N/A: La primera parte tiene el nombre de los libros, pues es lo que paso con los otros personajes mientras el libro se centra en Harry, Hermione y Ron.

Espero que os guste este primer capitulo y su primera parte pues los capítulos son largos y en la primera no cabra solo.

La piedra filosofal

Capitulo 1: El principio de la otra historia

Habían pasado cuatro años desde que la familia Cortés había dejado a su hijo en el orfanato de la calle de Dargón Crets.

El chico con su pelo rubio y ojos azules parecía inofensivo pero sus padres lo dejaron allí porque ese chico era algo raro, siempre que empezaba a llorar la casa se tambaleaba o algo raro sucedía.

Ahora es todo diferente tras que Alex, pues así se llamaba el chico, cumpliera los 11 años. Una carta inesperada llegó al orfanato. Aunque toda las cartas que le llegaban el las leía junto a la directora, nunca ante otra persona.

Un día, un hombre viejo entró en el orfanato y comenzó a hablar con la directora. Ambos estuvieron aproximadamente media hora hablando hasta que permitieron al chico entrar en la sala.

—Dígame profesora Andrómeda —dijo el pequeño mientras cerraba la puerta y miraba al anciano.

Andrómeda era una persona de mediana edad que estaba casada y tenía una hija, aunque nadie sabía de ellos.

—Sí, este señor quiere llevarte a su escuela privada para que aprendas allí —anunció la profesora mientras miraba al señor anciano.

El señor lucía una túnica morada, su pelo blanco y sus gafas trasparentes parecían delatar su edad. Aunque la sonrisa que reflejaba le hacía parecer lleno de energía.

—Me llamo Albus Dumbledore —se presentó el hombre—. Pequeño, has recibido las cartas de Hogwarts —decía el señor mientras miraba de reojo a la directora por si decía algo.

—Si, pero no tengo claro varias cosas, pone que es de magos y yo no soy un mago—decía el joven un poco confuso pero a la vez mirando con intriga al querer escuchar la respuesta del anciano.

—Si no lo eres ¿Por qué pasan cosas raras cuando tienes ciertos sentimientos en un momento? —el joven se quedó un rato en silencio mientras escuchaba la frase de Dumbledore.

En el silencio creado Andrómeda intervino.

—Alex, es lo mejor que te podría pasar yo también soy bruja y créeme que allí estarás mejor que aquí.

—Pero es que aquí están mis amigos de hace mucho tiempo no quiero dejarlos por nada… —decía el hispano con palabras tristes y a la vez algo preocupado.

Ante el silencio empapado por las lágrimas del pequeño chico, salió corriendo del cuarto rumbo al patio donde tan buenos momentos pasó con todos sus amigos. Su huida sorprendió a los dos mayores pero Dumbledore entendía que la actitud del joven era la más adecuada.

—Ira a la escuela, Dumbledore, ahora está triste pero él es un chico muy valiente y sé que ira —comentaba Andrómeda mientras cerraba una carpeta.

—Aun así separarse de sus amigos será difícil, sobretodo teniendo en cuenta su historia —agregó el viejo mago mientras se tocaba la barba.

Después de una semana, Dumbledore volvió. Para Alex esa semana había sido fantástica aunque no lo pareciese, él sí quería ir a la escuela pero junto a sus amigos, aun así aprovechó el tiempo con ellos como si nunca más los volviera a ver.

Luego de recoger sus cosas, Dumbledore lo llevo al callejón Diagon donde compró sus materiales y la lechuza. Tras caminar por todo el callejón llegaron a Gringots el banco de los magos. Las paredes eran blancas al igual que la puerta y adentro era mucho más grande de lo que se veía por fuera.

—Señor, si no tengo familia ¿Cómo puedo tener dinero aquí dentro? —inquirió el muchacho mientras observaba el banco fascinado.

—Fácil, yo te daré unos cuantos galeones, dinero mágico por si no lo sabías —respondió el director.

—Gracias cuando pueda se los devolveré —contestó rápidamente el muchacho.

Pasaron tres horas y Dumbledore le presento al señor Ollivander donde consiguió su varita. Ésta estaba hecha de madera de pino con corazón de dragón en su interior.

—Muy buena varita —opinó Dumbledore

—Gracias.

—Bueno, ya va siendo hora de irse al tren, te llevaré en un momento pero a partir de allí deberás guiarte tú solo, toma el andén nueve y tres cuarto —Dijo el director antes de transportar allí al muchacho.

El chico se movía bien, solo por la estación mirando al arden nueve y diez pero hasta que no vio a un chico moreno con gafas pasar la pared no sabia que tenia que hacer.

Paso un rato hasta que el tren empezó a moverse, la mayoría de los compartimientos estaban llenos pero consiguió entrar en una que estaba solo por un chico llamado Dean Thomas.

Dean era un chico de piel morena y delgado, sus ojos marrones miraban a Alex como si lo estuviera examinando.

—Hola, me llamo Alex —se presentó el chico rubio, mientras le estrechaba la mano a Dean.

—Encantado yo me llamo Dean Thomas —dijo él respondiendo al saludo.

En caso de cinco minutos un chico esbelto de piel blanca y de ojos claros entró en el pequeño compartimiento.

Hola me llamo Seamus Finnigan, ¿Puedo quedarme aquí?… Es que los otros compartimientos están llenos —explicó el muchacho.

Dean y Alex asintieron sin decir palabra hasta que Alex le puso la mano a Seamus y se presentaron.

—Hola, yo me llamo Alex y él es Dean —dijo Alex mientras le estrechaba la mano.

Después del apretón de manos los tres se pusieron a hablar sobre su vida así durante un buen rato hasta que una chica de un cabello castaño abrió las puertas mientras preguntaba.

—¿Habéis visto una rana llamada Trébol? Un chico llamado Neville la ha perdido.

Los tres chicos se quedaron callados y negaron con la cabeza, tras irse la chica empezaron a hablar como si no hubiese pasado nada. El viaje fue largo y Alex no creía que viajar en tren fuese tan interesante como para conocer a mucha gente nueva.

El tren se detuvo al llegar a una estación que daba a un lago. Al parar, los tres muchachos sintieron como un zumbido por el cuerpo y luego recogieron sus cosas y salieron, su compartimiento estaba a lado del de un pelirrojo y un moreno.

Tras bajar los tres amigos conocieron a un pelirrojo llamado Ron weasley y a otro de pelo negro llamado Harry potter. Seamus y Dean se asombraron pero Alex no pues no sabía quien era aunque todos lo conocían. Mientras pensaba por qué lo conocían un semi gigante barbudo dijo:

—Suban a los botes vosotros llegareis a Hogwarts por el lago.

Llegaron en poco tiempo al castillo, sus luces lucían con fuerza y hacían al viejo castillo un lugar perfecto e increíble, todos los de los botes tenían las bocas abiertas al ver tal antigüedad en tan buen estado. La imaginación de Alex explotó por los aires pensando todas las cosas que podría hacer y la cantidad de personas que conocería allí, tener amigos de verdad y vivir un montón de aventuras, cada vez que veía algo nuevo le gustaba mas tener esa vida.

Tras un buen rato de andar por los pasillo y esperando al grupo delante de una gran puerta los esperaba una mujer alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda.

—Bienvenidos a Hogwarts, tras pasar estas puertas se os dirá una casa van a pertenecer, Gryffindor, Huffelpuf, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa. Ahora seguidme —ordenó la profesora McGonagall.

Tras cruzar la puerta se veían cuatro mesas con varios chicos en ellas, al frente se veía otra mesa con los profesores y al lado cuatro relojes con distintas piedras brillantes y con un pequeño símbolo de distintos animales.

—Empecemos la ceremonia —anunció la profesora.

Los corazones de los chicos estaban latiendo con fuerza, todos estaban asustados menos dos o tres, mientras los cuchicheos empezaron la profesora empezó a llamar.

—Hannah Abbott —todos estaban pendientes de que pasaba, el sombrero seleccionador contestó nada más al ponerse en la cabeza de la chica— ¡HUFFLEPUFF!

La mesa de la derecha aplaudió mientras Hanna iba a sentarse con los de Hufflepuff.

—¡Susan Bones!

—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hanna.

—¡Terry Boot!

—¡RAVENCLAW! Esta vez la segunda mesa a la izquierda fue la que aplaudió mientras Terry se acercaba.

Así pasó durante varios minutos asta que se escuchó: ¡SLYTHERIN! Dos veces, a dos chicos gordos, luego salió una chica, Dean y Seamus empezaron a hablar pero Alex no les escuchaba sólo tenía ojos para la chica que acababa de salir a ponerse el sombrero. ¡GRYFFINDOR! La chica se quitó delicadamente el sombrero y salió corriendo con una sonrisa.

Los siguientes fueron Seamus, Ron y Dean que desearon suerte a Alex y a Harry, los tres fueron para Gryffindor. Harry estaba nervioso y empezó a hablar con Alex durante el rato que iban pasando los siguientes. Mientras Harry hablaba, Alex pensaba en lo suyo, se preguntaba en qué casa sería elegido y cuánto deseaba que fuera Gryffindor pues sus amigos habían ido allí y él no quería quedarse solo.

—¡HARRY POTTER! —se escuchó.

Entonces Harry salió y se colocó temerosamente el sombrero, Dumbledore que estaba sentado en el medio de los profesores también se levantó un poquito y miraba con atención. Alex en cambio, sintió un pequeño cosquilleo pues era le ultimo que faltaba eso le causaba temblores.

—Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, Oh sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?

Harry se agarro a los bordes del taburete y pensó: «En Slytherin no, en Slytherin no».

—En Slytherin no ¿eh? —Dijo la vocecita— ¿Estás seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza. Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡GRYFFINDOR!

Todos empezaron a aplaudir, la mayoría de los Gryffindors se levantaron a aplaudir.

Alex, todos esperaron a la mención de su apellido pero el corrió hacia el sombrero y con la mayor tranquilidad que podía mentir se lo colocó.

—También es difícil donde pondré a este muchacho, eres el primer hispano que entra en Hogwarts, se ve que eres valiente pero por tú podrías estar en cualquier otra casa haber a donde te envió…. Bueno según mi teoría te mandaré a…. ¡GRYFFINDOR!

Dean y Seamus junto a los otros Gryffindors aplaudieron mientras el pequeño se movía hacia su mesa. Seamus y Dean le dejaron un sitio entre ellos para que se sentara. Para la sorpresa de Alex la chica de la cual se había fijado antes estaba delante de él. A su lado otra chica mas morenita empezó a hablar.

—Hola me llamo Parvati Patil —saludó la morena y luego señalando a la chica castaña de la cual Alex se había fijado antes, agregó: — Ella se llama Lavender Brown.

—Encantado, yo me llamo Dean Thomas —dijo Dean mientras mostraba una sonrisa— y ellos son Alex y Seamus— terminó de decir.

—Encantada —dijo Lavender mientras sonreía dulcemente. Esa sonrisa dejó en el limbo a Alex durante un buen rato sólo se despertó cuando Seamus le dio un codazo y ahí recién empezó a comer de nuevo.

Ni bien éste se sentó un gran festín apareció en la mesa. La cena duró todo lo que quedo de la noche hasta que el director anunció:

—Es hora de irse a la cama lo que queda de semana será libre pero cuando llegue el lunes empezarán las clases, en estos cuatro días podréis empezar a prepararse sin más que decir podéis partid a vuestras habitaciones.

La sala de Gryffindor estaba en lo alto de la torre, el grupo tardó varios minutos en llegar pues las escaleras cambiaban a placer. Cuando llegaron Percy Weasley, el hermano mayor de Ron y el prefecto de Gryffindor, les indicó dónde estaban los cuartos.

Los chicos subieron al suyo y al llegar al cuarto los seis chicos de primer año empezamos a hablar sobre las cosas del colegio y cual de las chicas les parecía la más guapa. Neville era tímido pero se veía que en el fondo era una gran persona, Seamus y Dean cuchicheaban mientras Ron hablaba con Neville.

Alex se puso a un lado de la cama y empezó a hablar con Harry, quería saber cómo su nombre era reconocido por todos pero para la sorpresa del hispano ni siquiera él mismo lo sabia. Tras un buen rato de hablar entre los seis y conocerse mejor todos se fueron a dormir menos Harry que se quedó mirando por la ventana y acariciando a su lechuza.