Disclaimer: nada me pertenece
1
El deseo de Harry
Los tres jóvenes salieron del despacho de Dumbledore. Al final de la escalera los esperaba la ahora directora McGonagall.
―Profesora McGonagall ―saludó Harry.
―Potter. No he tenido ocasión de darle las gracias. Ha sido un placer luchar a su lado.
―El placer ha sido mío. ¿Ocurre algo?
La profesora suspiró.
―Muchas cosas, pero ahora les requiero a los tres para una. Acompáñenme.
Caminaron por entre los ruinosos pasillos hasta llegar al cuarto piso, hasta un aula en desuso que Harry reconoció y la cual llevaba ya casi seis años sin pisar. Era el aula donde se encontraba el Espejo de Oesed, el cual miró cuando estaba en su primer año. Y efectivamente, allí estaba, como si nunca hubiese sido trasladado.
El espejo seguía igual que siempre, tan alto como la clase y el marco dorado. Ron también reconoció el objeto.
―Supongo que usted y el señor Weasley reconocerán el Espejo de Oesed.
Hermione mostró interés ante aquello. Si aquello hubiese sido una clase de verdad y le hubiesen preguntado qué era el Espejo de Oesed, habría levantado la mano enseguida. Harry sonrió ante aquella visión.
―El Espejo muestra nuestros más profundos secretos. Pero también tiene una propiedad mágica más. Cada quinientos años, el Espejo no sólo muestra los deseos más anhelados, también es capaz de convertirlos en realidad. Sólo tres deseos. Ciertamente no hay registros al respecto de deseos concedidos en el pasado. Pero creemos que, debido a todo lo que ustedes han hecho, merecen tener esos deseos. Los dejaré solos.
La profesora se marchó, dejándolos solos.
―Un deseo para cada uno ―dijo Ron.
―Cierto ―corroboró Hermione.
Los tres se miraron.
―Tú primero, Harry ―dijo Ron, ansioso. Se notaba que quería verse también en el Espejo, pero sabía perfectamente que el primero que se merecía ese honor era el propio Harry.
―Espera, Ron. No sabemos qué puede pasar ―como siempre, Hermione mostró su preocupación una vez más.
Harry miró a sus amigos.
―Voy a mirar en el Espejo.
Se adelantó, dejando a sus amigos atrás, hasta que estuvo frente al Espejo. Como esperó que ocurriese, finalmente sucedió. Sus padres y familiares lo rodeaban. Su padre sonreía y su madre posaba su mano sobre su hombro. Aquella vez era tan real que parecía que en verdad Lily Potter estaba detrás de él.
Y entonces todo se volvió nublado. La estancia desapareció por completo. Entonces todo se volvió nítido y se dio cuenta de que ya no estaba en Hogwarts, y no había rastro de Ron, Hermione o del Espejo.
Se encontraba en un acogedor salón de una casa. Fuera se podía ver una calle de pueblo iluminada por una farola. La calle le resultaba extrañamente familiar. Paseó por la estancia. Sobre una chimenea en el que crepitaba un fuego había varias fotos. Mostraban a un niño con gafas en varias etapas de su vida: montando una bici, subido a una pequeña escoba, con un uniforme de Hogwarts... Y entonces se dio cuenta de que era él.
Se topó con un espejo y se miró. Ya no llevaba sus sucias ropas a causa de la batalla, sino un vaquero y una camiseta roja. Tampoco tenía heridas en la cara ni manchas de sangre o de suciedad.
―Harry, cariño, a la mesa ―lo llamó una mujer desde otra parte.
Salió del salón y entró en un pequeño comedor. Había una mesa con tres sillas. La mesa estaba dispuesta para cenar, con platos, vasos y cubiertos perfectamente dispuestos. Una mujer entró en el comedor portando una sopera.
Tenía el pelo rojizo e intenso. Su mirada mostraba una calidez que embriagó al muchacho. Era Lily Potter.
―Mamá...
―Cariño, toma asiento, tu padre está a punto de llegar del trabajo.
Pero Harry se acercó a ella y la abrazó, hundiendo su cabeza en el hombro de su madre, respirando su aroma y no pudiendo creer que fuese ella de verdad.
―Cariño, ¿qué te pasa?
―Buenas noches ―saludó alguien desde la puerta del comedor.
―¡Papá! ―gritó al ver a su padre y corrió también a abrazarlo.
James Potter miró extrañado a su mujer. Ella no sabía qué decir. Finalmente, Harry se apartó y se sentó en la mesa, sonriendo. Sus padres prefirieron no decir nada.
―¿Qué tal el trabajo? ―preguntó Lily.
―Agotador. Hoy hemos tenido varias redadas. Ese Dolohov es muy escurridizo.
―¿Dolohov? ―preguntó Harry.
James miró a su hijo.
―Sí. Dolohov el mortífago. La Oficina de Aurores no da abasto desde que Quien-Tú-Sabes ha puesto precio a nuestras cabezas.
Lily bajó la mirada. Al parecer no quería que la conversación fuese por esos derroteros.
―¿Eres auror? ―James asintió ―. ¿Y Voldemort está vivo?
Aquello fue como un resorte. Su padre ensombreció el rostro y su madre se tapó los oídos.
―¿Es que quieres matarnos? Suerte que tenemos defensas en la casa, si no los mortífagos se nos echarían encima. ¿Es que quieres que le pase lo mismo que a tus amigos?
―¿A qué te refieres?
―Ese nombre es tabú, Harry. Y por lo mismo que hiciste el año pasado, tus amigos Ron y Hermione murieron.
Harry se quedó paralizado. ¿Ron y Hermione estaban muertos? Lentamente se levantó y se marchó. Sus padres no se lo impidieron.
Subió por las escaleras hasta llegar a la que parecía ser su habitación. Esta era más grande que su habitación de Privet Drive. Sobre la pared había varios posters de quidditch, algunos banderines de Gryffindor y unos mapas. Sobre un colgador pendía una jaula con una lechuza blanca que dormitaba. Era Hedwig. El estómago se le revolvió.
Se acercó a la cama y se sentó. Sobre una mesilla de noche había una fotografía enmarcada que mostraba a tres personas. Una era él, con los brazos sobre los hombros de otras dos. Ron y Hermione.
Y entonces rompió a llorar. Su mayor deseo se había convertido en su peor pesadilla. Voldemort estaba vivo y en el apogeo de su poder, según parecía. Y lo que era peor, sus mejores amigos habían muerto. Habían muerto por su culpa, por sus descuidos. Entonces recordó la vez que estuvo en la tienda con ellos, cuando buscaban los Horrocruxes y él, involuntariamente, pronunció el nombre de Voldemort, provocando la aparición de los Carroñeros y su traslado a la Mansión Malfoy, donde Hermionne fue torturada. ¿Y si aquella vez los hubiesen matado en vez de aquello?
Y en ese momento su mayor deseo fue salir de allí y volver al sitio que había dejado.
Y entonces el mundo se volvió borroso. La habitación desapareció y se encontró tendido sobre un frío suelo de piedra. Ron y Hermione, vivos, lo miraban.
―¿Estás bien? ―preguntó Hermione.
―Nos tenías preocupado ―dijo Ron.
Harry se incorporó.
―¿Qué ha pasado?
―Te desmayaste. No hacías nada, pero pensamos que te había pasado algo. ¿Qué ocurrió? ―quiso saber Ron.
―Es complicado...
Los tres permanecieron en silencio.
―Vale, voy a mirar yo ―confesó Ron.
Un pequeño fic que se me ha ocurrido. Serán sólo tres capítulos, uno por cada personaje. Espero que lo disfrutéis :)
