mortífagos, escondiéndose en España.

Devolvió el bebé a su madre, sin antes darle un beso al bebé. Abrazó muy fuerte a su hermanito pequeño y se despidió de su madre. Cogió sus maletas y desapareció con novio hacia Inglaterra.

Era una desaparición bastante complicada, ya que tenía que hacer alguna que otra parada ya que estaban muy lejos de su lugar de destino, pero por estar con su amor iba hasta el fin del mundo.

Cuando llegaron, el calor allí era bastante, pero sin duda menos que en España. Aparecieron ante la puerta de una casa y Sirius la asió hacia delante para meterla en el hogar.

Al entrar, vio que no era una casa muy grande, pero sin duda sería un sueño vivir con él allí. El hombre la abrazó por detrás fuertemente y comenzó a besarla el cuello.

no sabes las ganas que tenía de que por fin te vinieses conmigo mi amor- murmuró en su oído y Ainoa sonrió tontamente.

Se dio la vuelta y le besó en los labios. Estaba inmensamente feliz.

Yo también deseaba verte mi amor- murmuró la chica cerca de su boca-. Todos los días.

La cogió en brazos y la llevó hasta el cuarto donde ambos dormirían.

Tras una semana, Sirius la había presentado a todos sus amigos, incluso llegó a conocer a Albus Dumbledore y a la Orden del Fénix. Incluso años después recordaba el momento en que tuvo a Harry en brazos y la ofrecían ser madrina del niño.

Una noche estaba durmiendo con su novio y un sueño la vino a la mente.

Adriana estaba sentada en el sofá y cerró los ojos un momento. Lo vio llegar, lo vio sentir triunfante ante las verjas de la casa. Abrió los ojos asustada y se dispuso a ir al cuarto de los niños.

Despertó a Aggellos y le vistió rápidamente. El monstruo llegaría realmente en momentos. El niño miraba a su madre sin comprender mientras la veía aparecer en el pasillo con el bebé recién nacido. Bajó por las escaleras con ambos.

El niño se frotaba los ojos, somnoliento, sin saber qué ocurría y porqué su mama lo levantaba de esas maneras y parecía asustada.

Cuando llegaron al vestíbulo, les condujo hasta la cocina, espabilando a su hijo para que se diese más prisa. Le colgó la mochilita y le portó el bebé en brazos y lo guió hasta un espejo del tamaño de una persona y se pusieron frente a él.

recuerdas lo que hablamos un día mi amor?- preguntó la madre al niño con los ojos llorosos y el niño asintió-. Bien pues ese día ha llegado… el monstruo viene a por mama y tú tienes que irte con Aynara por los pasadizos hasta las Viñas, sin mirar atrás y oigas lo que oigas, y aunque tengas mucho miedo, tú sigue adelante. En el otro lado te esperan amigos míos hasta que venga Ainoa a por vosotros vale?

Vale mamá- musitó el niño con los ojos rojos-. Mamá… mañana si el monstruo no viene o se va… mañana me harás tortitas?

Si mi amor- dijo la mujer mintiendo a su hijo y sonriendo forzosamente.

Se incorporó y tocó al espejo, murmuró unas palabras en élfico y su hijo miró al fondo del lugar, donde antes estaba el cristal.

Sólo los elfos pueden cruzar esta puerta así que si ves al monstruo, no la cruces… él no podrá hacerlo ni los hombres de negro. Pero aún así sigue el camino de acuerdo?

El niño asintió a su madre, la dio un beso y portando el bebé bajó cauto las escaleras con la criatura y sin mirar a su madre.

En ese momento la puerta de la casa reventó y el niño urgió en bajar las escaleras para ayudar a su hermanita e ir a buscar a los amigos de su mamá.

Adriana portó su varita fuertemente en su mano derecha y cerró los ojos sabiendo cuál iba a ser su desastroso final. Pero al menos a sus hijos los protegería del peligro y no se llevaría a ellos con ella.

Salió al pasillo y allí lo vio, sonriéndola malicioso. Junto a él estaban un grupo de Mortífagos que la apuntaron con la varita sin decir nada aún.

Nos volvemos a reencontrar Adriana…

Sabía que tarde o temprano vendrías a cobrar mi fuga de los Mortífagos Voldemort- el hombre la miró con odio y sus compañeros dieron un temblor involuntario

Aún cuando voy a matarte te atreves a decir mi nombre…- masculló fríamente el ser.

No se puede temer a lo que no hay temor…- dijo Adriana con una leve sonrisa-. Vamos actúa ya…, abrazo a la muerte.

Lord Voldemort levantó la varita y la apuntó al corazón. Por un instante a ese monstruo se le pasó por la mente todo lo que había pasado con esa mujer, esa odiosa elfa que había acabado traicionándolo a favor de la Orden del Fénix y había huido de él cuando él la había ofrecido todo…

Finalmente de su boca salió la Maldición asesina y la mujer cayó al suelo muerta ante una luz verde que llegó el lugar.

Al pequeño Ángel le entró el miedo cuando oyó a su mamá gritar y por un momento pensó en ir a ayudarla, o por lo menos saber si estaba bien o no, pero recordó la palabras que le había dicho continuó su camino por el pasadizo hasta el lugar donde su madre le había dicho.

En esos momentos los Mortífagos rebuscaban por la casa en busca de los hijos de Adriana, pero no encontró a ninguno. Ningún bastardo estaba en la casa.

Llegaron ante la cocina y vieron que estaba un poco revuelta, con los cajones abiertos. Adriana había estado allí antes de ser asesinada. Los Mortífagos se dispusieron a rebuscarlo todo y uno disparó hacia el gran espejo que había junto a la puerta de la despensa y para su sorpresa el espejo no se rompió, sino que absorbió el hechizo.

Sin duda aquel era un espejo élfico y Adriana había pasado a sus hijos por allí, posiblemente detrás habría algún pasadillo en caso de la necesidad de huir.

El Lord pegó un grito de rabia y les ordenó que se fuesen todos. Esos críos sin duda estarían ya a salvo.

Ainoa se incorporó asustada y sudando. Había tenido una horrible visión. Su madre estaba siendo asesinada por el Lord.

Sirius se levantó a su lado extrañado y la abrazó.

Mi madre Sirius, mi madre- solo era capaz de decir eso y se levantó de la cama corriendo y comenzando a vestirse.

Solo ha sido una pesadilla- dijo el hombre abrazándola e intentando calmarla-. Seguro que está bien.

No lo está Sirius!- le gruñó y terminó de vestirse ante la cara de preocupación de su novio-. El Lord estaba en mi casa, en España.

El hombre se puso a vestirse también con ella. Si era cierto lo que su chica había soñado sin duda no iba a dejar que ella se fuese sola a España.

Tuvo que retenerla un par de veces antes de partir, ya que parecía muy decidida a irse sola.

Finalmente aparecieron en España y Ainoa vio las verjas rotas y entró corriendo por el camino, seguido de su hombre, que no pudo retenerla por si había alguien todavía en casa.

Ainoa entró y se quedó con los ojos muy abiertos al ver los destrozos que habían producido en la casa. Sirius entró tras ella y contempló todo con semblante serio y preocupado ante lo que estaba viendo.

Ainoa miró en dirección al pasillo y pegó un gritó de terror ante lo que acababa de ver.

Adriana yacía en el suelo, con los ojos abiertos y cara de liguera sorpresa. Sin duda había sido dada con la maldición asesina. Ainoa corrió hacia su cuerpo y se dejó caer de rodillas temblando y llorando ruidosamente. Sirius se acercó a su chica y al cuerpo de la madre, con los ojos rojos. Finalmente Lord Voldemort había cumplido su amenaza a Adriana… menos mal que él pudo llevarse a su amor con ella.

Sirius levantó a Ainoa y la abrazó con fuerza mientras la chica lloraba en su hombro. Tras un rato, la dijo que iba a revisar la casa, para ver si estaban los niños y si estaban bien.

Buscó por toda la casa y no los encontró por ningún lado. Posiblemente se los habían llevado… pero en ese caso para qué?

Un niño y un bebe se detuvieron ante el final del pasillo y vieron la escena de su madre tirada en el suelo y a Ainoa llorando.

Tata…- dijo el niño con los ojos rojos-. Se me olvidaron las galletas de chocolate y venía a pedírselas a mamá.

Ainoa miró en esa dirección y vio al niño. Se levantó corriendo y cogió a la niña en brazos y a él le abrazó muy fuerte.

O Dios mío, estáis bien!- gimió llorando.

Mamá se fue con papá cierto?- dijo Aggellos y Ainoa le asintió con una leve sonrisa.

Sirius llegó ante ellos no pudo evitar sonreír levemente al ver a los niños bien.

Aggellos le contó cómo se habían salvado y como la madre les había dicho que fuesen hasta unos amigos suyos, pero él se acordó de las galletas de chocolate y decidió volver.

Por un momento vi al monstruo Ainoa…-murmuró el niño a su hermana, que en ese momento estaba colocando un poco la cocina y le estaba haciendo algo de comer a su hermano.

Él no te vio a ti cierto?

El niño negó con la cabeza serio y rió cuando Sirius hizo aparecer su patronus.

Recogieron el cuerpo de Adriana y fue enterrada en el Cuartel General de la Orden de Santiago, ya que había sido Gran Maestre y por ello se merecía una sepultura digna de ello.

Ainoa se fue con Sirius y buscó un empleo como camarera y se buscó una casita para poder vivir, a pesar de las insistencias de su novio de que su familia se fuese con él, pero Ainoa no quería ser aprovechada y le negó todos los ofrecimientos. Pero aún así iba con sus hermanitos a casa de Sirius a veces a comer para poder ver al menos un rato a su novio.

Unos días más tarde, recibió la carta de su nana. Aquella semana su madre la había dado vacaciones y no se encontraba en la casa, pero al saber lo ocurrido decidió seguir a la chica allá donde fuese y ocuparse de los pequeños.

Ainoa acabó reconociendo que necesitaba ayuda para mantener a los dos niños y compaginarlo con los estudios para ser auror, el trabajar y atender a su novio.

Llegó noviembre y Ainoa llegó un día feliz a casa. Estaba esperando un hijo de Sirius y se había comprometido con él. La nana la felicitó contenta.

Pero sin duda la felicidad la duró poco. Esa misma noche los Potter fueron asesinados por Lord Voldemort quedando solo vivo su hijo Harry.

Sirius a la mañana siguiente estaba irreconocible. Lloraba sin consuelo ante la culpabilidad de la muerte de sus amigos, al pasarle el secreto de donde estaban escondidos a Petter Pettigrew.

Aquella noche sin duda fue la peor en la vida de Ainoa aparte de la muerte de su madre. Sirius fue apresado por asesinar a siete muggles y a Petter Pettigrew, no tuvo un juicio justo… o más bien no tuvo juicio y le encerraron en Azkaban mientras que a Pettigrew le dieron la condecoración de Merlín de primera clase aunque estuviese muerto.

Ainoa no se podía creer lo que estaba pasando allí.

Toda su vida se había deshecho en meses. Ya no la quedaba nadie para protegerla, ya nadie podría enseñarla ni darla consejos… ya era ella la adulta que se tendría que responsabilizar de sus hermanos y del hijo que esperaba.

Pasó meses sin salir de casa. No se atrevía a afrontar su realidad. Su nana estaba ya desesperada por ella, ya no sabía que podía hacer y los ahorros se estaban esfumando a cada día que pasaba.

Hasta que un día Ainoa salió de casa, arreglada para sorpresa de su nana, que la sonrió contenta y al rato volvió. Había conseguido otro empleo de camarera, pero éste era en el Callejón Knocturn y en un bar de alterne.