PARÁSITO
(By xTM Himitsu)
Un fanfic de resident evil.
CAPÍTULO I
"EL PUEBLO CON HABITANTES DE OJOS COLOR AÑIL"
El cielo era de un gris cetrino incluso siendo de noche. Estaba completamente poblado de grises nubarrones que vaticinaban la inminente lluvia. El pronóstico del tiempo era contundente, estábamos en alerta, pero a mí eso me daba igual, pues me encontraba en el aeropuerto a punto de tomar un vuelo a un lugar lo suficientemente alejado como para mantenerme al margen.
Me dirigí hacia el bar más cercano a mi puerta de embarque e imitando al vaquero típico de los westerns me senté y miré al barman desafiante.
- Póngame lo más fuerte que tenga… - exigí.
- Tengo una ensaladilla rusa, en mal estado, tiene un sabor fortísimo… - Replicó el mordaz camarero.
- De beber… por ejemplo, un martini con vodka, agitado, no removido.
El camarero sonrió al ver mi mala imitación de James Bond.
- Está prohibido servir alcohol a menores… - Respondió le camarero, esta vez con seriedad.
- Queda detenido, por obstrucción a la justicia. – Aseguré lanzando sobre la mesa mi placa de policía, recién sacada del horno.
Al fin me había graduado como uno de ellos. Había pasado sin pena ni gloria por la academia de policía, pero finalmente había conseguido graduarme y ahora me dirigía a mi país natal a celebrarlo con la única mujer que había de momento en mi vida: mi madre…
- Señor… - El camarero miró la placa.
- Señor Drakkan. Franz D. Drakkan.
- Señor Drakkan, ¿va a ponerme las esposas antes o después de que le sirva la bebida?
- Más tarde, no hay prisa. – Le seguí la broma.
En la esquina del bar, una televisión pendiente de la pared balbuceaba incansable quebrantando la apacible quietud nocturna del aeropuerto. Las noticias mostraban otro caso de violencia de género.
"…El presunto asesino, que descargó su hacha en numerosas ocasiones sobre su pareja, no parecía estar afectado por alcohol o la ingestión de sustancias tóxicas de tipo alguno…" Estaba cansado de estas noticias. Parecía que últimamente se estaba produciendo una oleada de asesinatos incomprensibles, crímenes pasionales ridículos, y en definitiva un aumento tremendo en la violencia.
En la pantalla apareció a continuación la famosa periodista/criminóloga/joven promesa/estrella mediática del momento, Elisabeth Seale, más conocida como "La viuda negra" o "La avispa de mar", refiriéndose al animal más venenoso del mundo, haciendo referencia a lo incisivo de esta mujer en lo relacionado a obtención de información. Para hablar más clara y vulgarmente, tenía mucha gente de peso cogida por los…
- Aquí tiene su bebida. – Dijo el camarero dejando el martini delante mía.
Solté el dinero sobre la mesa y cuando el camarero se dio la vuelta, con mi reloj de última tecnología, que incorporaba mando universal cambié de cadena.
¡Leon Scott Kennedy en pantalla! (No confundir con John F. Kennedy) Este hombre – Leon – era mi ídolo, mi inspiración, un verdadero héroe tras los acontecimientos de Raccon City. Aunque en esta ocasión estaba hablando del periodista Kurtis Miles, recientemente desaparecido misteriosamente. ¡Como si a alguien le importara! Vaya mierda de televisión.
- Leon Scott Kennedy, qué gran hombre. – Dijo el barman volviendo a situarse delante mía. – Debería haber más gente como él par arreglar esta mierda de país.
- A mí este país me es indiferente. – Repliqué. Había más gente como Leon, pero no todos con su suerte. En la realidad, la mayoría de héroes acaban muertos.
- ¿Te has hecho policía sin importarte lo más mínimo el país?
- Soy policía porque me mola llevar pistola y tener poder y que por ello me paguen un sueldo decente. No soy un estúpido idealista. Me resultan irrelevantes las cuotas de criminalidad de este país, y todos sus habitantes. No me gusta ayudar a la gente, pienso que cada candelabro debe sostener su vela.– Respondí de forma contundente.
El hombre meneó la cabeza con desaprobación y estoy seguro de que internamente deseó que me atragantara con la bebida.
A la gente le encanta la hipocresía. Desean que les digas que has entrado en la policía para defender la justicia y ayudar al débil. Y a los dos días eres un poli corrupto, sobornado por la mafia local.
Yo no soy ni uno ni otro. No me gusta engañarme, no ayudo a nadie y nadie me ayuda a mí. No pretendo salvar al mundo pero tampoco estoy interesado en la corrupción.
Acabé de discurrir y decidí dejar la bebida a medias y marcharme, no sin antes cambiar de cadena, para poner algo más… interesante. Miré a mi alrededor para asegurarme de que no hubiera menores cerca y cambié de canal posteriormente, hasta llegar a uno en el que estaban emitiendo cosas de contenido X. Era mi adecuada indirecta a todos esos hipócritas que me miraban con mala cara por ser sincero: ¡Qué os den por el… "Atención llamada para el vuelo 2237 con destino a…
- ¡Mi vuelo, en hora, milagro! – Y me fui del bar escuchando ya el murmullo y las expresiones de descontento de la gente que allí se encontraban: "pero qué grosero el dueño del bar", mientras de fondo se oían los gemidos provenientes de aquella producción de cine de calidad.
No tardé mucho en embarcar. El avión era pequeño, estrecho y viejo, pero mientras no se cayera en mitad del vuelo a mi me daba igual. Un asiento de aquel avión era casi más grande que el estudio en el que yo vivía. De hecho, en mi estudio tenía que tener cuidado al bajarme de la cama para no meter un pie dentro del retrete.
Por suerte para mí ahora me dirigía a la casa de mis padres, y podría disfrutar unos días de una cama en la que me podría estirar cómodamente, y de una comida distinta a los mejillones de lata y sopa precocinada. ¡Home, sweet home!
Decidí ponerme el cinturón y cerrar los ojos, para cuando despertara, estaría en mi queridísimo hogar, o eso era lo que yo pensaba. No fue así.
Un olor a goma quemada y una sensación de profunda nausea invadió mi cuerpo, abrí los ojos y estos comenzaron a escocerme con intensidad. ¿Dónde me encontraba? Estaba totalmente desorientado. Estaba tumbado bocabajo en un suelo de tierra seca. Recordé el avión. ¡El avión! Me giré sobre mí mismo y pude ver aquello que me temía: un cementerio de metal y ceniza.
Había sobrevivido a un accidente aéreo… traté de ponerme en pie y la vista se me nubló completamente, estrellas blancas me recorrían la vista mientras mis piernas me temblaban y las arcadas se manifestaban tras el largo período de nausea.
Había fuego devorando la goma de lo que parecía ser el tren de aterrizaje del avión, lo que intuí que eran cuerpos de personas calcinados, el colosal aparato volador fragmentado en mil pedazos. Frente a mis ojos, en definitiva los restos de un siniestro que todos hemos visto alguna vez por las noticias pero que nadie jamás se imaginó que viviría en primera persona.
Me arrastré lejos del avión para evitar cualquier posible daño de alguna eventual deflagración o escape de gas, aunque no tenía ni idea de cómo funcionaba en realidad un aparato de esta índole.
Después de calmarme un poco, empecé a ser consciente de mi situación. Estaba perdido y solo en algún lugar tras el siniestro del avión. Dadas las tecnologías actuales no habría problema, puesto que en cuanto fueran conscientes de la situación llegaría todo un convoy a rescatarme. Aunque también era consciente de que esas situaciones llevaban su tiempo.
Me senté sobre un trozo de aluminio que había impactado directamente en el terroso suelo y se había sumergido en el mismo, para tratar de asimilar la situación y comenzar a decidir qué hacer, sin embargo, algo sucedió en aquel momento.
Una mano asió mi hombro y se apoyó sobre el mismo. Mi corazón redobló con tanta fuerza que casi me perfora el pecho y mis actos reflejos me hicieron saltar de la piedra y girarme sobre mí mismo.
Una chica de unos veintimuchos años cayó al suelo de rodillas mientras tosía. Su cabello color negro era ahora más claro de lo que habría sido habitualmente, dado todo el polvo y la ceniza que contenía. Vestía una falda gris de rayas ni corta ni larga, en contraste con su rebeca negra que se superponía a su blanca y fina blusa.
Me acerqué rápidamente y puse mi mano sobre su hombro.
- ¿Te encuentras bien?
En aquellos momentos levanto su faz y sus ojos se clavaron en mí deslumbrándome. Eran de un intenso y bonito azul. La verdad es que la chica era bastante guap… ¡Maldita sea…
- ¡Elisabeth Seale, la viuda negra!
- Ni soy viuda ni soy negra. Y tampoco me gusta que me llamen así. Y antes me has preguntado si me encontraba bien, y la respuesta es ¿crees que me puedo encontrar bien en esta situación?
- Supongo que no. ¿Tú también ibas en el avión, verdad? – Pregunté
- Evidentemente.
Me rasqué la cabeza para poder pensar con más claridad.
- Lo que me sorprende es que me quedé dormido y ni me enteré del accidente. ¿Qué sucedió?
Elisabeth se cruzó de brazos y su expresión se tornó completamente seria.
- Yo tampoco me desperté hasta estar en el suelo, lo cual es cuando menos, imposible. Si caímos desde lo alto, el golpe… al menos, debió habernos despertado.
Tenía toda la razón, pero, sea lo que fuere que hubiera pasado habría mejores momentos para descubrirlo. Ahora probablemente habría que asumir la situación, de hecho, y decidir qué hacer.
- ¿Qué hacemos? – Pregunté a la celebridad.
- Si supiera lo que he pasado podría darte una solución clara, pero como no tengo ni idea, ni si quiera donde estamos…
Miré la hora y me di cuenta de que mi reloj se había roto con el impacto. Miré el paisaje… Montañas al frente, arboleda a mi derecha y terroso descampado el resto.
- ¿Te suenan esas montañas? – Pregunté estúpidamente.
- Lo siento, pero el canal viajar nunca me tuvo en nómina.
"Qué persona más desagradable." Quise decir, pero no me pareció una buena forma de comenzar una relación.
- De entrada busquemos a ver si hay más supervivientes. – Sugirió la mujer.
- Sí bwana.
Y comenzamos a rastrear el cementerio, con la esperanza de poder encontrarnos a alguien a quien ayudar, pero los numerosos cadáveres calcinados eran bastante desalentadores.
De otra parte, había piezas esparcidas en un radio notablemente amplio, con lo cual nos llevaría un buen rato encontrar a cualquier persona, sobretodo si estaba debajo de una pieza… aunque si estaba debajo de una pieza de aluminio probablemente no estuviera en perfecto estado.
- Chico, concentrémonos en un radio de más de treinta metros del avión, pues casi todo lo que hay a menos parecen ser restos quemados. Sería extraño que hubiera alguien vivo más cerca. – Propuso la viuda negra.
- Vale… por cierto, ¿cómo es que si salimos despedidos después del impacto, ni tú ni yo tenemos ningún rasguño? Tras haber caído de la altura a la que estábamos…
La mujer se detuvo y sonrió, no sé por qué.
- Primero, yo sí tengo contusiones, pero no te voy a enseñar donde las tengo. Segundo, podemos ponernos a jugar a las especulaciones y que se nos haga de noche, muramos de inanición, nos congelemos…
- Qué tremendista.
- Calla y olfatea bien.
Y seguimos buscando, hasta que ya casi las esperanzas eran nulas, entonces sucedió un nuevo milagro.
- ¡Mira, debajo de esa pieza!
Un fragmento de lo que parecía ser un ala yacía encima de lo que parecía ser una persona.
- Está muerta, probablemente tenga medio cuerpo aplastado.
- Eso no lo sabremos hasta que lo comprobemos. – Dije mientras el corazón me palpitaba con fuerza. Increíble, yo que siempre estaba hablando de no ayudar a nadie, y allí estaba, emocionado por la posibilidad de que aquella persona siguiera con vida.
Me aproximé a la pieza y metí la cabeza debajo. Era una muchacha de cabello largo y rubio. Se encontraba silenciosa tendida boca arriba con los ojos cerrados. ¡Tenía un aspecto demasiado angelical para estar muerta! Desplacé mi dedo debajo de su nariz y ¡sorpresa!
- ¡Respira! – Grité con fuerzas y la escéptica de mi compañera se aproximó andando rápidamente aunque cojeando ligeramente.
Metí la mano debajo del ala y traté de palpar con cuidado a ver si detectaba el punto que había aprisionado a la chica pero parecía no estar siquiera bloqueada. El milagro era aun mayor, la pieza había caído encima de tal forma que la había cubierto sin dañarla. Un poco más arriba o más abajo, incluso a la derecha o a la izquierda y probablemente habría cercenado algún miembro de la joven o incluso la habría matado.
Estiré del cuerpo de la chica y la extraje de su prisión mientras esta parecía estar sumida en un profundo letargo.
- Chico, los milagros no existen.
- Habló un ciego. – Repliqué molesto por la estupidez que acababa de decir Elisabeth.
Le pedí a Elisabeth que se quedase al cuidado de ella mientras yo seguía buscando supervivientes. Pero mi labor finalizó pronto. Los milagros se habían acabado.
Cuando volví, la joven había despertado, aunque tenía muy mala cara. Era una chica bastante joven, estimé que rondaría mi edad. Poseía un cabello rubio y liso, que caía hasta sus hombros abrazando una faz de delicadas facciones iluminadas por un color de ojos semejante a la miel.
- Hola, me llamo Franz D. Drakkan, encantado.
- Yo soy Amy. Muchas gracias por ayudarme. – Amy tenía un tono de voz dulce. Parecía la típica chica de buena familia: bien educada, bien parecida, y de aspecto delicado. De altura media y cuerpo delgado. Justo al contrario que Elisabeth, que poseía un cuerpo que en general sería catalogado como "de infarto", aun a pesar de llevar la ropa que llevaba.
Si he de ser sincero, probablemente habría sido lo que me habría llevado a una isla desierta, a aquellas dos chicas. Aunque la viuda negra tenía una carácter bastante desagradable.
- ¿Cómo te encuentras Amy?
- Pues muy mareada. Me quedé dormida en el avión. Yo nunca me duermo en los aviones, pero me quedé dormida y he desperado aquí, con un mareo horrible. – Respondió la chica.
- Sí, a los tres nos ha pasado lo mismo. Pero no es momento de especular sobre el porqué, ¿verdad Eli?
- Primero, no me llames así. Segundo, no sirve de nada que especulemos, yo propongo que mejor busquemos alguna casa de campo por aquí cerca y solicitemos indicaciones para saber primero dónde estamos. Y a partir de ahí decidamos qué hacer.
Así que dicho esto, nos pusimos en marcha y comenzamos a andar en dirección a la arboleda próxima a nuestra ubicación. El tiempo era normal, con una temperatura algo fría pero no especialmente desagradable. Lo que me preocupaba, si cabe, era el cielo, que comenzaba a parecer el típico de una tromba.
Mientras caminábamos los tres nos encontrábamos en silencio, lo cual era particularmente aburrido. Así que decidí romper el silencio:
- ¡Lo tengo! – Dije mirando hacia Elisabeth.
- ¿El qué?
- ¿No te gusta que te llamen Viuda Negra, verdad?
- No me gusta en absoluto.
- Porque es demasiado largo, ¿verdad? Pues he decidido acortarlo. ¿Cómo prefieres que te llame, "viuda" o "negra"?
Elisabeth se detuvo y me miró con expresión malhumorada, mientras que Amy comenzó a reírse tímidamente.
- Tú eres tonto. ¿Verdad?
- ¿Es una pregunta trampa?
Elisabeth meneó la cabeza en señal de desaprobación y seguimos caminando a través de lo que parecía un sendero que atravesaba la bosqueja en cuestión. Estábamos caminando sin rumbo, pero el hecho de existir un sendero, aunque éste estaba bastante desdibujado, era una buena señal.
- Oye, negra, tengo una pregunta.
- Si me vuelves a llamar negra, te empezaré a llamar "basura". Si mi color de piel fuera negro, y no blanco, te daría una paliza por racista. Quedando esto claro, ¿cuál es tu pregunta?
- Siempre he tenido la duda de si son reales u operadas. – Dije apuntando con mi dedo a su pecho. – Son demasiado grandes para tu cuerpo delgado.
La cara de Amy se convirtió en algo así como de miedo y desconcierto, mientras que Elisabeth sonrió malignamente.
- ¿Quieres verlas? – Preguntó Elisabeth dejándome de piedra…
- Sí, ¿por qué no?
- Pues tal vez esta noche… ¡En tus sueños!
Zas, en toda la boca. No tenía nada que responder al respecto, así que decidimos seguir andando en busca de la casa de campo que nos habíamos propuesto encontrar, aunque tampoco queríamos separarnos demasiado del lugar del accidente, puesto que tarde o temprano vendrían a recogernos.
La arboleda se hizo algo más espesa por momentos, pero el descuidado camino se mantenía, aunque en ocasiones era especialmente complicado seguir su rastro.
Finalmente llegamos a un claro a partir del cual el pequeño bosque comenzaba a deshacerse.
- Estoy agotada. – Dijo Amy
- Pero si no hemos andado nada…
Yo tampoco lo entiendo, pero estoy que me falta el aire.
- De cualquier modo… ¡Mirad eso!
Y lo que estábamos buscando surgió ante nosotros. Al final de la arboleda emergía un pueblo de entre una ligera neblina, recortado sobre un cielo gris nublado que oscurecía notablemente el paisaje.
Parecía un pueblucho de estos perdidos, de montaña, donde puedes encontrar amables pueblerinos y gente menos contaminada por el germen de la sociedad actual.
- Tienes una flor en el culo, viuda.
- Antes de que nos separemos recuérdame que te de un buen puñetazo. – pero incluso en sus palabras se notaba un deje de alegría, pues en el fondo de nuestros corazones sospechamos que nos llevaría tiempo encontrar un pueblo o una casa de campo donde encontrar información y empezar a movernos para adelantar nuestro rescate.
Anduvimos calmadamente pero a un ritmo decente hasta la entrada del pueblucho. De cerca se veía algo dejado y destartalado, y hasta cierto punto pobre.
Las casas parecían haber sido construidas por personas no muy duchas en la albañilería, y en la mayoría de los casos el acabado era en ladrillo visto.
Algo que me sorprendió, y es que aun a pesar de estar especialmente nublado el día, no parecía ser especialmente tarde, y sin embargo, todo parecía yermo, desértico, inerme…
- O aquí la gente se va a dormir muy pronto, o…
- O te callas…
- ¿A qué viene esa agresión?
La viuda negra me miró con cara de maligna felicidad.
- Es que creo que he descubierto un nuevo hobby. – Explicó la viuda negra.
- Me encanta ser el hobby de chicas guapas…
- Gracias por el piropo. – Replicó
- No me has dejado acabar la frase…
Amy carraspeó para evitar la discusión de lo que parecían dos niños pequeños. ¡Me encanta, siempre consigo que la gente se ponga a mi nivel!
- Perdón por interrumpir, pero deberíamos buscar a alguien del pueblo, y yo no veo a nadie.
Pues no, la verdad es que nadie rondaba por las calles. Parecía un pueblo fantasma. Pero decidimos no darnos por vencidos y nos aproximamos a la puerta de la primera casa situada en la dirección de nuestra trayectoria.
La puerta tosca y de madera crujió cuando la golpeé sucesivas veces con mis nudillos, pero por más que esperamos no salió nadie.
- Estupendo, un pueblo fantasma. – Murmuré disgustado.
- ¡Te sentirás como en casa! – Apostilló Elisabeth.
Decidí ignorar su comentario y seguí golpeando la puerta hasta que ésta misteriosamente cedió. Al principio pensé que la había abierto alguien, pero luego me di cuenta de que simplemente había cedido luego de un crujir proveniente de madera en estado de putrefacción.
- Propongo entrar. – Dije y me adentré sin esperar respuestas.
- ¡¿Pero y si vienen los dueños? – Habló alzando el tono de voz Amy.
Elisabeth dio una palmada en la espalda de la otra muchacha y entró dejándola fuera.
Un olor bastante desagradable poblaba el interior. Parecía que no hubiesen sacado la basura en un mes, o que hubiese un cadáver en muy mal estado, y sin embargo la casa parecía razonablemente limpia.
Según se abría la puerta principal se accedía directamente a un comedor reducido a una mesa central de madera vestida con un mantel rojo y blanco que caía por la ladera de la misma y era empujado hacia el eje central por sillas toscamente talladas en semejante material al de la mesa.
- Huele fatal… - Dijo la más joven de las chicas tapándose la nariz.
- Ahora es cuando la viuda me pregunta que desde cuándo no me lavo. – Dije.
- Chiste fácil… - Respondió ella haciendo una desagradable mueca.
El hall/salón de la casa colindaba con dos salas más, una de ellas adyacentes, a través de una puerta de madera carcomida, mientras que a la otra sala se accedía por mediación de unas destartaladas escaleras.
- Inspecciona la sala de al lado, yo subiré a arriba. – Le dije a la viuda negra, pero evidentemente hizo justo lo contrario de lo que yo le dije. - ¿Te importa mirarla a ti Amy?
Amy parecía ligeramente asustada, en su cara se dibujaba un gran "sí me importa" aunque en sus ojos se marcaba la preocupación de no querer parecer una cobarde.
Finalmente accedió asintiendo con la cabeza, mientras Elisabeth y yo subimos al piso de arriba.
Éste se encontraba poblado únicamente por un par de muebles situados en las inmediaciones de las ventanas. Estos muebles parecían contener numerosos instrumentos de caza, de entre los cuales destacaba una escopeta y unos prismáticos, totalmente cubiertos de polvo.
Tomé la escopeta de cañón recortado, la abrí y tal y como me esperaba, no tenía balas. Rebusqué en los cajones de los muebles de la habitación pero ninguno de ellos encontré munición.
- ¿Para qué quieres una escopeta?
- ¿Quién sabe? ¿Animales salvajes por ejemplo?
- Pues nada, tendrás que conformarte con verlos de lejos con los prismáticos y huir a tiempo o pegarles con la escopeta. – Dijo sonriente Elisabeth.
Hablando de los prismáticos, los tomé sin muchas esperanzas, pensando que era probable que estuvieran rotos, y miré a través de la ventana para probarlos. Súbitamente mi corazón se encogió de alegría cuando vi un grupo de personas que parecía estar llegando al pueblo por el extremo opuesto al que habíamos entrado.
Mi cambio de expresión fue tan fuerte que Elisabeth lo detectó.
- ¿Qué has visto?
- ¡Personas…. Muchas personas!
- Es genial… - Dijo entusiasmada la mujer pero rápidamente mi semblante cambió de nuevo tan bruscamente que se calló de golpe.
La respiración se me acabó por momentos, la vista se me nubló por una subida de sangre inesperada a la cabeza y las piernas comenzaron a temblarme. Solté los prismáticos al suelo y me esforcé por respirar puesto que me resultaba casi imposible.
- ¿Qué pasa? ¡¿QUÉ PASA? ¡Contéstame! – Me preguntaba, pero como en un sueño, en una pesadilla, quería hablar pero era incapaz de articular palabra.
- ¡Los … los los… aldeanos! Los aldeanos llevan…
Elisabeth tomó rápidamente del suelo los prismáticos y vi como su tono de piel se tornó completamente blanco. Los aldeanos estaban ya prácticamente en mitad del pueblo, y varios de ellos llevaban arrastrando lo que parecían cadáveres humanos.
- Llevan… ¿una persona partida … por la mitad? – Pregunté.
Elisabeth asintió con la cabeza al tiempo que un grito de Amy se escuchaba en el piso inferior. Un grito que congelaría la sangre hasta a la persona más insensible.
- Va…vámonos… ¡VÁMONOS DE AQUÍ! – Grité y tomando a Elisabeth del brazo bajé las escaleras lo más rápido que pude.
Amy se encontraba como petrificada tratando de respirar con fuerza. No sé qué habría visto en la otra habitación, pero tampoco quise imaginarlo. Supe que nuestra única oportunidad de vivir era salir por la puerta antes de que llegaran los aldeanos, pero ya era demasiado tarde. La puerta de la casa se abrió, y ante nosotros se presentaron un hombre y una mujer de avanzada edad, de ojos de un brillante color añil, pero absolutamente muertos e inexpresivos. Por unos segundos se hizo el silencio, pero luego, uno de ellos habló…
- ¿Invitados? – Preguntó la mujer mayor sin parpadear.
- Sí, son invitado, parece… - Replicó el hombre sin ninguna clase de sentimiento en sus palabras.
- ¿Os vais a quedar a cenar? – Dijo la mujer, y pude captar un destello de maliciosa felicidad. Sentí como el gozo de un predador que ha acorralado a su presa.
No sabía qué decir, qué hacer. Amy trataba de sonreír mientras las lágrimas le caían mejillas abajo, al tiempo que Elisabeth estaba completamente paralizada.
- Sí… nos… nos…. Nos quedaremos. – Tartamudeé, mientras escuchaba a Amy murmurar a regañadientes un "no..no..no..no..no..no..no" que no tenía fin.
- Poneos… cómodos, sentaos... – Dijo el hombre sonriendo con su boca pero con sus ojos inexpresivos, mientras se acercaba a nosotros, y nosotros dábamos pasos para alejarnos de él.
Pero lo que más me encogió el corazón, fue que tras la puerta de entrada de la casa, el terrible rugir de una motosierra comenzó a sonar. Probablemente todos los habitantes del pueblo estaban acechando detrás de aquella puerta. Todos con aquellos terribles y muertos ojos, de un brillante color añil.
FIN DE CAPÍTULO. Próximo Capítulo: "EL PUEBLO SIN OJOS"
