cEl retorno de los lobos

Nota: Los personajes de Capitán Tsubasa son propiedad de Yoichi Takahashi, no nuestra.

Bosque de Shikuoza, zona Norte.

Un lobo gris husmeaba el aire en busca de una presa, el olor le guió hasta una manada de ciervos que pastaba cerca de un riachuelo. El lobo se fijó en una hembra que cojeaba, ese sería su objetivo. Oculto entre los arbustos, se acercó sigilosamente a la cierva tanto como pudo hasta que quedó a escasos metros de ella. En pocos segundos, salió de su escondite a la velocidad del rayo y mordió el cuello de su presa sin que ésta pudiera reaccionar, cuando los otros ciervos de dieron cuenta de lo sucedido salieron despavoridos. El lobo aulló sonoramente, avisando del producto de su caza, que fue respondido por otro aullido femenino. El animal arrastró como pudo su pieza y la llevó hasta la entrada de una madriguera de la que salió una loba castaña que tenía una cicatriz en el cuello. La hembra lamió dulcemente el hocico del lobo gris.

Loba: Hola, cielo. ¿Ha ido bien la caza?

Lobo: Sí. Mira que presa más grande, esto nos llegará para unos cuantos días.

Loba: Que maravilla, eres todo un crack.

Lobo: No es para tanto, sólo hago lo que cualquier buen marido haría. ¿Y tú cómo estás?

Loba: Bien, pero de momento no parece que quieran nacer.

Lobo: Tranquila, seguro que dentro de muy poco veremos a nuestros pequeños correteando por ahí.

De repente, la loba comenzó a gemir de dolor.

Loba: ¡Aaaaiiiiiihhhhh!

Lobo: ¿Qué te ocurre?

Loba: Aiihh, me duele. Creo que ya vienen.

Lobo: Vamos a la madriguera, deprisa.

Dentro de la lobera, la hembra no dejaba de dar vueltas de un lado a otro. Al final, se tumbó a la vez que gemía mientras que su compañero se quedaba sentado esperando el momento. Al cabo de un rato, comenzó a salir el líquido amniótico de la vulva de la loba, que poco después fue seguida de un lobezno de color gris oscuro. Poco a poco los cahorros iba naciendo hasta llegar al cuarto, su padre les lamía uno por uno y los acercaba a las mamas de su compañera, que recuperaba el aliento después de tanto empujar. El primero en nacer era una hembra de un tono gris tan oscuro como una nube de tormenta; el segundo era un macho castaño claro, muy parecido a su madre; el tercero tenía un color castaño oscuro con unas mechas grises en el cuello y en la cola; y el cuarto era otra hembra de color gris muy pálido, con alguna que otra mecha marrón en el cuello. A las hembras las llamaron Tormenta y Cascada; y a los machos Kô y Mechas, las crías mamaban ansiosamente a la vez que se apretujaban contra el cálido vientre de su madre. El lobo gris se acercó a su esposa y le lamió la cara con ternura.

Lobo: Bien hecho, Kumi. Te amo.

Loba: Yo también, Kô.

Barcelona(España), estadio del Barça.

Un chico de pelo negro y ojos azul oscuro practicaba unos tiros en los campos de entrenamiento. En ese momento, un conserje lo llamó.

Conserje: ¡Tsubasa, ya terminó el entrenamiento! ¡Puedes irte a casa!

Tsubasa: ¡Sí!

Tsubasa se dirigió al vestuario y se cambió de ropa, pensando en cómo se encontraría su mujer en ese momento. Cuando terminó de vestirse, se despidió de sus compañeros y se fue hacia su casa. Durante el camino, sin saber por qué, sintió un desagradable escalofrío, pero decidió quitarle importancia. Cuando llegó, su esposa se aproximó a él tan rápido como le permitía su enorme barriga de ocho meses y le besó en los labios.

Tsubasa: Hola, Sanae. ¿Cómo te encuentras?

Sanae: Bastante bien, aunque durante el mediodía dio muchas patadas.

Tsubasa acarició el vientre de Sanae y le habló.

Tsubasa: ¿Tú también vas a ser futbolista, pequeñín?

El bebé dio una patada.

Sanae: Creo que eso es un sí.

La pareja soltó unas cuantas carcajadas. Por la noche, después de cenar, se sentaron en el salón a ver un partido de fútbol. Durante el segundo tiempo, Tsubasa recostó su cabeza sobre las piernas de su mujer, ésta le acarició la cabeza y le besó en el cogote. El chico se sintió tan a gusto que cerró los ojos y acabó por dormirse a la vez que escuchaba las leves pataditas de su hijo.

A la mañana siguiente, el joven se despertó oliendo el aroma de su desayuno favorito, tortilla. Se levantó del sofá, entró en la cocina y abrazó a Sanae por detrás.

Tsubasa: Buenos días, cariño. ¿Dormiste bien?

Sanae: Si dormir en un sofá con tu cabeza sobre mis piernas y con una tripa del tamaño de una pelota es dormir bien, creo que sí. ¬¬

Tsubasa: Vamos, mujer. Tampoco pesa tanto, ¿o sí?

Sanae: La verdad es que pesa bastante, por si no lo parece. ¬¬

El chico acarició de nuevo el vientre de Sanae.

Tsubasa: Buenos días a ti también, canijo.

El niño pateó con más fuerza que la del día anterior.

Sanae: Me parece que no le agrada mucho que le llames así.

Tsubasa: Lo siento.

Después de desayunar, Tsubaa se vistió y preparó su bolsa con el uniforme del equipo. Antes de salir, se despidió de su esposa con un tierno beso.

Tsubasa: Hasta luego.

Sanae: Chao.

Bosque de Shizuoka, madriguera de Kanda y Kumi.

Kanda fue el primero en despertarse ese día, tenía que traerle alimentios a Kumi ya que ella no podría salir de la lobera hasta que los cachorros dejasen de mamar y comenzaran a comer carne, y para eso quedaban varias semanas. El lobo salió y se acercó a la cierva que había cazado anteriormente, devoró unos cuantos trozos de carne que después regurgitaría para que Kumi comiera. De pronto, notó la presencia de un intruso que se aproximaba y se puso en guardia, dispuesto a proteger a su familia. De los arbustos salió un lobo albino de cuyo cuello colgaba el símbolo del ying, Kanda le mostró sus afilados colmillos y se puso en posición de ataque.

Lobo blanco: Tranquilo, Kô. No tengo intención de dañaros ni a tu familia ni a ti.

Kanda: ¿Cómo sabes mi nombre?

Lobo blanco: Lo sé porque eras una de las víctimas de la magia de mi antepasado.

Kanda: ¿Quién eres?

Lobo blanco: Soy Ero Hayo, uno de los descendientes directos del mago Ambo Hayo. Veo que mi hermano aún no ha pasado por aquí, ¿verdad?

Kanda: Mira, no sé quién coño es tu hermano ni me interesa tu vida. Sólo quiero que te vayas de nuestro territorio.

Ero: Está bien, pero si ves a alguien que lleve el colgante del yang, aleja a tu manada todo lo que puedas. Mi hermano Iru no tiene compasión y su magia es terriblemente peligrosa. Por cierto, ¿conoces a alguien llamado Tsubasa Ozora?

Kanda: ¿Tsubasa? Cuantos años sin oír ese nombre, claro que lo conozco. Éramos enemigos mortales hasta que me venció en una lucha por una humana que si no recuerdo mal ahora es su mujer, pero no quiero recordar eso. Ahora tengo una esposa e hijos y quiero vivir en paz con ellos.

Ero: Ya veo, ¿y sabes dónde vive?

Kanda: Creo que en Barcelona, una ciudad de España.

Ero: Muchas gracias.

El lobo blanco se transformó en un águila blanca y se alejó volando. Kanda se quedó de piedra, ¡Aquel tipo era un mago de verdad! El lobo gris se acordó de lo que le dijo Ero: Que tuviera cuidado con alguien llamado Iru y que llevaba el símbolo del yang. Entró en la madriguera y vio que Kumi se había despertado, Kanda se aproximó y la hembra frotó su hocico contra el de su esposo.

Kanda: ¿Dormiste bien?

Kumi: Sí, pero creo que ellos durmieron mejor que yo.

El lobo miró orgulloso a los lobeznos. Entonces, Tormenta se despertó, se separó de sus hermanos y se arrastró hacia las patas de su padre, que le lamió la cabecita.

Kanda; ¿Qué haces, pequeña? Tienes que estar con mamá.

Kanda cogió a la cría con los dientes y la puso junto a los demás.

Kumi: Serás un padre magnífico, Kô. Lástima que la manada no nos aceptase después de aquello.

Kanda: Tú hiciste lo correcto, renunciaste a las luchas con los Kuroichi y te fuiste por tu propio pie. Yo, en cambio, no dejé de fastidiar a Tsubasa y a Sanae hasta que él me venció y mi padre me exspulsó.

Kumi: Seguro que el tío Tunichi no quería ser tan duro contigo.

Kanda: No es tu tío, ¿recuerdas?

Kumi: Es cierto, ni siquiera mis padres son parientes de los tuyos. Sólo se aliaron a tu clan porque así estaríamos más seguros.

Kanda: Suerte de que no eres mi prima, porque si no nunca habría encontrado a una hembra tan guapa ni habría tenido unos hijos tan preciosos.

Kumi: Vamos, vas a hacer que me sonroje.

Kanda: Hace ochos años que no nos sonrojamos, cielo.

Kumi: Vaya, es verdad.

Los dos lobos se rieron mientras que los lobeznos dormitaban junto a la barriga de su madre.