Hola a todos los antiguos y nuevos lectores,
Os presento la segunda parte de "Resurrección", mi anterior fanfic, basado en la serie de Evangelion. Al igual que pasaba con la primera parte de "Resurrección", no es necesario haber leído el manga o visto el anime original de la serie para poder leer y comprender el fanfic.
En esta ocasión, la historia comienza casi tres años después del final de la primera parte de "Resurrección". No es estrictamente necesario haber leído el primer fic, pero si es cierto que si sois lectores asiduos a mis historias, comprenderéis y os situaréis mejor en esta. Yo os recomiendo encarecidamente que os leáis primero "Resurrección"ahora que ya está terminado y que después disfrutéis con más calma de "Resurrección II."
Sin más dilaciones, os dejo con el primer capítulo de esta nueva historia. Como siempre, muchas gracias por leer, disfrutad y por favor, no dejéis de comentar, pues son vuestras críticas y opiniones las que me hacen mejorar y crecer como escritor.
!Un saludo y hasta pronto!
CAPÍTULO I
UN NUEVO COMIENZO
1
Atarashi Sekai: Nuevo Mundo
Daba sus primeros pasos sin las manos de su mamá. Decidida y segura, se alejaba de ella, sin mirar atrás. Con sus pequeños brazos extendidos horizontalmente, rozaba con sus deditos las hojas de las plantas que había a su derecha y a su izquierda. De repente se precipitó al suelo. Los surcos en la tierra del invernadero no eran el lugar más apropiado para practicar. Hubo un instante de silencio, varios ojos sobre ella con la mirada clavada, unos segundos más y finalmente se incorporó otra vez. No iba a llorar. Era muy valiente. Miró atrás, vio a su mamá y echó una carcajada contagiosa que arrancó unas lágrimas en los presentes. Era la esperanza del nuevo mundo. La vida había triunfado.
La tierra había cambiado mucho en el año 2024. El mundo había sufrido progresivas modificaciones desde el año 2001, sumiéndose en un cambio climático que trastornó las estaciones de algunos continentes, así como su natura y su fauna. Las sucesivas guerras y la propagación de los virus, desoló el planeta, dejándolo prácticamente vacío. El hambre, la sed y la guerra, terminó con lo que restaba de la civilización. La peor de las batallas que tuvo que lidiar la humanidad fue contra el virus Mocer. Un virus que infectó a gran parte de la población mamífera de la tierra, dejándoles infértiles y no permitiendo la proliferación de las especies. Sin embargo, fueron las mutaciones del virus y sus diferentes cepas las que más daños causaron, mermando a la población, que moría tras contraer una enfermedad letal que destrozaba el organismo del cuerpo humano.
No obstante, tanto en la humanidad, como en las especies mamíferas animales, siempre existieron excepciones que pudieron sobrevivir. La civilización había desaparecido y con ella, sus sistemas capitalistas, su economía y sus gobiernos. Pero la humanidad debía seguir adelante. Debía volver a organizarse y volver a empezar de cero una nueva vida. Ahora serían otros retos a los que se enfrentarían y el más difícil de todos era el de sobrevivir a la humanidad en sí misma.
Sekai, la pequeña bebé, era la primera piedra que construiría esa nueva vida. La prueba irrefutable de que la humanidad había sobrevivido al letal virus que mermó su fertilidad y los condenó a la desaparición. Sekai, sería la primera nueva humana que crecería en un mundo sin ideologías, sin políticas y sin barreras. Un mundo entero por explorar, completamente diferente al que sus padres habían vivido, un antiguo mundo del cual ahora apenas quedaban ruinas y ciudades abandonadas que tan solo podrían enseñarle a través de la historia que ahora quedaría para siempre perpetrada en los libros. Sekai les mostraría a ellos el poder de la libertad, de la mentalidad libre y de las verdaderas nuevas ideas.
2
Los entresijos de la convivencia
Había una joven de cabellos cobrizos, largos y lisos. Llevaba la melena suelta al viento e iba ataviada con un vestido azul celeste, sin mangas, con dos anchos tirantes blancos y un hermoso estampado de margaritas. Caminaba en sandalias rojas a través de los campos de cebada. Era la época de la siega, pleno mes de Julio, y el sol brillaba tan fuerte y daba tanto calor, que las espigas se habían secado por completo y lucían un espléndido color dorado. Era imposible no ver a la joven entre aquellos interminables bancales de cereales, pues era el único punto de color entre todo lo demás. En sus manos, portaba una cesta llena de moras silvestres rojas y negras que había recogido de los bordes de los caminos, pues los zarzales solían agolparse a cada lado de ellos. Era muy guapa y ella lo sabía. En los últimos dos años había crecido mucho y cumplir los dieciocho años le había sentado muy bien. Hoy era un día especial, y aunque no lo fuese sólo para ella, se sentía como si así fuese.
Desde la puerta del invernadero, Sekai, la pequeña bebé de once meses, había visto a la joven pelirroja y la llamaba con sus galimatías, "Susa, Susa, ve, ve". Su mamá estaba aprovechando para limpiar las plantas secas del invernadero y así dejarlo listo para la nueva siembra. Un joven alto y de apariencia fuerte le estaba ayudando. Hacía mucho calor y aún más en el interior del invernadero, por lo que ambos tan solo iban vestidos con unos pantalones de trabajo y una camiseta de tirantes blanca. El chico, al escuchar a Sekai hablar, salió a la puerta y la cogió con fuerza en sus brazos. El bebé volvió a reír a carcajadas, mientras señalaba a la joven pelirroja.
─ "Siyi, vao, vao" – le decía Sekai, azuzándole para ir hacia la joven.
─ Allá vamos ¡Misato! Salgo un momento fuera, voy a llevar a Sekai con Asuka – le dijo el joven a la mujer que ya casi había terminado de limpiar.
─ Tranquilo, ve. Id a la piscina, seguro que quiere darse un baño. Ahora iré yo – dijo la mujer esbozando una sonrisa para su bebé.
Caminaron unos metros, hasta que llegaron a donde se encontraba la joven y se intercambiaron las cargas: ella le dio la cesta de moras silvestres y Sekai se abalanzó sobre los brazos de la joven. Después se dirigieron a la piscina, tal y como Misato le había ordenado.
─ ¿Para qué has cogido todas estas moras? – le preguntó el joven.
─ Shinji, ¿ya no te acuerdas de que día es hoy? Hoy hace dos años que todo terminó.
─ Ahmm… – dijo con desdén.
Tal y como la joven alemana le dijo, hoy se cumplían dos años desde que Shinji acabase con la vida de su padre y con la mayor amenaza, para su vida, para la de Asuka y para la de gran parte de la humanidad. Su padre fue el creador y propagador del virus Mocer; Gendoh, en su intento insistente de conseguir un mundo perfecto donde la humanidad fuese sumisa a las órdenes y no tuviese sentimientos, había experimentado hasta el punto de exterminar a pueblos y ciudades enteras. Sin embargo, tras él, existían muchos militares que pensaban igual que él, y que fundaron colonias enteras de humanos que utilizaban para sus experimentos. Shinji y Asuka, cuando fueron secuestrados hacía ya más de dos años, fueron llevados a una de esas colonias en Casablanca, donde pudieron comprobar que no era la única colonia que existía y que el poder letal del virus Mocer era real. Fue allí donde el mismo Shinji terminó con su padre y donde se reencontraron con sus amigos, Misato, Kaji y Makoto; el miedo a sufrir un ataque de algún otro superviviente o de algún militar partidario de Gendoh, era evidente, pues no estaban solos en el mundo. Pero la mayor amenaza por la que podrían ser atacados era porque Shinji y Asuka eran a su vez el antídoto al virus Mocer; Asuka quería recordar aquel 21 de Julio como el comienzo de una nueva vida para ambos, y convertirlo en un aniversario que celebrar. Sin embargo, Shinji no estaba tan orgulloso de aquello. Pensar en todo lo que ocurrió le revolvía las tripas y en el fondo, seguían en peligro. Eran conscientes de que no eran los únicos humanos en la tierra y nunca sabrían donde se encontraban los demás. Siempre vivirían con el miedo de si al encontrarse podrían tener una relación cordial o si se deberían enfrentar. Ahora no había leyes, ni policías, ni jueces para obligar a la gente a cumplirlas. Sin embargo, lo cierto es que desde que todo terminase, habían vivido tranquilos en la masía de Tarragona, apartados del mundo y sin recibir noticias ni visitas de nadie. Y cruzarían los dedos para que todo siguiese igual mucho más tiempo.
─ No te entristezcas, hiciste lo correcto. Tu padre era un enfermo mental. Ni si quiera quería ser tu padre. No merece que lo llames así. Está bien muerto y nunca más volverá a hacerte daño – Asuka odiaba a muerte a Gendoh, y no sólo por lo que había hecho durante la guerra, ya le odiaba mucho antes de que todo comenzase.
Era un hombre sin escrúpulos, que se había trastornado desde el día en que perdió a su mujer. Odiaba y envidiaba a su hijo porqué creía que le había arrebatado el amor de su esposa. Creía que debía amarle a él más incluso que a su propio bebé, así que cuando tuvo la oportunidad, a la edad de cuatro años, le abandonó a su suerte. Shinji había sido desde entonces un niño huérfano, pese a tener uno de sus padres vivo. No fue hasta que cumplió los catorce años que conociese a Misato y comenzase a llevar una vida más normal. Sin embargo, aquella vida duró poco. Pronto llegó la guerra y ambos, Asuka y Shinji, fueron secuestrados por Gendoh y criogenizados para experimentar con ellos y convertirlos en antídotos al virus, sin saberlo. Transcurridos seis años congelados, despertaron solos en una casa perdida en un pueblo de España que no conocía. Tenían quince años. Durante un año, vivieron solos en la masía de Tarragona y fueron capaces de luchar contra todo tipo de adversidades. Los últimos dos años los vivieron acompañados, especialmente con la compañía de Misato, que había sido y era su única madre. Ahora, con dieciocho años, se habían hecho más fuertes sicológica y físicamente, pero eso no les quitaría nunca la vida trágica que habían llevado.
─ Estoy bien, Asuka. No te preocupes.
─ Sé que no te gusta hablar de ello, pero nos distes una oportunidad. Nos salvaste. Shinji, te debo la vida – le decía la joven alemana insistentemente.
─ Calla, ¿qué dices?
─ Es así y lo sabes.
─ Asuka, de no ser por Misato y lo demás, no estaríamos vivos.
─ No fue sólo esa vez y lo sabes. El año que vivimos juntos, mi vida… sigo aquí por ti – la joven se detuvo ante él y le hizo pararse. Le miró fijamente a los ojos – Shinji, cuidaste de mí cada día.
─ Lo hicimos los dos, el uno por el otro. Y por Sarah, ella también ayudó – la cara de la joven cambió por completo.
─ …Sarah…
─ Vamos a la piscina, al final llegará Misato antes que nosotros – atajó el joven, viendo venir la conversación que se iba a derivar ahora con el tema de Sarah.
─ Siempre la misma historia…Sarah, si tanto te gusta, ¿por qué no te quedas con ella?
─ Nunca he dicho eso – el joven dejó la cesta en las escaleras que daban paso a la piscina y cogió a Sekai de los brazos de Asuka – Ven conmigo, que nos damos un baño.
─ Si eso, cambia de tema.
Sarah Jordan era una joven que apareció durante las navidades de 2021, cuando apenas habían transcurrido seis meses de que Shinji y Asuka se instalasen solos en la masía de Tarragona. Al igual que con ellos dos, la chica había sido un experimento de Gendoh en su enfermizo intento de conseguir un cuerpo perfecto donde volcar datos. Había fabricado unos implantes que permitían tener su mente conectada con la de otro ser humano. Sarah tenía la memoria y los recuerdos de Rei Ayanami, una joven compañera de Shinji y Asuka, y los recuerdos del propio Gendoh. Cuando Sarah llegó hasta ellos, durante algún tiempo, Shinji se mostró muy reticente a la incorporación de ésta al equipo, pero al final, se adaptó muy bien a las circunstancias. Después llegaron los problemas obvios, eran dos mujeres para un solo hombre. La rivalidad entre ellas se hizo notable a medida que transcurrían los meses. Pero la realidad es que sólo era una rivalidad entre ellas, pues Shinji pasaba de ambas. Tenía suficientes problemas con intentar mantener la granja y conseguir alimentos, como para preocuparse por amoríos adolescentes.
En la piscina estaban Kaji y Sarah. El hombre estaba tumbado en una hamaca bajo una sombrilla, leyendo una novela. Llevaba una camisa de flores de lo más hortera y unos bermudas. Cuando Sekai nació, decidió cortarse el pelo corto, así que tenía un aspecto de lo más renovado, incluso parecía más joven. Sarah, sin embargo, estaba en la piscina tomando un baño. Llevaba puesto un bañador rojo que resaltaban sus espectaculares curvas. Era una mujer rubia, de cabellos platinos, melena larga y de rizos muy suaves. No era especialmente guapa, pero era muy atractiva. Tampoco era muy alta, pero tenía unas curvas bastante pronunciadas. Asuka tenía miedo de tener que compartir la casa con ella, puesto que eran tres hombres para tres mujeres. Sin embargo, Kaji y Misato ya no contaban. Tan sólo quedaba Shinji y el tercero en discordia, que era Makoto: el informático. Un hombre de 35 años muy poco agraciado. Asuka no pensaba pasar el resto de sus días con ese hombre, diecisiete años mayor que ella. Se recordaba día y noche sus lapidarias palabras a Shinji: "¡Aunque fueses el último hombre sobre la faz de la tierra, jamás te tocaría ni con un palo!". El problema es que, evidentemente, Sarah tampoco querría estar con Makoto.
El informático, amigo íntimo de Misato y Kaji, Hyuuga Makoto, ahora no se encontraba con ellos en Tarragona. Tenía la insistente idea de que debían volver a Japón, donde podrían desarrollar mejor sus vidas en un entorno más adecuado, y donde pudiesen volver a comenzar de cero. Makoto creía que España y aquella masía no eran el lugar idóneo para formar una nueva familia. Así que había partido con un avión de regreso a Japón para investigar lugares donde vivir. Hacía ya tres meses que se había marchado, pero era ya la quinta vez que lo hacía, y siempre que regresaba, volvía cargado de noticias, pero nunca nada convincente que les hiciese tomar la iniciativa de marcharse. Se solían mantener en contacto a través de llamadas vía satélite con los ordenadores. La última vez que hablaron, hacía ya tres días, les comentó que en dos días regresaría para España con un plan definitivo.
Por otro lado, desde que Kaji, Misato y Makoto se instalaran en la masía, las cosas comenzaron a cambiar. Al principio, Shinji y Asuka seguían llevando la voz cantante de la casa, pero poco a poco, Kaji fue robando un poquito de autoridad a los niños, hasta que finalmente terminó por convertirse en el líder. Ahora, Kaji era el que tomaba todas las decisiones por los demás, el que decidía las tareas, el que imponía las normas. Casi todas las cosas que Shinji y Asuka habían estipulado desde el día uno de estar en la masía, Kaji las había tirado por tierra. Aún y así, Shinji y Sarah, eran los más reticentes a deshacerse de sus normas, y continuaban llevando consigo sus armas y su ropa de huida; Misato se había percatado del malestar de Shinji con Kaji, pero no podía hacer nada al respecto, al fin y al cabo, Kaji era el padre de su bebé, y no quería interponerse en las decisiones que él tomaba. Shinji ya era un hombre adulto para defenderse por sí mismo. En alguna ocasión había mantenido una conversación sobre el tema con Asuka, pero ella era partidaria acérrima de Kaji, así que no tenía nada que hacer con ella. Tan sólo tenía el apoyo de Sarah. El joven había cedido en casi todas las cosas, hasta incluso les había dado su habitación, pero había un par de cosas que no concedió: su perra Alaska y su coche.
─ ¡Hola chicos! Pásame a Sekai, que la meto en la piscina – dijo Sarah extendiendo los brazos a Shinji para que le dejase al bebé.
─ Venga, ¡la nena al agua! – Shinji la animaba, mientras Sekai se echaba a reír.
─ …que romántico – decía sigilosamente y con asco Asuka.
─ ¿Qué te ocurre, Asuka? – le preguntó Kaji por lo bajo, mirándola por encima de las gafas de leer.
─ Nada… que son pedantes.
─ Eso es, sin ambages – casi voceó Kaji al tiempo que se echaba a reír.
─ A mí no me hace ninguna gracia. Da igual cómo me vista, qué cocine, cómo le hable, es que da igual, haga lo que haga, siempre tiene una sonrisa para ella.
─ No te preocupes, pronto nos iremos de aquí. Las cosas cambiaran – comentó sigilosamente Kaji.
─ ¿Irnos? ¿A dónde?
─ A casa – zanjó el tema, pues vio aparecer a Misato por las escaleras de la piscina y no quiso insistir más en el tema, pues ella no estaba muy de acuerdo con la idea de irse.
─ ¿Dónde está el bebé? – canturreó la mujer en un tono jocoso para hacer reír a Sekai, que al verla, intentó chapotear hacia ella, mientras Sarah la ayudaba cogiéndola por la cintura.
─ Me voy a segar – dijo Shinji al ver que Misato ya había regresado.
─ No – le negó rotundamente Kaji.
─ ¿Por qué? – dijo Shinji atónito, mirándole.
─ No va a ser necesario segar este año. Si quieres llévate al ganado a pastar, pero no vale la pena que te mueras de calor en la máquina para recoger un grano que se va a quedar aquí.
─ ¿Qué? No entiendo nada – replicó Shinji.
─ Eso digo yo ¿De qué estás hablando? – inquirió Misato.
La última vez que habló con Makoto, Kaji había mantenido una conversación privada con él, y había recibido una información clara de que podían viajar hacia Nagoya. Makoto le aseguró que era un lugar ideal para vivir. Así que Kaji había tomado ya la decisión.
─ Nos vamos a Japón. He decidido que será lo mejor. Makoto debe llegar de un momento a otro, cuando regrese, nos enseñará más datos del lugar y veréis como podemos marcharnos.
─ Yo no me voy a ningún lado – replicó Shinji
─ Eso lo veremos cuando esté aquí Makoto – le increpó Kaji.
─ Me voy a segar. Hasta luego – y sin esperar respuesta ni dar tiempo a replicas, se marchó.
Shinji estaba muy indignado con las actitudes de Kaji y en los últimos meses habían tenido varios encontronazos. La convivencia entre ambos empezaba a ser difícil, y Kaji siempre recurría a su supuesta madurez y a sus treinta y nueve años para justificar que él tenía la verdad y la razón absoluta, y que Shinji no era más que un cachorro que quería destacar, pero que le quedaban muchas cosas por aprender. Esas palabras irrespetuosas habían conseguido llevar la relación entre ambos hasta un punto en el que casi ya ni existía. Tan sólo se dirigían la palabra para hablar de temas de trabajo, y casi siempre con monosílabos por parte de Shinji. Sea como fuere, las chicas eran conscientes de que esa actitud debía cambiar por parte de ambos o finalmente tendrían que separarse para siempre.
3
Una noticia inesperada
La noche había caído sobre las montañas de Tarragona. Asuka preparó una cena suculenta para todos, pues era día de celebración. Shinji había aprovechado todas las horas de sol para segar el máximo número posible de campos de cebada, por lo que finalmente llegó muy tarde a casa. Cuando lo hizo, su sorpresa fue mayúscula, pues Makoto ya había regresado de su viaje a Japón. Se saludaron, intercambiaron unas pocas palabras y se retiró a la ducha. Después llegarían las noticias.
Cuando regresó del baño, todos estaban sentados alrededor de la mesa y habían comenzado a picotear. La única que no estaba presente era Sekai, que ya dormía en su cuna. Makoto se levantó una vez más para abrazar a Shinji y saludarle.
─ Chico, creces a pasos agigantados, ya eres el más alto de la casa y menudos brazos, no quiero ni imaginarme el torso – dijo entre risas y mirando a los demás buscando la complicidad. Las chicas rieron, pero Kaji se mantenía al margen.
─ Carne joven y sin curtir, sabes que sirve de poco – replicó Kaji, mientras daba un trago de vino.
─ Cualquiera diría que el don juan de Kaji se hace viejo y siente envidia de la juventud que le pisa los talones – contestó Makoto. El pobre no sabía que los últimos tres meses, la relación entre Kaji y Shinji había muerto casi por completo.
─ Por favor, Hyuga, me ofendes, en la vida podrá ser ni la mitad de hombre que soy yo – añadió Kaji soltando una risa forzada.
─ Ni falta que me hace – terminó Shinji, al tiempo que tomaba asiento.
─ Bueno, bueno… ¿me he perdido algo? – preguntó sorprendido Makoto.
─ Que va, detalles sin importancia – Misato intentó zanjar el tema – Ahora que estamos todos, ¿por qué no nos hablas de tu último viaje?
─ ¡Claro!
El último lugar que había visitado Makoto fue Nagoya. Las otras veces investigó el centro y los alrededores de las antiguas Tokio-3 y Tokio-4, pero no encontró nada que le fuese útil. Entonces decidió que iría a un lugar menos poblado. Se decantó por otras pequeñas ciudades de los alrededores, pero no veía nada que le llamase la atención. Finalmente se decidió por Nagoya y allí fue donde encontró la clave del éxito. En la ciudad de Nagoya, a las afueras, en la cercanía de una rivera, se levantaba la mansión Ikari. Un bastión de tierras y campos de cultivos, granjas y almacenes, coronados por una enorme casa, más parecida a un castillo que a una mansión. Era la herencia de la familia Ikari, perteneciente a los ancestros de la madre de Shinji. Unas tierras que habían heredado generación tras generación. Cuando Shinji había sido bebé, y hasta la edad de cuatro años, él había vivido allí, pero ahora no quedaba en su memoria ni el vago recuerdo. La enorme casa de cuatro plantas y más de mil metros cuadrados por piso, estaba repleta de habitaciones, salones y estancias pensadas para la vida de cientos de personas. Pues era el lugar donde se congregaban todos los miembros de la familia, ahora extinta.
Makoto había traído consigo varias fotos del lugar, no sólo de los terrenos, granjas y almacenes, sino también de la casa y de los interiores. Sorprendentemente todo estaba en muy buen estado y parecía que en el interior había vestigios de que alguien había vivido en su interior hacía relativamente poco. Pero en parte era lógico, pues un lugar tan grande era mantenido por varios trabajadores que la familia tenía contratada. Probablemente Gendoh siguió manteniendo la casa tras la muerte de su mujer, como único legado que le había quedado de ella; cuando los demás vieron las fotos, quedaron anonadados.
Pero lo mejor no era el hecho de las instalaciones en sí mismas, las llanuras o la cercanía del río, sino que todo el recinto estaba amurallado y protegido por dos grandes murallas: una que rodeaban toda la extensión de la finca, y otra aún más resistente que protegía la mansión, las granjas y los pastos más cercanos, donde podrían hacer vida de sobras. Y lo aún mucho más importante: la cercanía al pueblo, equipado con todo tipo de instalaciones, comunicado por buenas carreteras y abandonado por completo sin rastros de destrucción. Era perfecto.
─ ¿Qué os parece? ¿No me diréis que no he acertado? ¡Shinji, es tu casa! – decía Makoto entusiasmado.
─ No quiero ir – dijo Shinji lacónico.
─ Pues vamos a ir – replicó Kaji.
─ ¿Por qué no votamos quien quiere quedarse aquí? – propuso Sarah.
─ Hacedlo, venga – Kaji les invitó a que lo hiciesen, estaba seguro de que iba a ganarles.
Solo Shinji y ella misma levantaron la mano para quedarse. Cuatro contra dos. Shinji no entendía porque Asuka no levantaba la mano, pero Sarah aún menos.
─ ¿Por qué nos haces esto? – le recriminó Sarah a la joven alemana.
─ ¿El qué? – le preguntó a sabiendas de que le preguntaba por la votación.
─ Ponerte de su lado y dejar a Shinji tirado, sabes de sobras que no quiere ir.
─ Era una votación libre. No tenías que votar por Shinji, tenías que votar por ti – le replicó Asuka.
─ ¿Es que acaso crees que vas a la ciudad? Sólo vamos a cambiar de una masía a otra.
─ Me gusta más Japón y aquello no es una masía, es un castillo. No le falta de nada. No tenemos que estar arreglando los desperfectos, ni sufriendo las inclemencias del tiempo.
─ Yo no quiero volver a Japón, allí no existen las estaciones del año. No nieva, apenas llueve, sólo hace calor, y tengo mi vida hecha aquí. No voy a dejar los animales, ni los cultivos que tanto nos ha costado levantar – dijo Shinji.
─ Pues entonces, quédate aquí. Los demás nos vamos – Kaji no tenía intenciones de ceder. La decisión estaba tomada.
─ Shinji, nos quedamos tú y yo aquí. Podremos vivir. Lo hiciste con Asuka durante seis meses y lo conseguisteis, ahora todo está más preparado, sabemos más cosas, podemos hacerlo – le decía Sarah, casi en tono de súplica.
─ Es estúpido. Asuka y yo luchamos por sobrevivir, no por vivir. Ahora teníamos una oportunidad de vivir, y lo estábamos haciendo. No pienso perder a Asuka, a Misato o a Sekai, porque a Kaji se le haya antojado irse a Japón. No nos podemos quedar aquí solos. Es un suicidio.
─ Veo que no eres del todo gilipollas – añadió Kaji – al menos piensas con la cabeza. No hay opción. Todo es mejor en Japón, cuando estés allí te darás cuenta.
─ No. No me voy a dar cuenta de nada. Nos vamos a Japón, pero las cosas van a cambiar – Kaji se había levantado de la mesa y miraba a Shinji desafiante, por lo que él también se levantó y prosiguió con su postulación – Cuando estemos en Japón, se acabaron tus órdenes. No eres el líder, ni lo vas a ser más. No pienso recibir ni una sola orden tuya más. Aquel lugar es enorme, voy a vivir libremente y voy a hacer lo que crea que tenga que hacer en cada momento, y espero que así lo hagan todos los demás, porque hasta antes de que tu llegases, nosotros tres éramos felices y vivíamos libres, y desde que tú estás aquí, no hacemos más que recibir órdenes. ¿Lo has entendido?
─ No se puede vivir sin un líder – replicó Kaji.
─ Aprenderemos – añadió Sarah posicionándose junto a Shinji.
─ No hay nada que aprender. Somos un grupo y hay que organizarse, alguien tiene que tomar las decisiones cuando los demás dudan, alguien tiene que guiarles y eso es un líder – intentaba explicar Kaji sin lograr convencerles.
─ Eso no era así cuando estábamos solos. Has enrarecido el ambiente con tus constantes desplantes y tus órdenes. No eres más que ninguno de nosotros y ninguno te hemos dicho que fueses el líder, tú solo te has postulado como tal – le recriminaba Sarah.
─ Vosotros lo quisisteis así – Kaji insistía, pero comenzaba a ver dudas en las miradas de su mujer, Misato y de su amigo Makoto.
─ Nadie te lo pidió – añadió Asuka, sorprendiendo a Sarah, parecía que comenzaba a atisbarse en ella un punto de cordura a favor de Shinji y de ella misma.
─ Me da igual. No se puede trabajar por libre, cada uno a lo loco, haciendo y deshaciendo lo que se quiera – el hombre comenzaba a ponerse nervioso.
─ Nadie ha dicho que vayamos a hacer lo que nos dé la gana. Nosotros tres trabajábamos en equipo y ninguno daba órdenes a ninguno – aclaró Sarah Jordan.
─ Voy a seguir siendo el líder, por que hace falta un líder, os pongáis como os pongáis – dijo en un tono mucho más elevado y nervioso, Kaji.
─ Pues en ese caso el líder seré yo y la primera orden es que todo el mundo es libre y no tiene que obedecer órdenes de Kaji. – zanjó Misato – Estoy harta de estas discusiones absurdas y de que desde que hemos llegado aquí, en lugar de ser una familia feliz, nos hayamos segregado. No me he pasado dos años luchando por encontrar a mis niños para que ahora todo se vaya al garete. Quiero tener a Shinji a mí lado por siempre, grábatelo a fuego, Kaji – Se dio media vuelta y se fue a su habitación.
─ Misato… – Kaji lanzó una mirada amenazante a Shinji y Sarah, como si ellos fuesen los culpables de la reacción de su mujer – Mañana ponemos rumbo a Japón.
─ No lo has entendido. Que ya no nos das órdenes – le dijo Sarah con sorna – Mañana haremos lo que decidamos entre todos, y por supuesto, eso no pasa por irse deprisa y corriendo a Japón. Shinji, Asuka y yo tenemos muchas pertenencias por recoger que no se van a quedar aquí.
─ Haced lo que queráis, al final, necesitaréis mi ayuda – el hombre se retiró de la sala y salió tras su mujer.
─ No sé qué ha ocurrido estos últimos meses, pero la cosa parece que se ha puesto fea – comentó por lo bajo Makoto.
Los demás presentes se retiraron cada uno a sus aposentos. La cena de celebración había sido un fracaso, pues las noticias que Makoto había traído, desencadenaron una batalla verbal que terminó por dejar los alimentos fríos en la mesa. Lo único bueno que se podía sacar de la noche, es que por fin se habían liberado las tensiones entre Kaji y Shinji, y que se habían marcado los puntos de diferencia entre uno y otro. Ahora el grupo estaría menos tenso y mañana sería otro día del cual comenzar de cero.
Asuka era la única que se había quedado recogiendo la mesa y los restos de comida. Shinji se acercó a la mesa para ayudarla. La joven estaba envasando la comida para poder consumirla en los días restantes. Tenía la mirada perdida y hacía una mueca de preocupación. La discusión entre Shinji y Kaji a ella la ponía en un dilema. Ella había pasado toda su adolescencia enamorada de ese hombre y ahora se habían reencontrado. El problema es que no podía tener ningún tipo de esperanzas con él, no sólo porque fuese veintiún años mayor que ella, sino porque además era el marido de Misato y tenían una hija. En cualquier caso, del hombre que ella recordaba e idolatraba, ya no quedaba nada. Sentía una enorme decepción, pues ya no era como recordaba, cuando eran pequeños y vivían en Tokyo-3. Entonces, Kaji y Shinji eran muy buenos amigos, hacía función incluso de hermano mayor o padre. Ahora, ella estaba contrariada por sus propios sentimientos. Las cosas habían cambiado mucho y con ellas, Shinji. Le veía con otros ojos, pero no estaba segura de si estaba enamorada de él. La navidad de 2021, horas antes de que Sarah Jordan apareciese y se uniese al equipo, cuando ellos dos aún estaban solos en la masía, Asuka decidió que debía entregarse a Shinji. Decidió que no habría más hombre en la tierra con quien estar y que debía resignarse, que debía aprender a quererle. Pero entonces Shinji le dijo que no era necesario, que no era el momento y que él no sentía lo mismo por ella. Desde aquel entonces, nunca más se volvió a hablar del tema; durante la discusión de la cena, Asuka temió perder a Shinji. Creía que aceptaría quedarse a solas con Sarah en la masía y entonces ella…, entonces ella tendría que renunciar a viajar a Japón y quedarse con ellos. Sí, estaba segura de que lo había sentido así. Las tripas se la llenaron de mariposas, un nudo se le había puesto en la garganta y sintió pánico ante la respuesta de Shinji. Temió que él dijese: "Sí, Sarah, me quedaré contigo". Pero el alivio fue mayúsculo, pues él la rechazó.
─ Asuka, ¿qué te ocurre? ¿Por qué estás tan seria? – Shinji iba y venía del comedor a la cocina, con varios platos y bandejas de comida en las manos, mientras ella envasaba los restos en la cocina.
─ Mira toda la comida que se ha destrozado. Hay platos enteros que ni han tocado – decía evadiendo el tema real que le preocupaba.
─ No pasa nada. Lo recogemos todo y lo envasamos al vacío con la máquina que conseguiste y lo congelamos y así tendremos para racionar.
─ Nadie se ha molestado en probar nada…
─ Lo que he probado estaba delicioso – decía mientras se marchaba hacia el comedor a por más platos.
─ Falso, mentiroso… no has probado bocado – siseaba la joven
─ Me vas a decir qué te ocurre de verdad – Shinji dejó los últimos cubiertos y vasos sobre la encimera y se acercó a la joven.
─ Nada…
─ ¿Qué te pasa?
─ He dicho que nada – el tono de Asuka comenzaba a ser agrio y seco
─ Sí te pasa algo, ya nos conocemos
─ ¡Que te he dicho que no me pasa nada, déjame en paz! – gritó exasperada la joven, al tiempo que dejaba caer unos cacharros vacíos en la fregadera.
─ Ven – Shinji se puso delante de ella y la miró fijamente a los ojos. La joven levantó la mirada y por un momento se ruborizó. La situación era extraña, parecía como si Shinji quisiese abrazarla.
─ No quiero – susurró la joven, sin creerse sus propia palabras.
─ Asuka, sé que estabas preocupada – Shinji cogió las manos de la joven – No quiero separarme de ti. No quiero que seas infeliz, no quiero que estés encerrada el resto de tu vida en un monte. Sé que para ti es un respiro de aire fresco poder ir a Japón, pero yo…
─ No digas nada, sólo abrázame.
Los dos jóvenes se fundieron en un abrazo que duró algo más de tres minutos. La escena fue de lo más extraña para ambos, pero tranquilizó los ánimos de Shinji y el malestar de Asuka.
─ Gracias Shinji. No quiero que discutas más con Kaji. No quiero que nos tengamos que separar. Podemos hacer una vida en común.
─ Lo entiendo. Vamos a dormir. Mañana ya limpiaremos todos los platos y demás.
─ Sí. Que descanses.
La joven le dio un beso en la mejilla de buenas noches y se retiró a su habitación. Shinji decidió salir un rato a la oscuridad de la calle. Aprovechó para detener el generador de luz y quedarse solo en el silencio de la noche. Quería pensar en todo lo ocurrido, en cómo iba a afrontar las cosas de ahora en adelante. Necesitaba tener las ideas claras y no podía permitirse el lujo de perder a Asuka por el camino. Llegó al mirador de la piscina y se tumbó en una de las hamacas a admirar las estrellas. Cuando se quiso dar cuenta, se había quedado completamente dormido a la intemperie.
