Ginny despertó sobresaltada y cubierta de sudor. Otra vez había soñado con él.
Aún sentía los ojos negros de mirada escarlata clavados en los suyos, aún sentía sus largos dedos recorriendo hábilmente todo su cuerpo sin pudor.
Se incorporó en la cama y se abrazó a si misma, llorando en silencio. No quería que Hermione, que dormía plácidamente en la cama de al lado, se despertara.
Más imágenes acudían a su mente. Él sonriendo de medio lado en la semioscuridad mientras ella susurraba su nombre. Su respiración de hielo junto a su cuello haciéndola estremecer de placer.
Habían pasado tres años. Ya a penas tenía pesadillas con Tom. Pero desde que estaba en esa casa, "su amigo" había vuelto a sus sueños casi a diario, aunque no del modo en que solía hacerlo antes.
Se metía en la cama cada noche con la secreta esperanza de verlo de nuevo. Había sufrido por su culpa, sí, pero lo echaba de menos. Se odió a si misma.
Ella ahora sabía quien era él. Sabía que su Tom no era ni más ni menos que el mismísimo Lord Voldemort. Pero aún así…
Ginny se encogió aún más y suspiró lentamente. Nadie había hablado con ella de esa forma, nadie la había hecho sentir tan especial.
Se sentía culpable pero a la vez deseaba fervientemente volver a cerrar los ojos y sentir el siguiente roce, dejarse arrastrar por sus fríos ojos, enterrar sus dedos en su pelo oscuro y escucharlo una vez más pronunciar su nombre:
(-Ginevra…-)
-¡Ginny! ¡Despierta ya! Este caserón no se limpia solo.-
Ginny entreabrió los ojos y la luz del día la deslumbró momentáneamente. Cuando sus pupilas se acostumbraron a la claridad distinguió la figura regordeta de su madre con un pañuelo recogiendo su rojo pelo y una cara de impaciencia. No recordaba haberse dormido.
-¡Ya era hora! Eres la única que queda acostada. Vístete, desayuna algo y vente al salón que voy a repartir las tareas de hoy.-
Antes de que la chica lograra reaccionar, la señora Weasley había salido de nuevo de la habitación. Ginny suspiró exasperada y se levantó dejando un lío de mantas sobre su cama. Cogió una toalla del armario antes de bajar a la cocina.
Cuando iba camino al baño con su pijama verde lleno de bolitas, la toalla bajo el brazo y con una tostada a medio comer en la otra mano, casi se choca con Lupin y Moody que conversaban en el vestíbulo.
Murmuró un casi inaudible buenos días y se fue rápidamente muy ruborizada. No se acostumbraba a que en Grimmauld Place la casa estuviera llena de gente desde tan temprano.
Antes de enfrentar al mundo se miró en el espejo y respiró hondo. Su reflejo con el pelo mojado y ropa limpia esbozó una sonrisa a la vez que ella y Ginny salió hacia el salón.
Molly Weasley repartía los quehaceres como si llevara toda la vida haciéndolo, bueno, de algún modo así era teniendo siete hijos.
A la pelirroja le tocó, junto con Ron, Hermione y Harry, una de las habitaciones del tercer piso. Los cuatro empezaron a andar hacia allí cuando la señora Weasley los llamó.
-Vosotros tres, venid un momento. Tú Ginny ve subiendo.-
Ginny los miró con curiosidad durante unos segundos y luego empezó a subir sola las escaleras. El polvo que había por las paredes la hizo estornudar un par de veces.
Cuando llegó frente a la puerta de la habitación, tuvo que deshacerse de una gran telaraña para poder entrar.
Sólo me quedan tres años para poder usar magia. Se dijo mientras se quitaba restos de telaraña del pelo.
Por fin, empujando la vieja puerta con todas sus fuerzas, logró entrar. Un fuerte olor a cerrado y millones de partículas que se levantaron, la hicieron toser de nuevo. Iban a tener trabajo allí para varios días. Pensó mientras echaba una ojeada a su alrededor.
Las cortinas estaban podridas, y el papel de la pared tenía manchas verdes de humedad en una esquina. Había un antiguo armario con varios vestidos apolillados, una estantería con libros amarillentos…
Entonces lo vio.
Había un objeto que no parecía pertenecer allí. Era un guardapelo de oro, pesado, tenía una bonita "S" tallada. A diferencia de los demás objetos de la habitación, este estaba completamente limpio.
Ginny lo observaba embelesada. Cuanto más lo miraba, más bello le parecía. A medida que se iba acercando sintió un alo alrededor del colgante, no sabría explicar de qué, pero el aire que lo rozaba tenía una energía distinta.
Llegó junto a él y alargó la mano para tocarlo, pero a unos centímetros se paró, indecisa. ¿Sería peligroso?
-Ginevra…- No, no era peligroso. No podía serlo.
Confiada, cerró la mano alrededor del guardapelo y lo levantó. Estaba extrañamente templado y le trajo recuerdos. Recuerdos confusos, algo borrosos, recuerdos maravillosos. Cerró los ojos y la cara de Tom apareció clara ante ella.
-Has venido…- le dijo mirándola con una sonrisa.
Ginny dejó caer el guardapelo asustada. Este hizo un ruido metálico al chocar contra la pata con forma de garra de una pequeña mesa.
La joven escuchó varios pares de pies subiendo ruidosamente la escalera.
-¡Ginny! ¿Estás bien? ¿Qué se ha caído?- Hermione, Harry y Ron iban hacia allí.
-¡Estoy bien!- respondió la pelirroja rápidamente.
Miró el guardapelo una vez más y llevada por un impulso se lo colgó del cuello y lo escondió entre sus ropas. La recorrió un escalofrío, ahora estaba helado.
Justo cuando logró que no se viera, entraron los tres. Después de hacer unas pocas bromas sobre lo sucia que estaba la casa de los Black, se pusieron a limpiar.
Ginny estaba más sonriente que nunca. Después del momento de miedo, se sentía inexplicablemente reconfortada con el peso y el liso tacto del colgante, que seguía completamente frío sobre su piel.
