Prólogo

Trece de febrero del año 2004… Es increíble lo rápido que pasa el tiempo. Si parece que fue ayer mismo cuando conocí a mis amigos, cuando me llamaron por primera vez para salir a jugar, mi primera vez en el colegio, mi primer balón, mi primer aprobado…

Vale, recuerdo mejor mi primer suspenso. ¿Y qué? También fue bonito a pesar del infierno que me hizo pasar mi madre cuando llegué a casa con la bendita hoja de papel. Y ya dejándome de tonterías y poniéndome un poco serio, os cuento esta introducción yo, en primera persona, porque veo conveniente contaros algo que le sucedió a uno de mis mejores amigos. Al típico pintamonas que siempre lleva un ordenador encima y que en lo único que envidia a Bill Gates es en la pedazo de mujer que tiene.

Lo que le ocurre a mi amigo es algo… normal. Para qué os voy a engañar diciendo "¡algo supercaligrafilisticoespialidoso!". A todo el mundo le ha tirado una niña (o niño, para la lectora) de los doce para adelante y al que no, que me perdone si le puedo ofender, pero es un raro con problemas hormonales. Yo no os voy a engañar, señores: a mi me tira una niña que conozco desde que veía a Lala y a Po tomándose las teletubbienatillas en teletubbielandia con los teletubbieconejos. Sé que ella no es nada del otro mundo, y que a veces se toma las cosas demasiado en serio, pero es mi cielo personificado. Y cohesionando de nuevo con mi socio (sí, el maquina en informática) pues el tío me dice que no le gusta nadie… ¡Ay, ay, ay, Izzy! Que sabrá mucho de programas y todas esas tonterías, pero qué poquito sabe de los sentimientos humanos…

A continuación veréis ustedes mismos (para que saquen sus propias conclusiones) el duelo de mi amigo Koushiro, de quince años, frente su enemigo más desconocido: el amor. Y yo como su fiel amigo y compañero Yagami, juro solemnemente que todo esto está basado en hechos reales. Porque, al fin de al cabo, la realidad es una inspiración que da lugar a la ficción. Aquí mismo Taichi Yagami dejará de narrar en primera persona, que era lo planeado en el prólogo, y pasará a ser un simple personaje normal.

13 de febrero, 2004

Las seis y media de la mañana, invierno y unas ganas de seguir durmiendo horrorosas. Koushiro Izumi sólo se decía: "sí anda, prueba tú a levantarte. Verás que gustito". Hasta que no venga su madre parece que aquí no hay plan de prepararse para ir al colegio, y mira que Koushiro es educado y puntual… o por lo menos lo era. La edad cambia a las personas (tanto para bien como para mal) y ya el pobre lo único que sufre es lo típico en un chico de Tercero de Secundaria.

—¡Koushiro, se te va a enfriar el desayuno! —advirtió la señora Izumi a su hijo desde la cocina, de una voz.

—¡Me estoy vistiendo, mamá! ¡En seguida voy!

Apenas pasaron veinte segundos para que Izzy ya se presentara en la cocina para tomarse su habitual tazón de cereales. El pelirrojo se sienta en la única silla libre, a la espalda de su madre, que hacía tareas en la cocina.

—Llevas la camiseta al revés —le avisó su madre, sin siquiera mirarlo.

—¡Déjate de estupideces, mamá! ¡Tengo mucha prisa! —dijo entrecortadamente, entre cada zampada al desayuno.

—Allá tú…

Apenas pasó un segundo para que sonara el porterillo, lo que captó la atención de Izzy fuertemente.

—Tiene que ser Tai —dijo el pelirrojo, levantándose rápidamente, tomando su mochila y saliendo por la puerta. La madre únicamente suelta un suspiro de resignación.

Taichi y un amigo más, Yamada (chico de físico atlético de la misma estatura de Tai, de ojos negros (aunque llevaba gafas de sol) y pelo castaño muy oscuro. Es compañero de clase de Tai desde primaria y todos le conocían por su prepotencia, machismo, riqueza y, muchas veces, racista). Los tres se saludaron y se pusieron de camino al instituto.

—Izzy, la etiqueta de la camiseta va a la espalda, campeón —avisó Tai divertido a Izzy. Este sonrió sonrojado de vergüenza, acordándose de su madre, y en un momento se la ajustó.

—Eso es porque no sabía qué ponerse para ir a ligar —comenta Yamada, de broma. Tai suelta un silbido provocativo, entre pequeñas risas.

—Qué par de payasos estáis hechos… —dijo Izzy.

—Por cierto, ¿qué día es hoy? —cambió de tema Tai.

—Viernes, lo que es igual a examen de Inglés a primerísima hora de la mañana —contesta Yamada.

—Empezamos pisando fuerte el día… —dijo Tai, en un tono menos animado.

—Bueno, a mí me da igual porque este trimestre ya lo tengo suspenso —expresó Yamada, indiferente.

—Tú sigue así, que te irá muy bien… —ironizó Izzy, refiriéndose a Yamada.

—¡Pero si el tío ese no sabe explicar! Encima, llega tarde a clase todos los días y siempre sale para excusarse con su clásico: "Perdonad, chicos. Estaba jugando al pin-pon con mis compis y no tenía muchos ánimos de levantarme a mi hora" —imitó Yamada, calcando la misma voz del profesor, haciendo reír a Tai y a Izzy.

—Eso es verdad. Encima parece que le divierte, porque se ríe mientras lo dice —apoyó Tai a la respuesta de Yamada.

—Supongo que ser el jefe de estudios le acarrea más trabajo —dedujo Izzy.

—Lo que sea. Ese tipo no es muy amoroso con todos nosotros que digamos. Y hablando de amor… —recordó Yamada, con una mirada pícara— ¿Sabéis a qué día estamos?

—¿Pues no lo acabas de decir? —inquirió Tai.

—Digo del mes, imbécil —faltó Yamada, bastante descarado.

—Hum… Trece de febrero —dijo Izzy.

—¡Exacto! ¿Y sabéis que significa?

Taichi e Izzy se miran, desconcertados. Yamada se echó una mano a la cara, en señal de fiasco.

—San Valentín, catetos.

—¡Ah! Pero eso es mañana, no hoy —dijo Tai.

—Mira, ya aprendió a sumar el niño… —ironizó Yamada.

Izzy los miró a ambos y dio su opinión.

—A mí esos días me son un rollo… Eso de tener que ir a comprarle chocolate a cada uno de tus familiares y amigos no es muy barato, que digamos.

—¿Y para eso te crees que está el día? —preguntó Yamada, sarcástico.

—Sabemos muy bien adónde quieres llegar, Yamada. Y siempre el mismo cuento de cada año: "No voy a poder abrir la taquilla de lo llena que estará", cuando en realidad todas son cartas que te autoenvías —expuso Tai.

—Ja, ja y ja… Pues ya veremos si esas cartas son mías o de las niñas.

Ya estaban prácticamente en la puerta del instituto. Chicas y chicos hablaban y estudiaban en los jardines del exterior, la mayoría bajo un árbol. Todos llevaban ropa de abrigo debido al frío temporal que hacía. Allí estaba Sora, que hablaba con una amiga, a la que dejó en seguida al ver que los tres llegaban, por tal de saludar.

—¡Buenos días, chicos! —saludó la pelirroja.

—¡Hola, Sora! —de vuelven el saludo al unísono Izzy y Tai. Yamada no dijo nada porque parecía tener la vista fijada en otro sitio.

—Ryu, saludar no cuesta dinero —dijo Sora.

—Y aunque lo costara —responde éste, sin desviar la mirada de su objetivo.

—Muy típico de ti —dijo Sora, resignada.

Tai situó su cabeza justo al perfil de la de Yamada, y observó lo que él veía aproximadamente.

—¿Mimi y sus amigas? —preguntó Tai, sin comprender.

Yamada sólo posa una mano sobre el hombro del castaño y, poniendo una sonrisa, dice:

—Taichi, en este momento te voy a demostrar que las cartas no son por otra cosa que mi encanto.

—¿Cómo? —pregunta Sora, confundida.

—Nada… Tonterías que se le ocurre —le explica Izzy.

—De tonterías nada, que estamos en la época de hacer esto —contestó Yamada.

—¿Qué vas a intentar ligar con Mimi? —preguntó Tai, entre risas. A Izzy no parecía haberle causado mucha gracia.

—Está buena, y eso es lo que cuenta —resumió Yamada, encogiéndose de hombros.

—Ryu, mejor que lo olvides —dijo Sora, aconsejándolo.

—Que poco me conoces, Sorita. Voy a usar mis armas de seductor para dejarla en fuera de juego. Creo que voy a adelantar el día de san Valentín un día.

Yamada se ajusta el pelo y se quita las gafas de sol. Comienza a andar (tipo guay) hacia donde están Mimi y sus amigas, que al parecer se lo estaban pasando muy bien.

—Esto no me lo pierdo —Tai se acerca, sigilosamente hacia allá. Sora lo siguió por curiosidad, y a Izzy no se le veía con muchos ánimos, pero por no quedarse solo, los siguió.

Yamada ya había llegado adonde estaban el grupo de chicas y trató de poner una sonrisa encantadora (aunque sólo generaba risas entre ellas) y comenzó saludando con la mano, de una forma muy rara.

—Buenas tardes, señoritas. ¿Se divierten mucho? —dijo el chico, con una voz elegante y bastante forzada.

Las chicas sólo rieron.

—¿Qué haces aquí, Yamada? —preguntó Mimi, que era quien mejor lo conocía de todas.

—Pues… lo típico de cada día… —dice, mientras se acerca cuidadosamente— Ir al institutito, asistir a los entrenamientos, reírme de los tontos, verte a ti…

—¿Yamada? ¿Te encuentras bien? —preguntó Mimi, con una mezcla de diversión y confusión.

Tras los arbustos, Tai estaba asombrado ante lo que estaba viendo, al igual que Sora, mientras que Izzy parecía incluso nervioso.

—Pues no ha empezado mal… —le susurró la pelirroja al castaño, sin salir de su asombro.

—No… Es imposible. En algún momento tiene que meter la pata.

—Chicos, creo que hay mejores cosas que hacer antes que ponerse a espiar… —dijo Izzy, incluso tartamudeando.

—Tienes razón. No sé ni qué hago haciendo esto… —Sora se levanta, para disponerse a marchar con Izzy, pero Tai los detuvo con un ademán.

—Esperad, que ya viene lo bueno.

Mimi seguía igual que antes respecto a lo de Yamada, y sus amigas no paraban de hacer risitas de fondo. El chico seguía recitando frases románticas.

—Señorita, es usted tan hermosa como una flor.

—Definitivamente, no estás bien. ¿Bebiste anoche?

—Anoche dormí pensando sólo y exclusivamente en ti, mi dulce de…

—¡Vale! —lo interrumpió a tiempo Mimi— Antes de que digas ninguna cursilería…

—Anda, mira quién habló, la que no es cursi…

—¿Cómo has dicho? —Mimi frunció el ceño.

—¡Oh! Quería decir… "La que no es cursi y nunca lo será". ¡Y por supuesto, con ninguna ironía!

—Yamada, sé lo que pretendes y sólo me conquistarás cuando haya vida en la Luna —dijo Mimi, finiquitándolo. Izzy casi da un salto de alegría cuando escuchó eso.

—Venga, anda. No te hagas la dura. Si todo el instituto sabe que estás coladita por mí.

—¿Perdón? —Mimi y sus amigas comenzaron a reír fuertemente, pero a . Yamada parecía que no le importaba en absoluto. Cuando la pelirrosa ya había recuperado el habla, dijo— Vale, te daré una cita conmigo si eres capaz de hacer una cosa.

—Lo que sea, preciosa.

A los tres chicos que estaban tras los arbustos le impresionaron lo firme que se mantenía Yamada, pese al lote de reír que se estaban dando de él.

—Dedícame una rima hecha por ti —dijo la chica, sabiendo que Yamada era incapaz de hacer tal cosa sin tiempo.

—Eh… una rima…

—Sí —asiente Mimi.

—¿No te la puedo dar luego?

—Claro que no. ¿Ves? No eres capaz. Vámonos, chicas, que el timbre va a sonar ya mismo…

—¡No, espera! ¡Ya tengo una! —dijo Yamada, alarmado.

—Imposible… —musitó Tai, totalmente desencajado. A Sora no la acababa de convencer, e Izzy estaba aterrado.

—Pues muy bien, di —dijo Mimi, a la espera.

Yamada se coloca a una rodilla ante ella, como si fuera a pedirle matrimonio, y se lleva una mano al pecho con una sonrisa.

—Nena, si quieres ver lotería, bájame los pantalones, y verás al premio gordo con dos aproximaciones.

El resultado de aquello fue que Mimi le pegó una bofetada que casi le vuela la cabeza y, sin siquiera dirigirle la palabra, se va con sus amigas. Tai e Izzy reían desconsoladamente, y Sora estaba ruborizada, con una mano echada a la cara.

—¿Eh? ¡Será put…! ¡¿Y la cita?!

Tai e Izzy ya no podían más y salieron de su escondite, riéndose de él aún más fuerte, ante la mirada de Sora que intentaba ocultar su gracia emitiendo pequeñas risas. Yamada se gira a verlos, muy furioso.

—¿De qué os reís? —pregunta, frenético.

—De tu habilidad "seductora" —decía entre risas Taichi, que no paraba de reír.

—¿Ah, sí? Pues a ver si por reíros tanto vais a acabar haciendo una visita AL CIRUJANO —enfatizó en la última palabra Yamada, pareciendo que echaba chispas.

—Oh, claro… ¿Al mismo cirujano que te va a poner la cabeza recta de nuevo? ¿O al que te va a colorear de nuevo la "manita" de la cara? —dijo Izzy, sin parar de soltar carcajadas como Tai. Al castaño le hizo mucha risa lo que dijo su amigo y le chocó la mano, como felicitándole.

Yamada se estaba caldeando de lo lindo, tomando un color tan rojo que se le empezaba a denotar la bofetada de Mimi. A Sora le empezó a no gustar el paronama, y miró con preocupación a Yamada.

—Vaya… Mira quien habló: El Windows XP andante de Odaiba. Pues que sepas que YO al menos tengo contacto físico con las chicas (aunque sea de esta manera) al contrario que tú. ¡Ah, oye Izzy! ¿Con cuántas chicas has salido? Ah, no espera… Que eres virgen y boquerón ¡TOOOOONTO! —dijo Yamada, con una dureza extrema.

Izzy paró de reír en seco y su rostro mostró más que diversión como hace unos segundos, una tristeza inmersa en las palabras de Yamada. Tai también paró de reír bruscamente y miró a su amigo con preocupación. Sora ya se temía algo así, y echó una mirada asesina a Yamada. Ryu empezó a arrepentirse de sus palabras, al cambiar de expresión su rostro.

—Eh… perdona, Izzy. Me he pasado un poco…

—No, no te disculpes. No es ningún pecado decir la verdad —dijo Izzy, con un tono ronco y triste. El pelirrojo se dio la vuelta y se metió dentro del edificio.

Yamada se quitó las gafas de sol y bajó los brazos. Tai lo miró con frialdad.:

—Bravo, Yamada, bravo —dice, muy severa y sarcásticamente, mientras le aplaudía.

Taichi fue tras su amigo y dejó a Sora y a Yamada solos. Chico y chica no dejaron de seguir a Tai y a Izzy con la mirada hasta que se hubieran metido en el edificio. Luego, Sora miró no con dulzura precisamente a Yamada.

—Estarás contento —después de decir eso, se aparta del lugar. Yamada la observaba con culpa, pero a la vez como si se intentara excusar.

—¡Pe-pero yo lo único que he hecho es defenderme! Vale, Ryu, el día no ha empezado como tú habrías querido… Vamos a olvidar ésto viendo quién ha salido elegido como delantero del equipo —Yamada voltea y ve a Davis saltando de alegría, gritando: "¡Me han cogido, me han cogido!". Ryu vuelve a voltearse con una cara pálida y mira al cielo.

—¿Me quieres hacer el día imposible? ¡Usted no sabe con quién está jugando! ¡A Ryu Yamada no lo putea NI DIOS! —gritó al cielo, llamando la atención de muchos de los alumnos de allí, incluido Davis.

El hermano menor Motomiya corrió radiante hacia donde estaba Yamada. Parecía que iba a abrazarle.

—¡Yamada, muchas gracias por confiar en mi!...

—Motomiya, como me toques te voy a mandar a otro equipo que exactamente no es de nuestro planeta del guantazo que te voy a dar —respondió con una frialdad que hacía temblar.

—Vale, vale… Cómo eres. Parece que te cuesta ser agradable.

—Mira, Davis. Yo a ti no te he elegido: le di el poder de elección al equipo entero para así mejorar lo que hay con una opinión conjunta. Pero como veo que lo único que han hecho es una cagada, seré yo de nuevo el que elija.

—Entonces… ¿no estoy dentro? —preguntó Davis, con una decepción que se le notaba a kilómetros.

Yamada echó un vistazo a su agenda específica de partidos de fútbol y, con una mueca de pesar, la volvió a cerrar y dijo:

—Qué remedio…

—¡¿En serio?! ¡Sí, sí! ¡Te quiero, Yamada!

—¡A partir de ahora me llamarás CAPITÁN, imbécil!

—OK… perdone, capitán.

—Y ahora… lárgate antes de que cambie de opinión.

—Esto nunca lo olvidaré. ¡Voy a contárselo a Kari! —Davis se fue corriendo, eufórico. Yamada se sentó en un banco cerca de allí y se puso a musitar insultos hacia todo en general.

En el lugar donde estaban todas las taquillas, Izzy recogía los libros para la asignatura que tendría dentro de unos escasos cinco minutos. Pero por sus pensamientos aún giraban las durísimas palabras que Yamada le había dicho. Era verdad, porque Izzy no estaba hecho un ligón, que digamos, pero por supuesto tenía sus sentimientos. Él sentía algo muy especial hacia una persona que hubiera conocido hace unos cinco años en un campamento de verano, y la cuál estaba en su clase. Esos sentimientos eran nuevos para él y no sabía cómo actuar exactamente, y encima había que añadir la timidez de éste (a pesar de que supuestamente con esa persona ya tenía confianza más que suficiente). La voz del que es su mejor amigo lo sacó de sus pensamientos.

—Ey, Izzy… —dijo Tai, intentando ser precavido con sus palabras.

—Ah, Tai. ¿Qué tal? ¿Vienes a por tus libros?

—Mis libros ya me los lleva Sora —dijo haciendo un ademán de despreocupación. Izzy rió levemente— ¿Y tú qué? A recoger los tuyos, ¿no?

—Hum, sí. Además, tengo que devolverle un libro sobre química orgánica a Aki.

—¿Química orgánica? Creía que eso era nuevo de mi curso…

—Ya, pero me gusta estar preparado —Izzy seguía rebuscando en su taquilla.

—Ajam, claro… Oye, respecto a lo de antes, no le hagas caso a Yamada. Ya sabes cómo es: se muestra duro, pero en realidad si por él fuera se casaría con todos nosotros.

—Je, je. No te preocupes, Tai. No me afectó tanto —dijo el pelirrojo con una sonrisa. Tai no se acababa de creer del todo las palabras de su amigo.

—Oye, Izzy. No sentirás… ¿química hacia alguien? Y no precisamente la orgánica —preguntó el castaño, con delicadeza en sus palabras.

Izzy cerró la puerta de su taquilla y dirigió su vista hacia Tai, que éste también lo miraba serio. Después de un incomodo silencio de unos diez segundos, fue Izzy quien abrió la boca.

—Tai… es que…

—¡Hola, Izzy y hermano! —saludó una muy alegre Hikari, que para ellos había salido de la nada. Taichi hizo un gesto que dio perfectamente a entender que le molestó la repentina aparición de su hermana.

—Hola, Kari. Más oportuna no eres porque no puedes… —musitó el hermano mayor.

—¿Uh? ¿Interrumpí… algo? —Kari puso una cara que mezclaba culpa con confusión.

—No, Kari. No te preocupes —la tranquilizó Izzy— Sólo hablábamos de…

—De cosas de hombres —lo interrumpió Tai, cruzándose de brazos.

—Ya…como siempre, me imagino —supuso Kari.

En ese momento sonó el timbre que señalaba el inicio de las clases.

—Bueno, chicos. Me voy ya, que tengo Inglés a primera hora y mi profesora no es muy amigable… —dijo Kari.

—Te la cambiaría por el "Lotina" —bufó Tai, mirando hacia otro lado. Kari terminó de despedir de ambos y se fue a su clase. Por último, Tai le dijo una cosa a Izzy antes de irse a su clase.

—Después de clases te invito a comer fuera. Ya me lo explicarás todo.

Izzy asintió con una sonrisa y Tai le hace gesto de aprobación con la mano. Los dos amigos se separaron por caminos diferentes, uno más contento que el otro.

Al terminar las clases, Tai esperó en la puerta del edificio (una vez se hubiera despedido de todos sus amigos) mientras escuchaba música con su reproductor mp4. Izzy no tardó en salir y consecuentemente llamar la atención de Tai con una palmada en el hombro.

Ambos amigos salieron del centro de enseñanza y giraron a la derecha, a la calle que solía tener locales de todo tipo: bares; algún McDonald's o Burger King; tiendas de moda, de deporte, de video juegos, etc.

Tai e Izzy decidieron finalmente por entrar en un restaurante italiano de la zona, en el que tuvieron suerte y pudieron conseguir una mesa. Tai le encargó dos pizzas (aunque tardó su tiempo en pedirlas, por la pronunciación de las palabras italianas del menú) y unas bebidas para compensar la espera.

—¿El señor Kitamoto te deja venir aquí? —preguntó Izzy al castaño, extrañado mientras recorría la mirada por el lugar.

—Mmm… Supongo que no. Pero vamos, que peor es el Burger King o el McDonald's y no hemos ido.

—Al menos, en teoría, estas pizzas son más sanas —opinó Izzy.

—Mientras estén buenas y tú me lo sueltes todo, estaré contento —dijo Tai, sonriéndole.

El pelirrojo sólo forzó una sonrisa.

—Bueno, ¿qué? ¿Me vas a contar? —Tai le dio un sorbo a su refresco.

—Es delicado, Tai…

—Eso será delicado, pero tu pizza me va a costar mil yenes más tu refresco.

Izzy permaneció en silencio y no probó sorbo de su coca-cola. Tai comenzó a ponerse serio y frunció el ceño de su ojo izquierdo.

—Bien, hagámoslo más sencillo. Yo te pregunto y tú me contestas, ¿vale?

—Es que no sé…

—Toma un sorbo del refresco, que te recuerdo que no me sale barato, y más con

los europeos estos, que van a abrir un banco con estos precios… —a pesar de cómo pareció sonar, lo dijo con dulzura.

—Gracias, Tai —dijo Izzy, y tomó un sorbo.

—¿Quién te gusta? —preguntó repentinamente Tai.

Izzy en seguida comenzó a toser y casi echa todo su refresco. Se puso muy colorado.

—¿Pero… a qué viene…?

—Izzy, por favor, no me seas patético. Esta mañana estuviste a punto de escupírmelo sino hubiera sido por Kari. Venga, no tienes que ocultarlo conmigo. Me dolería mucho que no confiaras en mí… —Tai bajó la cabeza, como si estuviera dolido.

Tai tenía razón. Izzy no podía ocultarle aquello a su mejor amigo, ya sea porque él debería saberlo y porque si no se lo decía, iba a explotar con esa verdad.

—Está bien, Tai… Sí me gusta alguien —afirmó Koushiro.

Tai volvió a levantar la cabeza, ya más alegre por la confianza depositada en él.

—¿Quién es? —preguntó el castaño, ya más indiferente, tomando un trago de su bebida.

Izzy tragó saliva y, sin abrir los ojos, dijo:

—Mimi.

Taichi se quedó frío ante lo que acababa de escuchar, como una estatua. Quizás sea porque nunca imaginó a Izzy enamorado de Mimi ni viceversa. Los veía a los dos… completamente diferentes: Mimi era muy abierta, mientras que Izzy era más cerrado, entre otras muchas diferencias.

—Señores, aquí les traigo su pedido —dijo el camarero, poniendo encima de la mesa las dos pizzas.

El camarero se marchó y Tai aún no había movido un músculo desde aquella confesión de Izzy. Tai olfateó un momento, ante la nerviosa mirada de Izzy, y dijo:

—Huele bien esto…

—Sí…

—Habrá que probarlas, ¿no?

—Claro.

—Pues… vayamos a ello.

Taichi y Koushiro comenzaron a probar las pizzas que le sirvieron, mediante cuchillo y tenedor (estilo italiano). Tai fue el primero en probarla e hizo un gesto de afirmación a Izzy, señalando que estaba muy buena. El pelirrojo la probó consecuentemente, sin hacer ningún gesto.

—¿Y desde cuándo te gusta? —preguntó Taichi a Izzy, inesperadamente, mientras se llevaba un trozo a la boca.

—¿Hum?

—Sabes a qué me refiero.

—Ah… pues creo que al año de que ella volviera de Estados Unidos… —vaciló Izzy.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes?

—Es que… —Izzy giró su vista a la ventana— Me daba… un poco de corte.

—Vaya por Dios… —se lamenta falsamente Tai— Me recuerda al mismo corte que tuve cuando te dije lo de Sora.

—Lo siento, Tai. Quizás hice mal…

—Hombre, muy acertado no estuviste en decírmelo tan tarde, pero más vale tarde que nunca.

—Sí, bueno… Pero yo no pretendo conquistarla ni nada por el estilo.

—Haré como que eso último no lo he escuchado.

—En serio, Tai. Prefiero las cosas tal y como están ahora.

—¿Estás seguro? —le preguntó Tai, serio.

—Sí —no respondió muy convencido Izzy.

—Y… ¿si se va con otro? —dio Tai en el clavo, lo que hizo que Izzy se estremeciera. El mayor Yagami agarra de los hombros a su amigo— Izzy, por favor, no cometas el mismo error que cometí yo, o te arrepentirás.

Izzy sabía que lo que le decía Tai no era ninguna tontería, porque el castaño sabía mejor que nadie lo que es eso, y no tenía pinta de ser muy bonito. Izzy se echó las manos a la cabeza, como si estuviera ante un importante dilema.

—Tai, no sé qué hacer… —dijo el pelirrojo, con una voz ronca.

—No te preocupes —lo tranquilizó Tai, tomándolo del hombro— Para eso estamos, ¿no? Recuerda que yo siempre estaré ahí para ayudarte.

—Muchas gracias, Tai —le entraron unas ganas inmensas de abrazarle, sino fuera porque sabía que a Tai no le haría ninguna gracia.

—Mira, hay que aprovechar que mañana es san Valentín. Idearemos una estrategia para que te quedes a solas con ella.

—¡¿Qué?!... ¿Necesariamente tiene que ser a solas?

—No, si te parece me quedo yo allí con un paquete de palomitas viendo como os pegáis el lote —ironizó Tai— ¡Un poco de coherencia, Izzy!

—Es que… no sé, Tai. Esto lo veo muy complicado.

—Más complicado es el PhotoShop y tú eres un maestro, así que esto te lo barres sin problemas.

—Bueno, a ver… ¿Qué hago entonces? —pregunto Izzy.

—Eh… como hacer, hacer… Ahora no se me ocurre nada, pero podemos pensar en algo que le puedes regalar.

—¿Y qué le regalo?

—Pues… supongo que un ramo de flores… —empezó a decir Tai.

—¿Un ramo de flores? ¿En qué años te crees que estamos? —cortó a Tai una voz muy conocida, proveniente de la mesa de atrás.

Uno y otro giraron rápidamente y divisaron al instante la cabellera rubia de Yamato Ishida. Matt se levanta de su asiento y se va hacia la mesa de Izzy y Tai.

—Hombre, don Ishida. ¿Cómo usted por aquí? —saludó Tai, levantándose y chocándole la mano.

—Pues almorzando en un italiano, como vosotros —responde, mientras choca la mano de Izzy también.

—¿Y desde cuándo estás ahí? —preguntó Izzy al rubio.

—Desde antes de que llegarais. No os saludé antes porque quería enterarme de vuestra conversación.

—Cotilla… —musitó Tai, bromista. Vio que a Izzy no le hizo mucha gracia eso de que Matt supiera sus sentimientos hacia Mimi— Matt es de confianza. No se lo dirá a nadie.

—Exactamente. Más bien quiero echarte una mano —dio la razón Matt.

—No… si no es por eso. Es que me da un poco de vergüenza.

—Pues no debes de tener vergüenza, porque lo que te pasa es completamente normal —dijo Yamato.

—Díselo a él, que cada día se le confiesa seis o siete chicas… —dijo Tai, de nuevo bromista.

—Por eso mismo, no le hagas mucho caso a Tai en esto del amor —devolvió la broma Matt, haciendo reír a Izzy y enojando a Taichi.

—¿Ah, sí? —preguntó Tai, molesto.

—Un ramo de flores lo regalan hoy en día los viejos —dijo Matt.

—¿Y qué sugieres que le regale, entonces?

—Mira, Izzy. Para empezar, cómprale una caja de osos de chocolate en los que ponga "I love you", y luego le compras un… oso de peluche tamaño grande que tenga entre manos un corazón que diga "Ai Shiteru". Sé del sitio perfecto donde podrías comprarlo, no muy lejos de aquí —expuso Matt.

Izzy y Tai se quedan abobados ante la proposición de Matt. Parecía que con eso el problema del regalo estaría solucionado, puesto que ninguno de los dos le puso asco.

—No está mal pensado… —musitó Tai, asintiendo mientras se rascaba la barbilla.

—Bueno, pero… ¿qué plan hay, entonces? —preguntó Izzy, bastante nervioso.

—Tranquilo, todo a su tiempo. Tengo un plan —dijo Matt con una sonrisa. Tai e Izzy acercan sus sillas para escuchar mejor la proposición del rubio.