Este fic participa del desafío de Octubre de "Captura la bandera" del foro El Monte Olimpo.
Disclaimer: Los personajes de Percy Jackson no me pertenecen, son propiedad del genio y maestro Troll Rick Riordan. Este es un fanfic sin fines de lucro.
Como buena hija de Afrodita, Silena adoraba las novelas románticas, aquellos cuentos de hadas donde el apuesto príncipe llegaba al rescate de la princesa, de la damisela en apuros.
Mucho tiempo soñó con encontrar el príncipe perfecto; Aquel joven guapo y encantador, digno de una hija de Afrodita.
Soltó un suspiro mientras cerraba aquel libro que sostenía en sus manos. Esa mañana se había decidido por leer un clásico; "Romeo y Julieta" era el título que rezaba en la portada rojiza, deteriorada por el tiempo. La trágica historia de amor era algo que su madre encontraba de lo mas encantador, ¿Qué cosa mas noble que morir por amor?; Una persona podía hacer cualquier cosa por un ser amado, y eso era algo que Silena nunca pondría en duda.
Sin embargo, su forma de ver el amor había cambiado hace un par de meses.
Desvió su mirada, solo para encontrarse con aquel rostro que había comenzado a amar, ya no recordaba desde cuando. Charles la saludaba efusivamente, aún ocupado por sus deberes en la fragua, pero lanzándole una pequeña promesa con su mirada "Te veré pronto"; Tampoco recordaba en que momento habían comenzado a comunicarse y entenderse con simples miradas; Lo único que sabía es que lo amaba y que haría cualquier cosa por mantenerlo a su lado.
A veces se sorprendía ella misma de lo extraño que podía ser el amor. Charles sinceramente no era su ideal de chico perfecto, o no lo había sido. Su corazón se estrujo al pensar en Luke Castellan, en como lo había considerado tan perfecto y a lo que la había llevado pensar aquello.
El peso de su traición le impedía dormir tranquila, había veces que le costaba mirar a su novio a los ojos. Pero ahora las cosas ya no eran por Luke, eran por Charles, por su querido Charles, por el noble chico que la había enamorado, por su héroe de brillante armadura que había llegado de forma diferente a la que imagino; y que era mucho mejor que eso.
Un rato más tarde, mientras ella seguía perdida en sus pensamientos, unas manos grandes y cubiertas de callos por el trabajo taparon sus ojos con dulzura. Ella sonrió con cariño, adoraba sus manos, producto de su arduo esfuerzo y dedicación.
¿Qué importaba que una guerra se viniera encima? ¿Cómo podía importarle? Cuando aquellos brazos la rodeaban no existía nada más, solo ellos, nadie que perturbara esa paz.
Dirigió una última mirada a su libro. Pensó en la tragedia que envolvían esas páginas, ¿Moriría ella por amor? La sonrisa de Charles le dio la respuesta; Si fuera por él, moriría las veces que fueran necesarias.
