Tú ángel, yo demonio.

Uno.

Caminó a paso lento hacia la cocina de su bastante desordenada casa y abrió el refrigerador en busca de algo líquido que le saciara la atosigante sed que la embargaba. No encontró nada. Azotó la puerta, que se quejó con un espantoso chirrido, y caminó de nuevo hasta su escritorio. De nuevo no había podido dormir. De nuevo había permanecido casi toda la noche perdida en los pensamientos absurdos que acudían a su mente dejándole borrosas imágenes y rostros de quién, según ella, era el asesino de sus padres. Agitó el mouse de su computadora y dirigió el cursor hacia la carpeta de evidencias en una esquina de la pantalla. Dio clic y de nuevo tuvo frente a ella la única pista que existía sobre la faz de la tierra de quien fuera aquel asesino al que tanto había odiado toda su vida: la foto de un único cabello color café rojizo.

¿Por qué la policía aún no había encontrado al hombre que asesinó a sus padres después de tantos años? La respuesta quizás residía en la misma pregunta.

Habían pasado quizás ya demasiados años como para que la policía local de un pequeño pueblo siguiera en la búsqueda de un hombre que solamente cometió un crimen y que, aparentemente, resultó perfecto salvo, claro estaba, por ese único cabello al que nadie había querido hacerle caso. De todas formas para Matsuri podrían haber pasado siglos enteros pero el hombre que asesinó a sus padres debía pagar por eso como era debido. Ojo por ojo. Muerte por muerte.

Movió la cabeza efusivamente intentando alejar de su mente ese pensamiento mundano de venganza carnal. ¿Qué ganaba ella asesinando a un asesino? ¿Qué sentido tenía todo aquello para quién no entendiera la situación en la que se encontraba? Si cobraba su venganza con su propia mano podría ir a parar a la cárcel y ¿eso de qué le serviría? Movió la cabeza una vez mas y luego la dejó caer hacia atrás cerrando los ojos. Unas pronunciadas ojeras enmarcaban sus profundos pozos negros y le sumaban años que ella aún no había vivido. Soltó un largo suspiro de frustración y vio de reojo la hora que marcaba el reloj de pared que había en su despacho.

Faltaban casi dos minutos para que dieran las tres de la mañana y ella, como en muchas otras ocasiones, había creído durante un instante que por fin había encontrado otra pista más aparte de las vagas que había obtenido en sus anteriores noches de desvelo, sin embargo eso simplemente la había orillado a encontrarse a dos minutos de las tres de la mañana con las misma cantidad de información que había tenido desde hace más de un año.

Suspiró una vez más y se levanto de su escritorio con los ojos entrecerrados, sin ordenar los papeles, sin apagar la computadora, sin acomodar su silla, caminó hasta su habitación, entró sin cerrar la puerta tras ella como solía hacerlo y, sin desvestirse, se echó a la cama para quedarse profundamente dormida casi al instante.

Su vida no había sido del todo agradable los últimos cinco años. Desde la muerte de sus padres (cuando ella contaba con la edad de de dieciséis) tuvo que aprender a valerse por sí misma. Aunque fue acogida por sus abuelos desgraciadamente eran demasiado grandes para cuidar de una chica de su edad y prácticamente tuvo que costearse la vida ella sola. Alternaba la escuela con un trabajo de medio tiempo en una tienda departamental en el centro del pueblo y por las noches se dedicaba, sola, a tratar de averiguar quién había sido capaz de arrebatarle a su familia y porqué.

Ésa era la principal razón de que haya decidido estudiar psicología en la universidad de Suna, entender aunque sea un poco el por qué de todo lo que le había ocurrido. Aunque le costara entenderse a ella misma.

Nunca supo cómo es que ella había sobrevivido si se encontraba indefensa durmiendo en su habitación en el segundo piso. Fácilmente el hombre pudo haber subido las escaleras, pudo haber entrado por la segunda puerta de la izquierda, donde ella dormía, y matarla en el acto. Pero no fue así, y esa era otra cosa que tenía que averiguar. ¿Por qué alguien había decidido dejarla con vida? Seguramente la única intención de ese acto fue simplemente hacerla sufrir hasta el límite. Y lo había logrado, empezando con que fue ella la que encontró los cuerpos inertes de sus padres la mañana siguiente.

Balbuceó unas vagas palabras inentendibles entre sueños y dio una vuelta cambiando de posición en la cama.

Ella dormía, plácidamente dormía… mientras, por la puerta principal, un hombre con una mirada asesina entraba sigilosamente. El hombre caminó hasta su habitación, no llevaba un arma, no era necesaria el arma, él solo con sus propias manos podía terminar el trabajo que ya había empezado. Se acercó a ella y la contemplo dormir unos instantes… ella plácidamente dormía… y no se daba cuenta de las ansias asesinas que cargaba consigo ese hombre. Él se acerco a su frágil cuerpo y repasó el contorno sin tocarlo. Se detuvo en su cuello, ¿Cuánto más le costaría hacer un pequeño corte en la arteria y dejar que se desangrara? Sacó de su bolsillo una pequeña navaja. Ella despertó y lo vio una fracción de segundo, vio unos profundos ojos verdes que le devolvían una mirada vacía. Él no se movió, de repente su mirada mostraba ¿remordimiento? ¿Podía un asesino sentir remordimiento? No. Él se abalanzó sobre ella y ya no hubo más…

Despertó sobresaltada empapada en sudor frio y con los primeros rayos del sol estrellándose contra su rostro. Parpadeó varias veces, cegada por la cálida luz que la bañaba, y luego miro a su alrededor notando un serio desorden. Al parecer, gracias a su ya bastante común pesadilla, su noche había sido bastante agitada; la cama estaba terriblemente desarreglada, las almohadas en un rincón a punto de caer y las sabanas casi por completo en el suelo. Parpadeó unas cuantas veces más y se desperezó estirándose cuan largo era su cuerpo y soltando un sonoro bostezo.

Caminó hacia el baño, se dio una ducha rápida y se dirigió a la universidad, a la que ya iba tarde.

.

–Buenas, Matsu –la saludó una castaña de ojos grises al acercársele a la hora del almuerzo, después de varias horas de clase–, he oído rumores… de que los que están por graduarse este año han tenido problemas con algunas materias… y que han necesitado ayuda tutorial… y que los tutores son guapos chicos graduados –dijo la chica en un susurro como si fuera el secreto mejor guardado de la dirección escolar. Rouge solamente sonrió ante ese comentario y se encogió de hombros restándole importancia–, ¿cómo te está yendo con tus materias?

–No tengo de qué quejarme, Sari, me va bien –contestó Matsuri con un gesto de la mano para que no se preocupara–, tu deberías estudiar un poco más si quieres graduarte el año que viene.

–No me vengas con sermones de madre preocupada, Matsuri –reprochó Sari haciendo un puchero–. Además yo no tengo problemas con la especialidad.

–Sin embargo te conocí gracias a que estabas desesperada por entender la organización anatomofuncional del sistema nervioso central, ¿verdad?

Las mejillas de Sari adquirieron un ligero tono rojizo al tiempo que se rascaba nerviosamente la cabeza. Matsuri rió por lo logrado. En efecto, gracias a la comprensible duda que Sari había tenido durante el semestre pasado, se habían conocido después de chocar las cabezas en un intento por tomar el mismo libro de un estante de la biblioteca. Después de eso, y de varios encuentros casuales, Sari se vio obligada a devorarse su orgullo y admitir que tenía demasiadas dudas con respecto a la materia de psicología y pidió ayuda a Matsuri que aceptó gustosa.

–Déjalo ya, Matsuri. Eso pasó hace meses… ahora soy la mejor de mi clase –anunció Sari hundiendo el pulgar en su pecho y con un gesto de autosuficiencia, orgullo y comicidad voluntaria.

Matsuri se echó a reír justo en el momento en que entraban a la cafetería, pero su risa se apagó en cuanto sintió un hombro estrellándose contra el suyo haciéndola retroceder un par de pasos con un ligero tambaleo. Un chico, que pudo deducir era un par de años más grande, había tropezado con ella al salir de la cafetería. Él la miró una fracción de segundo, murmuró un casi inaudible "disculpa" y le dio la espalda alejándose. Ella se limitó a seguirlo con la mirada, algo en él había llamado su atención, y no era el hecho de que su desordenado cabello fuera casi rojo.

Sí, unos profundos ojos verdes le devolvían una mirada vacía… al tiempo que el "disculpa" se formulaba.

–¿Qué sucede, Matsu? –preguntó Sari al verla distraída en el mismo lugar durante un minuto completo. Matsuri negó con la cabeza sin voltear a verla. La mirada de Sari iba y venía entre su amiga y aquel chico pelirrojo que ahora se perdía entre el mar de estudiantes que entraban y salían apresurados a sus clases. Esbozo una sonrisa pícara y golpeó ligeramente las costillas de Matsuri con el codo– Ya veo, ¿te gustó ese chico, no?

Matsuri sonrió ampliamente y le propició un fuerte golpe en la cabeza.

–Estás más loca que una cabra, Sari –dijo antes de echarse a reír nuevamente dejando a su amiga plantada sobándose la cabeza y fulminándola con la mirada– Vamos, en un par de meses son mis finales y necesito saber cómo salí en el examen del bimestre pasado.

–"Estás más loca que una cabra, Sari" –repitió ella con burla caminando de mala gana junto a Matsuri– ¿Acaso dije algo malo? No. Yo solamente hice una pregunta –murmuraba por lo bajo con reproche.

Pero Matsuri ya no la escuchaba, ahora tenía más cosas que pensar. Encontrarse en la universidad con el chico de la mirada de quién quería asesinarla en sus sueños no era algo que tenía en su lista de cosas por hacer. A veces el motivo de la existencia de las personas le parecía tan retorcido como pensar que se puede llegar a la luna saltando de un brincolin. Si estaba destinada a conocer a ese sujeto ¿por qué tenía que soñarlo como un asesino? Quizás solamente estaba obsesionada con esa situación y era comprensible, viéndolo siempre desde su punto de vista. Pero había llegado al punto en el que cada persona con la que se topaba en los pasillos tenía una intención oculta.

Y estudiando psicología, ¿Cómo pretendía comprender las mentes ajenas si ni siquiera podía controlar su propia paranoia? Quizás, tal vez, por eso mismo había escogido aquella carrera. Si lograba entender la mente de alguien más, comprender la suya propia le resultaría fácil, e incluso podría resolver el caso de sus padres que, en su lista de prioridades, llevaba siendo la número uno desde aquel día.

–Matsuri… –la voz de su amiga la sacó de su ensimismamiento zarandeándola con fuerza una vez hubieron llegado al tablón de anuncios donde exhibían las calificaciones de los de su curso. Sari la observaba preocupada y con una mirada que decía explícitamente "lo siento" – Matsuri, reprobaste psicología.

Y todas sus esperanzas se esfumaron, se fueron al aire casi al instante en que su cuerpo cayó silencioso y ella, inconsciente, fue llevada a la enfermería al cabo de unos minutos.


El primer capitulo de mi nueva Obra Literaria (argumentando que si puede ser llamada asi debido a la narrativa, es expresada, al igual que cada capitulo que ire publicando, por medio de un numero. Ningun capitulo tendra nombre y de ser asi, tendre una explicacion perfectamente expresada.

Hable muy formal no? Haha. Pues ya habia abandonado muy feamente a mis lectoras y eso me estaba torturando! Siento no traerles una continuacion de Jugando a Seducir pero espero complacerlas con este "nuevo inicio" qe les tengo aqi. La trama de esta historia es controversial, compulsiva, misteriosa y adictiva, y espero qe disfruten leyendola asi como yo escribiendola.

Es un mundo alterno qe tiene a Matsuri como protagonista, inluyendo a Gaara obviamente como el galan.

Lean y sabran un poco mas.

Itt-OUT~